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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 28 de septiembre de 2015

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'Enamorado de Cristo'

Fray Masseo le dirigió un día a san Francisco la siguiente pregunta: '¿Por qué todo el mundo corre detrás de ti?'. La pregunta se plantea hoy con más razón de entonces, porque quien corre detrás del santo no es más solamente la gente de Italia central, pero literalmente en todo el mundo, responde el padre Raniero Cantalamessa es su último libro 'Enamorado de Cristo':

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Viajes pontificios

El Papa se despide de Estados Unidos
Tras una histórica visita de seis días, que le llevó a Washington, Nueva York y Filadelfia, Francisco puso rumbo a Roma. La llegada está prevista para las 10 horas locales

Dublín será la próxima sede del Encuentro Mundial de las Familias
Al final de la Misa de claurura del VIII Encuentro Mundial de las Familias, Mons. Vicenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo de la Familia, anunció que la próxima cita será dentro de tres años en Irlanda

Francisco a las familias: el amor se manifiesta en pequeñas cosas
El Encuentro Mundial de las Familias de Filadelfia concluye con la misa presidida por el Santo Padre, quien pidió que cada uno de nosotros se abra a los milagros del amor

El Papa asegura que los culpables rendirán cuentas en los casos de pederastia
Francisco ha recibido a un grupo de personas que sufrieron abusos y lamenta las veces en las que denunciaron abusos pero no fueron escuchados o creídos

El Papa critica cuando los sistemas penitenciarios no generan nuevas oportunidades
11:00 - Filadelfia: el Santo Padre ha visitado una cárcel y ha recordado a los presos que Jesús ‘nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar’  

El Papa: La familia es el lugar de la alianza de la Iglesia con la creación de Dios
9,40 - Filadelfia: en el seminario San Carlos Borromeo pide no criminalizar a los jóvenes sino ayudarlos al empeño del matrimonio

El Papa se reúne con víctimas de abusos "¡Dios llora!"
Fuera del programa en su visita a Filadelfia, Francisco ha recibido a tres mujeres y dos hombres que de niños fueron víctimas de la pederastia. Promete: "Todos los responsables rendirán cuenta" 

Viaje del Papa a Estados Unidos - Programa en Filadelfia, domingo 27 de septiembre
Último día del viaje apostólico en Estados Unidos, clausura el Encuentro Mundial de las Familias 

El papa Francisco

Discurso del Papa al comité organizador, los voluntarios y los benefactores del Encuentro Mundial de las Familias
En su último mensaje en Estados Unidos, Francisco asegura que esta tierra ha sido bendecida con grandes dones y oportunidades

Texto completo de la homilía del Papa en la misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias
El Santo Padre invita a que 'nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró'

Texto completo del papa Francisco con los obispos en el seminario San Carlos Borromeo
A los obispos que participan al Encuentro Mundial de las Familias les exhortó a una alianza con las familias, a no estigmatizar a los jóvenes e invitarlos a tomar estado

Texto completo del discurso del Papa en la cárcel de Filadelfia
El Santo Padre se ha dirigido a 100 presos a quienes recordó que reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión

Iglesia y Religión

Nuevo obispo para la diócesis de Chiclayo
Es Mons. Robert Francis Prevost, agustiniano de Chicago, quien se desempeñaba como administrador apostólico en Chiclayo

Espiritualidad y oración

San Simón de Rojas - 28 de septiembre
«Religioso trinitario. Excelso apóstol del rosario, conocido como el padre Avemaría, fundador de la Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María. Una figura notable en el Madrid de los Austrias»


Viajes pontificios


El Papa se despide de Estados Unidos
 

Tras una histórica visita de seis días, que le llevó a Washington, Nueva York y Filadelfia, Francisco puso rumbo a Roma. La llegada está prevista para las 10 horas locales

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco concluyó este domingo por la tarde su gira de seis días por Estados Unidos. A las 19:46 hora local, el Pontífice abandonó el país a bordo de un avión de la compañía American Airlines, tras ser despedido en el Aeropuerto Internacional de Filadelfia por el vicepresidente estadounidense, Joe Biden.

En el Hangar Uno, el Santo Padre asistió a una ceremonia de despedida en la que se dirigió en inglés al Comité organizador, a los voluntarios y a los benefactores del VIII Encuentro Mundial de las Familias que clausuró hoy en Filadelfia.

En su intervención, el Papa pidió a Biden, con quien mantuvo una reunión privada, que trasladara su gratitud al presidente Barack Obama. También dio las gracias a los organizadores de su visita, al afirmar que los “días con ustedes han sido breves, pero han sido días de gran gracia para mí y rezo por ustedes también”.

“Para mí fue especialmente emotivo la canonización de san Junípero Serra, que nos recuerda a todos nuestro llamado a ser discípulos misioneros. También lo fue la visita, junto a mis hermanos y hermanas de otras religiones, a la Zona Cero, lugar que nos habla con fuerza del misterio del mal”, dijo al hacer balance de su gira estadounidense.

Francisco aprovechó hasta el último momento de su estancia para insistir en su mensaje de cuidar el medio ambiente, uno de los principales temas durante el viaje. “Ruego al Señor para que ustedes sean administradores buenos y generosos de los recursos humanos y materiales que les han sido confiados”, indicó dirigiéndose a las autoridades políticas presentes.

