Arte y cultura en las reducciones jesuíticas hispanoamericanas

Con el fin de ver algo de lo que España hizo en América con la evangelización, aquí va una conferencia magistral que presenciamos hace poco en mi ciudad de uno de los más importantes estudiosos del arte de las reducciones jesuíticas, el Profesor Darko Sustersic.

Que les aproveche y, que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

29/8/2015


 

Arte y cultura en las reducciones jesuíticas hispanoamericanas

Prof. Darko Sustersic[1]

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Presentación

         

El Dr. Bozidar Darko Sustersic, esloveno de nacimiento, es una eminencia en materia de Historia del Arte: Investigador principal del CONICET, actualmente jubilado, ha sido también Profesor titular de varias cátedras en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) donde sigue desempeñándose como Profesor consulto y dictando Seminarios de Grado y Posgrado. Director de la Maestría “La cultura Jesuítica-Guaraní” en la Facultad de Arte (UBA y UNAM, Universidad de Misiones) y Director del Instituto de Teoría e Historia del Arte Julio E. Payró (UBA).

Ha ofrecido cursos y conferencias en Trinidad y Asunción (Paraguay), Río Grande do Sul, Minas Gerais y Sao Miguel das Missoes (Brasil), Montefiascone y Roma (Italia), Montevideo (Uruguay), Buenos Aires, Ituzaingó, Corrientes (Argentina).

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Introducción

El tema de las misiones es un tema de historia realmente convocante no solo porque se proyecta al pasado, sino que también se proyecta al futuro. ¿Por qué? Porque las misiones se llamaron el “sacro experimento”; es un experimento social que generalmente se lo llamó “la utopía”, la utopía de las misiones. Esa utopía permanece latente, proyecta sus éxitos a una sociedad futura. Todo el que se plantea cómo organizar mejor esta sociedad mira los ejemplos que nos dejó la historia: uno de los más antiguos es La República de Platón. El filósofo, con una claridad clásica, analiza cuáles son los pro y los contra de una sociedad perfecta.

El padre José Manuel Peramás, filósofo jesuita,escribió “La República de Platón y los guaraníes[2] (que se ha reeditado hace muy poco). Ahí cada capítulo empieza: “Sobre la economía”, “La organización social”; todo lo que Platón propone, y se compara con los guaraníes. Ha encontrado que entre los guaraníes se resolvieron muchos temas de mejor manera de lo que lo propone Platón.

Con todo, Platón es el modelo del filósofo utópico, que propone una utopía. Pero no es el único. Tenemos también en el renacimiento a Campanella, italiano. Tenemos a Tomás Moro, que propuso una isla que se llamaba “La Utopía” y planteó una sociedad modelo para la humanidad, donde teóricamente se platean los problemas, se los resuelve y se hacen propuestas. Pero estas propuestas utópicas han continuado y llegaron hace poco a ese proyecto socialista del marxismo.

El marxismo plantea como base que la sociedad se compone en clases, y esa lucha de clases es lo que mueve la historia. Y ellos proponen un sistema para un final de esa lucha de clases con la dictadura del proletariado. Esta utopía fracasó: conocemos sus resultados. En lugar del proletariado que tenía gobernar, gobernó una clase política que utilizó los recursos para su provecho propio. Así, todos los políticos jerarcas tenían sus casas de campo, sus riquezas, la nomenclatura famosa. Y éste es un tema que pertenece a la historia. Ha pasado. También Hitler soñaba con una sociedad nacional socialista que terminó mal en pocos años, esa locura de dominación fue un fracaso.

