Muy posibles fraudes en las homilías de ayer

 

Me van a perdonar si alguien se siente ofendido, pero si tras las lecturas de la misa de ayer domingo, algún sacerdote de limitó a hablar de bastón, alforja, túnica para sacar la conclusión de que la Iglesia ha de hacer una apuesta por la sencillez y por acoger a todos, simplemente cometió un fraude con los fieles.

Ayer la clave no estaba en nada de eso. Les voy a contar una cosa para que se den cuenta. Si miran las lecturas de ayer domingo en el enlace que aporto, se darán cuenta de que antes de cada lectura hay una frase que quiere ser la clave en que se ha de explicar el texto. Tres lecturas, tres frases: “ve y profetiza”, “nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo”, “los fue enviando”.

Es decir, que la clave del evangelio no está tanto en el cómo, si con túnica o sin ella, o si con sandalias o dinero. Está en que los fue enviando, esa es la clave, lo otro es la forma de hacerlo. Ahí es el momento de preguntarse para qué los enviaba. Pues ya daba idea la primera lectura: para anunciar la Palabra de Dios con verdad, eso es profetizar, sin dejarse llevar por lo que halaga al oyente.

Pero lo realmente grandioso de la liturgia de la palabra de ayer domingo es darse cuenta de que la voluntad de Dios es nada menos que “recapitular todas las cosas en Cristo”, es decir, todo lo que quedó fuera de su lugar por el pecado, lo que abandonó el designio de Dios desde el principio, lo que se trastocó por nuestro alejamiento de Dios, todo eso ha de volver a recuperar su lugar original. Para eso vino Cristo.  

Nosotros, pecadores desde el origen, fuimos elegidos por Dios para ser santos, para abandonar nuestra antigua vida de pecado y volver al imperio de la gracia. Y todo esto se hace posible, porque es la voluntad de Dios, por la sangre de Cristo.

Qué quieren que les diga. De qué sirve hablar de justicia, de pobres, de solidaridad si no somos capaces de anunciar que si no hay conversión del pecado y vuelta de cada uno y de todo a Cristo, es completamente imposible. ¿De qué sirven cambiar las estructuras, analizar la realidad social, constatar la desigualdad, denunciar la opresión si no se cambia el corazón del hombre, si no ofrecemos al ser humano la única posibilidad de salir de esta manera de vivir, que es abrazarse a la redención, contemplar la sangre de Cristo, llorar los pecados y ponerse en camino de conversión?

Hablar de justicia, de solidaridad, de nueva tierra, de nuevo mundo sin Cristo, sin conversión, sin gracia, es directamente un imposible, y si lo proclama un creyente, un fraude. Regímenes políticos ha contemplado el mundo de distinto cariz. Todos manchados por la corrupción, la injusticia, el fraude, el abandono del pobre. Incluso los que históricamente surgieron como defensa del débil, acabaron con mayor corrupción y fraude que los otros, o al menos como ellos.

Nada es posible sin volverse a Cristo. Qué bien lo entendía la beata Teresa de Calcuta cuando al ser preguntada por la forma de alcanzar la paz en el mundo respondió: si quieren un mundo mejor, si quieren paz, abran capillas donde sea adorado perpetuamente el Señor. No hablaba de parias de la tierra, ni de agruparse todos en la lucha final, ni de acabar con el capitalismo. Si es que es igual. La clave está en recapitular todo, ABSOLUTAMENTE TODO, en Cristo.

Una homilía con los textos de ayer, para limitarse a decir que hay que ser sencillos y acogedores es un completo fraude a los fieles.

Oiga, D. Jorge, ¿y los pobres? Dejemos que todo se recapitule en Cristo. Lo demás vendrá por añadidura, de forma natural.