Tribunas

El papa se une a los 75 años de la Comunidad de Taizé

Salvador Bernal

Junto con otras personalidades religiosas, como el patriarca Bartolomé, el papa Francisco ha enviado un mensaje a los hermanos de Taizé con motivo del triple aniversario que celebró la comunidad este verano: los 75 años de su fundación, el centenario del nacimiento de su fundador, el hermano Roger Schutz, y los diez años de la dramática muerte de éste último el 16 de agosto de 2005.

Lo recordó Francisco al final de la audiencia del miércoles 19 de agosto. Ese mismo día enviaba un mensaje al hermano Alois, el religioso alemán prior de Taizé desde 2005, en el que evoca al hermano Roger como un hombre que “buscó apasionadamente la unidad de la Iglesia”: “abierto a los tesoros depositados en las diversas tradiciones cristianas, sin romper con su origen protestante”.

Dentro del gran movimiento ecuménico del siglo XX, Taizé ha ocupado un lugar importante, quizá por enlazar con el espíritu de contemplación de la vida cristiana –la oración, gran instrumento del ecumenismo, proclamaría en su momento el Concilio Vaticano II‑ y, sobre todo, por suscitar un especial atractivo en las jóvenes generaciones. Así se comprueba año tras año en las magnas asambleas de jóvenes convocados por Taizé en tantos lugares del mundo.

Lo señaló también en su mensaje el patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé: “inspirado por la fuerza de la imperiosa necesidad de la unidad de los cristianos, el hermano Roger configuró no solamente la realidad exterior de una comunidad auténtica multiconfesional; fue también fue el promotor de un ecumenismo espiritual, que se caracteriza por una especial atención a los jóvenes”.

Por su parte, el secretario general del consejo ecuménico de las iglesias, Olav Fykse-Tveit, testimonia que, “profundizando mi espiritualidad e inspirando mi acción, Taizé ha jugado un papel importante en la transformación de mi propio itinerario de fe. Estaré siempre agradecido al hermano Roger y a la comunidad que fundó”.

Tal vez, el gran legado de esta iniciativa sea haber aportado un espíritu de oración y de humildad que anima a la búsqueda de caminos de reconciliación con sencillez, alegría y misericordia. Lo sintetizó bien Benedicto XVI en unas palabras, citadas en el mensaje de Francisco, dirigidas a los jóvenes con motivo de la reunión europea celebrada en Roma en diciembre de 2012: el hermano Roger fue un “testigo incansable del Evangelio de paz y reconciliación, animado por el fuego de un ecumenismo de la santidad”.

Recuerda el papa que se alimentaba de la Sagrada Escritura y de las enseñanzas de los Padre de la Iglesia. Animaba a todos a beber de las genuinas fuentes cristianas, que sabía actualizar para que las comprendieran también los más jóvenes, en sus caminos de búsqueda espiritual. Como había señalado Juan Pablo II en su encíclica Ut unum sint de 2005, la “conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico” (n. 21).

Sólo desde esas perspectivas se comprende que, a la última reunión, celebrada en Praga del 29 de diciembre al 2 de enero, con el tema “Ser la sal de la tierra”,  acudieran unos treinta mil jóvenes de 65 países. Se había elegido esa ciudad emblemática de la Europa central, porque se cumplían 25 años de la caída del Muro de Berlín y se conmemoraba el centenario de la primera guerra mundial.

Entre las grandes propuestas que planteaba a los asistentes el hermano Alois, prior de Taizé, figuraba la invitación a "comprometerse con la reconciliación" y "estar al servicio de la paz". No era casual la convocatoria en la República Checa, marcada por el ateísmo: “no podemos conformarnos con un materialismo que no utiliza todo el potencial del ser humano. Hay en la República Checa una tradición humanista, con pensadores, músicos, poetas... Todo eso queremos también alumbrar en esta reunión”.

El ecumenismo sigue siendo gran objetivo común de los cristianos, más aun en tiempos de persecución: violenta en Oriente, más solapada en otras regiones. Insistía el papa Francisco Evangelii Gaudium, 244: “El empeño ecuménico responde a la oración del Señor Jesús que pide «que todos sean uno» (Jn 17,21). La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones y la Iglesia realizara «la plenitud de catolicidad que le es propia, en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el Bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión». Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso, hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rostro del único Dios”.