Las misiones no. Las misiones no terminaron, no se cayeron, ni se disparó un arcabuz contra ellos. Los jesuitas aceptaron la orden de expulsión, pero todo lo que hicieron y construyeron ha quedado. Ha quedado en dos formas: Una, es por los escritos, los documentos: los jesuitas expulsados se dedicaron a escribir. O sea que desde un punto de vista han querido destruir las misiones, pero desde otro punto de vista las misiones han sido reivindicadas gracias a todos los jesuitas expulsos que escribieron sus memorias. La otra forma fue la expansión de la misión: cuando se suprimió la Compañía de Jesús totalmente, no solamente en las colonias de Portugal y España, pues el Papa la suprimió, la abolió; los jesuitas se refugiaron en países protestantes, como Prusia, y en el país  ortodoxo regido por Catalina de Rusia. O sea que los jesuitas siguieron hasta que se restableció la Orden y se volvió a aceptar. Entonces volvieron, no ya a sus colonias, lo que eran los pueblos de las misiones, sino que volvieron a tratar de difundir el ideal jesuítico “Ad Maiorem Gloriam Dei”.

El tema de las misiones, como toda utopía, es un tema polémico. Tiene sus adversarios, quienes la defienden y, desde el punto de vista histórico, hay muchos que niegan los éxitos de la Compañía de Jesús. Muchos aseveran que los jesuitas cuando iban a misionar tenían guarniciones, guardaespaldas, soldados que los cuidaban. Todos los documentos atestiguan lo contrario. Pero no importa. Como es un tema polémico y cualquiera puede dar su opinión…  se dicen tanto verdades como mentiras al respecto.

 

La economía guaraní-jesuítica

Es muy importante desde el punto de vista histórico que conozcamos la verdad histórica, pero también es importante desde el punto de vista del proyecto jesuítico de los pueblos guaraníes, porque ahí se han concentrado dos tradiciones: una que traían los jesuitas y otra la cultura guaraní que tenía una cultura muy importante y que participaron de la organización de los pueblos, sobre todo en los términos económicos.

Por ejemplo: la economía estaba dividida en economía  “tupambaé” y “abambaé”. Nosotros todavía hoy no hemos resuelto nuestro problema de las luchas constantes de izquierda y derecha, entre socialismo y capitalismo. Ellos lo tenían perfectamente resuelto, porque había propiedad privada y había propiedad social comunal, la propiedad de Dios, el tupambaé. Esa propiedad se ocupaba de los hospitales, de los talleres, de las escuelas y se ocupaba del coty guazú que era un edificio dedicado a las viudas, a las huérfanas y a todas las mujeres que no tenían marido, y que querían vivir protegidas; entonces tenían en este edificio. El alimento de este edificio venía del tupambaé.

En las misiones no había mendigos. El que estaba en condiciones, trabajaba; y era un honor tener un oficio. Los caciques se enorgullecían de su oficio de carpintero, de herrero, de tejedor. Y al hombre que no tenía oficio le llamaban “hombre de balde”, era un inútil. Aunque había un corregidoro una autoridad en el cabildo, que se elegía cada año, el hecho de tener su oficio para ese cacique era un honor. Así había una concepción muy diferente de clases y de trabajo. No había clases. Entre los guaraníes, aún antes de los jesuitas, había caciques que podían tener hasta diez mujeres o más. Pero las mujeres se dedicaban a la huerta, a cultivar más por querer aumentar la producción; porque el cacique tenía que regalar a su gente. El “don” o el chooreera un instrumento, una cualidad de su cacicado.

Dice Lévi-Strauss que enseguida se reconoce al cacique porque es el que más pobre va, porque todo lo tiene que dar, ya que si no, la gente se va con otro cacique. Fíjense la diferencia que hay entre los políticos nuestros, que nos prometen de todo y después no nos dan nada. Entonces, realmente hay que estudiar las misiones en sus características y ver en profundidad cómo funcionó esa utopía con una participación de la cultura guaraní muy importante.

