Tribunas

¿Por quién doblan las campanas?

Ernesto Juliá

Ha tenido eco la iniciativa, surgida en Francia - concretamente, en la diócesis de Frejus-Toulon - de lanzar al vuelo las campanas de las iglesias, en la fiesta de la Asunción de María al Cielo, en memoria y oración por los cristianos perseguidos, y muertos en testimonio de su fe, en los países del Medio Oriente.

El repiquetear de las campanas puede tener muchos significados y muchos sentidos, más allá del canto de gloria y alabanza a Dios, y de convocar a los fieles a la celebración de la Santa Misa.

¿Qué hay en el corazón de los aldabonazos de las iglesias francesas y de las iglesias de unos trece países, que se han unido en coro en esta ocasión, el pasado 15 de agosto?

“Las familias que están sumidas en la angustia por el extremismo violento e implacable, necesitan saber que nos las olvidamos, y que las llevamos en nuestro corazón, en nuestra memoria y en nuestras oraciones”, comentó el Arzobispo de Montreal, que también se ha unido a la iniciativa.

Unido profundamente a ese gesto de fraternidad cristiana, de unidad de fe, de esperanza y de caridad, con cristianos que sufren por la Fe; el repicar de las campanas ha llevado hasta el Cielo  un hondo acto de agradecimiento a Dios por la Fe que nos están manifestado tantos hermanos nuestros en Cristo Jesús, con su muerte heroica, con su muerte mártir.

El canto de las campanas, unido al sufrimiento de nuestros hermanos en la fe, nos recuerda la grandeza de la Fe, nos abren los ojos al sentido y el valor de la Vida Eterna. Sólo cuando hay una razón para morir, llegamos a descubrir una razón para vivir. Y los cristianos perseguidos en Medio Oriente, en el norte de África, y tantos otros perseguidos en los países europeos y americanos por su testimonio de la Fe en Dios que nos da la Vida,  en Dios que muere por nosotros y nos quiere dar la Vida Eterna, nos están diciendo a gritos que, creer y esperar y amar a ese Dios, Uno y Trino, vale la pena.

Cuando las campanas anuncian la celebración de la Santa Misa, el Espíritu Santo despierta en el corazón de los fieles la urgencia de arreglarse para ir a la iglesia, de preparar su corazón y su mente para vivir con Cristo el ofrecimiento de su Vida, de su Pasión de su Muerte y de su Resurrección a Dios Padre.         

Otras veces, el  concierto de las campanas invita al pésame y al dolor por la muerte de un ser querido; o a agradecer a Dios la elección de un nuevo Papa; y en no pocas ocasiones, las campanas han movilizado a los pueblos para prepararse ante un peligro que se avecinaba: un incendio, una inundación, un asalto.

¿Conseguirá ese repique del pasado 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Virgen al Cielo, una noticia siempre perenne y de actualidad en la historia de los hombres sobre la tierra, remover el corazón de los cristianos ante el sufrimiento de nuestros hermanos en la Fe?

“¡No nos olviden!”.

El Cardenal Barbarín, Arzobispo de Lyon ha recordado ese grito que le dirigieron  los católicos de rito oriental perseguidos en Irak, en un viaje que hizo por aquellos lugares para manifestarles la fraternidad de los católicos franceses.

“¡No nos olviden!”

Las campanas seguirán doblando, aunque algunos querrían que enmudecieran para siempre, y otros, que se fundieran sus aceros para hacer cañones y destruir las iglesias y los campanarios.

Las campanas seguirán doblando, porque el ser humano no llegaría jamás a soportar el silencio mudo del Cielo; y ha sido una preciosa sugerencia de los obispos franceses hacerlas hablar precisamente el día de la Asunción de la Virgen María al Cielo en cuerpo y alma gloriosos.

Iglesias en Viena, en Roma, en Islandia, en Argelia, en Inglaterra, en España, aunque sólo fueran en Madrid, Cáceres y Plasencia, se han unido a este clamor de Paz y de Fraternidad, y han lanzado al vuelo las campanas. ¿Por quien doblan las campanas? ¿Por los mártires en el Medio Oriente, o por los muertos a la fe en Europa?

Sus redobles, ¿despertarán en nosotros  el ansia de vivir en la Luz de nuestra Fe, como están viviendo nuestros hermanos perseguidos?

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com