El pasado 20 de junio se celebró el Día Mundial de las Personas Refugiadas y Desplazadas. Por este motivo, la ONG jesuita Entreculturas ha lanzado una campaña con el lema “El Derecho a jugar… sin jugarse la vida”.

En el mundo, hay más de 25 millones de menores que se han visto obligados a huir de sus hogares a causa de las guerras y 230 millones de ni- ños y niñas viven en zonas afectadas por un conflicto. Para celebrar este Día, Entreculturas llevó a cabo una mesa redonda en el Salón de Plenos de la Diputación de Badajoz. El acto contó con la presencia de Andrea Zard, libanesa y responsable del proyecto de educación y asistencia a familias refugiadas sirias en Boruj Hammoud (Beirut), el jesuita Ángel Benítez, del Servicio Jesuita a Refugiados de Líbano, y Raquel Abad, responsable de proyectos de África del Oeste y Oriente Medio de Entreculturas. En Iglesia en camino hemos hablado con ellos.

-¿Cómo es trabajar con niños refugiados?

Andrea: Es una sensación bastante dura. Por una parte sentimos felicidad y por otra, tristeza, sobre todo cuando vemos que estos niños están sometidos a abusos y violencia. Pero cuando vemos que en nuestro centro se sienten felices, está recibiendo una educación y tienen un lugar donde jugar e interactuar con otros niños somos felices. Es una mezcla de sentimientos.

-¿Con qué niños trabajáis?

Andrea: En este centro, que lleva abierto un año, trabajamos con niños refugiados en el Líbano que llegaron hace cuatro, tres, dos y un año. Con ellos desarrollamos distintas actividades. Los niños pueden asistir al colegio, tienen acceso a un sistema de distribución de alimentos. También realizamos sesiones para adultos y de concienciación.

-¿Por qué es importante Entreculturas en el trabajo que estás realizando?

Andrea: Entreculturas, especialmente con la labor que realizan entorno a la educación, están llevando a cabo un trabajo muy importante que influye mucho en el modo en el que vivimos la educación y en el que los niños refugiados pueden tener acceso a ella. Entreculturas nos ayuda con sesiones de formación y a concienciar entorno a los niños refugiados que tenemos desde Siria. Es una labor muy importante la que están haciendo entorno a la educación.

-Ángel, llevas en el Líbano desde septiembre, ¿qué es lo que te encontraste cuando llegaste allí?

Ángel: Me encontré mucho contraste entre la población libanesa y la población siria que acaba de llegar. Yo trabajo con niños sirios y lo que me encuentro son niños deshechos afectivamente, con muchos traumas de la guerra (tener que salir de su país y llegar a uno en el que no son bien recibidos…) Sobre todo, me encuentro con niños a los que no les dejan ser niños, no les dejan jugar, aprender… que es lo que les corresponde.

-¿Cómo es la vida de una familia siria que se ha visto obligada a huir de su país por la guerra y deciden marcharse al Líbano? Cuando llegan allí, ¿qué tienen?

Ángel: Tienen lo que han traído, lo que han podido cargar con ellos. A veces encuentran el apoyo de algún familiar que llegó antes. Eso es un pequeño colchón para la llegada. Pero en el Líbano lo que encuentran es mucha dureza. Cuando llegan buscan algún apartamento, es decir, una habitación, que es donde vive una familia de 8 o 9 personas; el padre busca algún trabajo, todo ilegal porque no tiene papeles; y, sobre todo, intentar sobrevivir. Tienen mucha precariedad, inestabilidad, incertidumbre y poca esperanza.

-¿Cómo está acogiendo la sociedad libanesa la avalancha que están sufriendo de sirios e iraquíes en su país?

Ángel: El Líbano es un país pequeñito. En un primer momento abrió sus puertas a los sirios, ahora se ven sobrepasados por la realidad. No hay violencia entre la sociedad que acoge y la sociedad acogida, pero sí empezamos a ver tensión en distintos núcleos de población en los que conviven. Tenemos miedo a que esto vaya a más y la tensión acabe explotando y lo que ahora son comentarios o malas miradas acabe siendo violencia.

-¿Dónde y con quiénes trabajas?

Ángel: En nuestro proyecto hay distintos programas y yo trabajo en el colegio. En él, el 10% son iraquíes, todos ellos cristianos; el resto son sirios, de ellos algunas familias son cristianas, pero en menor medida. Podemos decir que el 15% de los niños con los que trabajamos son cristianos.