 

La religiosidad

Pero para eso hubo muchas coincidencias entre la religiosidad guaraní y la religiosidad cristiana. Los guaraníes explicaban que por ahí pasó un tal Pa’iSumé, que lo identifican con Santo Tomás (Santo Tomé), que según parece en la época antigua anduvo por las misiones enseñando la doctrina cristiana. Por supuesto, esto corresponde a algún mito antiguo. Pero el hecho es que ellos creían en un padre superior, y como dice el padre Ruiz de Montoya[3], uno de los misioneros más famosos, es una gracia de Dios que esta misión guaraní no tiene ídolos. Porque él era peruano y en Perú, con todos los mitos que tenían, hacía mucho más difícil la labor misional. Los guaraníes, en cambio tenían ya un padre superior, un padre creador del cielo y de la tierra y podían rezar el credo a la par nuestra, excepto cuando llegaban a Jesucristo. Lo que les faltaba a ellos era la idea de la Redención.

Pero la aceptaron de una manera increíblemente abierta y fervorosa sobre todo por un hecho: por la Eucaristía. Porque ellos practicaban la antropofagia, pero era una antropofagia ritual. Cuando ellos sacrificaban un guerrero o un prisionero, tenían la convicción de que la fortaleza, la inteligencia, el valor de ese guerrero, iría a quienes consumían esa carne. Entonces los jesuitas al predicarles el Evangelio donde Jesús dice “y el que no coma mi Carne y no beba mi Sangre no tendrá Vida Eterna”… “y si quieren tener la Vida Eterna deben comer la Carne y beber la Sangre del Cuerpo de Jesús” lo tomaron al pie de la letra. Tenían una gran devoción, eran fanáticos de la Eucaristía, no por considerarlo a Jesucristo un gran guerrero, sino porque Jesús tenía la cualidad, el don de la Vida Eterna, lo más preciado de la humanidad. Entonces ellos por la Eucaristía se hicieron cristianos pero de tal manera que no necesitaron milagro eucarístico para convertirse y para tener fe.

De los milagros eucarísticos se conoce uno muy famoso, el de Bolsena, donde un sacerdote alemán que viajaba celebró misa y le vino la duda sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Hoy se puede ver en Bolsena el corporal y los manteles donde se derramó la sangre que brotaba del cáliz… A los guaraníes no les hizo falta, porque su propia cultura los preparaba para aceptar esa fe en la Eucaristía. Y era una fe que los jesuitas la tenían que mitigar, porque si no, comulgaban ¡varias veces por día! Para esto en el confesionario tenían un pequeño agujero, donde después de la confesión les daban “la tablita” y el que iba a comulgar debía  entregar “la tablita” en la comunión. Así tenían el control de que se confesaban y de que comulgaban dentro de lo lógico.

Entonces acá tenemos que desde el punto de vista religioso entre los guaraníes y los misioneros hubo un acuerdo realmente increíble. No era solo mérito de los misioneros sino también, en parte, de las creencias de la cultura guaraní.

Pero por otro lado, en lo económico, cuenta Peramas, ellos se llamaban hermanos todos, y si uno tenía, a nadie le faltaba; todo lo compartían. Entonces no fue difícil a los jesuitas implantar, instaurar, según la tradición guaraní, una cultura social como  la que nosotros quisiéramos, una sensibilidad por el prójimo y por los demás. Cosa que nos cuesta a nosotros que por un lado tenemos la mentalidad del capitalismo, y por otro lado tenemos un socialismo impuesto por la fuerza, o sea, muy diferente a como funcionaba el tema en las misiones.

 

El arte guaraní-jesuítico

Les he hablado algo de economía, algo de la sociedad, algo de la mentalidad guaraní. Pero uno de los testimonios más importantes, para juzgar y estudiar las misiones, es el arte. El arte es lo que ha quedado de ellos. Como dice esa frase de Ruskin:

 

“Las grandes naciones escriben sus autobiografías en tres manuscritos, el libro de los muertos, el libro de sus palabras y el libro de su arte. Ninguno de ellos puede ser interpretado sin la lectura de los otros dos, pero de los tres, el único fidedigno es el último. Si para decir la verdad sobre la sociedad tuviese que escoger entre un discurso de un ministro y los edificios que se erigieron durante su ejercicio, me quedaría con los edificios".

