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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 10 de julio de 2015

El papa Francisco

Bolivia: programa del papa Francisco, jueves 9 de julio
En el quinto día del viaje apostólico por América Latina el Santo Padre

La señora Asunción recibirá al Papa en su casa de Bañado Norte
Francisco visitará este humilde barrio de la capital paraguaya este domingo, en su último día de su gira por América Latina

Texto completo de la homilía de Francisco en Santa Cruz
10.00. Santa Cruz. El Santo Padre celebra la misa de apertura del V Congreso Eucarístico nacional en la plaza del Cristo Redentor de Santa Cruz      

Bolivia: los obispos regalan al Papa un báculo con la Virgen Desatanudos
Se trata de una advocación alemana por la que el Santo Padre siente especial devoción

El Papa: "Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie"
10.00. Santa Cruz de la Sierra. El papa Francisco recordó en la homilía que Jesús logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión

El Santo Padre reza por las víctimas de un vendaval en Colombia
La catástrofe ha dejado más de 400 damnificados en San Alberto Cesar. Los obispos de la Conferencia Episcopal de Colombia se encuentran reunidos en la 99ª Asamblea General

El Papa visitará la cárcel boliviana más conflictiva
Francisco recorrerá los pabellones del centro penitenciario en papamóvil hasta llegar a la cancha deportiva, donde tendrá un encuentro de una hora con los reclusos

Francisco reprueba la espiritualidad del zapping
16.00. Santa Cruz de la Sierra. En el encuentro con los sacerdotes, religiosos y seminaristas, el Papa lamentó la actitud de los que ya no son pastores, sino capataces

Texto completo del discurso del Santo Padre con los Movimientos Populares
17.30. Santa Cruz de la Sierra. El Santo Padre clausura en Bolivia el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares

El Papa pide perdón por los crímenes contra los indígenas durante la conquista de América
17.30. Santa Cruz de la Sierra. En el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, Francisco habló durante casi una hora en la que reconoció que el mundo necesita cambiar porque estamos “en un sistema que ya no se aguanta” y propuso algunas tareas para conseguirlo

Espiritualidad y oración

Beato Pacífico - 10 de julio
«Discípulo de san Francisco de Asís, conocido como “príncipe de los poetas”, implicado por el Poverello en la difusión de El cántico de las criaturas. Uno de los capítulos de las Florecillas está dedicado a él»

Dar un escándalo: dejarnos buscar por la verdad
Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra. 'Hay que estar en el mundo, pero hay que hacerlo como lo hizo Jesús'


El papa Francisco


Bolivia: programa del papa Francisco, jueves 9 de julio
 

En el quinto día del viaje apostólico por América Latina el Santo Padre

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

- 10.00: Santa misa en la plaza del Cristo Redentor (Homilía del Papa) (16,00 hora central europea).

- 16.00: Encuentor con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaritas en la escuela Don Bosco. (Discurso del Papa) (22 hora central europea)

- 17.30 El Papa participará al II encuentro mundial de los movimientos populares en la Expo Feria (Discurso del Papa). (23,30 hora central europea).

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La señora Asunción recibirá al Papa en su casa de Bañado Norte
 

Francisco visitará este humilde barrio de la capital paraguaya este domingo, en su último día de su gira por América Latina

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

La señora Asunción, será la encargada de recibir al papa Francisco en su humilde casa ubicada en el Bañado Norte, un barrio  de la capital paraguaya de personas de escasos recursos, gente muy sacrificada pero cristiana y devota. Esta mujer fue elegida por sus vecinos, ella y su sobrina que vive en la casa de al lado. El Santo Padre podrá compartir con ambas las comidas típicas de Paraguay, este domingo 12 de julio.

Doña Asunción, como se la conoce, dijo en idioma guaraní: "Ndaikuai mbaerepa la Papa oguaheta che rogape, tuichaiterei mbae, tuichaiterei ñandejara che rovasa" (No sé por qué el Papa me eligió, es una gran bendición y algo muy grande). Así lo cuenta a ZENIT Carlos Cáceres Ferreira, miembro del Equipo Central de Comunicación y Prensa de la visita papal.

Asimismo, indica que los niños del Bañado Norte pintaron y decoraron con elementos reciclados las paredes de sus pasillos por dónde el papa Francisco caminará este domingo, para conocer la Capilla San Juan y compartir con los feligreses.

No es casualidad --explica Carlos-- esta visita del Santo Padre, ya que el cardenal Claudio Hummes en el 2013 ya había visitado el mismo lugar, “por lo que creemos que su amigo personal le habrá sugerido la visita a este sitio”.  Aunque, añade, “sabemos que los Jesuitas del Paraguay trabajan muy intensamente en estos barrios, por lo que pudo haber sido una sugerencia de los mismos”.

 

 

 

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Texto completo de la homilía de Francisco en Santa Cruz
 

10.00. Santa Cruz. El Santo Padre celebra la misa de apertura del V Congreso Eucarístico nacional en la plaza del Cristo Redentor de Santa Cruz      

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Hemos venido desde distintos lugares, regiones, poblados, para celebrar la presencia viva de Dios entre nosotros. Salimos hace horas de nuestras casas y comunidades para poder estar juntos, como Pueblo Santo de Dios. La cruz y la imagen de la misión nos traen el recuerdo de todas las comunidades que han nacido en el nombre de Jesús en estas tierras, de las cuales nosotros somos sus herederos.

En el Evangelio que acabamos de escuchar se nos describía una situación bastante similar a la que estamos viviendo ahora. Al igual que esas cuatro mil personas, estamos nosotros queriendo escuchar la Palabra de Jesús y recibir su vida. Ellos ayer y nosotros hoy junto al Maestro, Pan de vida.

En estos días, pude ver a muchas madres cargando a sus hijos en las espaldas. Como lo hacen aquí tantas de ustedes. Llevando sobre sí la vida, el futuro de su gente. Llevando sus motivos de alegría, sus esperanzas. Llevando la bendición de la tierra en los frutos. Llevando el trabajo realizado por sus manos. Manos que han labrado el presente y tejerán las ilusiones del mañana. Pero también cargando sobre sus hombros, desilusiones, tristezas y amarguras, la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de una justicia no realizada. Cargando sobre sí, el gozo y el dolor de una tierra. Ustedes llevan sobre sí la memoria de su pueblo. Porque los pueblos tienen memoria, una memoria que pasa de generación en generación, los pueblos tienen una memoria en camino.