Sus últimas palabras antes de subir al avión de regreso fueron: “Los saludo a todos en el Señor y los encomiendo al cuidado maternal de María Inmaculada, Patrona de los Estados Unidos. Los tendré presentes en mis oraciones a ustedes y a sus familias, y les pido, por favor, que recen por mí. Que Dios los bendiga. ¡Que Dios bendiga a América!”. Al frente de la comitiva gubernamental, el vicepresidente de Estados Unidos acompañó al Pontífice hasta la escalerilla de la aeronave.

El Santo Padre partió hacia Roma un par de horas después de oficiar una misa para poner el broche al VIII Encuentro Mundial de las Familias, que congregó en la céntrica avenida de Benjamin Franklin Parkway a casi un millón de personas.

Durante su visita a este país, Francisco cumplió con una apretada agenda que le llevó a Washington, Nueva York y Filadelfia.

En la capital estadounidense, se reunió con Barack Obama, ante quien se presentó en la Casa Blanca como un “hijo de familia de inmigrantes”. También en Washington, el Papa canonizó al misionero español Junípero Serra en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, con una misa al aire libre a la que asistieron más de 25 mil personas.

Además, hizo historia al convertirse en el primer pontífice en dar un discurso ante el pleno del Congreso de Estados Unidos, donde el Santo Padre pidió “no dar nunca la espalda a los vecinos”, en alusión a los millones de inmigrantes cuyos derechos “no siempre fueron respetados”.

La siguiente parada de Francisco fue en la Gran Manzana. En una histórica alocución ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Papa pidió reemplazar la “indiferencia global” por una “solidaridad global”.

En la ciudad que nunca duerme, el Santo Padre ofició una misa en el Madison Square Garden a la que asistieron miles de personas y tuvo un baño de masas en Central Park.

En Nueva York, el Pontífice celebró también unas vísperas en la Catedral de San Patricio y otro acto con representantes de distintas religiones en el World Trade Center, donde rindió un homenaje a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Ya en Filadelfia, el Papa presidió la Santa Misa en la Catedral de San Pedro y San Pablo, donde dijo que los laicos tienen en sus manos el futuro de la Iglesia y destacó especialmente en ese contexto el papel de las mujeres.

En esta misma ciudad, Francisco habló el sábado ante miles de personas desde el Independence Hall, que acogió la firma de la Declaración de Independencia y la Constitución de Estados Unidos, donde apoyó nuevamente a los inmigrantes, con mención especial a los hispanos.

Asimismo, el Pontífice participó ayer en la Fiesta de las familias y hoy se reunió con víctimas de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia, ante quienes prometió que los responsables “rendirán cuentas”.

Antes de clausurar el VIII Encuentro Mundial de las Familias, el Santo Padre visitó la prisión Curran-Fromhold, en la que lamentó la existencia de sistemas penitenciarios que no ayudan a la reinserción de los presos.

El papa Francisco llegó a Estados Unidos el pasado día 22 procedente de Cuba, la primera escala de un viaje marcado por el papel crucial que ha desempeñado el Pontífice argentino en el restablecimiento de las relaciones entre esos dos países.

También puede leer: Discurso del Papa al comité organizador, los voluntarios y los benefactores del Encuentro Mundial de las Familias

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Dublín será la próxima sede del Encuentro Mundial de las Familias
 

Al final de la Misa de claurura del VIII Encuentro Mundial de las Familias, Mons. Vicenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo de la Familia, anunció que la próxima cita será dentro de tres años en Irlanda

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El presidente del Pontificio Consejo de la Familia, Mons. Vincenzo Paglia, anunció este domingo por la tarde que Dublín, en Irlanda, será la sede del IX Encuentro Mundial de las Familias (EMF) que tendrá lugar en 2018. El anuncio oficial lo hizo al finalizar la Misa de clausura del EMF Filadelfia 2015, presidida por el papa Francisco en el Benjamin Franklin Parkway ante una multitud de fieles.

Este evento, instituido por Juan Pablo II, y que tienen lugar cada tres años, se ha celebrado a una semana del inicio del Sínodo de los Obispos sobre la familia en el Vaticano, que se llevará a cabo del 4 al 25 de octubre.

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Francisco a las familias: el amor se manifiesta en pequeñas cosas
 

El Encuentro Mundial de las Familias de Filadelfia concluye con la misa presidida por el Santo Padre, quien pidió que cada uno de nosotros se abra a los milagros del amor

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco ha advertido que “poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver con aquellos que ‘no son parte de nuestro grupo’, que no son ‘como nosotros’, es una tentación peligrosa”. Y es una tentación que “no bloquea solamente la conversión a la fe, sino constituye una perversión de la fe”. Lo ha hecho durante la misa de clausura en Filadelfia del Encuentro Mundial de las Familias, con la que además finaliza su viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos.

Antes miles de familias que han participado en esta eucaristía en el B. Franklin Parkway, el Papa ensalzó los pequeños gestos de amor, que están vinculados a la santidad.

Durante su homilía, Francisco recordó que el Amor de Dios “nos da una certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él”. Y esta confianza --aseguró-- es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor.

“Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer”, indicó Francisco.

El Santo Padre aseguró que la fe “abre la ventana a la presencia actuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos”.