 

Porque el arte, realmente responde y no se deja falsificar; responde a lo más profundo de las expresiones de cada pueblo. Entre los guaraníes y los jesuitas se desarrolló un arte increíblemente autóctono. En Europa se creyó que los indios solo copiaban, pues los mismos jesuitas alabaron tanto la capacidad de copistas de los guaraníes que quedó que los guaraníes solo copiaban y no eran capaces de crear nada. Pero eso lo juzgaba una época barroca que pretendía que los indios crearan en el estilo barroco, cuando en realidad los indios tenían otra mentalidad y otro estilo. Entonces, dentro de esa época, a pesar del barroco que se impuso, los guaraníes han tenido y han podido conservar sus propias expresiones.

 

Las miradas

Una de las expresiones más importantes ha sido el tema de las miradas bizantinas. No se ha investigado mucho pero está ya demostrado totalmente que las imágenes conquistadoras que llevaban los jesuitas, (entre ellos la imagen que llevaba San Roque González de Santa Cruz) eran retratos bizantinos de la Virgen. No era una pequeña inmaculada barroca que en la selva ¿quién la veía?, porque la cabecita que tiene, los ojos pequeños… No… era un retrato con los ojos grandes, abiertos. Estas imágenes bizantinas (ver imágenes) que hace pocos años que se han descubierto, no se conocían. Y se sabe que son bizantinas porque tienen las tres estrellitas bizantinas. Esta está en el museo Monseñor Bogarín de Asunción. Nadie sabe de dónde vino ni quién la trajo. Y tiene las tres estrellitas que documentan claramente su origen bizantino. Estas tres estrellitas significan que la Virgen era inmaculada antes de concebir a Cristo, durante el parto, y después… Por eso son las tres estrellitas. Esas imágenes con esos ojos eran las que llevaban los jesuitas por la selva.

Por su parte, la cultura guaraní era una cultura de la mirada. Según ellos la mirada de la madre que amamanta a su hijo tiene que ser constante para que el efecto de la maternidad no sea solamente producto biológico, sino un producto cultural de la mirada. El niño que se sentía mirado, se sentía hijo. El niño que andaba por el pueblo siempre era mirado por alguien, algún pariente, o alguien. No tenían ellos un sistema represivo como “la policía”, “el hombre de la bolsa”… No: ellos se sentían mirados. Y la mirada era la que educaba al niño. Eso es algo que los jesuitas descubrieron y utilizaron muchísimo. Por eso tenemos tantas imágenes de esta Virgen conquistadora.

Cuando el Padre Roque González fundó Itapúa a los tres años siguió su viaje para fundar otros pueblos. Fundó más de diez pueblos y de ahí se fue a Concepción. Como en ese viaje se topó con tribus muy belicosas que lo habían amenazado anticipadamente de muerte si llegaba a ir, tuvo que llevarse la imagen para el viaje. Entonces como los guaraníes de Itapúa se quedaron sin su Madre, le pidieron a un pintor guaraní (que era pintor de máscaras, y las máscaras un poco son como esos rostros que miran) que les pintase una copia. El que la dibujó fue el hermano Luis Berger que estuvo en ese pueblo, y el guaraní la pintó. Esa imagen quedó ahí hasta que después de la expulsión de los jesuitas, después de la destrucción de Itapúa fue vendida a un comerciante en Asunción y ahí fue comprada por Trelles, de Argentina, para una colección privada suya. Posteriormente fue llevada al museo de Luján. Y en este, ahora es tan famosa y tan codiciada, la tienen guardada en una caja fuerte. Ni siquiera la exhiben porque va mucha gente a mirarla por todo lo que he escrito sobre esta Virgen.

Esta imagen tenía un texto al lado, un texto mío. Cuando pedí verla estaba colgadita en una sala y mientras leía el texto alguien a mi lado me dice: “que texto lindo ¿no?” “Sí, la verdad que es muy lindo” -era mi texto-. Al poco tiempo mandé a otros alumnos a verla y no estaba más. Estaba en la caja fuerte. Y ahora es uno de los patrimonios más importantes. ¿Por qué? Porque es la imagen más antigua del Río de la Plata que está firmada y sellada; y la firma dice “Itapúa 1618”. Así que es una imagen muy importante que nos testimonia que las misiones se fueron fundando a partir de estas imágenes bizantinas. Yo tengo ya alrededor de diez localizadas. Pero además hay un sello, hay un cuño de la imprenta de los niños Expósitos con una imagen de ella. Quiere decir que con ella, (esta la encontró el Padre Ezcurra) con esa imagen se estamparon miles de estampas, así que era una imagen muy difundida.

Es interesante porque podemos comparar qué cosas modificó el guaraní cuando la pintó, fíjense lo que modificó en la mirada: los ojos son más grandes. Quiere decir que los ojos son lo importante. La Virgen tenía que mirar y los guaraníes se sentían hijos de ella por la mirada. Ese es un concepto de la cultura de esa región de los guaraníes muy importante que influyó muchísimo en la evangelización, porque hoy día se escribe mucho sobre la evangelización cristiana.

 

La eficiencia de las misiones y las razones de la expulsión

Yo publiqué un libro llamado “Las Imágenes Conquistadoras”. Al lado de los ejércitos, iban acompañándolos cantidades de imágenes. Las imágenes cumplían la función de la conquista en el pueblo mexicano y después en otros pueblos. Pero no tuvieron en cuenta “La Conquista Espiritual” que es el título del libro del Padre Montoya, él habla de la conquista espiritual. Los guaraníes una vez escribieron una carta al rey donde dice: “Nosotros no somos vasallos suyos por las armas, sino somos vasallos por persuasión de los padres jesuitas”. Lamentablemente, después se los privó de los padres jesuitas que fueron expulsados y se trajo a otros sacerdotes que no sabían guaraní, y que no estaban compenetrados de esa cultura guaraní. Por eso el proyecto, poco a poco, fue cayendo, pero sobre todo por los administradores.

A los administradores españoles, lo único que les interesaba era la producción de la yerba, porque la yerba mate se comercializaba muy bien. Se comercializaba en Buenos Aires, llegaba a Mendoza, pasaba a Chile, y de Chile a Perú. Los que han estudiado platería van a encontrar que hasta 1780 hay platería peruana de mate. Después se interrumpió y lo reemplazaron las chocolateras porque no llegaba más la yerba por la expulsión. Dentro del territorio Argentino la yerba fue recuperando su mercado, pero nunca fue como la época jesuítica en la que había una ruta de la yerba mate y funcionaba a la maravilla. Los comerciantes de Asunción se sentían desplazados porque en el comercio se prefería la yerba de las misiones. Era de mejor calidad, ya que los misioneros, los jesuitas, encontraron el secreto del cultivo de la yerba. No se conocía secreto, era algo muy difícil el cultivo de la yerba: si se planta la semilla de la yerba no crece nada. Pero un jesuita descubrió que en el gallinero las semillas de yerba que habían sido digeridas, que estuvieron en el buche de las gallinas, esas semillas sí brotaban, porque el embuche disolvía la cáscara. Entonces directamente sacaban la cáscara a la semilla, y así todos los pueblos de las misiones tenían plantaciones de yerba mate. Y una yerba que se valoraba en el mercado mejor que la de Asunción, porque las de Asunción se traían de los bosques, de la selva, no se cultivaba como la de las misiones.

En Asunción morían muchos de los que llevaban esa yerba, ya sea bajo la carga, por las serpientes, pues iban a buscarlas al monte. Era un peligro enorme. Y los los indios que se encomendaban, se escapaban, pues no querían estar en la encomienda. Todos buscaban ir a las reducciones. Por eso se quejaban al rey constantemente.