Y no son pocas las veces que experimentamos el cansancio de este camino. No son pocas las veces que faltan las fuerzas para mantener viva la esperanza. Cuántas veces vivimos situaciones que pretenden anestesiarnos la memoria y así se debilita la esperanza y se van perdiendo los motivos de alegría. Y comienza a ganarnos una tristeza que se vuelve individualista, que nos hace perder la memoria de pueblo amado, de pueblo elegido. Y esa pérdida nos disgrega, hace que nos cerremos a los demás, especialmente a los más pobres.

A nosotros nos puede suceder lo que a los discípulos de ayer, cuando vieron la cantidad de gente que estaba ahí. Le piden a Jesús que los despida, mándalos a la casa, ya que es imposible alimentar a tanta gente. Frente a tantas situaciones de hambre en el mundo podemos decir: «Perdón, No nos dan los números, no nos cierran las cuentas». Es imposible enfrentar estas situaciones, entonces la desesperación termina ganándonos el corazón.

En un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende imponerse en el mundo, en todo el mundo,  de nuestros días. Una lógica que busca transformar todo en objeto de cambio, de consumo, todo negociable. Una lógica que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos aquellos que no «producen», que no se los considera aptos o dignos porque aparentemente «no nos dan los números». Jesús una vez más vuelve a hablarnos y nos dice: No es necesario excluirlos, no es necesario que se vayan, denles ustedes de comer.

Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: «No es necesario excluir a nadie, que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer». Jesús nos lo sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre «corta el hilo» por el más débil, por el más necesitado. Tomando «la posta» Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Ese es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión, en una lógica de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones.

Toma. El punto de partida, es tomar muy en serio la vida de los suyos. Los mira a los ojos y en ellos conoce su vivir, su sentir. Ve en esas miradas lo que late y lo que ha dejado de latir en la memoria y en el corazón de su pueblo. Lo considera y lo valora. Valoriza todo lo bueno que pueden aportar, todo lo bueno desde donde se puede construir. Pero no habla de los objetos, o de los bienes culturales, o de las ideas; sino habla de las personas. La riqueza más plena de una sociedad se mide en la vida de su gente, se mide en los ancianos que logran transmitir su sabiduría y la memoria de su pueblo a los más pequeños. Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie, por más apariencia de no tener nada para aportar o compartir. Toma todo, como viene.

Bendice. Jesús toma sobre sí, y bendice al Padre que está en los cielos. Sabe que estos dones son un regalo de Dios. Por eso, no los trata como «cualquier cosa» ya que toda esa vida, es fruto del amor misericordioso. Él lo reconoce. Va más allá de la simple apariencia, y en este gesto de bendecir, de alabar, pide a su Padre el don del Espíritu Santo. El bendecir tiene esa doble mirada, por un lado agradecer y por otro el poder transformar. Es reconocer que la vida, siempre es un don, un regalo que puesto en las manos de Dios, adquiere una fuerza de multiplicación. Nuestro Padre no nos quita nada, todo lo multiplica.

Entrega. En Jesús, no existe un tomar que no sea una bendición, y no existe una bendición que no sea entrega. La bendición siempre es misión, tiene un destino, compartir, el condividir de lo que se ha recibido, ya que sólo en la entrega, en el com-partir es cuando las personas encontramos la fuente de la alegría y la experiencia de la salvación. Una entrega que quiere reconstruir la memoria de pueblo Santo, de pueblo invitado, a ser y a llevar la alegría de la salvación. Las manos que Jesús levanta para bendecir al Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene hambre. Podemos imaginarnos, podemos imaginar ahora cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces hasta llegar a los más alejados. Jesús, logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse, increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, una memoria bendecida y una memoria entregada siempre sacia a un pueblo.

La Eucaristía es «Pan partido para la vida del mundo», como dice el lema del V Congreso eucarístico que hoy inauguramos y que tendrá lugar en Tarija. Es Sacramento de comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da la certeza de que lo que tenemos, lo que somos, si es tomado, si es bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder de su amor, se convierte en pan de vida para los demás.

La Iglesia celebra la eucaristía, celebra la memoria del Señor, el sacrificio del Señor porque la Iglesia es comunidad memoriosa. Por eso fiel al mandato del Señor, dice una y otra vez: «Hagan esto en memoria mía» (Lc 22,19) Actualiza, hace real, generación tras generación, en los distintos rincones de nuestra tierra, el misterio del Pan de Vida. Nos lo hace presente y nos lo entrega. Jesús quiere que participemos de su vida y a través nuestro se vaya multiplicando en nuestra sociedad. No somos personas aisladas, separadas, sino el Pueblo de la memoria actualizada y siempre entregada. Una vida memoriosa necesita de los demás, del intercambio, del encuentro, de una solidaridad real que sea capaz de entrar en la lógica del tomar, bendecir y entregar; en la lógica del amor.

María, que al igual que muchas de ustedes llevó sobre sí la memoria de su pueblo, la vida de su Hijo, y experimentó en sí misma la grandeza de Dios, proclamando con júbilo que Él «colma de bienes a los hambrientos» (Lc 1,53), sea hoy nuestro ejemplo para confiar en la bondad del Señor, que hace obras grandes con poca cosa, con la humildad de sus siervos.

            

Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano

© Copyright - Libreria Editrice Vaticana

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Bolivia: los obispos regalan al Papa un báculo con la Virgen Desatanudos
 

Se trata de una advocación alemana por la que el Santo Padre siente especial devoción

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

Los obispos de Bolivia han regalado al papa Francisco un báculo de madera con una representación de la Virgen Desatanudos, obra de los talleres de la Familia de Artesanos Don Bosco de la localidad de Postrervalle. Los prelados se lo han entregado este jueves al Santo Padre, que lo ha utilizado en la celebración de la Santa Misa a los pies del Cristo Redentor.

Una cinta va rodeando el bastón. El ángel la recoge con una mano y la pasa a María Santísima. La Virgen desata el nudo y, una vez desatado, se aprecia la imagen del Buen Pastor en el extremo superior.

El báculo ha sido fabricado en cuatro piezas y se ha depositado en un cofre tallado, que tiene grabado en su tapa circular el logotipo de la Conferencia Episcopal de Bolivia y el emblema del Pontífice, informa la organización de la visita en su página web.

El papa Francisco tiene una devoción especial a esta advocación mariana, que introdujo en Argentina en la década de los ochenta. La veneración a la Virgen Desatanudos se debe a un cuadro barroco de la Inmaculada ubicado en la iglesia jesuita de Sankt Peter am Perlach en Augsburgo (Alemania) y que formó parte del retablo “Las beatas vírgenes del Buen Consejo”.

El Santo Padre descubrió esta advocación en la década de los setenta, gracias a una réplica de la pintura que había en la casa de la Compañía de Jesús en Ingolstadt (Alemania). El óleo se atribuye a Johann Schmidttner y data aproximadamente de 1700. Se basa en un escrito de san Irineo, a finales del siglo II, que afirma: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María”. Es decir, alude al pecado original.

En la pintura se ve a María rodeada de pequeños ángeles, con la luna en cuarto creciente a sus pies mientras aplasta la cabeza de una serpiente y el Espíritu Santo la protege. A la izquierda de la Purísima, el arcángel Miguel le alcanza una cinta anudada que, a su derecha, recoge desatada el arcángel Gabriel. La cinta cae sobre el vientre de la Virgen embarazada, señal de que María intercede gracias a la virtud del Hijo que lleva en su seno.

En la parte baja del cuadro aparece el arcángel Rafael guiando a Tobías, símbolo del hombre que busca y encuentra la medicina de Dios. Éste es el único remedio ante la enfermedad del pecado, principal nudo que desata María del corazón del hombre por los méritos de su hijo Jesucristo. Ambos caminan de las sombras a la luz, en la que se adivina una iglesia.  

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El Papa: "Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie"
 

10.00. Santa Cruz de la Sierra. El papa Francisco recordó en la homilía que Jesús logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Miles de personas acudieron a la plaza para compartir la celebración eucarística con el papa Francisco, en su segundo día en Bolivia. Desde primeras horas de la mañana, cantos y música tradicionales animaban la espera. A la llegada del Santo Padre en el papamóvil, la multitud mostró su entusiasmo, levantado sus banderas, aplaudiendo y gritando con fuerza. Durante el recorrido entre los fieles, el Pontífice quiso detener en varias ocasiones el papamóvil para saludar más de cerca a algunas personas y bendecir a algunos niños.

Durante la homilía, el Santo Padre reflexionó sobre la memoria de los pueblos, que pasa de generación en generación, una memoria en camino. Al respecto advirtió que no son pocas las veces “que experimentamos el cansancio de este camino”,  “que faltan las fuerzas para mantener viva la esperanza”. Y a veces nos gana “una tristeza que se vuelve individualista, que nos hace perder la memoria de pueblo amado, de pueblo elegido”, añadió.

Asimismo el Pontífice indicó que “en un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende imponerse en el mundo de nuestros días”. Una lógica --precisó-- que busca transformar todo en objeto de cambio, de consumo, todo negociable.         

Haciendo referencia al Evangelio del día, la multiplicación de los panes y los peces, el Papa observó que Jesús tuvo una actitud en tres palabras, “toma” un poco de pan y unos peces, los “bendice”, los parte y “entrega” para que los discípulos lo compartan con los demás. Con estras tres acciones, Jesús “logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión”, añadió. Y de este modo, reflexionó sobre estas tres ideas.                     

El punto de partida, es “tomar muy en serio la vida de los suyos”, aseguró. “Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie, por más apariencia de no tener nada para aportar o compartir”, afirmó el Papa.

En segundo lugar “bendice”. El bendecir --indicó-- tiene esa doble mirada, por un lado agradecer y por otro el poder transformar. Por eso, aseguró que “nuestro Padre no nos quita nada, todo lo multiplica”.

Y finalmente “entrega”. El Santo Padre subrayó que “en Jesús, no existe un tomar que no sea una bendición, y no existe una bendición que no sea entrega”. Jesús, “logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse”, añadió.  

La Eucaristía --recordó Francisco-- es Sacramento de comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da la certeza de que lo que tenemos, lo que somos, si es tomado, si es bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder de su amor, se convierte en pan de vida para los demás.

La oración de los fieles de la misa, se realizó en diversas lenguas, guaraní, español, quechua y aimara.

Y al concluir la eucaristía, monseñor Sergio Alfredo Gualberti Calandrina, arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, dirigió unas palabras de agradecimiento al Santo Padre. De este modo, le dio las gracias por el Jubileo del Año de la Misericordia y aseguró “adherimos gozosamente a su convocatoria para ser testigos del rostro misericordioso del Padre en nuestra realidad que necesita reconciliarse y sanar tantas heridas abiertas, desterrar rencores, superar divisiones y extirpar la prática corrupta y parcializada de la justicia”.

Igualmente agradeció por el Sínodo de la Familia. La familia --indicó-- además de amenazas de tipo social y cultural, come la falta de trabajo, la migrácion y el machismo presentes en nuestro país, experimenta problemáticas, inéditas hasta hace unos pocos años, que atentan su identidad y su estructura maestra.

Para finalizar, el Santo Padre bendijo la cruz misional y a los misioneros, para el  5° Congreso Americanano Misionero (CAM 5) que esta arquidiócesis acogerá en el año 2018.

 

Leer la homilía completa aquí 

                    

                

            

 

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El Santo Padre reza por las víctimas de un vendaval en Colombia
 

La catástrofe ha dejado más de 400 damnificados en San Alberto Cesar. Los obispos de la Conferencia Episcopal de Colombia se encuentran reunidos en la 99ª Asamblea General

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El papa Francisco ha expresado su solidaridad y ha enviado su bendición a los más de 400 damnificados del vendaval ocurrido en el municipio colombiano de San Alberto Cesar. Lo hizo a través del seminarista colombiano Carlos Mendez, quien se encuentra estudiando teología en Ecuador, tal y como informa la página web de la Conferencia Episcopal. Al finalizar la eucaristía en el Parque del Bicentenario de Quito, se acercó al Pontífice y pidió su bendición para esta comunidad que ha resultado afectada por este desastre natural.

"La bendición para todos aquellos que han perdido el techo, rezo por cada uno de ustedes. Dios los bendiga, los proteja y les solucione el problema lo antes posible", indicó el Papa.

El desastre ocurrió el pasado lunes, 6 de julio, en el municipio de San Alberto Cesar, después de que un fuerte vendaval dejara cerca de 300 viviendas sin techo y otras destruidas. Los fuertes vientos tumbaron varios árboles y afectaron el cableado eléctrico, por lo que el 80 por ciento del municipio quedó sin servicio de energía.

Mientras el Santo Padre está visitando algunos países de América Latina --Ecuador, Bolivia y Paraguay-- los obispos de la Conferencia Episcopal Colombiana (CEC), se encuentran reunidos en la 99ª Asamblea General. 

Por eso, los prelados enviaron una carta dirigida al papa Francisco, resaltando el espíritu de esperanza y alegría que viene marcando el encuentro. En la misiva firmada por monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, arzobispo de Tunja y presidente de la CEC, los obispos expresan al Pontífice "profunda admiración por su pastoreo en la Iglesia universal”. Asimismo le agradecen la recién publicada encíclica "Laudato Si", que consideran “inspiradora para el trabajo evangelizador que adelanta la iglesia colombiana”.

Finalmente, los obispos manifiestan el entusiasmo “con que el pueblo colombiano espera su visita”, que califican como “un signo de esperanza en medio de la violencia que padece el país”.

A propósito de la situación de violencia que vive esta nación, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, ha definido este miércoles como "positivo" el nuevo cese unilateral del fuego anunciado por las Farc, en el marco de las negociaciones de paz que esa guerrilla sostiene con el gobierno.

"Veo una voluntad para que esto se llegue de una manera más pronto que tarde a un acuerdo final, después de la tragedia que golpeó al país y especialmente a las comunidades más pobres", ha afirmado el prelado tal y cómo asegura una nota publicada en la página web de la CEC.

Pero, ha advertido que le parece más complicado el cese bilateral del fuego: "es muy difícil, casi imposible, las treguas son engañosas porque dejan las puertas abiertas para regresar a la guerra".

Finalmente, el prelado ha asegurado que la Iglesia seguirá iluminando este proceso de paz, pero "no políticamente", sino con un acompañamiento desde el Evangelio y de carácter humanitario.




 

 

 

 

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El Papa visitará la cárcel boliviana más conflictiva
 

Francisco recorrerá los pabellones del centro penitenciario en papamóvil hasta llegar a la cancha deportiva, donde tendrá un encuentro de una hora con los reclusos

Por Iván de Vargas

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco se reunirá este viernes con un grupo de reclusos de la cárcel de Palmasola, la más conflictiva de Bolivia, y que ocupa 34 hectáreas en la ciudad más poblada del país, Santa Cruz de la Sierra. El Santo Padre circulará en una versión más pequeña del papamóvil por el interior de la prisión. Así, el Pontífice recorrerá el penal desde el ingreso, pasará por los pabellones de control 1, 2, 3, 4, el micro hospital, hasta llegar a la cancha deportiva, lo que le permitirá un encuentro más cercano con los internos. 

De este modo podrá apreciar como por las estrechas y trajinadas calles del centro penitenciario corretean gallinas y a sus costados se apiñan tiendas de barrio, pequeños talleres, una iglesia católica y un templo evangélico. El paisaje es parecido al de un típico pueblo de la selva boliviana, pero en realidad se trata del pabellón abierto donde viven hacinados unos cuatro mil reos a quienes el Santo Padre visitará mañana. El Pontífice tiene previsto permanecer una hora en la prisión.

El coordinador nacional de la visita papal a Bolivia, monseñor Aurelio Pesoa, ha explicado que las actividades previstas incluyen la intervención de dos reclusos, un discurso del padre Leonardo Da Silva, coordinador de la Pastoral Penitenciaria, y las palabras del Papa. Los internos regalarán a Francisco un tallado de madera.

La historia de Palmasola se remonta a 1989. Ese año, el Gobierno boliviano decidió trasladar la cárcel de Santa Cruz de la Sierra, que hasta entonces estaba en pleno núcleo urbano, a las afueras de la ciudad. En la actualidad, la prisión alberga el 36 por ciento de los presos de Bolivia. Además, las armas, la droga, el alcohol y la prostitución forman parte del paisaje.

El establecimiento carcelario está dividido en cuatro áreas independientes: PC2 es donde están alojadas las mujeres; PC3 es el área restringida para los presos más peligrosos; en PC4 están el resto de internos varones, y, en PC5, los ex policías con delitos, los menores y los presos con condenas muy bajas. En ninguna de las áreas entra la policía, excepto si se produce algún altercado fuerte, y no existe tampoco respeto a las autoridades.

Asesinos, narcotraficantes, violadores y atracadores peligrosos conviven en Palmasola, y la justicia boliviana mantiene como detenidos preventivos a casi el 85 por ciento de los reclusos del centro. El hacinamiento y la ineficacia del régimen disciplinario son factores que contribuyen a que se susciten conflictos entre los detenidos. Por eso, a finales de agosto de 2013, un niño y 34 presos murieron asesinados a manos de otros internos en una lucha por el control del sector de máxima seguridad del centro penitenciario.

Para entrar a la cárcel como detenido se paga el derecho de ingreso. La falta de infraestructuras impide que el Estado sea el que provea una celda, lo que obliga al recluso a pagar de su bolsillo un alquiler por un lugar. Y si no tiene capacidad económica, su opción es la de compartir un espacio con algún otro interno o buscar un lugar en las gradas, debajo de ellas, o en los pasillos.

En este sentido, Palmasola es una prisión donde se pueden observar los extremos de las diferencias sociales y económicas. Un lugar donde los reos conviven con sus familias y donde más de un centenar de niños son víctimas de la dura realidad de la cárcel que los hace más vulnerables. La presencia de menores en este centro penitenciario situado a 15 kilómetros de la capital cruceña ha despertado preocupación en organismos internacionales y autoridades gubernamentales.

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Francisco reprueba la espiritualidad del zapping
 

16.00. Santa Cruz de la Sierra. En el encuentro con los sacerdotes, religiosos y seminaristas, el Papa lamentó la actitud de los que ya no son pastores, sino capataces

Por Iván de Vargas

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco se ha trasladado este jueves por la tarde al “Coliseo Don Bosco” de Santa Cruz de la Sierra, para participar en un multitudinario y festivo encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas.

La reunión ha comenzado con el saludo de bienvenida al Santo Padre por parte de monseñor Roberto Bordi, obispo responsable de acompañar a la Vida Consagrada en Bolivia, seguido de un momento de oración. Asimismo, el Pontífice ha escuchado atentamente los testimonios de un sacerdote, una religiosa y un seminarista.

