Llamados a pensar sin arrastrarnos por lo políticamente correcto

Monseñor Munilla: «El derecho al aborto no es símbolo de una sociedad progresista»

 

Muchas de sus declaraciones causan controversia, y que su última publicación lleve por título Sexo con alma y cuerpo, no le ayudó a salir de los tabloides.

12/07/15 6:36 PM


(La Tribuna de Toledo) Teólogo y obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla tiene hasta su propio de apartado referido a ‘Polémicas’ en la Wikipedia. Él considera que todo lo que hace es bajo el prisma de la fe que defiende y estima. Ayer, llegó hasta Toledo en un encuentro llevado a cabo en la casa Espiritual de los Padres Carmelitas en el que discurrió, entre otros muchos temas, de las propuestas cristianas ante la crisis del mundo global.

¿Qué es la crisis de valores de occidente en pleno XXI?

Es una crisis de fe. Europa ha sido profundamente creyente y tras ver el rostro del mal en la Segunda Guerra Mundial tuvo un resurgir en su fe. Cuando el ser humano ve su crudeza, se plantea el sentido de la vida, pero cuando vive plácidamente, eso no ocurre. Ahora mismo, es una bendición, vivimos en una época prolongada de paz y eso tiene muchos riesgos desde el punto de vista espiritual. Cuando alguien se siente económicamente seguro y su bienestar está garantizado, cierra sus perspectivas de la pregunta por la transcendencia. Jesús ya nos advirtió del peligro de poner nuestra confianza en los medios materiales.

Materialismo...

Es el origen primero de nuestra crisis. En este momento, Europa ha sustituido el alma por el euro. Tenemos una clase política en la que su carta de identidad es garantizar una buena economía. Antes, en Europa, se discutía entre la Europa marxista y la capitalista, ahora hay un pacto en el que se olvidan las teorías propias y básicamente se piensa sólo en dinero. Tenemos una ideología del deseo en el que el ideal es la comodidad y el consumo. En este momento, una persona secularizada, con valores de izquierdas o de derechas, piensan igual. Cuando no existe una perspectiva de transcendencia, las diferencias ideológicas son menores. Tenemos un pensamiento único que es el materialismo.

¿La fe queda para los pobres?

Ha quedado relegada a un objeto de consumo interno y subjetivo. De esta forma, se está olvidando que tiene una perspectiva social y que configura la educación. La fe ha quedado como una pastilla para disolver angustias. Es un objeto de relajación. Se confunde, en muchas ocasiones, religiosidad con producto de relajación interno, eso obviamente es una deformación completa del mensaje cristiano.

Habla de unos estados que sólo se preocupan del dinero, pero sus programas también hablan de educación. Una formación que, ahora, se plantea si debería ser cristiana viviendo en un país laico.

Considero que el discurso sólo habla de dinero. No se aborda ningún tema humano. Aquí se evita el debate sobre la familia, sobre la concepción del matrimonio. Se ha aceptado de una manera, vergonzosa y vergonzante, los postulados sobre la ideología de género y no existe el atrevimiento de abordarlo. Nadie defiende la vida ni la naturaleza del matrimonio. Nadie prima el derecho de la familia a elegir la educación de sus hijos en función a sus ideales... Hemos renunciado a los temas antropológicos, el político se siente incómodo. Además, en Europa hay un pensamiento único. Lo que antes era izquierda y derecha se ha convertido en un aspecto único, marcado por la izquierda, en el que la derecha va por el mismo camino pero con el freno de mano puesto. Hay muy poca valentía para hablar de temas humanos. Estamos en una sociedad con pensamientos avergonzados, que no tienen fe en sus ideales.

Existió un político que sí habló de temas humanos. Alberto Ruiz Gallardón prometió un cambio en la ley del aborto que Mariano Rajoy no permitió que llegará a su fin. ¿Le ha decepcionado el presidente del gobierno?

Es una reforma que, parece ser, se han quitado de en medio por cálculos electoralistas. Pero nosotros entendemos que el inicio de la vida no va por consenso. Y esa fue, precisamente, la causa que dio el presidente del Gobierno para no llevar a cabo la reforma, que no existía «consenso». Pero la vida comienza con la concepción y eso sería importante recordárselo al señor presidente del Gobierno. Es terrible que el amparo de la vida dependa de un consenso. En ese caso concreto, se escenificó de una manera muy clara mi denuncia. Estoy convenció que hay dos tipos de políticos. Aquellos que por las mañanas contrastan con su conciencia y los que lo hacen con las encuestas. Y es muy diferente el punto de vista que se tiene cuando se varían estos conceptos. Yo creo que en España nos faltan gobernantes con conciencia y nos sobran los de las encuestas.

¿Cómo un político que gobierna para un pueblo plural, de muchas religiones y culturas, debe consultar sus opiniones a una conciencia cristiana?

Yo creo que un político tiene que creer en unos ideales de ley natural y con esos harán bien a un cristiano y a uno que no lo sea. Tiene que proponer medidas porque cree en ellas y luego no hacer cálculos sobre qué debe decir para ser elegido. El problema está cuando un político tiene como principal objetivo el poder, porque entonces lo cambiará todo para conseguirlo.

Habla del concepto del matrimonio. ¿Considera que está mal que dos personas del mismo sexo contraigan matrimonio? ¿o el simple gesto de que dos personas del mismo sexo convivan con amor?

Con la reciente ley norteamericana que impone el matrimonio homosexual, sin importar lo que cada uno votara en su estado. Tras la decisión, uno de los jueces del Tribunal mandó una carta de gran interés. En ella, habla de que, en un decreto, la sociedad norteamericana ha cambiado lo que se había considerado, de siempre, matrimonio. Él pregunta «¿y quiénes nos creemos que somos nosotros?». La naturaleza del matrimonio trasciende del quéhacer de un político es pre-jurídica y pre-política. Es un riesgo muy grande que la política juegue a la ingeniería social.

Partiendo de que, bajo su prisma, no es lo natural que dos personas del mismo sexo se enamoren. ¿No es lógico que ejerzan su libertad de ser humanos y estén juntos y tengan hijos?

Dos homosexuales tienen un derecho, como todo ciudadano, libre a tener una convivencia. Pero que se redefina el concepto de matrimonio, es una cosa diferente.

¿Es una cuestión de concepto?

No. Va más allá. La sociedad tutela la unión de un hombre y una mujer porque de la unión de los mismos se regenera la sociedad. Ahora bien, de la unión de dos amigos no se regenera la sociedad. No es simplemente una cuestión de palabra.

Mención aparte merece que nadie tiene derecho a tener un hijo. Es un niño el que tiene derecho a tener padre y madre. A un niño se le da a un padre y a una madre en adopción invitando a tener lo que la naturaleza le negó por un accidente o por una muerte natural.

Los tiempos han cambiado, se habla de aborto, de matrimonio entre personas de un mismo sexo... ¿Son conscientes de que ese cambio de pensamiento en el tiempo va en paralelo al distanciamiento con los más jóvenes?

La clave está en que la iglesia tenga la capacidad de ejercer de elemento crítico. Estamos llamados a pensar sin arrastrarnos por lo políticamente correcto. Para ser progre tienes que tragar con todo lo que hoy en día está bien visto. La iglesia está para ayudarnos a pensar por nosotros mismos.

Con el nuevo Papa, ¿la Iglesia está evolucionando?

Hay que distinguir conceptos y no todo hay que evolucionarlo. Hubo un tiempo en el que la esclavitud estaba socialmente bien vista y fueron los cristianos quienes dijeron que eso no estaba bien. Es decir, puede haber una gran tentación de pensar que lo que en un tiempo es políticamente correcto sea equiparable en un futuro. Por ejemplo, pensar que el derecho al aborto es símbolo de una sociedad progresista... me escandaliza. Pero no tenemos que confundir el deseo de acercarnos a los más jóvenes con hablar claro. Tenemos que estar cerca pero creyendo en el mensaje de Jesucristo, no reformulándolo. Yo estoy convencido, que como con la esclavitud, hay ciertos tótem que caerán.

Habla tan claro que acaba de sacar un libro en el que lo hace, ni más ni menos, que de sexo. Un texto plagado de polémica, ¿no puede un obispo hablar de sexo?

La tesis básica del libro es que, a mi juicio, hay un drama muy grande por haber desvinculado el sexo del amor. La cultura del ‘rollo’ aparece como símbolo del mundo moderno y eso no se lo cree nadie. Porque nadie es feliz sintiéndose un clinex. La sexualidad tiene sentido cuando está ligada al amor fiel y a la transmisión de la vida.

Artículos como el de El Mundo, bajo el título Las 50 sombras del obispo Munilla, llegan a sacar lo más sexual de su libro. ¿Se desvirtualiza su mensaje del amor?

Algunos periódicos han puesto en mis labios lo que decía la coautora del libro, que era la sexologa. Quizá poner en labios del obispo los temas sexuales da el morbo. A pesar de ello, asumo sus tesis, por ello firmo el libro con ella.

Usted ha sido una persona muy mediática dentro del clero, al igual que religiosos como, por ejemplo, Sor Lucia. ¿Cree que esto le hace bien a la Iglesia?

Yo creo que la importancia de nuestra presencia mediática está en la medida en la que no se proclame nuestro pensamiento personal. Yo debo ser consciente de a quién represento y el mensaje que predico. No debo exhibirme, sino predicar. De esa forma no se pierden las formas y es válido.

¿Qué ocurre cuando esos mensajes no se cumplen en el seno de la propia institución? Las denuncias de abuso a menores por parte del clero, por ejemplo...

No solo predicamos para la sociedad, también para nosotros mismos. Por ello existe la autodenuncia y coherencia.

¿Denunciaría un caso de pederastia en su Diócesis?

Existe un protocolo establecido por nuestro Papa emérito, Benedicto XVI, en el que se marca cómo actuar y que no exista margen de subjetividades. Lógicamente, intentaría seguir este protocolo para no confundir impresiones.

¿Haría visible la denuncia en caso de ser verdad?

Obviamente, dentro del protocolo se exige hacerlo visible. Sería imprudente que un tema tan sensible cada uno pudiese hacer lo que más le gustara en su diócesis.