Gestos mínimos --subrayó-- que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Como por ejemplo: el “plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo”.

Asimismo, el Pontífice dijo que “el amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida tenga siempre sabor a hogar”. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, las familias “son verdaderas Iglesias domésticas”. El lugar “donde la fe se hace vida y la vida se hace fe”. Y Jesús, recordó el Papa nos invita a provocar y hacer crecer esos pequeños gestos milagrosos                    

Por otro lado, el Santo Padre advirtió que “nuestra casa común no tolera más divisiones estériles”. El desafío urgente de proteger nuestra casa --explicó-- incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. Ante la gran multitud presente en la celebración eucarística, Francisco reconoció que

“somos muchos los que participamos en esta celebración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de milagro en el mundo de hoy”. Y deseó que “cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de todas las familias del mundo, y poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás”.

Qué bonito sería --indicó-- si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro.

Todo el que quiera traer a este mundo una familia, concluyó el Santo Padre, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer al mal –una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante– encontrará nuestra gratitud y nuestra estima, no importando el pueblo, la región o la religión a la que pertenezca.

                    

 

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El Papa asegura que los culpables rendirán cuentas en los casos de pederastia
 

Francisco ha recibido a un grupo de personas que sufrieron abusos y lamenta las veces en las que denunciaron abusos pero no fueron escuchados o creídos

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El Santo Padre se ha comprometido “a seguir el camino de la verdad, dondequiera que nos pueda llevar” y ha asegurado que “el clero y los obispos tendrán que rendir cuentas de sus acciones cuando abusen o no protejan a los menores”. Así lo indicó durante su encuentro con cinco víctimas de abusos sexuales cuando eran menores y que tuvo lugar este domingo por la mañana.

El texto del encuentro fue dado a conocer por la Oficina de Prensa de la Santa Sede y se ha realizado sido fuera del programa oficial de su visita a Filadelfia.

“Las palabras no pueden expresar plenamente mi dolor por el abuso que han sufrido”, afirmó. Francisco les agradeció la oportunidad de conocerles y se reconoció “bendecido por su presencia”. Gracias por venir aquí hoy.

Del mismo modo, se manifestó “profundamente dolido porque su inocencia fue violada por aquellos en quien confiaban”. Ustedes --dijo-- son preciosos hijos de Dios, que siempre deberían esperar nuestra protección, nuestra atención y nuestro amor.

Asimismo, recordó que en algunos casos “la confianza fue traicionada por miembros de su propia familia, en otros casos por miembros de la Iglesia, sacerdotes que tienen una responsabilidad sagrada para el cuidado de las almas”. En todas las circunstancias, aseguró Francisco que “la traición fue una terrible violación de la dignidad humana”.

Para los que fueron abusados por un miembro del clero, el Papa dedicó unas palabras en especial: “lamento profundamente las veces en que ustedes o sus familias denunciaron abusos pero no fueron escuchados o creídos”. Sepan --aseguró-- que el Santo Padre les escucha y les cree. Igualmente, lamentó profundamente “que algunos obispos no cumplieran con su responsabilidad de proteger a los menores”. E indicó que resulta muy inquietante saber “que en algunos casos incluso los obispos eran ellos mismos los abusadores”.

Por otro lado, el Pontífice recordó que “estamos reunidos aquí en Filadelfia para celebrar el don de Dios de la vida familiar”. Y añadió que “dentro de nuestra familia de fe y de nuestras familias humanas, los pecados y crímenes de abuso sexual de menores ya no deben mantenerse en secreto y con vergüenza”.

Haciendo referencia al Año Jubilar de la Misericordia, el Santo Padre aseguró a los presentes que su presencia aquí hoy, tan generosamente ofrecida a pesar de la ira y el dolor que han experimentado, “revela el corazón misericordioso de Cristo”. Y reconoció que “sus historias de supervivencia, cada una única y convincente, son señales potentes de la esperanza que nos llega por la promesa de que el Señor estará con nosotros siempre”.

El Papa también se mostró agradecido con los familiares y amigos que estaban acompañando a las víctimas en el encuentro por “su apoyo compasivo” y aseguró su oración “para que muchas personas de la Iglesia respondan a la llamada de acompañar a los que han sufrido abusos”.

Que la puerta de la misericordia --pidió el Santo Padre-- se abra por completo en nuestras diócesis, nuestras parroquias, nuestros hogares y nuestros corazones, para recibir a los que fueron abusados y buscar el camino del perdón confiando en el Señor. “Les prometemos apoyarles en su proceso de sanación y en estar siempre vigilantes para proteger a los menores de hoy y de mañana”, aseguró.

Y como a los discípulos de Emaús, el Papa humildemente pidió a los presentes y a todos los sobrevivientes de abusos “que se queden con nosotros, con la Iglesia, y que juntos como peregrinos en el camino de fe, podamos encontrar nuestro camino hacia el Padre”.

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El Papa critica cuando los sistemas penitenciarios no generan nuevas oportunidades
 

11:00 - Filadelfia: el Santo Padre ha visitado una cárcel y ha recordado a los presos que Jesús ‘nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar’

 

Por Rocío Lancho García

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Procedente del seminario San Carlos Borroméo, donde el santo padre Francisco se dirigió a los obispos que participan en el Encuentro Mundial de las Familias y tuvo una audiencia con cinco víctimas de abusos por parte de personas de la Iglesia, llegó a la cárcel Curran-Fromhold, la más grande de Filadelfia.

Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio, su dolor y sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas, de una sociedad. Con estas palabras se dirigió el Santo Padre en su visita durante la cual se reunió con un centenar de presos.

El Papa aseguró que “el Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies para volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados”.

Asimismo, Francisco indicó que Jesús “viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos la fe y la confianza”. Quiere --añadió-- que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión no ha sido nunca un sinónimo de expulsión.

El Santo Padre reconoció que los presentes viven un momento doloroso “no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad”. Y advirtió que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, es una sociedad que “está condenada a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir”. Así, reconoció estar allí como pastor y como hermano para compartir su situación y hacerla también suya. “He venido a que podamos rezar juntos y presentarle a nuestro Dios lo que nos duele, también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección”, indicó.

Del mismo modo, aseguró que “por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar”.

No nos pregunta --añadió-- por dónde estuvimos andando, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Es más, Jesús nos dice: “si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó”. Por otro lado, el Pontífice indicó que “todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. Todos somos buscados por este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino”.

El Papa aseguró a los presentes que este momento en su vida solo puede tener una finalidad: “tender la mano para volver al camino, tender la mano que ayude a la reinserción social”. Una reinserción --añadió-- de la que todos formamos parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar.  

Por ello, el Santo Padre invitó a los presentes a tener esta actitud entre ellos, con todas las personas que de alguna manera forman parte de este instituto penitenciario. “Sean forjadores de oportunidades, sean forjadores de camino, de nuevos senderos”, exhortó Francisco.

“Todos tenemos algo de lo que ser limpiados, purificados. Que esa conciencia nos despierte a la solidaridad, a apoyarnos y buscar lo mejor para los demás”, pidió el Santo Padre al concluir su discurso. 

Al concluir saludó con visible afecto a muchos de los presos allí presentes y recibió algunos regalos por parte de los reclusos.

 

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El Papa: La familia es el lugar de la alianza de la Iglesia con la creación de Dios
 

9,40 - Filadelfia: en el seminario San Carlos Borromeo pide no criminalizar a los jóvenes sino ayudarlos al empeño del matrimonio

Por Sergio Mora

Roma, (ZENIT.org)

El Santo Padre entró en la capilla de seminario Saint Charles Borrome, este domingo 27, para encontrar a los obispos que son huéspedes del Encuentro Mundial de las Familias. El arzobispo de Filadelfia, Charles Joseph Chaput, le recibió con unas palabras.

El Pontífice, saliéndose del discurso programado, indicó que acababa de reunirse “con un grupo de niños que fueron abusados que son acompañados aquí en Filadelfia”, y que se siente "abrumando por la vergüenza" de que personas de la Iglesia hayan podido cometer esos crímenes. Y prometió que "todos los responsables rendirán cuenta”.

Concluida este fuera de programa, en sus palabras a los obispos, el Papa se centró en la familia “el lugar fundamental de la alianza de la Iglesia con la creación de Dios”.

“Hasta hace poco --recordó el Papa-- vivíamos en un contexto social donde la afinidad entre la institución civil y el sacramento cristiano era fuerte y compartida, coincidían sustancialmente y se sostenían mutuamente. Ya no es así”.

Y para ello dio dos imágenes propias de nuestras sociedades: “los conocidos almacenes, pequeños negocios de nuestros barrios y, por otro, los grandes supermercados o shopping”.

En un almacén uno podía encontrar “todas las cosas necesarias para la vida personal y familiar” si bien reconoció “que pobremente expuesto, con pocos productos" entretanto, “había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los vecinos compradores. Se vendía fiado, es decir, había confianza, conocimiento, vecindad”.

En cambio en los shopping center, hay grandes superficies con un gran número de opciones pero “no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás”.

“El mundo parece que se ha convertido en un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una dinámica competitiva. Ya no hay un vínculo personal, una relación de vecindad” porque “lo importante hoy lo determina el consumo” dijo.

Se trata de “un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más allá de las relaciones humana”, en el que “el prójimo deja de ser importante”. Y con situaciones como perseguir los like, o followers en las redes sociales.

Quiso dejar claro que no podemos “condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad”, ni pensar que 'Todo pasado fue mejor' o que “el mundo es un desastre y, si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar”. E ironizó que esas frases “me suenan como un tango argentino”.

“No, no creo --aseveró el Pontífice-- que este sea el camino. Nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo”.

Por ello indicó, “es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares”. Y quiso precisar que “nos equivocaríamos si pensáramos que esta 'cultura' del mundo actual sólo tiene aversión al matrimonio y a la familia, en términos de puro y simple egoísmo”.

Reconoció que hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales, mientras otros no se deciden porque están muy cómodos así. La tentación, aseguró, es “no fundar una familia”.

E instó a los pastores y obispos a “aunar fuerzas y relanzar el entusiasmo para que se formen familias que, de acuerdo con su vocación, correspondan más plenamente a la bendición de Dios”.

“El pastor ha de mostrar que el 'Evangelio de la familia' es verdaderamente 'buena noticia'" e invitó a ayudar a los jóvenes a madurar hacia el empeño del matrimonio.