-¿Los cristianos en ese punto del mundo son perseguidos por su fe?

Ángel: Todos los refugiados que tenemos en el colegio son perseguidos y por eso han huido de su país. En el caso de los iraquíes sí que huyeron de su país por ser perseguidos por su religión. En Siria, es distinto.

-A los cristianos de occidente nos choca mucho que un cristiano tenga que dejar su casa y huir de su país por ser cristiano. Eso dice mucho de su fortaleza y de su compromiso cristiano. Ángel: Ser cristiano allí compromete hasta la vida, es una opción identitaria. Tú eres cristiano porque te define, es tu raíz, tu historia y tu pueblo. Son cristianos y no renuncian a ello. Hay gente que da la vida por ello, huyen de su país buscando un futuro mejor. Ser cristiano en esa parte del mundo es poner la carne en el asador.

-¿Qué papel juega Entreculturas en el colegio en el que trabajas?

Ángel: Nos ayuda muchísimo, es un apoyo fundamental porque tiene una gran experiencia en temas educativos en situaciones de emergencia. Nosotros llevamos un año en ese colegio y Entreculturas tiene una tradición mucho más larga. Además, nos ayuda a difundir lo que hacemos. Gracias a Entreculturas os llega lo que hacemos en el Líbano. Nosotros le contamos nuestra situación y, en ocasiones, ellos se acercan a conocerla de primera mano. También queremos dar las gracias al pueblo extremeño, porque este proyecto con componente educativo está financiado en gran parte por la Agencia Extremeña de Cooperación (AEXCID).

 -¿Realmente somos conscientes de lo que están sufriendo los cristianos en Oriente Próximo y la necesidad de que los apoyemos desde aquí?

Raquel: No sólo los cristianos están siendo perseguidos, también los propios musulmanes que no son de los mismos grupos, que estas facciones más extremas, son perseguidos y tienen que huir. Es un drama humanitario que se está viviendo muy cerca de nosotros y sí hay algo que podemos hacer: ser más conscientes, exigir a nuestros gobiernos y a la comunidad internacional un mayor compromiso y una mayor respuesta.

Hablaba Ángel de las tensiones que están empezando a aparecer en el Líbano al haber tantos refugiados. Un par de cifras para dimensionar esto: en el Líbano hay 4,2 millones de libaneses, y además, 1,2 millones de sirios, y 500.000 palestinos… Es como si en España 1 de cada 4 personas fuera un refugiado. La población ha aumentado en los últimos 3 años un 30%.

Mientras, en España nos estamos llevando las manos a la cabeza por una cuota que ha marcado la Unión Europea de acoger a 400.000 refugiados. Desde Entreculturas queremos llamar la atención sobre esto y, como dice el Papa, que nos preguntemos si estamos respondiendo desde la hospitalidad a los hermanos que más sufren.

-Nos estamos centrando en la zona de Siria y el Líbano, pero Entreculturas está presente en otros muchos países.

Raquel: Sí, por desgracia tenemos mucho trabajo en el terreno de prestar atención a niños y niñas refugiadas.

En África, en la actualidad, hay más de 14 millones de personas refugiadas. Solo en Sudán del Sur hay 1 millón de niños y niñas que viven como desplazados y no conocen otra realidad.

Desde Entreculturas estamos trabajando junto con el Servicio Jesuita para el Refugiado, principalmente, proporcionando educación en los campos de refugiados y desplazados.

También en América Latina, en Colombia y los países limítrofes, puesto que el conflicto aún continúa allí.

(Ana Belén Caballero – Iglesia en Camino)

Entreculturas celebró una mesa-redonda en Badajoz

El sábado 20 de junio se celebró el Día Internacional de las personas refugiadas y desplazadas. Desde Entreculturas, este año han querido poner el foco en aquellas personas que han huido de conflictos armados como el de Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana, Colombia y, más concretamente, en los niños y niñas víctimas y supervivientes de estas realidades que ven truncada su infancia, su derecho a jugar, su derecho a ir al colegio, a no sufrir abusos ni violencia, a vivir en paz, en definitiva, su derecho a ser niños.

El jueves se realizó en Badajoz una mesa redonda bajo el título “Derecho a jugar y aprender sin jugarse la vida” donde las personas asistentes enviaron simbólicamente aviones con mensajes de esperanza para los más 25 millones de menores que se han visto obligados a huir de sus hogares a causa de las guerras.

