El historiador y periodista Santiago Mata (Valladolid, 1965)
acaba de publicar "Monseñor Romero, pasión por la Iglesia"
(Palabra, 544 páginas), una biografía del arzobispo de San
Salvador asesinado el 24 de marzo de 1980 y beatificado el 23
de mayo de 2015. En ella, por primera vez se analizan
minuciosamente todos los escritos, prédicas y principales
actuaciones del prelado, mostrando que a lo largo de su vida
existe una coherencia de fidelidad al servicio de la Iglesia.
***
¿Cómo definiría la figura de Monseñor Romero?
-- Santiago Mata: Para mí es un místico, en lo espiritual, un
personaje que a veces parece ajeno a la tierra que pisa, por
estar siempre pendiente del amor a Dios y como ajeno a las
miserias humanas -por miserias me refiero a los pecados obra
de los hombres-, y que sin embargo, en un momento determinado,
sabe dar una respuesta heroica a Dios que le pide una
actuación fuerte, una fortaleza heroica, que es la virtud
propia de los mártires. Eso, que puede resultar sorprendente
-porque Romero, como por lo demás muchos mártires, era no solo
humilde, sino modesto y hasta tímido, y tuvo que adoptar una
actitud que en ocasiones pudiera parecer desafiante- en
realidad no es una contradicción, pues, aunque no se ve a
primera vista, solo cuando existe una fuerte conexión interior
con Dios es posible mantenerse fiel al Amor de Dios en los
momentos de extrema dificultad.
¿Era un hombre de izquierdas?
-- Santiago Mata: Para bien o para mal, seguramente esa es la
percepción mayoritaria y un prejuicio que puede llevar a
algunos --los que simpaticen con el concepto de “izquierdas”--
a quedarse en una visión superficial del personaje y a otros
--los que se consideren “de derechas”-- a rechazarlo, y por
tanto desperdiciar la gracia de Dios, que nos quiere ayudar
con el ejemplo de los santos. Romero no manifestaba
preferencias ideológicas, más allá de las que -si pudiéramos
hablar- definen el catolicismo: la preferencia por los pobres,
que no excluye a nadie, y que por supuesto no significa ni
mucho menos aplaudir todo lo que hacen los que dicen defender
a los pobres, mucho menos cuando recurren a la violencia para
hacerlo. En la vida, obra y escritos de Romero no hay nada que
lo adscriba a una ideología política.
¿Qué relación había entre Mons. Romero y la
teología de la liberación?
-- Santiago Mata: Romero acogió con entusiasmo el impulso que
el Espíritu Santo quería dar a la Iglesia -es una estupenda
casualidad que lo beatifiquen en la víspera de la fiesta de la
Tercera Persona de la Santísima Trinidad- por medio del
Concilio Vaticano II. Como he dicho, por su finura espiritual
y hasta mística, le costaba comprender las resistencias de
unos --los que llamaríamos conservadores-- y los excesos --por
prisas en reformar y por confiar en una mera actuación
humana-- de otros --los que llamaríamos progresistas--, que de
hecho amenazaron con arruinar a la Iglesia. Para él esa
división fue una tragedia, porque llegó al extremo de que él,
de cuya fidelidad a la doctrina católica nadie podía dudar
tras décadas de servicio a su obispo y a la Conferencia
Episcopal, pasó de ser considerado conservador a ser visto
como progresista. Ninguna de esas visiones es válida, porque
él solo trató de encarnar lo que proclamó el Concilio, y las
reuniones de obispos que lo siguieron, como las del CELAM en
Medellín (1968) y Puebla (1979). Ante el rechazo que
provocaban (en los conservadores) las expresiones relativas a
la opción preferencial por los pobres y a la teología de la
liberación, él siempre explicitaba que se refería a liberarse
del pecado, y no a una mera liberación temporal, y que lo
hacía en el sentido en que hablaban de ello los papas, el
colegio episcopal, o personalidades de indudable ortodoxia,
como el cardenal argentino Pironio. Dicho eso, es cierto que
algunos de los personajes que con él colaboraron, derivaron
después a posturas ajenas al catolicismo. Pero él, que
seguramente desde el cielo habrá tratado de ayudar a esas
personas, no es responsable de esa deriva.
¿Es posible que se difundieran frases apócrifas
para presentarlo como un líder populista?
-- Santiago Mata: Puede ser, pero yo no he encontrado ninguna
frase o actitud que de cierto fueran suyas y que supongan
falta de caridad o no sean coherentes con la doctrina
cristiana. Otra cosa es que sacadas de contexto o escuchadas
por personas con determinados prejuicios, puedan ser
malentendidas. Un ejemplo que no es precisamente doctrinal: un
matrimonio norteamericano fue a verle y le iban a dar un
generoso donativo, pero antes se quejaron de la situación de
inseguridad, que había robos y no se respetaba la propiedad.