Y citó dos ejemplos evangélicos que parecían imposibles: el de “una mujer samaritana con cinco 'no maridos' que será capaz de dar testimonio”, y el del joven rico respecto al publicano “que se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no había pensado nunca”.

“Que Dios nos conceda el don de esta nueva projimidad entre la familia y la Iglesia” dijo. Y concluyó recordando que "la familia es nuestra aliada, nuestra ventana al mundo, la evidencia de una bendición irrevocable de Dios destinada a todos los hijos de esta historia difícil y hermosa de la creación, que Dios nos ha pedido servir".

Al concluir su encuentro, el Papa entregó una imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, que le regalaron los obispos de Cuba, para una comunidad cubana en Estados Unidos.

A continuación se dirigió en helicóptero para encontrar a los presos de la principal cárcel de Filadelfia.  

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El Papa se reúne con víctimas de abusos "¡Dios llora!"
 

Fuera del programa en su visita a Filadelfia, Francisco ha recibido a tres mujeres y dos hombres que de niños fueron víctimas de la pederastia. Promete: "Todos los responsables rendirán cuenta" 

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco se ha reunido con algunas víctimas de abusos sexuales por parte de miembros de clero, de un familiar o educadores. El encuentro ha tenido lugar esta mañana, en el seminario San Carlo Borromeo, donde el Papa se aloja durante su estancia en Filadelfia. Se trataba de 5 personas adultas --3 mujeres y 2 hombres-- que sufrieron los abusos cuando eran menores de edad.

El Santo Padre cuando llegó a la capilla donde le aguardaban los obispos que participan en el Encuentro Mundial de las Familias, indicó "Llevo grabado en mi corazón las historias, los sufrimiento y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes. Continúa abrumándome la vergüenza de que las personas que tenían a su cargo el tierno cuidado de esos pequeños, les violaran y haberles causado graves daños. Lo lamento profundamente, ¡Dios llora!".
"Los crímenes y pecados de los abusos sexuales a los menores --prosiguió el Papa-- no pueden ser mantenidos  en secreto por más tiempo". Por ello, añadió, "me comprometo a la celosa vigilancia de la Iglesia para proteger a los menores y prometo que todos los responsables rendirán cuenta." 

Y quiso elogiar el valor de estas personas: "Ustedes, ellos, los supervivientes de abusos se han convertido en verdaderos heraldos de esperanza y ministros de misericordia. Humildemente les debemos a cada uno de ellos y sus familias nuestro gratitud por su inmenso valor para hacer brillar la luz de Cristo sobre el mal del abuso sexual de menores".

Al concluir este fuera de programa, precisó: "Y esto lo digo porque acabo de reunirme con un grupo de personas abusadas de niños que son ayudadas y acompañadas aquí en Filadelfia con el especial cariño de su arzobispo monseñor Chaput. Y nos pareció que teníamos que comunicarles esto".

La Oficina de Prensa de la Santa Sede, por su parte indicó que cada uno de ellos ha acudido al encuentro acompañado por un familiar o un ser querido. Aunque el encuentro no estaba previsto en el programa, desde hace varios días se hablaba de esta posibilidad. La noticia ha sido confirmada esta mañana por la Oficina de prensa de la Santa Sede.

El Santo Padre ha escuchados los testimonios de los presentes y les ha dirigido algunas palabras en común y después les ha saludado individualmente. Además, ha rezado con ellos. Francisco ha manifestado “su participación en su sufrimiento, su dolor y vergüenza en particular en el caso de las heridas creados en ellos por parte de miembros del clero y colaboradores eclesiales”, indica el comunicado.

Asimismo, ha renovado su compromiso y el de la Iglesia para que “todas las víctimas sean escuchadas y tratadas con justicia”, “los culpables sean castigados” y “los crímenes de abusos sean combatidos con una prevención eficaz en la Iglesia y en la sociedad”. Finalmente, el Pontífice ha dado las gracias a las víctimas por su contribución esencial para restablecer la verdad e iniciar un camino de sanación.

El encuentro, que ha durado media hora, ha terminado con la bendición del Papa.

El grupo recibido por el Papa, estaba acompañado por el cardenal Seán Patrick O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Comisión pontificia instituida por el Santo Padre para la tutela de los menores, por el arzobispo de Filadelfia, monseñor Charles Chaput y por el obispo Fitzgerald, responsable de la oficina de la diócesis de Filadelfia para la protección de menores.

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Viaje del Papa a Estados Unidos - Programa en Filadelfia, domingo 27 de septiembre
 

Último día del viaje apostólico en Estados Unidos, clausura el Encuentro Mundial de las Familias 

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

Domingo, 27 de septiembre
-- 9:15 Encuentro con los obispos invitados al Encuentro Mundial de las Familias en el Seminario St. Charles Borromeo en Filadelfia. (15:15 hora central europea)
-- 11:00 Visita a los presos del Instituto Correccional Curran-Fromhold en Filadelfia. (17:10 hora central europea)
-- 16:00 Santa Misa para clausurar el octavo Encuentro Mundial de las Familias en el B. Franklin Parkway en Filadelfia. (22:00 hora central europea)
-- 19:00 Encuentro con el Comité organizador, los voluntarios y benefactores 
    en el Aeropuerto Internacional de Filadelfia. (01:00 hora central europea)
-- 19:45 Ceremonia de despedida y regreso a Roma. (01:45 hora central europea)