Este acto de Entreculturas se enmarca en el lanzamiento de la campaña NOLAND “Derecho a jugar sin jugarse la vida” que reivindica el derecho de estos menores a jugar, a ir al colegio, a no sufrir abusos ni violencia, a vivir en paz, en definitiva, su derecho a ser niños y niñas

El acto contó con la presencia de la libanesa Andrea Zard, responsable de un proyecto de educación y asistencia a familias refugiadas sirias en Bourj Hammoud, Beirut y del extremeño Ángel Benítez, jesuita que actualmente está trabajando en un colegio de esta misma ciudad con contacto directo con niños y niñas

El número de refugiados y desplazados internos ascendió a 51,2 millones en 2014, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Dado el auge de conflictos como el de Siria, es de esperar que la cifra haya aumentado este año considerablemente. La mitad de estos desplazados forzosos son niños y niñas, un total de 25 millones que luchan cada día por recuperar su infancia. Pero además de esta cifra, merece la pena mencionar, que en el mundo hay 230 millones de menores, que a pesar de no ser refugiados o desplazados, viven en zonas afectadas por conflictos. Actualmente en África se identifican 8 conflictos armados que han provocado hasta ahora el desplazamiento forzoso de más de 14 millones de personas. Tan solo en Sudán del Sur, más de un millón de niños y niñas no han conocido otra realidad que la de las zonas de desplazamiento y los campos de refugiados

Para poner cara a esta realidad, Entreculturas ha elegido como protagonista de la campaña “NOLAND, derecho a jugar sin jugarse la vida” a Ghada. Una chica siria que a sus 13 años huyó con su familia buscando refugio en Líbano. Ella cuenta que al principio, ayudaba a su madre en casa. Para ella los días eran tristes y aburridos. Sin embargo, desde hace ocho meses asiste al colegio que Entreculturas tiene junto con el Servicio Jesuita a Refugiados en Líbano, lo que ha devuelto la normalidad a su vida.

Y es que en situaciones de emergencia y de conflicto, la educación es vital para proteger a niños, niñas y jóvenes, promover oportunidades de aprendizaje y de recreación, ofrecer orden, estabilidad y esperanza. En los países afectados por conflictos armados, la educación puede jugar un papel muy relevante en promover una cultura de paz, educando en valores, tolerancia y convivencia.

Sin embargo, tal y como muestra el documento “Derecho a jugar y aprender sin jugarse la vida. El impacto de los conflictos en la educación de niños y niñas” del total de niños y niñas refugiados y desplazados internamente, más de un 36% no tiene acceso a la escuela. Esta proporción es especialmente preocupante en los Estados Árabes, donde alcanza el 87%, como consecuencia, en gran medida, de las graves secuelas que el conflicto sirio está causando en la vida de los niños y niñas del país. De los 4,8 millones de niños sirios en edad escolar, aproximadamente 2,2 millones están sin escolarizar dentro del país. Dos tercios de los niños y niñas refugiados sirios, unos 500.000 tampoco tienen acceso a la escuela.

En estos contextos de violencia generalizada, asistir a la escuela resulta muchas veces imposible por la destrucción de las infraestructuras e instituciones escolares y la falta de recursos humanos. Al mismo tiempo, la pobreza y la inestabilidad en la que se encuentra la población que forzosamente se ha visto desplazada y refugiada a causa de crisis o conflictos disminuyen sus posibilidades y las de casi una generación entera de acceder a una educación de calidad. También, en la última década, ha habido un aumento de la violencia contra escuelas, estudiantes o docentes. En muchos países, acudir a la escuela se ha convertido en una actividad de altísimo riesgo en la que los niños y, sobre todo, las niñas, se juegan, literalmente, la vida.

Según Andrea Zard “Es un derecho de los niños y niñas poder acceder a una educación de calidad y pensar de manera libre. Es un derecho de los niños y niñas interacturar con otros niños y niñas y jugar con ellos/as. Es un derecho de los niños y niñas vivir una vida a salvo y sin riesgos”. Por eso, Entreculturas quiere que estos niños y niñas puedan disfrutar de su derecho a jugar y de su derecho a aprender en libertad, sin jugarse la vida, que puedan recuperar su infancia para que puedan tener el futuro que quieren, el futuro que toda persona se merece y poder ser esperanza en la construcción de un mundo de paz. Por eso las personas asistentes han reclamado mediante aviones el derecho a jugar y a aprender de los menores refugiados y desplazados.

(Archidiócesis de Mérida-Badajoz)