A continuación, el Papa ha pronunciado un discurso plagado de anécdotas y buen humor. Dirigiéndose a todos los presentes, ha lamentado la actitud de quienes hacen 'zapping' ante el dolor de su gente y no logran involucrarse en sus vidas.

“Podríamos llamarlo, la espiritualidad del zapping. Pasa y pasa, pero nada queda. Son quienes van atrás de la última novedad, del último best seller pero no logran tener contacto, relacionarse, involucrarse”, ha explicado Francisco.

En su alocución, el Santo Padre ha reflexionado sobre el pasaje del Evangelio que narra la experiencia de Bartimeo, para comentar las formas de reaccionar “frente al dolor de aquél que está al borde del camino, de aquél que está sentado sobre su dolor”. “Tres son las respuestas frente a los gritos del ciego. Podríamos decirlo con las palabras del propio Evangelio: pasar, cállate, ánimo, levántate”​, ha dicho. 

“La compasión no es zapping, no es silenciar el dolor, por el contrario, es la lógica propia del amor. Es la lógica que no se centra en el miedo sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por sobre todas las cosas”, ha subrayado, al tiempo que ha exhortado a pasar de la indiferencia del zapping al “ánimo, levántate”.

El Pontífice ha reprobado esa tentación de naturalizar el dolor, de acostumbrarse a la injusticia. “Nos decimos: es normal, siempre ha sido así. Es el eco que nace en un corazón blindado, cerrado, que ha perdido la capacidad de asombro y por lo tanto, la posibilidad de cambio”, ha apuntado.

También ha puesto en evidencia a quien dice: “Cállate, no molestes”. Al respecto, ha bromeado sobre el cura que dice a la madre que saque de la Iglesia al niño, porque está llorando mientras él está predicando.

El Papa ha criticado además la casta de religiosos que poco a poco se separa de su pueblo. “Han hecho de la identidad una cuestión de superioridad. Esa identidad se hace superior. Ya no son pastores, sino capataces”, ha enfatizado.

“Escuchan pero no oyen, ven pero no miran. La necesidad de diferenciarse les ha bloqueado el corazón. La necesidad de decirse: no soy como él, como ellos, los ha apartado no sólo del grito de su gente, ni de su llanto, sino especialmente de los motivos de alegría”, ha asegurado.

Por último, Francisco ha recordado que “en Ecuador me permití decirles a los curas y a las monjas que pidan todos los días la gracia de la memoria, de no olvidarse de dónde te sacaron. Te sacaron de detrás del rebaño, no te olvides, no niegues tus raíces”. La celebración ha concluido con la bendición final y el canto de la Salve en latín.

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Texto completo del discurso del Santo Padre con los Movimientos Populares
 

17.30. Santa Cruz de la Sierra. El Santo Padre clausura en Bolivia el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Buenas tardes a todos.

Hace algunos meses nos reunimos en Roma y tengo presente ese primer encuentro nuestro. Durante este tiempo los he llevado en mi corazón y en mis oraciones. Me alegra verlos de nuevo aquí, debatiendo los mejores caminos para superar las graves situaciones de injusticia que sufren los excluidos en todo el mundo. Gracias Señor Presidente Evo Morales por acompañar tan decididamente este Encuentro.

Aquella vez en Roma sentí algo muy lindo: fraternidad, garra, entrega, sed de justicia. Hoy, en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a sentir lo mismo. Gracias por eso. También he sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz que preside el Cardenal Turkson, que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.

Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: las famosas “tres t” tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.

1. Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general también, de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas:

- ¿Reconocemos en serio que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?

- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?

Entonces, si reconocemos esto, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.

Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?

Si es así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos... Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.

Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.                    

Quisiera hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio – podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos. Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza.

El tiempo, hermanos, hermanas, el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa. Hoy la comunidad científica acepta lo que hace ya desde hace mucho tiempo denuncian los humildes: se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema. Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que, uno de los primeros teólogos de la Iglesia, Basilio de Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común. La hermana y madre tierra. No quiero extenderme describiendo los efectos malignos de esta sutil dictadura: ustedes los conocen. Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y los afectos.

¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas? ¡Pueden hacer mucho! Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. ¡No se achiquen!

2. Ustedes son sembradores de cambio. Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: «proceso de cambio». El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Sabemos dolorosamente que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir. Hay que cambiar el corazón. Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción es por generar procesos y no por ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por «vivir bien», dignamente, en ese sentido.

Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren,el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos todos. Porque «hemos visto y oído», no la fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha acción comunitaria no se comprende únicamente con la razón: tiene un plus de sentido que sólo los pueblos entienden y que da su mística particular a los verdaderos movimientos populares.

Ustedes viven cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana. Me han hablado de sus causas, me han hecho parte de sus luchas, ya desde Buenos Aires, y yo se los agradezco. Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata. Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas y asentamientos, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra, techo y trabajo. Ese arraigo al barrio, a la tierra, al territorio, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias, porque las hay, las tenemos, y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar esa cultura del encuentro, porque ni los conceptos ni las ideas se aman; nadie ama un concepto, nadie ama una idea. Se aman las personas. La entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades... rostros y nombres que llenan el corazón. De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que lucha por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.

Veo con alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión.

Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje, les dé alegría, les dé perseverancia y pasión para seguir sembrando. Tengan la certeza que tarde o temprano vamos de ver los frutos. A los dirigentes les pido: sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y adoptar poses ideológicas, pero si ustedes construyen sobre bases sólidas, sobre las necesidades reales y la experiencia viva de sus hermanos, de los campesinos e indígenas, de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a equivocar.

La Iglesia no puede ni debe estar ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos en todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.                    

Tengamos siempre en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Rezo a la Virgen, tan venerada por el pueblo boliviana, rezo a la Virgen María, para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio.

3. El cura habla largo parece ¿no? Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento histórico, porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos y hermanas, eso lo sabemos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso también lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio, podría decirse, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos. En ese sentido, no esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.

Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares:    

3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.

La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un “decoroso sustento”. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a «las tres T» por las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad «prosperidad sin exceptuar bien alguno». Esta última frase la dijo el papa Juan XXIII hace 50 años.  Jesús dice en el Evangelio aquel que dé espontáneamente un vaso de agua al que tiene sed, le será tenido en cuenta en el reino de los cielos. Así que…

Esto implica «las tres T» pero también acceso a la educación, la salud, la inovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación. Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que pasarla bien.

Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de «todos los hombres y todo el hombre». El problema, en cambio, es otro. Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que a pesar de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, a pesar de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús. Contra la buena noticia que trajo Jesús.

La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por si sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario.

En este camino, los movimientos populares tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial.

He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde sólo había sobras de la economía idolátrica. Las empresas recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia, adopta formas solidarias que la dignifican. ¡Qué distinto es eso a que los descartados por el mercado formal sean explotados como esclavos!    

Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los pueblos deben promover el fortalecimiento, mejoramiento, coordinación y expansión de estas formas de economía popular y producción comunitaria. Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructura adecuada y garantizar plenos derechos a los trabajadores de este sector alternativo. Cuando Estado y organizaciones sociales asumen juntos la misión de «las tres T» se activan los principios de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia plena y participativa.

3.2. La segunda tarea es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.

Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados. Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque «la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos particularmente el derecho a la independencia».

Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena.

En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la «Patria Grande». Les pido a ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.

A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta distintas fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres. Los obispos latinoamericanos lo denunciamos con total claridad en el documento de Aparecida cuando se afirma que «las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones». En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas.    

Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico. Como dicen los Obispos de África, muchas veces se pretende convertir a los países pobres en «piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco».

Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en el todo en términos económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común. Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia. Es decir, nuestra sana interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros. El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano... precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso, hermanos, es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.                  

Digamos NO a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz.

Aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que «cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia». Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM y también quiero decirlo. Al igual que san Juan Pablo II pido que la Iglesia «se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos». Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.

Y junto a este pedido de perdón, y para ser justos, también quiero que recordemos sacerdotes, obispos, que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz. Hubo pecado, hubo pecado y abunda, pero no pedimos perdón, y por eso pedimos perdón. Pero allí también donde hubo pecado, donde hubo abundante pecado, sobreabundó la gracia, a través de esos hombres que defendieron la justicia de los pueblos originarios.

Les pido también a todos, creyentes y no creyentes, que se acuerden de tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican y siguen predicando la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz; dije obispos, sacerdotes y laicos, no me quiero olvidar de las monjitas que anónimanente patean nuestros barrios pobres, llevando un mensaje de paz y de justicia, que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio. La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en Latinoamérica. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del idolo dinero. Hoy vemos con espanto como en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que vivimos, hay una especie de genocidio en marcha que debe cesar.    

A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme trasmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas la unidad, una pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad. Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos.

3.3. La tercera tarea, tal vez la más importante que debemosasumir hoy, es defender la Madre Tierra.

La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un grave pecado. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación. Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizare, a exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me expresado debidamente en la Carta Encíclica Laudato si’. (...)

4. Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez. Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Soy sinciero cuando les digo, rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, y una cosa importante la esperanza que no defrauda, gracias.

Y, por favor, les pido que recen por mí.Y si alguno de ustedes no puede rezar, yo lo respeto pido que me piense bien, que me mande buena onda.

                

            

        


 

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El Papa pide perdón por los crímenes contra los indígenas durante la conquista de América
 

17.30. Santa Cruz de la Sierra. En el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, Francisco habló durante casi una hora en la que reconoció que el mundo necesita cambiar porque estamos “en un sistema que ya no se aguanta” y propuso algunas tareas para conseguirlo

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El papa Francisco ha vuelto a reclamar este jueves tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dijo y lo repitió hoy de nuevo en Bolivia: son derechos sagrados. Vale la pena luchar por ellos, por eso pidió que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.

El discurso más largo del Santo Padre desde que llegó el pasado domingo a América Latina, llegó esta tarde, durante el encuentro en Santa Cruz de la Sierra, en el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, organizado en colaboración con el Pontificio Consejo Justicia y Paz y con la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales. La primera vez que se reunión fue en el Vaticano del 27 al 29 de octubre de 2014. Tras escuchar también una larga intervención del presidente Evo Morales, el Papa tomó la palabra.

En primer lugar Francisco propuso empezar “reconociendo que necesitamos un cambio”.  Digámoslo sin miedo, pidió, “necesitamos y queremos un cambio”. Y preguntó: ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza? “Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos”, observó el Pontífice. Y tampoco lo aguanta la Tierra.  Asimismo advirtió que “hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales”.

El Papa observó que incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. “Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza”, añadió.

También quiso advertir sobre la “ambición desenfrenada de dinero que gobierna”. Cuando el capital se convierte en ídolo  --subrayó-- destruye la fraternidad interhumana y  pone en riesgo esta nuestra casa común.

El Santo Padre exhortó a los presentes “ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho”. Incluso les dijo que “el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra)” y también, “en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales”.

En segundo lugar insistió sobre esta idea del “sembrado de cambio”. Sabemos --advirtió -- que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina por burocratizarse, corromperse y sucumbir.

Cuando miramos el rostro de los que sufren, cuando recordamos esos rostros y nombres “se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos” porque hemos visto y oído no la fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne, precisó el Santo Padre. Y esto es “muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante”. Por eso, el Papa quiso recordar que de esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta “crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo”.

Felicitándoles por el trabajo que realizan, el Santo Padre tambien recordó que es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales “construyan una alternativa humana a la globalización excluyente”.

Y por último, el Pontífice repasó  algunas tareas importantes para este momento histórico, “porque queremos un cambio positivo”. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero.

La economía --precisó el Papa-- no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Esto implica «las tres T» pero también acceso a la educación, la salud, la inovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación. Y esta economía “no es sólo deseable y necesaria sino también posible”, aseguró.  Además, Francisco afirmó que la distribución justa, para los cristianos, “es un mandamiento”.

La segunda tarea es “unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia”. Ningún poder fáctico o constituido --indicó Francisco-- tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo. A propósito, el Pontífice observó que los pueblos de Latinoamérica “parieron dolorosamente su independencia política” y desde entonces llevan una “historia dramática y llena de contradicciones “intentando conquistar una independencia plena”.

El Santo Padre dijo en su discurso que el nuevo colonialismo adopta distintas fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero --corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres--. En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo --graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada-- vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas. Del mismo modo, “la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo”.  

Si realmente queremos un cambio positivo, “tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros”, subrayó.  

