El Santo Padre Francisco recibió esta mañana del jueves 21 de mayo en el Aula Pablo VI a seiscientas personas, familiares de los miembros de la Policía de Estado gravemente heridos o fallecidos en servicio, a quienes agradeció su testimonio de esperanza cristiana, su fidelidad a las instituciones y a una misión que ”requiere el valor de socorrer a quien se encuentra en peligro y de detener al agresor”. ”La colectividad -dijo- es deudora vuestra por la posibilidad de vivir con orden y libres de la arrogancia de los violentos y los corruptos”.

”Quien día tras día asume su trabajo con seriedad y compromiso, poniéndolo a disposición de la comunidad, y en especial de los que están en peligro o se encuentran en situaciones de gran dificultad ”sale” hacia el prójimo y lo sirve. Haciendo así realiza su vida, incluso ante la eventualidad de perderla, como hizo Jesús muriendo en la cruz. Sólo contemplando a Jesús en la cruz podemos encontrar la fuerza de perdonar y el consuelo de que nuestras cruces serán redimidos por la suya, y de que, por tanto, todo sacrificio y todo drama encontrarán en El rescate y redención”, afirmó el Santo Padre.

”El testimonio de los valores cristianos es todavía más elocuente en este tiempo en que, a menudo, el impulso generoso de muchos no está seguido por la capacidad de canalizarlo de forma coherente y constante. En nuestra época, evidentemente, resulta más fácil comprometerse en algo temporal y parcial. En cambio, la actividad de la policía tiene una solidez, que, aunque las circunstancias contingentes cambien, posee una constante que atraviesa las edades: garantizar a todos los ciudadanos la legalidad y el orden, y con estos bienes la posibilidad de beneficiarse de todos los demás”.

El Papa destacó también que en estos años la policía ha desempeñado una acción decisiva en la gestión del impacto con la corriente de prófugos que llegan a Italia buscando refugio de la guerra y la persecución. ”Estáis en primera línea tanto en la acogida inicial de los inmigrantes como en la lucha contra los traficantes sin escrúpulos. En esta tarea… os distinguís por vuestro espíritu de servicio y vuestra humanidad, motivados antes incluso que por las normas legales, por el imperativo moral de hacer el bien, para salvar el mayor número personas posible y no escatimáis para ello ni vuestro tiempo ni vuestra energía”.

”Estad orgullosos de vuestro trabajo y continuad sirviendo al Estado, a todos los ciudadanos y a cualquier persona en peligro -finalizó el Santo Padre-En la defensa de los débiles y de la legalidad encontraréis el verdadero sentido de vuestro servicio y daréis ejemplo a vuestro país, que necesita personas que lo sirvan con desinterés, generosidad y continuidad”.