Así en el tema de las yerbas el Consejo de Indias dispuso que cada reducción, cada treinta días, podía vender tantas arrobas de yerba. Y los asunceños tenían su parte. Así se pacificó un poco el tema y los indios guaraníes se conformaron con la venta de una dosis limitada. Con eso pagaban el impuesto al rey. Porque como ellos no estaban encomendados a encomendero alguno se consideraban encomendados a la cabeza del rey. Pero tenían que pagarle un impuesto en metálico que se conseguía vendiendo la yerba. La yerba era el principal producto para el mercado, para abastecerse de todas las cosas que no se producían en las misiones como los metales, las tijeras, los cuchillos, etc. Todo eso se importaba y se pagaba con la yerba.

Poco a poco en las misiones se fueron mejorando los cultivos y se produjo también tabaco. El tabaco era muy preciado de las misiones, aún hoy, y se vendía muy bien. También el algodón de las misiones se vendía muy bien. En Buenos Aires está la procuraduría de las misiones; todavía está el edificio en la manzana de las luces que ahora se restauró y quedó muy bien. Cuando vayan a Buenos Aires vean la Iglesia de San Ignacio; atrás está la procuraduría. Todo el Colegio y la Universidad eran de la Compañía de Jesús en su tiempo y en la procuraduría los indios dejaban todo y recibían los productos que necesitaban. No tenían que ir vendiendo la yerba casa por casa.

En la última época tenían su propio barco, así que tampoco pagaban flete para llevar los productos, sino el propio barco llevaba la yerba y traía todo de vuelta. Y ahí tenemos oportunidad de ver la contabilidad de los jesuitas, era una contabilidad extraordinaria. Recuerdo en este momento una carta de un padre a quien le llegó el cargamento de todo lo que él pidió pero le faltaban diez botones: “me faltan diez botones; y ese barco pasó, para llegar allá, por todos los pueblos anteriores (los nombra)”. Se investiga el tema y se encuentran los diez botones que faltan.

Tenían una contabilidad realmente extraordinaria y cuando había problemas de abastecimiento (porque estaban las sequías, las pestes y las plagas de langostas, que ahora no se conocen ya, pero en ese tiempo sí. En San Luis caía la plaga de langosta y no dejaba nada, eran terribles, y después que se fumigó en el norte la langosta desapareció. Pero en ese tiempo las langostas eran uno de los problemas) los pueblos que sufrían de la langosta tomaban después adelantado de otros pueblos que les prestaban para las semillas del año siguiente y para el autoabastecimiento.

Los precios eran fijos. O sea que ellos no tenían que ir preguntando “¿a cuánto me vende en maíz?”, que en una época de carestía seguro subía. No. Ellos tenían sus libros con sus precios. Entonces tomaban el maíz y devolvían al precio que estaba fijado en el libro. Era una economía realmente extraordinaria, funcionaba muy bien y los vecinos tenían una envidia enorme y los acusaban de tener minas de oro porque no podían vivir en tanta prosperidad sin tener minas de oro. Para los españoles todas las riquezas siempre vienen del oro[4]. Hicieron muchas denuncias y muchas búsquedas de esas minas de oro. Nunca las encontraron, porque en esas zonas no hay minas de oro.

Pero los libelos que circulaban acusando a los jesuitas de que no pagaban bien los impuestos, que querían a todos los indios con ellos y privaban a los encomenderos de Asunción de la mano de obra indígena, todas esas acusaciones, fueron eliminando la confianza de Madrid en los jesuitas. Y llegó el punto en que Carlos III los expulsó de todas las misiones de Filipinas tanto como de América.

 

El problema con los bandeirantes

Esto es un resumen, un poco de la historia de las misiones que explica, no solo los libelos, porque se escribía mucho en contra de los jesuitas y hoy en día se conocen esos escritos. Los jesuitas escribieron en contra, defendiéndose, sobre todo después de la expulsión. Esto fue un gran beneficio para la historia, porque tenemos libros de Peramás y de muchos misioneros que escribieron excelentes cartas todas apologéticas, en defensa de las misiones y en defensa de las acusaciones sobre todo de los asunceños en América y en Europa de la masonería. Estos fueron los dos enemigos que determinaron finalmente la expulsión.