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El papa Francisco


Discurso del Papa al comité organizador, los voluntarios y los benefactores del Encuentro Mundial de las Familias
 

En su último mensaje en Estados Unidos, Francisco asegura que esta tierra ha sido bendecida con grandes dones y oportunidades

Por Redacción

Madrid, (ZENIT.org)

El papa Francisco dirigió este domingo por la tarde su último discurso en Estados Unidos ante el comité organizador, los voluntarios y los benefactores del Encuentro Mundial de las Familias 2015. A continuación publicamos el texto completo de su despedida en el aeropuerto de Filadelfia:

Sr. Vicepresidente, Distinguidas Autoridades, Hermanos Obispos, Queridos amigos:

Los días que he pasado con ustedes se me han hecho cortos. Pero han sido para mí días de mucha gracia y pido al Señor que también lo hayan sido para ustedes. Quiero que sepan que, ahora que me preparo para partir, lo hago con el corazón lleno de gratitud y esperanza.

Estoy muy agradecido a todos ustedes y también a todos los que se han empleado a fondo para hacer posible mi visita y preparar el Encuentro Mundial de las Familias. De manera particular, doy las gracias a la Arquidiócesis de Filadelfia, a las Autoridades Civiles, a los organizadores y a los muchos voluntarios y bienhechores que han colaborado de una u otra manera.

Gracias también a las familias que han compartido su testimonio durante el Encuentro. ¡No es nada fácil hablar abiertamente de la propia vida! Sin embargo, su sinceridad y humildad ante el Señor y ante cada uno de nosotros nos han hecho ver la belleza de la vida familiar en toda su riqueza y variedad. Pido al Señor que estos días de oración y reflexión sobre la importancia de la familia para una sociedad sana, animará a las familias a seguir esforzándose en el camino de la santidad y a ver a la Iglesia como su segura compañera de camino, independientemente de los desafíos que tengan que afrontar.

Al finalizar mi visita, quisiera también agradecer a todos los que han colaborado en la preparación de mi permanencia en las Arquidiócesis de Washington y Nueva York. Para mí fue especialmente emotivo la canonización de san Junípero Serra, que nos recuerda a todos nuestro llamado a ser discípulos misioneros. También lo fue la visita, junto a mis hermanos y hermanas de otras religiones, a la Zona Cero, lugar que nos habla con fuerza del misterio del mal. Sin embargo, tenemos la certeza de que el mal no tiene nunca la última palabra y de que, en el plan misericordioso de Dios, el amor y la paz triunfarán sobre todo.

Señor Vicepresidente, le pido que reitere al Presidente Obama y a los miembros del Congreso mi gratitud, junto con la seguridad de mis oraciones por el pueblo estadounidense. Esta tierra ha sido bendecida con grandes dones y oportunidades. Ruego al Señor para que ustedes sean administradores buenos y generosos de los recursos humanos y materiales que les han sido confiados.

Doy gracias al Señor porque me ha concedido ser testigo de la fe del Pueblo de Dios en este País, como ha quedado manifestado en nuestros momentos comunitarios de oración y se puede ver en tantas obras de caridad. Dice Jesús en las Escrituras: «En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 24,40). Sus atenciones conmigo y su generosa acogida son signo de su amor y fidelidad a Jesús. Lo son también sus atenciones para con los pobres, los enfermos, los sintecho y los inmigrantes, su defensa de la vida en todas sus etapas y su preocupación por la familia. En todos estos casos se ve que Jesús está en medio de ustedes y que el cuidado de los unos por los otros es el cuidado con que tratan al mismo Jesús.

Ahora que los dejo, les pido a todos, especialmente a los voluntarios y bienhechores que han asistido al Encuentro Mundial de las Familias: No dejen que su entusiasmo por Jesús, por la Iglesia, por nuestras familias y por la familia más amplia de la sociedad se apague. Quiera Dios que estos días que hemos compartido produzcan frutos abundantes y permanentes; que la generosidad y el cuidado por los demás perduren. Y ya que nosotros hemos recibido mucho de Dios –dones concedidos gratuitamente, y no por nuestros méritos–, que también nosotros seamos capaces de dar gratuitamente a los demás.

Queridos amigos, los saludo a todos en el Señor y los encomiendo al cuidado maternal de María Inmaculada, Patrona de los Estados Unidos. Los tendré presentes en mis oraciones a ustedes y a sus familias, y les pido, por favor, que recen por mí. Que Dios los bendiga. ¡Que Dios bendiga a América! 

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Texto completo de la homilía del Papa en la misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias
 

El Santo Padre invita a que 'nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró'

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Publicamos a continuación la homilía del Santo Padre en la misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.

                 

Hoy la Palabra de Dios nos sorprende con un lenguaje alegórico fuerte que nos hace pensar. Un lenguaje alegórico que nos desafía pero también estimula nuestro entusiasmo.

En la primera lectura, Josué dice a Moisés que dos miembros del pueblo están profetizando, proclamando la Palabra de Dios sin un mandato. En el Evangelio, Juan dice a Jesús que los discípulos le han impedido a un hombre sacar espíritus inmundos en su nombre. Y aquí viene la sorpresa: Moisés y Jesús reprenden a estos colaboradores por ser tan estrechos de mente. ¡Ojalá fueran todos profetas de la Palabra de Dios! ¡Ojalá que cada uno pudiera obrar milagros en el nombre del Señor.                    

Jesús encuentra, en cambio, hostilidad en la gente que no había aceptado cuanto dijo e hizo. Para ellos, la apertura de Jesús a la fe honesta y sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo elegido de Dios, les parecía intolerable. Los discípulos, por su parte, actuaron de buena fe, pero la tentación de ser escandalizados por la libertad de Dios que hace llover sobre «justos e injustos» (Mt 5,45), saltándose la burocracia, el oficialismo y los círculos íntimos, amenaza la autenticidad de la fe y, por tanto, tiene que ser vigorosamente rechazada.

 Cuando nos damos cuenta de esto, podemos entender por qué las palabras de Jesús sobre el escándalo son tan duras. Para Jesús, el escándalo intolerable es todo lo que destruye y corrompe nuestra confianza en este modo de actuar del Espíritu.

Nuestro Padre no se deja ganar en generosidad y siembra. Siembra su presencia en nuestro mundo, ya que «el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero» (1Jn 4,10). Amor que nos da una certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él. Esa confianza es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor. Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer. Poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver con aquellos que «no son parte de nuestro grupo», que no son «como nosotros», es una tentación peligrosa. No bloquea solamente la conversión a la fe, sino constituye una perversión de la fe.              

La fe abre la «ventana» a la presencia actuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos. «El que les dé a beber un vaso de agua en mi nombre –dice Jesús– no se quedará sin recompensa» (Mc 9,41). Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo, de hermanos. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo. El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida tenga siempre sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la fe.

Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el contrario, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo.                   

Esta actitud a la que somos invitados nos lleva a preguntarnos hoy aquí, en el final de esta fiesta: ¿Cómo estamos trabajando para vivir esta lógica en nuestros hogares, en nuestras sociedades? ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos? (cf. Laudato si’, 160). Pregunta que no podemos responder sólo nosotros. Es el Espíritu el que nos invita y desafía a responderla con la gran familia humana. Nuestra casa común no tolera más divisiones estériles. El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, porque sabemos que las cosas pueden cambiar (cf. ibid., 13). Que nuestros hijos encuentren en nosotros referentes de comunión, no de división. Que nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró.                   

De manera directa, pero con afecto, Jesús dice: «Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lc 11,13) Cuánta sabiduría hay en estas palabras. Es verdad que en cuanto a bondad y pureza de corazón nosotros, seres humanos, no tenemos mucho de qué vanagloriarnos. Pero Jesús sabe que, en lo que se refiere a los niños, somos capaces de una generosidad infinita. Por eso nos alienta: si tenemos fe, el Padre nos dará su Espíritu.                    

Nosotros los cristianos, discípulos del Señor, pedimos a las familias del mundo que nos ayuden. Somos muchos los que participamos en esta celebración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de milagro en el mundo de hoy que está cansado de inventar nuevas divisiones, nuevos quebrantos, nuestros desastres. Ojalá todos fuéramos profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia familia todas las familias del mundo, y estoy hablando de milagro de amor y poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás.

Les dejo como pregunta para que cada uno responsa, porque dije la palabra impaciente. En mi casa  ¿se grita? ¿o se habla con amor y ternura? Es una buena manera de medir nuestro amor.

Qué bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro. Renovemos nuestra fe en la palabra del Señor que invita a nuestras familias a esa apertura; que invita a todos a participar de la profecía de la alianza entre un hombre y una mujer, que genera vida y revela a Dios que nos ayude a participar de la profecía de la paz, de la ternura y del cariño familiar. Que nos ayude a participar del gesto profético de cuidar con ternura, con paciencia y con amor a nuestros niños y a nuestros abuelos.

Todo el que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer al mal –una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante– encontrará gratitud y estima, no importando el pueblo, la región o la religión a la que pertenezca.

Que Dios nos conceda a todos ser profetas del gozo del Evangelio, del Evangelio de la familia, del amor de la familia. Ser profetas como discípulos del Señor y nos conceda la gracia de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del Evangelio. Que así sea.

                

            

        

 

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Texto completo del papa Francisco con los obispos en el seminario San Carlos Borromeo
 

A los obispos que participan al Encuentro Mundial de las Familias les exhortó a una alianza con las familias, a no estigmatizar a los jóvenes e invitarlos a tomar estado

Por Redacción

Roma, (ZENIT.org)

 El santo padre Francisco este domingo por la mañana tras haber anunciado su encuentro con personas que en su infancia fueron abusadas por sacerdotes o personas de Iglesia, y de haber asegurado que los responsables deberán rendir cuenta, entró en el tema que quería tratar con los obispos que han participado en el Encuentro Mundial de las Familias. Lo hizo este domingo en el seminario de San Carlos Borromeo en Filadelfia. A continuación las palabras textuales del Santo Padre.

“Hermanos Obispos: Me alegro de tener la oportunidad de compartir con ustedes este momento de reflexión pastoral en el contexto gozoso y festivo del Encuentro Mundial de las Familias.
Hablo en castellano porque me dijeron que todos ustedes hablan castellano.
En efecto, la familia no es para la Iglesia principalmente una fuente de preocupación, sino la confirmación de la bendición de Dios a la obra maestra de la creación. Cada día, en todos los ángulos del planeta, la Iglesia tiene razones para alegrarse con el Señor por el don de ese pueblo numeroso de familias que, incluso en las pruebas más duras, mantiene las promesas y conserva la fe.