Y así el Papa invitó “digamos no a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos sí al encuentro entre pueblos y culturas”.  A propósito del colonialismo, Francisco destacó un punto importante: “Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”. Y al igual que dijo Juan Pablo II, el Pontífice invitó a la Iglesia a que «se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos». Y pidió humildemente perdón, “no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.

Pero, también pidió a todos, que se acuerden de obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús, “muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio”. Y aprovechó la ocasión para recordar  que en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina “a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús”.

Y la tercera tarea de la que habló fue “defender la Madre Tierra”. Aseguró que “la cobardía en su defensa es un grave pecado”. Y añadió que exite un imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo.                     

        

 

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Espiritualidad y oración


Beato Pacífico - 10 de julio
 

«Discípulo de san Francisco de Asís, conocido como “príncipe de los poetas”, implicado por el Poverello en la difusión de El cántico de las criaturas. Uno de los capítulos de las Florecillas está dedicado a él»

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

A Guillermo Divini le cambió la vida el día que escuchó predicar a san Francisco de Asís en las Marcas de Ancona, región italiana en la que habría nacido hacia 1158. Hasta ese momento de su conversión era bien conocido por su talento como trovador, especialmente desde que fuera galardonado y encumbrado por el emperador en el Capitolio, denominándole «príncipe de los poetas». Antes o después había alcanzado gran notoriedad como «rey de los versos», calificativo que también se le atribuye. La Providencia quiso que la nave en la que el santo de Asís pensaba llegar a Oriente, con la autorización de Inocencio III, hallase tales complicaciones en la travesía que se vio obligado a desembarcar en Ancona. Y allí, como hizo en tantos lugares, sus encendidas palabras que trasmitían la pasión que sentía por Cristo llegaron al corazón de incontables personas; iban quedando seducidas por el amor de Dios.

Entre 1214 y 1215, mientras él evangelizaba España y Portugal, los frutos del celo apostólico de los primeros frailes florecieron en Sanseverino, aldea de las Marcas, con el monasterio de Colpersito. Pues bien, frustrado el anhelo de Francisco de llegar a Oriente, aprovechando su estancia en esta región, se trasladó a ese convento. Era un momento fecundo para la Orden marcado por el ingreso de nuevos discípulos, algunos de los cuales llegaron a ostentar altas misiones de gobierno. De esa época fueron Tomás de Celano, Juan Parenti, Alberto de Pisa, fray Elías…, y el afamado Guillermo Divini.

Coincidió que el futuro fray Pacífico, que contaba alrededor de medio siglo de vida cuando conoció al Poverello, se hallaba de paso por Sanseverino. Seguramente fue a visitar a una religiosa perteneciente a su familia que moraba en el convento. Y como la fama precedía a Francisco, al saber Guillermo que aquél iba a predicar se dispuso a escucharle junto a un grupo de amigos, pero sin ninguna pretensión; solo por puro entretenimiento. Inicialmente acogió la vehemencia del santo de Asís con cierta frialdad, pero conforme desgranaba sus palabras, se sintió íntimamente aislado del resto del auditorio y sujeto directo y único de la lección. Todo parecía estar polarizado en él y un espíritu penitencial brotó de lo más hondo de su ser. Le había llegado la hora de su llamamiento personal, el momento de su conversión. El fundador de los franciscanos le había hecho ver la radicalidad del seguimiento de Cristo que acompaña al completo abandono de las cosas del mundo. Y movido por ese resorte interior, que emana de la gracia, se puso delante del santo y le rogó: «Hermano, sácame de entre los hombres y devuélveme al gran Emperador». A partir de entonces se integró en la floreciente comunidad. De manos de Francisco recibió el tosco sayal que él mismo le ciñó con la cuerda dándole el nombre de Pacífico. Cuál no sería la confianza del Poverello en este nuevo fraile, que en 1217 lo envió a Francia como superior de la comunidad que tenía encomendada la misión de fundar en París.

En 1221 fray Felipe Longo, que había sido el primer visitador de las damianitas (Damas Pobres), fue depuesto. Su sustituto, el cisterciense Ambrosio había muerto, y Pacífico fue elegido para reemplazarle. Fray Gregorio de Nápoles quedó al frente de la misión de Francia. Cuando Francisco atravesó por uno de los periodos más álgidos de su vida, creando la maravillosa obra El cántico de las criaturas, entusiasmado por esa vía que le permitía ensalzar la plasmación del amor de Dios en la naturaleza, pensó en Guillermo. No olvidaba su experiencia como músico y director de coro, y quiso implicarle en la difusión de esta magna composición que esperaba llevasen todos los frailes por el mundo, con estas palabras: «Somos juglares de Dios y la única paga que pedimos es que viváis en verdadera penitencia».

A fray Pacífico está dedicado el Capítulo XLVI de las Florecillas. En él se narra la gracia que recibió mientras se hallaba en oración de contemplar a través de un éxtasis cómo subía al cielo el alma de otro franciscano, fray Humilde, de la comunidad de Soffiano. En su momento también fray Pacífico fue trasladado a este lugar. Eso le permitió acudir a la tumba de su hermano fray Humilde, cuyos huesos veneró singularmente cuando hubo que extraerlos de la sepultura para conducirlos a un nuevo convento. Al ver la sorpresa que sus gestos causaron en el resto de la comunidad, según narran las Florecillas, explicó: «Hermanos carísimos, no debéis extrañamos de que haya hecho con los huesos de mi hermano lo que no he hecho con los otros. No me he dejado llevar, gracias a Dios, como vosotros pensáis, de amor carnal, sino que he obrado así porque, cuando mi hermano pasó de esta vida, hallándome en oración en lugar desierto y lejano de él, vi cómo su alma subía derechamente al cielo; por esto tengo la certeza de que sus huesos son santos y de que un día estarán en el paraíso. Si Dios me hubiera concedido la misma certeza sobre los otros hermanos, hubiera mostrado la misma reverencia a sus huesos». Se piensa que fray Pacífico debió morir hacia el año 1234.

