“Es necesario una cuidadosa atención espiritual en el desarrollo de los planes pastorales en favor de los más pobres, les pido especialmente por los más necesitados en sus Iglesias, poniendo todas sus iniciativas en las manos de Dios, porque solo Él es capaz de proporcionarles toda clase de bendiciones en abundancia”, escribe el Santo Padre Francisco en el discurso que entregó el pasado viernes a los Obispos de las Conferencias Episcopales de Namibia y Lesoto en Visita ad limina Apostolorum, es decir, a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo.

En su discurso, el Obispo de Roma expresó su gratitud por la visita de los Obispos y por el deseo de “fortalecer los vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro y la Santa Sede”. Asimismo, el Papa recordó los orígenes de la Iglesia en esta parte del mundo, señalando que: “el Espíritu Santo sembró las semillas de la fe a través de los trabajos y sacrificios de muchos misioneros, que fueron sostenidos por generaciones de compañeros indígenas en las viñas del Señor”. Además, el Pontífice señaló que estas tierras a menudo presentan grandes retos, tanto ambientales como sociales; pero al mismo tiempo afirmó, que son iglesias que atraen a muchos a una vida comunitaria centrada en la oración y el trabajo.

“Sé que sus comunidades a diario se enfrentan a muchos desafíos y estoy seguro de que esto pesa mucho en sus corazones. Es necesario fortalecer el amor para superar el egoísmo en la vida pública y privada; ser generosos llevándoles la ternura de Cristo, donde se producen las amenazas a la vida humana, desde su nacimiento hasta la vejez, y pienso especialmente en aquellos que sufren de VIH y SIDA”, afirmó el Santo Padre.

Prosiguiendo su discurso, el pensamiento del Papa se dirigió a la fragmentación de la familia, de las familias cristianas; a la falta de empleo, la separación de parejas y el divorcio. En este sentido el Pontífice exhortó “a continuar ofreciéndole ayuda y orientación a las familias” y les gradeció “por sus esfuerzos en la promoción de la vida familiar saludable como respuesta a la visión distorsionada que surge en la sociedad contemporánea. Que todos podamos ayudar a formar familias que pueden ser portadores de la paz en el mundo; porque la familia es el mejor lugar para el aprendizaje y la vivencia de la cultura del perdón, la paz y la reconciliación”.

En una época de aparente disminución de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, es importante dijo Francisco, “hablar abiertamente sobre la experiencia gratificante y alegre de ofrecer la propia vida a Cristo”. Para ello es necesario “continuar, con el exigente trabajo de la guía, del cuidado personal y paternal de toda vocación, así como de todos sus sacerdotes ya ordenados, para que con el alimento de la formación permanente, puedan ser nutridos y sostenidos a lo largo de su vida sacerdotal”.

Concluyendo su discurso, el Santo Padre les exhortó “a perseverar como hombres de oración profunda y constante, en el camino del Beato José Gerard, quien escuchó los susurros del Espíritu Santo en todos los ámbitos de su vida. La oración precede y conduce a la auténtica evangelización” recordó el Pontífice. Finalmente, Francisco les pidió llevar “la misericordia sanadora de Cristo” a todos los fieles de sus comunidades; encomendándolos “a la intercesión amorosa de María, Madre de la Iglesia, para que fortalezca sus corazones al servicio de su Hijo”. Antes de saludarlos, les impartió su bendición apostólica como señal de paz y gozo en el Señor Resucitado.

(RM – RV)