Romero, de forma que sin duda a ellos pareció brusca, les hizo
ver que esa gente no hacía nada malo, porque lo que hacían era
para sobrevivir. Semejante “justificación” del robo
escandalizó al matrimonio, que se marchó sin darle ese
donativo. Evidentemente, Romero no habría hecho algo así en
público, y ni siquiera hay que dar demasiada validez a ese
hecho, que probablemente solo presenció una persona. Lo digo
simplemente para resaltar que hay que ver las cosas en su
contexto. Por lo demás, incluso si a una persona no le gustan
o no le convencen los hechos o dichos de Romero, o incluso si
se hubiera equivocado y cometido errores y pecados, no desdice
de su santidad, porque la aceptación de la muerte tiene
indulgencia plenaria (no solo para los mártires, pero
especialmente en este caso), quiero decir que borra los
pecados y su pena, cuando hay amor, y esto es lo que hay
máximamente en el martirio.
¿Intentaron manipularlo? ¿Quiénes?
-- Santiago Mata: Casi diría que todos. El Salvador era un
país donde una pequeña oligarquía, por cierto masónica,
llevaba más de cien años gobernando y conculcando los derechos
civiles. La Iglesia no había conseguido, para que se haga una
idea, ni que se reconocieran efectos civiles al matrimonio
canónico. Los católicos protestaban a su estilo: educadamente.
Y de repente surgen unos revolucionarios que representan el
sentir de la mayoría -por tanto también de los católicos-,
pero que son violentos. Los revolucionarios querían usar a la
Iglesia, y el gobierno lógicamente quería que siguiera
predicando la sumisión a los poderes públicos. Entre esos dos
acantilados había que navegar. Aunque no es cosa de un
instante, ya que Romero nunca negó legitimidad al gobierno,
como arzobispo de San Salvador se da cuenta no solo de que el
gobierno no es de fiar --llevaba cien años sin ser honrado en
su relación con la Iglesia--, sino que además ha emprendido
una persecución despiadada contra la Iglesia, que ha comenzado
a matar a los sacerdotes para amedrentarlos --y no porque
tuvieran tal o cual ideología--, y que además es genocida
respecto a su propio pueblo. Frente a eso no podía callar y
seguir predicando sumisión: tenía que acoger a las personas
perseguidas cuyas vidas estaban amenazadas, aunque no
comulgara con sus ideas, y defender a sus sacerdotes y la
libertad de la Iglesia. Y eso hizo, por supuesto sin predicar
odio ni rencor de ningún tipo, sin amenazas, sin aplaudir a
los revolucionarios.
¿Cuál fue el móvil de su asesinato?
-- Santiago Mata: Genéricamente, los poderosos lo consideraban
un serio obstáculo a su propósito de mantener amedrentada a la
población y de ocultar los crímenes de la represión. Para los
revolucionarios también era un obstáculo, porque denunciaba no
solo sus crímenes y su confianza en la violencia, sino el
abuso contra la libertad de culto que suponía, por ejemplo, la
ocupación injustificada de iglesias. Pero ellos sabían que no
iba a ser Romero quien pidiera a la policía desalojar a tiros
las iglesias. Al final, fue una homilía concreta la que supuso
su sentencia de muerte. El 23 de marzo de 1980, predicó que
“ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer
la Ley de Dios que dice: no matar. Ningún soldado está
obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley
inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que
recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia
que a la orden del pecado”. Al día siguiente, el líder de
extrema derecha Roberto D'Aubuisson organizó su asesinato, que
perpetró un miembro de la guardia personal del hijo del
expresidente Molina.
La Iglesia ha determinado que Monseñor Romero fue
asesinado por odio a la fe. ¿Qué puede decir al respecto?
-- Santiago Mata: Sencillamente que lo que predicó en esa
homilía era la fe, en este caso la doctrina moral, de la
Iglesia. Que eso desató una reacción de odio y que por eso lo
mataron. Odio a la fe, por tanto.
¿Qué significado tiene su beatificación?
-- Santiago Mata: Le han puesto el lema "Romero, mártir por
Amor", y me parece muy bien elegido. Yo hubiera querido -antes
de conocer ese lema, no por oportunismo- titular la biografía:
"Monseñor Romero, mártir de la civilización del Amor". Porque
vivió en un mundo lleno de odio -con esto no quiero cargar las
tintas hacia El Salvador, que es un país magnífico, es algo
que debemos extender al mundo actual- y supo predicar el Amor
de Dios. Y no me estoy refiriendo a la situación prebélica,
insisto, de El Salvador. Él era un gran devoto del Sagrado
Corazón, como digo con una vida espiritual muy intensa desde
su juventud, y sufría mucho viendo y pensando en las ofensas a
Dios, en el pecado, en que el Amor de Dios fuera rechazado. Es
un mensaje válido para todas las épocas y lugares, pero
especialmente para nuestra época, y lógicamente para su país,
que después de la larga guerra civil que estalló después de la
muerte de Romero (1981-1992), sigue muy necesitado de
reconciliación cristiana.