El derecho a la alimentación, el problema de los residuos, la incidencia de los mercados sobre el hambre, el primado del desarrollo agrícola, los problemas del agua, el acaparamiento de las tierras y la dependencia de las ayudas externas, han sido los temas centrales del discurso que el Papa Francisco ha dirigido a los 450 participantes en la 39 Conferencia de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) recibiéndolos esta mañana en la Sala Clementina.

”Ante la miseria de muchos de nuestros hermanos y hermanas -dijo el Papa- a veces pienso que el tema del hambre y del desarrollo agrícola se ha convertido hoy en uno de los tantos problemas en este tiempo de crisis…Nuestra tendencia a ”desertar” ante cuestiones difíciles es humana ” pero ” debemos responder al imperativo de que el acceso al alimento necesario es un derecho para todos. Y los derechos no permiten exclusiones. Ciertamente, puede consolarnos el saber que aquellos mil doscientos millones de hambrientos en 1992 se ha reducido, aun cuando crece la población mundial. No obstante, de poco sirve tener en cuenta los números o incluso proyectar una serie de compromisos concretos y de recomendaciones que han de aplicar las políticas y las inversiones, si descuidamos la obligación de ”erradicar el hambre y prevenir todas las formas de malnutrición en todo el mundo”.

”Preocupan mucho las estadísticas sobre los residuos: en esta partida se incluye un tercio de los alimentos producidos -observó el Pontífice- Reducir los residuos es esencial, así como reflexionar sobre el uso no alimentario de los productos agrícolas, que se utilizan en grandes cantidades para la alimentación animal o para producir biocombustibles. Ciertamente, hay que garantizar condiciones ambientales cada vez más sanas, pero ¿podemos seguir haciéndolo excluyendo a alguien? Se ha de sensibilizar a todos los países sobre el tipo de nutrición adoptada, y esto varía dependiendo de las latitudes….. Pero, tanto en la calidad como en la cantidad, pesa la situación de inseguridad determinada por el clima, por el aumento de la demanda y la incertidumbre de los precios”.

”Preguntémonos además: ¿Cuánto incide el mercado con sus reglas sobre el hambre del mundo? De los estudios que ustedes realizan, resulta que desde 2008 el precio de los alimentos ha cambiado su tendencia: duplicado, después estabilizado, pero siempre con valores altos respecto al período precedente. Precios tan volátiles impiden a los más pobres hacer planes o contar con una nutrición mínima. Las causas son muchas. Nos preocupa justamente el cambio climático, pero no podemos olvidar la especulación financiera: un ejemplo son los precios del trigo, el arroz, el maíz, la soja,… a veces vinculados a fondos de renta y, por tanto, cuanto mayor sea su precio más gana el fondo. También aquí, tratemos de seguir otro camino, convenciéndonos de que los productos de la tierra tienen un valor que podemos decir ”sacro”, ya que son el fruto del trabajo cotidiano de personas, familias, comunidades de agricultores”.

”En la finalidad de la FAO, el desarrollo agrícola incluye el trabajo de la tierra, la pesca, la ganadería, los bosques -recordó Francisco- Es preciso que este desarrollo esté en el centro de la actividad económica… esto significa apoyar una resilience efectiva, reforzando de modo específico la capacidad de las poblaciones para hacer frente a las crisis ?naturales o provocadas por la acción humana? y prestando atención a las diferentes exigencias. Así será posible perseguir un nivel de vida digno. En este compromiso quedan otros puntos críticos. En primer lugar, parece difícil aceptar una resignación genérica, el desinterés y hasta la ausencia de tantos, incluso los Estados. A veces se tiene la sensación de que el hambre es un tema impopular, un problema insoluble, que no encuentra soluciones dentro de un mandato legislativo o presidencial y, por tanto, no garantiza consensos. Las razones que llevan a limitar aportes de ideas, tecnología, expertise y financiación residen en la falta de voluntad para asumir compromisos vinculantes, ya que nos escudamos tras la cuestión de la crisis económica mundial y la idea de que en todos los países hay hambre… Pero así se olvida que, si en un país la pobreza es un problema social al que pueden darse soluciones, en otros contextos es un problema estructural y no bastan sólo las políticas sociales para afrontarla. Esta actitud puede cambiar si reponemos en el corazón de las relaciones internacionales la solidaridad, trasponiéndola del vocabulario a las opciones de la política: la política del otro”.

El Papa citó también la necesidad de la educación de las personas para una correcta dieta alimenticia… ”Sabemos que en Occidente el problema es el alto consumo y los residuos. En el Sur, sin embargo, para asegurar el alimento, es necesario fomentar la producción local que, en muchos países con ”hambre crónica”, es sustituida por remesas provenientes del exterior y tal vez inicialmente a través de ayudas. Pero las ayudas de emergencia no bastan, y no siempre llegan a las manos adecuadas. Así se crea dependencia de los grandes productores y, si el país carece de los medios económicos necesarios, entonces la población termina por no alimentarse y el hambre crece”.

”El cambio climático nos hace pensar también al desplazamiento forzado de poblaciones y a tantas tragedias humanitarias por falta de recursos, a partir de agua, que ya es objeto de conflictos, que previsiblemente aumentarán. No basta afirmar que hay un derecho al agua sin esforzarse por lograr un consumo sostenible de este bien y eliminar cualquier derroche. …Además del agua, también el uso de los terrenos sigue siendo un problema serio. Preocupa cada vez más el acaparamiento de las tierras de cultivo por parte de empresas transnacionales y Estados, que no sólo priva a los agricultores de un bien esencial, sino que afecta directamente a la soberanía de los países. Ya son muchas las regiones en las que los alimentos producidos van a países extranjeros y la población local se empobrece por partida doble, porque no tiene ni alimentos ni tierra. …Sin embargo, sabemos que la producción mundial de alimentos es en su mayor parte obra de haciendas familiares. Por eso es importante -concluyó el Papa- que la FAO refuerce la asociación y los proyectos en favor de las empresas familiares, y estimule a los Estados a regular equitativamente el uso y la propiedad de la tierra. Esto podrá contribuir a eliminar las desigualdades, ahora en el centro de la atención internacional”.