“El centro de una misión es la iglesia” dice el padre Ryszard Szmydki es el secretario general de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, más conocida en España como DOMUND
El padre Ryszard Szmydki, Oblato de María
Inmaculada, ha sido misionero en Camerún y, durante muchos
años, asistente general para todas las misiones de la
Congregación de los Oblatos de María Inmaculada que están
presentes en más de 74 países. OMPress le ha entrevistado y ha
compartido su labor y sus inquietudes, en esta semana en que
se está celebrando en Roma la Asamblea General de las
Obras Misionales Pontificias.
-Desde
Polonia a Roma… Desde el apoyo a las misiones de los Oblatos a
respaldar la misión universa… un verdadero cambio…
Sí. Este “cambio” ha sido
una experiencia muy positiva. Desde 1992, como asistente
general para las misiones de mi congregación, los Oblatos de
María Inmaculada, tuve la oportunidad de conocer muchos
territorios de misión en África, Asia y América Latina. En el
2010 fui nombrado provincial de Polonia y, lógicamente, estuve
muy cerca de los 150 misioneros oblatos que tenía la provincia
esparcidos por el mundo. Fue el año pasado, en mayo, cuando me
llamó el cardenal Filoni para ser secretario de esta Obra
Pontificia de la Propagación de la Fe y ha sido una
experiencia, como digo, muy positiva. He conocido este carisma
que desde hace un siglo sirve a la Iglesia universal.
Experiencia positiva y única. Me he encontrado con obispos de
todo el mundo, que te hablan de la realidad de sus diócesis, y
cómo, gracias a la solidaridad de la Iglesia universal a
través de las Obras Misionales, pueden seguir adelante y
crecer.
-Un crecimiento muy grande…
porque los territorios “de misión” empiezan a ser territorios
“en misión”.
Efectivamente, y las Obras
Misionales tienen que apoyar en la medida de sus posibilidades
este cambio. Pero hay que cambiar el modelo de ayudas que se
han estado concediendo hasta la fecha. Es responsabilidad de
las OMP sostener a los más de 1.100 territorios de misión, que
dependen de la Congregación para la Evangelización de los
Pueblos. Y así, todos los países nos comunican su recaudación,
fruto de la generosidad de los fieles con las misiones. Se
hace una división, según esa cantidad, para poder dar a todos
entre 20.000 y 40.000 dólares. Son los subsidios ordinarios. Y
esto hay que reestructurarlo de acuerdo a nuevos criterios,
que tengan más en cuenta las necesidades concretas.
Como se ha hecho hasta ahora, hay que dar prioridad al
sostenimiento y formación de los catequistas. Su papel es
fundamental para la vida de la nuevas Iglesias. Gracias a
ellos se implanta la Iglesia en las pequeñas comunidades. Son
verdaderos pastores, educadores en la fe…
-Y además de estos subsidios
ordinarios, están los extraordinarios, ¿verdad?
Sí, siempre teniendo en
cuenta que los beneficiarios directos son los misioneros… y
puesto que en su gran mayoría son religiosos, se intenta que
siempre que se conceden proyectos extraordinarios a un
territorio de misión, uno o dos de esos proyectos sean para
religiosas y religiosos…
Además las Obras Misionales
Pontificias dan prioridad a la construcción de iglesias… algo
a lo que pocas agencias de ayuda dan prioridad. Y esto porque
son el centro. Cualquiera que haya estado en la misión lo
sabe. La iglesia, el edificio, es además escuela, centro
comunitario, sala de encuentros y reuniones, centro de
promoción humana… lo es todo… Son centros que acogen a todos.
Una vez que está la iglesia ya vendrá una ONG y pondrá un
pozo… pero cómo se gestionará ese pozo seguro que se discute
en la iglesia.
-¿Qué otras prioridades tiene
la Obra de la Propagación de la Fe en sus ayudas?
Las prioridades nos las dan
los mismos obispos de estos territorios de misión. Me da mucha
alegría que estos obispos se planteen como prioridad los
proyectos para jóvenes… son el futuro. Por eso, les apoyamos
cuando hacen encuentros de jóvenes, encuentros de formación…
Y, por eso, también sostenemos las escuelas diocesanas, porque
en muchas zonas, son las únicas…
-Todos estos subsidios son el
fruto de la cooperación de los fieles de todo el mundo. ¿Cómo
viven las OMP esa universalidad?
Las Obras Misionales
Pontificias buscan que sus ayudas marquen la diferencia allí,
pero también aquí. Desde sus inicios, han animado a los
cristianos a tener el sentido y la responsabilidad de la
misión. Una responsabilidad que se expresa también con las
donaciones. La única diferencia es que un norteamericano puede
que dé mucho, un africano menos, pero todo se deposita en el
mismo cesto. Puede parecer anónimo, pero es una verdadera
fuerza. Nadie se siente humillado. Es lo más evangélico. Esta
es la belleza del carisma de las Obras Misionales Pontificias.
Poner en contacto, pero también defender el espíritu de
solidaridad universal, que nos hace encontrarnos y sentirnos
hermanos.
Por lo mismo, tenemos que
ser eficaces, relanzar los medios de comunicación, lograr más
recursos, pero siempre con medios modestos, con lo mínimo
necesario. En ese sentido, esto también nos distingue, servir
a la Iglesia universal, con modestia. Hay que estar a la
altura porque recogemos la generosidad, de muchos cristianos,
muchos de ellos pobres.
(OMP)