Nosotros nos encargamos de preparar la misa

 

Mal negocio como alguien te encargue una misa o pida una celebración y añada un “nosotros nos encargamos de preparar la misa”. Date por eso.

Cuando yo era seminarista una temporada fui el encargado de preparar la misa conventual. La tarea era tan simple como completa: cuidar de los manteles del altar, las velas siempre listas y limpias, y la noche anterior, ya que la misa era a primera hora, dejar listos y registrados misal y leccionario, preparados vinajeras y vasos sagrados, corporal, palia y purificadores, lavabo… Y las vestiduras litúrgicas perfectamente colocadas sobre la gran cajonera: en su orden y dobladas exactamente para que se pudiera revestir con toda facilidad el celebrante. Eso era preparar la misa.

El problema es que ahora cuando alguien te dice de preparar la misa no se refiere a nada de eso, no. No quiere decir que se va a llevar a casa con anterioridad manteles, albas, purificadores y manutergio. Tampoco que vaya a dedicar tiempo a relucir los candelabros del altar, limpiar el templo parroquial o colocar flores frescas. Nada más lejos de su intención. Lejos de sus propósitos pasar por el tinte una casulla, ofrecerse para una limpieza a fondo de los vasos sagrados, comprobar que hay vino para la misa o unas velas decentes para la celebración.

Lo que la gente entiende por “preparar” la misa suele consistir en cargarse el ritual metiendo un sin fin de repetidas y repetitivas morcillas, supuestos signos a troche y moche, originalidades menos originales que ofrecer el libro de texto en la misa de inicio de curso y, en definitiva, todo aquello que sirva para que la misa sea lo menos misa posible.

Me voy encontrando ya, afortunadamente, a bastantes compañeros que hartos ya de estar hartos, ya se cansaron. De momento han comenzado por cargarse los funerales convertidos en exaltación civil del difunto con resurrección total inmediata. Habrá que seguir por primeras comuniones que tengan más de misa con niños que comienzan a comulgar, que con fiesta de comulgantes con pan y vino, aunque sean eucarísticos, cosa que a muchos por lo demás les trae al pairo.

Vamos, que al final, como no te impongas al menos un poquito, la liturgia se acaba convirtiendo en el show de Paqui y Toñín, eso sí, en una iglesia católica, y con un señor vestido con casulla que sonríe beatíficamente para no ser tachado de ogro, preconciliar, cavernario e infocatólico.

Lo siento, Paqui. No puede ser, Toñín. Una pena, doña Luisa. Lo siento, señor Gómez, pero por mucho que sea la boda de la prima Vanessa, el bautizo de tu sobrino Kevin, el funeral de don José o las bodas de oro de los señores de Ruigómez y Pérez de la Puturruá, la liturgia es la liturgia y si acaso una monición o un pequeño detalle Y YA. Es que al final qué capricho de que lea la prima Patricia en la boda, que encima sale con un escote que le llega apenas por encima de las rodillas, y que por cierto la niña, por más que se haya educado en el Liceo Pijolands, no sabe leer en público (en privado no juzgo aunque tenga mis sospechas).

Y usted, mientras, señor cura, aguanta la misa perfectamente preparada en la que ya ha tenido que soportar como canto de entrada “My sweet lord” de los Beatles y poner cara de poker mientras canta el solista eso tan bonito de My, my, lord (hallelujah), Hm, my lord (hare krishna), My sweet lord (Gurur Sakshaat) My sweet lord (Parabrahma) My, my, my lord (Tasmayi Shree) My, my, my, my lord (Guruve Namah) My sweet lord (Hare Rama) .

Pues eso, que las misas las preparo yo. Pero es que servidor es muy infocatólico.