Religiosas católicas ayudan a refugiados sirios en el Líbano

«Antes disparaba contra los sirios; ahora les ayudo»

 

Grupos de tiendas de campaña cruzan la llanura de Bekaa. Toldos de plásticos sobre armazones de madera y hierro: esta es la nueva casa para cientos de miles de personas. En ningún otro lugar está la guerra siria tan cerca como al este del Líbano. Varias veces, durante el pasado año, el ejército libanés mantuvo fuertes luchas contra los terroristas del Estado Islámico.

30/07/15 8:48 AM


(AIN) El Líbano ocupa uno de los primeros puestos en la lista de territorios que ISIS quiere anexionar al Califato islámico que han alzado en parte de Siria y de Irak.

Desde la población cristiana de Deir al Ahmar hay solo unos pocos kilómetros hasta Siria; detrás de las montañas cubiertas de nieve se encuentra el país azotado por la guerra. Cientos de miles de refugiados sirios han encontrado refugio en esta región, en tiendas de campaña que se alzan sobre la amplia y fructífera llanura. Caminos irregulares, con baches que cuando llueve forman pequeñas lagunas, llevan a uno de los diez campamentos que han surgido alrededor de Deir Al Ahmar.

«En invierno hizo mucho frío, por supuesto», se queja una mujer joven, madre de siete hijos. «Había mucha nieve y el viento soplaba inmisericorde. No era fácil». Las familias que aquí viven son, sin excepción, musulmanes sunitas. Proceden de Raqqa, una ciudad al este de Siria, que desde hace algunos años es uno de los centros del grupo terrorista ISIS.

«Vivimos bajo el régimen de ISIS -dice, excitado, un hombre-. No son musulmanes; son criminales. Nuestras mujeres tenían que llevar un velo integral. A los hombres nos prohibieron fumar. Lo controlan todo». Una mujer, en la carpa, dice: «conocíamos a Dios antes de ISIS; no tenían nada que explicarnos».

Huyeron al Líbano, de ISIS y de la guerra en Siria, hace unos meses. Apenas pudieron llevarse nada, por lo que pasan muchas necesidades y están muy agradecidos por lo que hacen por ellos sor Micheline y sus ayudantes. Esta religiosa católica ha instalado un centro de ayuda a los refugiados, con el apoyo de «Ayuda a la Iglesia Necesitada».

«Dios bendiga a sor Micheline», dice una mujer; sor Micheline hace un gesto, quitando importancia: «¿qué podíamos hacer? En pleno invierno de 2011 aparecieron de improviso más de 150 personas en la puerta; algunos en sandalias, hundidos en la nieve. ¿Cómo iba a echarlos de allí, perteneciendo a la orden del Buen Pastor?». Se decidió a ayudarles; actualmente proporciona alimentos, ropa o colchones a más de 800 familias sirias en la región.

Sor Micheline recibe ayuda de Raed (el nombre se ha cambiado, por razones de seguridad), un cristiano de 50 años que, desde hace cuatro años, dedica todas sus fuerzas a los refugiados. Que lo haga no es nada natural: «antes disparaba contra los sirios; ahora les ayudo -dice-; luché contra la ocupación siria del Líbano».

Se señala el cuerpo, que sufrió graves heridas en esas luchas. El ejército sirio de ocupación no abandonó el Líbano hasta 2005. «El ejército sirio cometió aquí atrocidades. Nos defendimos a nosotros mismos y a nuestra patria; por esto siempre consideré a los sirios como mis enemigos. Pero cuando comenzaron a llegar los refugiados, miré sus rostros y me di cuenta de que son personas humanas como nosotros, que necesitan mi ayuda», dice Raed. Le impresionó mucho, sobre todo, el ejemplo de sor Micheline. «Vi cómo la hermana miraba a las personas y eso me convenció sin necesidad de palabras; me di cuenta de que mi enemigo era el régimen sirio y no las personas».

Sor Micheline intenta que se comprenda la situación: «hay que darse cuenta de que esta región sufrió mucho en la guerra civil libanesa y bajo la ocupación siria. Había tensiones tanto con los chiítas como con el ejército sirio de ocupación; por esto, muchos cristianos se fueron; quedaron abandonados pueblos cristianos completos. Para mejorar la situación, en 2005 mi orden decidió abrir un centro para ayudar a los cristianos del país, sobre todo a los niños. Les ofrecíamos, y seguimos ofreciendo, además de clases de catecismo, cursos para las tareas de la escuela y actividades de tiempo libre. La población lo acogió con entusiasmo, pues es importante que los niños salgan de las casas. Durante el invierno, que aquí es largo, están todos sentados en una misma habitación y se ponen los nervios de punta unos a otros. Después vinieron de repente los sirios y la gente de aquí pensaba que les iban a quitar algo».

Durante la guerra civil, entre 1975 y 1990, y hasta que los sirios abandonaron Líbano en 2005 murieron luchando con los sirios 300 jóvenes del pueblo, explica la religiosa. «La gente no lo ha olvidado. Dicen: ¿por qué habríamos de ayudarles ahora? También nosotros lo estamos pasando mal», sigue diciendo. Por esto, al principio no era fácil explicarles la ayuda a los sirios. Pero esto también ha cambiado, comenta la religiosa. «En el pueblo, la gente comienza a superar sus reticencias. Les digo que los cristianos no debemos dejarnos llevar por la venganza, sino que tenemos que perdonar». Está muy contenta de que su labor produzca frutos.

También los refugiados hacen esfuerzos: «dos muchachos sirios, los dos musulmanes, me comentaron cómo se armaron de valor en una ocasión para dirigirse a dos chicos cristianos, para hablar un poco con ellos. Seguro que no les fue fácil hacerlo; pero a pesar de todo lo hicieron. El respeto y el dirigirse a otros son cosas decisivas». Sor Micheline intenta enseñar ese mensaje cristiano no solo a los niños: «ofrecemos cursos de manicura, para que las mujeres puedan ganar algo de dinero. Allí se encuentran mujeres cristianas del pueblo con refugiadas sirias. También esto ayuda a superar prejuicios».

La religiosa no solo está preocupada por las necesidades actuales de las personas: «alguna vez terminará la guerra. ¿Y entonces qué? ¿Cómo pueden convivir de nuevo después de todo lo que ha sucedido en Siria? Se precisa reconciliación, se precisa educación, se precisan perspectivas. No hay nada peor que ver crecer a una generación perdida». Sor Micheline da mucha importancia a la formación; por las mañanas, 350 niños sirios acuden a la escuela, donde reciben una comida caliente. «Los padres están muy agradecidos, pues les da sensación de normalidad. La demanda es mucho mayor; lamentablemente, no tenemos suficientes capacidades. Pero durante el verano organizamos campamentos; allí hay sitio para todos los niños de los refugiados».