De mamarracho, nunca

 

Por ser sacerdote, religioso o religiosa, no estamos exentos de algo que se llama buena educación. Se me entiende rapidito.

Boda de Jose María de Potorró y Mendizcuetagoiti con la distinguida señorita Nina de Fernández Muchapastez y Toma del Frasco Carrasco. Abundancia de chaqués y trajes oscuros en ellos, vestidos largos en ellas con su joyamen correspondiente. En un círculo próximo, con unos pantalones chinos, camisa de sport a cuadritos y rebeca beige, el reverendo P. García, que presidió la celebración. Pues muy mal, padre. O usted se va de uniforme clerical al uso, sotana o traje oscuro con camisa de tirilla, o si decide ir de seglar, se presenta como se presentan los laicos en tales eventos: traje y corbata. Y no me venga con el cuento de la pobreza porque un trajecito oscuro cuesta poco y dura mucho. Ni le cuento una camisa de clergyman. Quizá bastante menos que la rebequita beige.

Como sor Veremunda, de las madres gundisalvas, a las que tanto cito por puro afecto. Sor Veremunda fue profe de Nina Muchapastez y ahí estaba en la boda, con sus vaqueros y una blusita de mercadillo. Pues muy mal, madre. O se viene con el hábito de las gundisalvas, que algún día explicaremos cómo es, o se viene de seglar, pero bien arreglada, como las seglares que se van de boda una tarde.

Lo que no puede ser es que con el cuento de que somos el sacerdote, o la hermana tal, o el padrecito cual lleguemos a ser tan mal educados. Los ejemplos, infinitos. Un acto oficial que presiden el arzobispo o el alcalde, o donde acude el presidente de la comunidad autónoma. Trajes, vestidos, gente arreglada por deferencia, como por deferencia te arreglas para una boda, por respeto a los novios y lo que celebran. No es normal que el párroco del lugar aparezca con un pantalón de pana y un jersey con rayas y dibujitos.

Me contaban en una ocasión una audiencia papal a un grupo de sacerdotes. La mayor parte, traje negro y clergyman. Alguno decidió ir vestido de seglar con un buen traje y una corbata. No faltó el que se presentó con unos pantalones de pana verdes, camisa de cuadros, jersey marrón y zamarra a juego. Eso para ir al campo a cazar gamusinos.

O el que apareció el día de la fiesta en el pueblo para presidir la misa del santo patrón y posteriormente comer con las autoridades y lo hizo con pantalón clarito, camisa de cuadros y sandalias asomando los dedos. Los demás, desde el alcalde al último concejal, traje, corbata y muchos sudores, que para eso era agosto.

Ahora me vendrán que si siempre pensando en las cosas externas. Pues no. La buena educación es un aprendizaje del saber vivir para hacer la vida agradable a los demás. Por eso, por hacer la vida agradable al otro, aprendemos a saludar, a no molestar, a hacer las cosas de manera que la otra persona se sienta cómoda. Lo que llamamos convencionalismos sociales no son otra cosa que pactos tácitos para hacernos la vida más feliz unos a otros, para que nos sintamos cómodos en sociedad.

Cuando el sacerdote, o el religioso o la religiosa decidimos en el vestir por ejemplo, o en otros comportamientos como el dispensarnos de un detalle con los novios con la cosa de que nos tienen que tolerar todo porque para eso somos los reverendos y además pobres, simplemente estamos fuera de tiesto. Podemos vestir de sacerdotes o religiosos con hábito o traje clerical o si decidimos ir de seglares, al menos como van los seglares en esas ocasiones. Lo que nunca nos está permitido es ir por la vida de mamarrachos. Y miren que se nos da de miedo.