El principio protestante de la “sola Escritura”

En la controversia teológica entre católicos y protestantes suelen plantearse muchos temas que requieren un tratamiento extenso. A mi juicio la forma más práctica de abordar esa controversia de un modo eficaz y ordenado es discutir en primer lugar el principio protestante de la “sola Escritura", que está en la base de muchos de los demás temas discutidos entre ambas partes.

Ahora bien, debemos comenzar por señalar que el principio protestante de la “sola Escritura” es una gran contradicción, porque ese principio no está en la Escritura. La Biblia no dice en ningún lugar que la Biblia es la única autoridad en materia religiosa. Sí dice que es una autoridad, pero no que es la única. En cambio en la Biblia encontramos muchos textos que apoyan claramente la noción de Tradición (es decir, de una transmisión viviente de la Divina Revelación). Consideremos los siguientes textos bíblicos.

Juan 21,25: “Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendría que escribir”. Obviamente los apóstoles y demás discípulos atesoraron en su memoria y transmitieron en su predicación y en su vida también esas “otras muchas cosas".

Mateo 16,17-19: Jesús no mandó a nadie escribir el Nuevo Testamento. Lo que hizo fue edificar su Iglesia sobre la roca de Pedro, dando a Pedro la suprema autoridad eclesiástica: “las llaves del Reino” (es decir, el poder ejecutivo) y la potestad de “atar y desatar” (es decir, el poder legislativo y judicial); y prometerle su presencia y asistencia permanente hasta el fin de los tiempos, de modo que “las puertas” (o sea, los poderes) del infierno “no prevalecerán” contra la Iglesia de Cristo. Jesús es fiel a sus promesas.

Obviamente Jesús no fundó y organizó su Iglesia para que existiera sólo hasta la muerte de los apóstoles, sino hasta el fin de los tiempos. El cargo que Jesús confirió a Pedro, nombrándolo “Mayordomo Real” (o sea “Primer Ministro") de su Reino (como fueron José y Eliakim) es un cargo hereditario. El Papa es el sucesor de Pedro, primer Obispo de Roma. Hay una sucesión apostólica continua desde Pedro hasta Francisco. Los Obispos son sucesores de los Apóstoles, columnas de la Iglesia. De modo que los católicos seguimos a una autoridad establecida por Cristo y de la que da testimonio el mismo Nuevo Testamento (que habla de obispos, presbíteros y diáconos; ordenaciones por imposición de manos, etc.); mientras que los protestantes siguen un principio que no es bíblico sino anti-bíblico (la “sola Escritura"), un principio inventado por Lutero después de 1.500 años de historia cristiana.

Juan 14,26 y 16,13: “El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho. (…) El Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad”. Jesús prometió a los apóstoles que el Padre les enviaría el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no guía a cada cristiano por un camino aislado, sino que nos guía a todos juntos en la Iglesia, pueblo de Dios organizado jerárquicamente (según el mismo Nuevo Testamento) por un camino de fidelidad siempre renovada y cada vez más profunda a la Palabra de Dios en Cristo.

Mateo 28,18-20; Marcos 16,15-18; Hechos 1,7-8: En su último mandato (el mandato misionero), antes de ascender al Cielo, Jesús no manda a sus discípulos (es decir a la Iglesia) escribir el Nuevo Testamento y enseñar a la gente todo lo escrito en ese libro. Les manda predicar el Evangelio (la doctrina que habían oído de Él y que el Espíritu Santo les ayudará a comprender cada vez mejor) y enseñar a todos los pueblos a cumplir todo lo que Él les ha mandado (y que ellos recordaron y practicaron). Y les prometió que Él mismo (la Palabra hecha carne) estaría con ellos hasta el fin de los tiempos. Se trata pues de una presencia viva y de un testimonio vivo, no meramente escrito. La Biblia no es más que una parte (aunque una parte muy importante) de ese proceso de transmisión viviente de la Divina Revelación, a través de todo lo que la Iglesia es, cree y reza (la Sagrada Tradición). La Tradición no se opone a la Escritura, sino que la incluye.

Jesús dio a los apóstoles la autoridad suficiente para dirigir todo este proceso. Por ejemplo, la autoridad para perdonar los pecados (cf. Juan 20,22-23) y para discernir si un testimonio dado (oral o escrito) es o no conforme al mensaje de Jesús.

Así se entiende la autoridad de la Iglesia para determinar el canon bíblico, es decir cuáles escritos están inspirados por Dios y son parte de la Biblia y cuáles no. Con el principio protestante de la “sola Escritura” el problema del canon bíblico es insoluble, porque la Biblia misma no dice cuáles libros forman parte del canon. Por lo tanto los protestantes no pueden recurrir a ninguna autoridad religiosa que defina si un determinado texto (por ejemplo, la Carta de Santiago o la Didajé) está o no está inspirado por Dios.

1 Timoteo 3,15: “La Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad”. San Pablo dice de la Iglesia, no de la Biblia, que es “columna y fundamento de la verdad".

2 Tesalonicenses 2,15: “Por eso, hermanos, manteneos firmes en las tradiciones que aprendisteis, tanto de palabra como por carta nuestra”. San Pablo exhorta a los cristianos a cumplir todo lo que les ha sido enseñado, oralmente o por escrito.

En esta clase de discusiones es muy importante atenerse al tema planteado. Si en cambio se  multiplican los temas en discusión (la Virgen María, los santos, las imágenes, etc.) y se tratan todos los temas a la vez, discutiendo sin orden ni concierto, será mucho más difícil llegar a conclusiones claras.

Daniel Iglesias Grèzes