Un párroco hace lo que debe y se monta un cirio en Facebook

 

La parroquia Nuestra Señora de los Dolores de Cartagena (España) celebró comuniones el pasado domingo. Su párroco, José Antonio Moreno, envió días antes una circular a los padres en la que, entre otras cosas, recordaba la doctrina de la Iglesia sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar:

«Cada día existen entre nosotros más familias y matrimonios rotos, irregulares a los ojos de la Iglesia. Os recuerdo que no se puede recibir la Comunión en algunos casos (´parejas de hecho´, divorciados y vueltos a casar civilmente)».

Ni que decir tiene que no mencionó a nadie en concreto. No dijo: “el padre de Pepito y la madre de Juanita no pueden comulgar". Solo recordó aquello que enseña Cristo y la Iglesia. A saber:

1- Quien se divorcia y se vuelve a casar es un/a adúltero/a.

2- El adulterio es pecado mortal.

3- No se puede comulgar en pecado mortal.

Don José Antonio tuvo especial cuidado en no decir las cosas con las propias palabras de Cristo. Es decir, no llamó a los divorciados vueltos a casar lo que son: adúlteros. Si lo hubiera hecho, el cirio que se habría montado sería aún más espectacular.

¿Y en qué ha consentido dicho cirio? Pues en que la madre de uno de los nenes, presuntamente adúltera según la moral católica, ha publicado en su muro de Facebook el siguiente mensaje:

Dado que mi persona y/o situación familiar es “irregular” ante los ojos de la Iglesia y se me prohibe recibir la Comunión en un día tan especial para la familia como es la Primera Comunión de mi hijo, doy por hecho que mi dinero será considerado de igual manera y, como tal, no será aceptado por la Iglesia. 

Así es que, como buena católica (desde hoy simple cristiana) “acato” las normas y no contribuiré con donativo alguno siendo consciente de que, tanto mi como mi persona no entramos dentro de lo que la Iglesia considera como “normal".

Sin otro particular, se despide:

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Mientras escribo este post, el mensaje de esa mujer ha sido compartido más de cien mil veces y ha sido objeto de infinidad de comentarios, la mayoría de ellos apoyándola. Incluso es protagonista en la versión digital de la Opinión de Murcia.

No es la primera vez que ocurre algo así. Cada vez hay más adúlteros en nuestra sociedad. Los que van a Misa regularmente son más bien pocos y, por lo general, entienden que no pueden comulgar. Pero algunos de los que no asoman casi nunca por Misa y sí lo hacen en la primera comunión de sus hijos, pretenden comulgar como si tal cosa. 

Eso mismo ocurre con quienes sin ser adúlteros, tampoco cumplen con la obligación de ir a Misa en domingo y fiestas de guardar. Su situación es exactamente la misma. No pueden comulgar a menos que se confiesen previamente, La diferencia con los adúlteros es que ellos sí podrán recibir la comunión si se confiesan sinceramente, mientras que quien vive en adulterio no podrá ser absuelto a menos que se comprometan a dejar de vivir así. Si no les gusta esa situación, deberían protestar ante Cristo, y no ante la Iglesia que es fiel a sus palabras.

¿Qué es lo que la Iglesia dice a esos bautizados? Leamos las palabras de San Juan Pablo II en su exhortación apostólica, magisterio pontificio, Familiaris Consortio. Cito dos párrafos consecutivos:

En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

Quizás el párroco de Cartagena, al que hay que felicitar por su fidelidad a Cristo, dado que lo fácil es no decir nada para evitarse problemas, debería haber resumido ese párrafo en su carta a los padres. Dudo que tal cosa hubiera provocado una reacción diferente en esa mujer, pero al menos le habría desmontado el argumento de que no es aceptada por la Iglesia. Sencilla y llanamente, no es cierto. Sigamos:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

He ahí la cuestión. No se trata de que la Iglesia no les admita en la comunión. Es que ellos se han puesto en una situación que impide que comulguen. Es más, si comulgan, añaden otro pecado mortal al que ya tienen. Y no un pecado mortal cualquiera, no. Así enseña San Pablo:

“Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.”

1ª Corintios 11,27

Y así enseña la Iglesia en el Concilio de Trento:

Si alguno dijere, que sola la fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía; sea excomulgado. Y para que no se reciba indignamente tan grande Sacramento, y por consecuencia cause muerte y condenación; establece y declara el mismo santo Concilio, que los que se sienten gravados con conciencia de pecado mortal, por contritos que se crean, deben para recibirlo, anticipar necesariamente la confesión sacramental, habiendo confesor. Y si alguno presumiere enseñar, predicar o afirmar con pertinacia lo contrario, o también defenderlo en disputas públicas, quede por el mismo caso excomulgado.

Canon XI sobre la Eucaristía

Diga lo que diga nadie, la Iglesia no puede cambiar las palabras de Cristo y de San Pablo -inspirado por el Espíritu Santo- ni las de Papas y concilios que se han pronunciado sobre esta cuestión. Y nadie es nadie. Tampoco un Papa u otro concilio ecuménico. Aunque quisieran, sencillamente no pueden. Quien sostenga pertinazmente otra cosa, cae bajo el anatema (excomunión) de Trento, concilio cuyos cánones siguen vigentes y no han sido abrogados. Intentar forzar la Iglesia en otro sentido solo puede llevar a que salte en pedazos la comunión eclesial, que sospecho que es un bien muy a tener en cuenta. Tanto que quien la ponga en peligro, puede pasar a la historia como un personaje nefasto.

La Iglesia puede, y debe, acompañar a quienes viven en adulterio por el camino de la conversión. Pero ese camino no puede tener otro fin que el abandono de ese pecado mortal. Eso vale para el resto de pecados mortales, obviamente. Pero para ese, también. ¿Por qué? Porque como dice la Escritura, los adúlteros van camino del infierno eterno. Y eso es mucho más importante que cualquier consideración adicional, por muy pastoral que sea. No hay pastoral cristiana que deje al pecador esclavo de sus pecados. Si eso no lo entiende esa mujer y quienes a apoyan, habrá que explicàrselo. Con toda la caridad que se quiera, pero sin apartarse de la verdad, que es la que nos hace libres.

Luis Fernando Pérez Bustamante