Breves reflexiones (II)

El único remedio para el corazón cristiano infartado por el pecado es la conversión por la gracia de Dios.

Si no luchas contra tus pecados, estás de antemano derrotado. Si luchas con tus propias fuerzas, jamás vencerás. Si imploras la ayuda del Espíritu Santo, estás a un paso de la victoria.

Cristo no te regaló a su Madre en la cruz para que solo la tengas en una estampita, sino para que te dejes guiar por su maternal consejo, intercesión y sabiduría.

Fíjate si te ama el Padre, que te da por Madre a la más bella de sus criaturas. Fíjate si te ama Cristo, que te da por Madre a la más bella de las madres. Fíjate si te ama el Espíritu Santo, que te da por Madre a aquella que por su poder concibió a tu Salvador.

Si piensas que la santidad es cosa de unos pocos escogidos y no va contigo, necesitas limpiar los oídos de tu alma para escuchar a Dios diciéndote: “Te concedo ser santo. Sé santo".

Toda iglesia que no solo no ayuda a sus fieles a ser santos, sino que pretende que vivan igual que los incrédulos, no es Iglesia de Cristo sino sinagoga de Satanás.

Frases tales como “Ayúdate y Dios te ayudará” y “Al que madruga, Dios le ayuda” son pruebas inequívocas de que la sabiduría popular está infectada de pelagianismo estéril.

Quien piensa que la gracia es un don que recibimos pasivamente, como si fuéramos perrillos alegres de recibir la caricia del amo, quedando tan presos de nuestros pecados como antes de recibirla, se hace compañero de condenación de Lutero.

Naciste con un propósito: servir y dar gloria a Dios. No busques la felicidad fuera de ello. No la encontrarás.

Dios te exige aquello que te concede, te da fuerza para hacer lo que antes te ha dado, te ama tanto que te libera para que le puedas amar cumpliendo su voluntad.

Si entras en el matrimonio pensando en recibir más que en dar, las arenas movedizas de tu egoísmo llevarán al fracaso de la relación.

Piensa por un momento en el amor de Cristo por su Iglesia y encontrarás la clave para que tu matrimonio sea cristiano.

Quien no quiere oír hablar del pecado y sus consecuencias, difícilmente querrá oír hablar ni entenderá de la misericordia de Dios.

Vi Sodoma, vi Gomorra, vi la abominación desoladora, entendí que eran la misma cosa y oí: “ahí os llega. Sal de en medio de ella, pueblo mío“.

Cierra tus oídos a quien te dice que no es pecado lo que Dios ha dictaminado que es pecado y tú sabes que lo es. Quien así habla, habla por boca de Satanás, aunque disfrace sus palabras con perfume de presunta misericordia.

Santidad o muerte. Laus Deo. Salve Regina.

 

Luis Fernando Pérez Bustamante