Pero el proyecto misionero quedó y muchos sociólogos hoy estudian las misiones como una reserva de proyectos para la humanidad; porque estudiando las misiones se pueden ver cosas que han funcionado muy bien y que pueden volver a funcionar. El padre Carbonell De Masy, un jesuita actual, estudió el tema de las cooperativas, y dice que el origen de las cooperativas está en las misiones y en la cultura guaraní, porque ya en la cultura guaraní se practicaba un sistema de cooperativa embrionario muy primitivo que los jesuitas desarrollaron y que permitieron un abastecimiento y un funcionamiento de las misiones al margen de los acontecimientos, de los problemas, de las hambrunas, y de todos los problemas que pueden surgir en una población.

Uno de los primeros problemas de los jesuitas han sido los portugueses, habitantes de San Pablo, que se llamaban “bandeirantes”, porque ellos recorrían la selva atacando indios y los vendían en los mercados de San Pablo, sobre todo para las plantaciones de caña de azúcar porque necesitaban mano de obra. Pero cuando esos bandeirantes descubrieron que tenían en los pueblos jesuíticos dos mil, tres mil, cinco mil guaraníes todos con su oficio, se dedicaron a destruir las misiones llevándose a esos indios a San Pablo que cotizaban mucho mejor que los del monte. Pero como avanzaba el tema de destruir todas las misiones, se reunieron los jesuitas en Córdoba que era la capital, y unos eran partidarios de volver a mandar a los guaraníes al monte, porque en el monte se defendían mejor ellos, eran difíciles de cazar a pesar de que los bandeirantes utilizaban los perros mastines que los iban rastreando por el monte. A pesar de eso, los guaraníes se defendían mejor en el monte. Entonces algunos decían “liberémoslos, dejemos los pueblos”. Y otros decían, “no, nosotros tenemos que defenderlos”. Y los soldados blancos de Asunción y Buenos Aires tienen que venir a pelear y defender las misiones.

Con todos los pedidos que hicieron ningún soldado llegó a las misiones. Entonces Ruiz de Montoya dijo: “tenemos que darles armas. Me voy a Madrid a pedir armas de fuego”. Porque los guaraníes y los indios jamás podían poseer un arma de fuego. Entonces el rey, después de un año, casi, de consultas y explicaciones mandó todo al Consejo de Indias que determinó que los guaraníes podían usar armas de fuego.

Pero mientras tanto ya los misioneros les enseñaron a los indios a forjar el hierro. Instalaron una fragua muy grande en Loreto. Ahí los guaraníes trabajaron el hierro y hacían puntas de flecha de acero, puntas de lanza de acero, y con eso ellos sentían que podían enfrentar a los portugueses. Un hermano jesuita que fue soldado en Chile, estuvo ensayando hasta que logró fabricar unos pequeños cañoncitos forrados en cuero de buey, que mojados se encogían, y permitían hasta cinco tiros. Hicieron balsas donde llevaban diez o veinte de esos caños que son livianos. Un sólo cañón los hundiría en la barca. Pero de madera en cañas de bambú y troncos de naranjos resistían bien. Entonces equiparon como cuarenta balsas con esos cañoncitos.

Los guaraníes practicaron y eran excelentes artilleros. (Urquiza en Caseros tenían un artillero guaraní. En la defensa de Montevideo un guaraní artillero hundió un barco inglés; le pegó tan justo en la santa bárbara que explotó el barco). Fueron grandes artilleros los guaraníes, y empezaron ahí.

