Entre dictaduras y matarifes

Es bien cierto que a los discípulos de Cristo se les iba a perseguir. Eso ya lo dijo el Mesías porque si a Él lo habían perseguido, eso mismo iba a pasar con quienes le siguieran (cf. Jn 15, 20)

Nada, pues, de eso, nos extraña. Y es que hoy día, ahora mismo, la persecución contra los cristianos se ha convertido, para unos, en un divertimento derivado de sus propios vicios; para otros, una obligación derivada de una concepción equivocada de su religión.

Hemos titulado el artículo de hoy haciendo referencia a dos realidades muy concretas. Una de ellas tiene relación con los llamados yihadistas; otra la tiene con las imposiciones del lobby gay y, en general, con la aplicación a rajatabla, a machamartillo y porque sí de la llamada ideología de género.

Sobre aquellos que, grandilocuentemente, se denominan “Estado islámico”, sabemos más que de sobra cuáles son sus intenciones. Pero, para que nadie se lleve a engaño, el portavoz de tal engendro del demonio ha declarado que

“Los europeos necesitan saber que cuando lleguemos no va a ser de una manera agradable. Será con nuestras armas. Los que no se conviertan al Islam o no paguen la yizia –impuesto que han de pagar los que no de tal religión para poder vivir- serán asesinados”.

 Pero no contento con eso ha añadido esto:

“Cualquiera que rechace convertirse al Islam será asesinado, 150 millones, 200 millones o 500 millones de infieles no nos importa a nosotros, vamos a matarlos a todos".

Ya vemos con qué tipo de malas personas nos las tenemos que ver.  Y es que es bien cierto que allí por donde están pisoteando la tierra hacen, exactamente, lo que dicen: amedrentan, mata, degüellan, obligan a marcharse a los no musulmanes, etc. Todo, como vemos, la mar de edificante.

Pero es que no podemos decir algo muy distinto (en cuanto al fin buscado) de parte de los “civilizados” occidentales.

El caso es que, por decirlo así, entre nosotros, existen muchos que gustan de obligar, también de obligar, a que se siga lo que dicen. No les basta ni les sirve con respetar la libertad ajena. No. A ellos lo que les mola es imponer sus ideas acerca del mundo en el que viven.

El caso es que, terriblemente, lo están consiguiendo. A pesar de ser aberrantes sus proposiciones, están alcanzando límites de vileza equiparables, por su fin, a los de los yihadistas.

Lo hacen en muchos sentidos: con leyes, reglamentos y normas que imponen (ahora lo han conseguido en el Parlamento Europeo para obligar a los centros educativos de toda Europa a que se imponga la ideología de género, aberración donde las haya por lo que supone) o, por ejemplo, presionando.

Esto de la presión lo llevan muy bien en el lobby gay.

Sabemos que, una cosa, es que haya personas que crean que pueden hacer con su cuerpo (que no pueden porque no es suyo sino de Quien lo ha creado) lo que les venga en gana pero otra, muy distinta, es que impongan sus tergiversaciones corporales a toda la población. Y en esto incluimos, por supuesto, a considerar la unión entre personas del mismo sexo como matrimonio y, yendo más allá de esta absurda pretensión (impuesta, también, por leyes y reglamentos) querer que todo aquel que tenga relación con un cargo público tenga que tragar una tal rueda de molino.

En esto hay un caso muy reciente. Todo el mundo lo conoce pero está la mar de bien traerlo aquí.

Tiene nombre: Kim Davis y es funcionaria en el estado de Kentucky, en los Estados Unidos de América. Y es que la buena señora, amparándose en sus creencias religiosas cristianas se negó a emitir licencias matrimoniales de parejas del mismo sexo. ¡Se lo prohibía su conciencia!

Pues no. Al parecer, por encima de sus creencias religiosas y de su conciencia, de la propia Constitución americana y de una enmienda a la propia Constitución, está el lobby gay. Y, ni corto ni perezoso, un juez va y la envía prisión.

¿Pero, cómo es posible que se pueda violar un derecho tan elemental como el de libertad religiosa y de conciencia?

Pues sí, se ha violado y más que violado. Y allí que fue esta mujer, con su conciencia y todo… a la cárcel.

Seguramente el juez, y lo dijo esto, se amparó en una norma en vigor. Sin embargo, al parecer poco le importaba que frente a tal norma, intrínsecamente perversa porque pone en tela de juicio nada más y nada menos que la conciencia del ser humano y se pone por encima del propio Creador, Dios mismo, alguien quisiese hacer efectivo el derecho a disentir de la misma. No se puede.

En realidad, cuando la aberrante ideología de género (que sostiene todo este galimatías propio de los hijos de Satanás) sostiene al lobby gay y el pensamiento políticamente correcto lo emborrona todo y lo ensucia todo, podemos esperar cualquier cosa como, precisamente, ésta.

Alguno dirá que la funcionaria aquí citada ha sido ya puesta en libertad. Sin embargo, esto importa muy porque todo sigue siendo igual de aberrante. Lo que importa es el hecho que, seguramente, se volverá a repetir. Es más, eso no es más que un “aviso” a quienes quieran hacer lo mismo que ella porque esto no es más que la aplicación de la dictadura de lo políticamente correcto con sus hijos del lobby gay y la ideología de género como materia troncal de este árbol podrido y vacío de verdad.

Ya vemos, pues, como está la cosa: entre matarifes y dictadores de tres al cuarto. Así andamos. Bueno, en realidad, más que andar lo que vamos es tropezando con tales piedras. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán