Un consejero para Pablo VI

 

Reedita ediciones Encuentro el libro “Pablo VI secreto", libro publicado un año después de la muerte del Pontífice. Es un libro que trata las conversaciones mantenidas por el filósofo con Montini desde un primer encuentro en 1950 hasta uno final en septiembre de 1977.

Son conversaciones con constantes referencias a Francia, sus figuras destacadas, sus religiosos y teólogos, sus escritores o políticos. Pero casi más una cascada de nombres que la profundización en alguno de ellos. Con todo puede ser una buena ocasión para acercarse a alguno que al leer en las notas quién fue, por desconocido pueda llamarnos la atención. Yo, por ejemplo, tendré que, definitivamente, darle una oportunidad a Mauriac y quizá a Louis Veulliot.

Los católicos tenemos una opinión de Pablo VI y es generalmente mala. Fue un Papa que dió a todos los sectores de la Iglesia un motivo para recelar, enfadarse o sentirse atacado. Su encíclica “Humanae vitae” escrita contra el criterio más que mayoritario del episcopado le granjeo la antipatía general, y curiosamente resulta ser su mayor muestra de grandeza. En el lado contrario, el trato dispensado a monseñor Lefevre, duro, seco e injusto (por comparación a otros tantos) además de su adhesión a la Ostpolitik de Casaroli, le ganó el recelo de los más conservadores.

Sobre estos temas conversó con Jean Guitton, filósofo de altura francés, que supo ver con brillantez hacia dónde se dirigía el catolicismo. Así sobre dos temas lanza acertadísimas opiniones Guitton. Por un lado sobre el tema de los divorciados vueltos a casar, dice el filósofo al Pontífice:

“Ese problema de moral conyugal es una caso particular de un problema más vasto: la aplicación de una ley a una naturaleza que es más débil que la ley. En este caso hay dos opciones con sus propias ventajas e inconvenientes. La primera solución, que es la fuerte, consiste en dejar la ley en su altura, a pesar de los fallos de la naturaleza. La ventaja es que esta solución empuja sin cesar al sujeto moral a superarse a sí mismo (…) La segunda solución consiste, por el contrario, en rebajar la ley hasta el nivel de la naturaleza. La ventaja es el alivio. (…) Si tuviera que escoger entre estas dos soluciones y no hubiera ninguna solución intermedia, escogería la primera, porque a largo plazo, a pesar de todos sus inconvenientes, asegura para lo esencial el verdadero florecimiento de la naturaleza humana, que necesita ser sobrealzada, ser llamada al esfuerzo, a lo difícil, incluso cuando ella no practica lo difícl, y en cualquier caso, la Iglesia católcia es una escuela de dificultad. Nunca debe rebajar el ideal, ni reducir la moral a las costumbres." 

En otra ocasión hablando sobre la crisis de fonde que vive la Iglesia, el lo expresa con una imagen útil. Existen verdades verticales, verdades difíciles, en las que la Iglesia insistía antes y verdades horizontales, que coinciden con muchas otras. Frente a ideas como la de la necesidad del sufrimiento o el carácter único de la Iglesia, verdades como la de la fraternidad de los hombres o el deber de cuidar de la Tierra. El Concilio Vaticano II habría puesto al fín el acento en las segundas, y se había olvidado la predicación de las primeras. Y afirmaba (y lamentaba) que “se acabarán olvidando y rechazando las verdades difíciles".

 

GUITTON, Jean

“Pablo VI secreto”

Ediciones Encuentro, 2015