 

La Batalla de Mbororé

Y esto se puso en función en la batalla de Mbororé en 1641 en la que vino una flota enorme de casi trescientas canoas paulistas armadas hasta los dientes para entrar a las misiones (porque cada día los guaraníes resistían mejor). Llegaron hasta el arroyo por donde tenían todas las balsas preparadas y bien atadas. Los jesuitas de arriba del cerro Mbororé (que tiene unas playas alrededor) con el catalejo fueron viendo cómo llegaba la flota. Se presentaron el lunes a la mañana de la semana santa del año 1641. Entonces los jesuitas dieron orden a los guaraníes de entrar en batalla. Cortaron las ataduras y el arroyo que había crecido mucho porque había llovido el domingo, arrastró las balsas y las enfrentó en el Rio Uruguay frente a la invasión brasileña. Y empezaron a tirar los guaraníes con los cañones y los paulistas con los arcabuces.

Pero los arcabuces no llegaban, no tenían esa potencia. Y los cañones llegaban: tiraban piedras y hundían canoas. Tal fue la desesperación de los portugueses que fueron todos a la costa, desembarcaron ahí e hicieron una empalizada para resistir. Pero en la costa estaban los guaraníes emboscados. Lucharon toda la semana, y el viernes santo treparon por la empalizada, la destruyeron y los portugueses se escaparon y llegaron de vuelta a San Pablo, muy pocos. Tan pocos que nunca más hubo una invasión.

Entonces las misiones, que parecía que ya se acababan, florecieron hasta el año 1720 – 1730 muy bien, sin ningún problema. Aumentaron la población que llegó hasta los 145.000 habitantes. Pero en el año 1730 hubo una peste terrible de viruela y la población bajó hasta casi la mitad: 75.000 habitantes. Casi la mitad se perdió.

Brasanelli un hermano escultor y artista milanés que vino y que dejó llena las misiones con esculturas murió en el año 1728 atendiendo a sus escultores en el hospital. (Hemos analizado aquí que los guaraníes se inspiraron en el barroco en todo menos en la mirada. En la mirada conservaban esa mirada bizantina de los ojos abiertos que justamente miraba al pueblo guarní. Eso lo conservaron. Lo demás aprendieron e imitaron el barroco). Fue una crisis enorme, y muchos pensaban que las misiones se terminaban.

Pero los misioneros volvieron a trabajar, hicieron mejores cultivos para alimentar muy bien a esa población, y las misiones poco a poco volvieron a crecer y se estabilizaron con alrededor de 100.000 habitantes.

 

Conclusión

Finalmente los guaraníes y misioneros no tuvieron más problemas, hasta que el rey decidió hacer un tratado de permuta y la Colonia de Sacramento, que fundaron los portugueses, se cambió por todos los territorios brasileños que tenían los misioneros donde tenían sus estancias. Había siete pueblos, pero había muchas estancias de donde venía todo el alimento de la carne para las misiones. Eso fue un golpe muy grande y los guaraníes se rebelaron.

Hubo una guerra guaranítica donde los guaraníes pelearon contra los españoles y los jesuitas esta vez no los apoyaron, porque de Roma tenían la orden de acatar las órdenes del Rey. Entonces los guaraníes fueron derrotados, los jesuitas expulsados y se terminó ese Sacro Experimento, que social, económica, culturalmente y en todos los campos fue un éxito enorme; demasiado grande para no provocar la envidia y la codicia de sus vecinos y sobre todo de la masonería en Europa.

                                

Prof. Darko Sustersic

Conferencia dictada en el salón de la Catedral de San Rafael (Mza.) el 29/5/2015

Instituto de Cultura Hispánica de San Rafael

 


 
[1] Conferencia magistral pronunciada en el salón de la catedral de San Rafael, el 29 Mayo de 2015, y organizada por el Instituto de Cultura Hispánica de San Rafael). La conferencia ha sido desgrabada y adaptada.

 

[2] Peramás, José Manuel. La República de Platón y los guaraníes (1793), Buenos Aires, Emecé, 1946.
[3] Antonio Ruiz de Montoya (1585 - 1652).
[4] Estaba vigente el mercantilismo que cifraba la riqueza de las naciones en la abundancia de metálico.