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Dar un escándalo: dejarnos buscar por la verdad
 

Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra. 'Hay que estar en el mundo, pero hay que hacerlo como lo hizo Jesús'

Por Mons. Carlos Osoro

Madrid, (ZENIT.org)

El título de la carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, para esta semana es Dar un escándalo: dejarnos buscar por la verdad”. A continuación publicamos el texto íntegro de la misma:

Siempre me ha impresionado el momento en que Jesús se hace presente en su pueblo con algunos discípulos y no tiene rubor en ponerse a enseñar. Nos dice el Evangelio que “la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿de dónde saca todo eso? ¿qué sabiduría es ésa que le han enseñado?” Ciertamente, sus palabras y sus obras eran escándalo evangélico, el escándalo que provoca el amor mismo de Dios en el corazón de todos los hombres. La Verdad es más fuerte que cualquier obstáculo, y siempre encuentra al hombre. A veces este encuentro nos escandaliza, mueve todos los cimientos de nuestra vida. Solos, no podemos encontrar la Verdad, pero la Verdad que es Jesucristo nos encuentra. Busquemos y hagamos espacios en los que todo ser humano pueda experimentar la cercanía y el encuentro con Jesucristo.

En estos meses unos salís a otros lugares diferentes a los habituales en los que vivís, otros os quedáis donde siempre, pero con más serenidad. Os invito a que busquéis tiempos y espacios para pensar, adorar, encontrarnos, salir de nosotros mismos. En esos espacios estoy seguro que escuchamos una llamada y una invitación a vivir siempre en la Verdad. Y sabéis muy bien que ésta tiene un nombre, Jesucristo, quien dijo de sí mismo que era la Verdad, el Camino y la Vida. Él es una verdad ofrecida, no es algo sino Alguien que se acerca para confortar nuestra vida y para impulsarnos a ver cómo con Él la inteligencia humana entra en horizontes inexplorados en los que nos sentimos a gusto y felices, encontramos la paz, el amor, el afecto y cariño que todo ser humano necesita para vivir y dar vida a quienes nos encontremos. La verdad revelada en la plenitud de los tiempos ha tomado rostro humano en Jesús y trae la respuesta última y definitiva a la pregunta de sentido de todo hombre. Jesucristo atrae el corazón de todo ser humano, pues en todos hay un deseo de verdad. Y cuando Él se acerca a nuestras vidas, dilata el corazón y lo llena de alegría. Jesucristo nos libera de las estrecheces del egoísmo y nos prepara para vivir un amor auténtico, descentrados de nosotros mismos y centrando nuestra vida en el prójimo. Ese amor es el que Él nos da gratuitamente.

¡Cuántas veces hemos escuchado estas palabras de Jesús: “id al mundo y anunciad el Evangelio”! ¿Por qué digo que urge dar un escándalo y que la Verdad nos busca? Hay que estar en el mundo, pero hay que hacerlo como lo hizo Jesús. Somos hijos de nuestro tiempo y estamos condicionados profundamente por costumbres y pasiones, por interrogantes y problemas. Pero en lo más profundo del corazón del hombre está inscrita su imagen verdadera, pues es “imagen y semejanza de Dios”. Así ha sido creado y así tiene que vivir. El mensaje de la verdad, de la misericordia, del amor, no se puede replegar a la interioridad, hay que anunciarlo con obras y palabras; los cristianos hemos de ser levadura, sal y luz del mundo, nuestro compromiso ha de ser el de Cristo, a favor de la vida del mundo. Es verdad que la Iglesia entera entrega y realiza ese compromiso regalando gratuitamente lo que ha recibido de Cristo: su entrega, su misericordia, su amor sin medida. El ser humano es peregrino y está en búsqueda, no se contenta viviendo en la mentira que lo descentra totalmente. Sin embargo, la cuestión de la verdad consciente o inconscientemente lo mueve y lo atormenta, lo apasiona y da creatividad, lo hace luz. Nunca podemos olvidar que Verdad y Amor van unidos, son inseparables, forman una unidad.

La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo, es la principal fuerza que impulsa el auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El Amor que recibimos de Jesucristo mueve los corazones de las personas y hace que se comprometan con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. El Amor auténtico tiene su origen en Dios, que es Amor eterno y Verdad absoluta. Todos queremos saber quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos y cómo podemos encontrar la vida verdadera, la correcta, y no vivir a ciegas, sin sentido y sin metas. Por eso, la palabra clave y más verdadera de la existencia humana es la verdad que se realiza y construye en el Amor, la pasión por la verdad se convierte en pasión por amar.

Sería falso decir y menos sostener que para construir el orden económico y social solamente son necesarias cuestiones técnicas objetivas. ¿Por qué sería falso? Porque el orden económico y social afecta a las personas, a la configuración y al cultivo de la vida humana, así como a la convivencia y a la supervivencia. Como nos recuerda el Señor, el pan es necesario para vivir, pero el ser humano no vive sólo de pan. El hombre es algo más que lo que come, necesita afecto y misericordia. Se lo dan los que conviven con él, pero sobre todo se lo da Dios mismo cuando abre su vida a Él. En muchas ocasiones hemos oído o leído que la crisis que experimenta la humanidad es una crisis antropológica y espiritual. Y esta no se supera solamente preocupándonos por el precio de las cosas y por los resultados económicos. Es fundamental que nos preguntemos por aquello que es más valioso para la persona y la sociedad. Esta pregunta y la respuesta acertada hará posible que la crisis disminuya. Sin Verdad y sin Amor terminamos desentendiéndonos del hombre en cuanto hombre. ¿A qué situaciones nos puede llevar vivir al margen de quien es la Verdad y el Amor que es Cristo mismo?

Realicemos la caridad en la verdad, entre otras cosas porque en esa estrecha relación con la verdad es por la que se puede reconocer a la caridad, expresión auténtica de humanidad y elemento fundamental en las relaciones humanas. En la verdad resplandece la caridad. En Cristo, que es la Verdad, resplandece el Amor más grande. Atrévete a ser escándalo transparentando a Cristo que es Verdad y Amor. En el relato de la pasión de Cristo encontramos aquella pregunta que Pilato le hace a Nuestros Señor: “¿qué es la verdad?” No le interesaba responder, busca lo que tenga más éxito y pragmático, pero no la verdad, y por eso condena a Cristo. Hemos de satisfacer la demanda que existe de Verdad. ¿Cómo? Mostrando el rostro misericordioso del Señor y, por tanto, siendo ese rostro en medio del mundo. El ser humano necesita vivir en su “nido”. Y no hay otro para él más que la Verdad.

Con gran afecto, os bendice:

+ Carlos, Arzobispo de Madrid 

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