Ser cardenal de la santa madre iglesia no exime de soltar bobadas

 

Para nada. Uno podría imaginar que ser promovido a la dignidad de cardenal de la santa iglesia católica daría por supuesto en el sujeto, además de la consagración episcopal –en la inmensa mayoría de los casos- una cierta dosis de sentido común, y cuando menos de prudencia. Dicen que los cargos suelen aportar una cierta dosis de comedimiento, por la cosa de que no tienen las mismas repercusiones ni parecida difusión las ocurrencias de un cura párroco que de todo un señor cardenal. Estás arriba, hermano, así que ahora toca prudencia, sensatez, comedimiento y mucha ponderación.

Pues no. Hay casos en los que parece que llegar al cardenalato supone una patente de corso para decir, sugerir, comentar, cuasi pontificar dando por hecho de que como son cosas dichas por un cardenal se recibirán con respeto y que serán cuando menos pensadas y ponderadas. Pues me da que la gente no está por la labor. Y si lo que se dice es una bobada, será todo lo cardenalicia que se quiera, pero bobada y punto.

Cardenal Orani Tempesta, Arzobispo de Río de Janeiro, por ejemplo. Vistas cómo están las cosas en Brasil, se ha estado discutiendo sobre la posibilidad de reducir la mayoría de edad penal, cosa que en principio corresponde a los legisladores. El señor cardenal está en su derecho de opinar sobre el particular, hasta ahí podíamos llegar, pero argumentar diciendo que “reducir la mayoría de edad penal va contra los planes de Dios” es de un atrevimiento que causa sonrojo ajeno. Anda que como el señor cardenal se despache así con todo, ni parlamentos ni nada. Que le pregunten a él cuáles son los planes de Dios y cosa resuelta.

Me suena a mezcla de brujo de la tribu, echador de cartas y oráculo de Delfos. A ver señor cardenal, que si devaluamos por enésima vez la moneda o no, que si nos puede decir cuál es el plan de Dios. Entonces el señor cardenal va a sus aposentos, entra en trance y descuelga el teléfono directo: “Oh Dios de todos, ¿devaluamos o no?”. Y el señor cardenal sale de su trance, retorna al contacto con los mortales y ofrece la respuesta del Altísimo: “que de parte de Dios mejor esperamos unos días”.

Otro que tal baila, el Cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona. La última ocurrencia: “en toda la cuestión de los desahucios, hay gente que se mueve, hay presencia de Dios”. Sigue afirmando: “la presencia de Dios” está en toda esa gente que intenta parar los desahucios, que intentan evitar que le quiten la vivienda a alguien".  Pues me da que, cuando menos, hay mucho que matizar. Yo preguntaría al señor cardenal, por ejemplo, si la gente que va a impedir los desahucios es presencia de Dios, o si lo es ayudar a cualquier desahuciado.

Hace no mucho, en Cádiz, se presentó el señor alcalde para impedir un desahucio. Vaya por Dios. Los desahuciados, una familia que lleva un año sin pagar la renta a la propietaria del piso, una pobre mujer, enferma de cáncer y sin apenas otros ingresos que el alquiler de la vivienda. Impedir ese desahucio es una injusticia, ayudar a quienes viven de no pagar, aunque se les había dado dinero para ello, otra injusticia mayor.

Yo sé que queda bien ser comprensivo con los movimientos de okupas e identificar la solidaridad de los impide desahucios con la presencia de Dios. Pero el señor cardenal sabe que las cosas no son así, y que en tocante a los desahucios viva la ley y que se modifique lo necesario, pero eso de que si la presencia de Dios… mejor lo dejamos estar.

Y una cosa que se me ocurre, hablando de Barcelona, ¿en la anual misa de Montjuic, prohibida este año por la alcaldesa, Ada Colau, habría presencia de Dios?

Dos ejemplos apenas. Y mejor no seguimos.