Pienso que el primer impulso pastoral que este difícil período de transición nos pide es avanzar con decisión en la línea de este reconocimiento. El aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a pesar de todos los obstáculos que tenemos que enfrentar. La familia es el lugar fundamental de la alianza de la Iglesia con la creación de Dios. Sin la familia, tampoco la Iglesia existiría: no podría ser lo que debe ser, es decir, signo e instrumento de la unidad del género humano (cf. Lumen gentium, 1).

Naturalmente, nuestro modo de comprender, modelado por la integración entre la forma eclesial de la fe y la experiencia conyugal de la gracia, bendecida por el matrimonio, no nos debe llevar a olvidar la transformación del contexto histórico, que incide en la cultural social –y lamentablemente también jurídica– de los vínculos familiares, y que nos involucra a todos, seamos creyentes o no creyentes. El cristiano no es un 'ser inmune' a los cambios de su tiempo y en este mundo concreto, con sus múltiples problemáticas y posibilidades, es donde debe vivir, creer y anunciar.

Hasta hace poco, vivíamos en un contexto social donde la afinidad entre la institución civil y el sacramento cristiano era fuerte y compartida, coincidían sustancialmente y se sostenían mutuamente. Ya no es así. Si tuviera que describir la situación actual tomaría dos imágenes propias de nuestras sociedades. Por un lado, los conocidos almacenes, pequeños negocios de nuestros barrios y, por otro, los grandes supermercados o shopping.

Algún tiempo atrás uno podía encontrar en un mismo comercio o almacén todas las cosas necesarias para la vida personal y familiar –es cierto que pobremente expuesto, con pocos productos y, por lo tanto, con escasa posibilidad de elección–. Había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los vecinos compradores. Se vendía fiado, es decir, había confianza, conocimiento, vecindad. Uno se fiaba del otro. Se animaba a confiar. En muchos lugares se lo conocía como «el almacén del barrio».

En estas últimas décadas se ha desarrollado y ampliado otro tipo de negocios: los shopping center. Grandes superficies con un gran número de opciones y oportunidades. El mundo parece que se ha convertido en un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una dinámica competitiva. Ya no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás. No hay un vínculo personal, una relación de vecindad. La cultura actual parece estimular a las personas a entrar en la dinámica de no ligarse a nada ni a nadie. No fiar ni fiarse. Porque lo más importante de hoy parece que es ir detrás de la última tendencia o actividad. Inclusive a nivel religioso. Lo importante hoy lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir amistades, consumir religiones, consumir, consumir... No importa el costo ni las consecuencias. Un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más allá de las relaciones humanas. Los vínculos son un mero 'trámite' en la satisfacción de 'mis necesidades'. Lo importante deja de ser el prójimo, con su rostro, con su historia, con sus afectos.

Esta conducta genera una cultura que descarta todo aquello que ya «no sirve» o «no satisface» los gustos del consumidor. Hemos hecho de nuestra sociedad una vidriera pluricultural amplísima, ligada solamente a los gustos de algunos 'consumidores' y, por otra parte, son muchos –¡tantos!– los otros, los que solo «comen las migajas que caen de la mesa de sus amos» (Mt 15,27).

Esto genera una herida grande. Me animo a decir que una de las principales pobrezas o raíces de tantas situaciones contemporáneas está en la soledad radical a la que se ven sometidas tantas personas. Corriendo detrás de un like, corriendo detrás de aumentar el número de followers en cualquiera de las redes sociales, así van –vamos– los seres humanos en la propuesta que ofrece esta sociedad contemporánea. Una soledad con miedo al compromiso en una búsqueda desenfrenada por sentirse reconocido.

¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad? ¿Debemos anatematizarlos por vivir en este mundo? ¿Deben ellos escuchar de sus pastores frases como: 'Todo pasado fue mejor', 'El mundo es un desastre ¿y si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar?'. 'Esto me suena a un tango argentino. No, no creo que este sea el camino.

Nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo. Mirar la realidad con los ojos de aquel que se sabe interpelado al movimiento, a la conversión pastoral. El mundo hoy nos pide y reclama esta conversión. 'Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie» (Evangelii gaudium, 23).

El Evangelio no es un producto para consumir, no entra en esta cultura del consumismo.

Nos equivocaríamos si pensáramos que esta «cultura» del mundo actual sólo tiene aversión al matrimonio y a la familia, en términos de puro y simple egoísmo. ¿Acaso todos los jóvenes de nuestra época se han vuelto irremediablemente tímidos, débiles, inconsistentes? No caigamos en la trampa. Muchos jóvenes, en medio de esta cultura disuasiva, han interiorizado una especie de miedo inconsciente, y tienen miedo, es un miedo inconsciente y no siguen los impulsos más hermosos, más altos y también más necesarios. Hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales. Mientras tanto la vida se consume sin sabor. Porque la sabiduría del verdadero sabor de la vida llega con el tiempo, fruto de una generosa inversión de pasión, de inteligencia y de entusiasmo.

En el Congreso (de Estados Unidos ndr) hace pocos días atrás decía que estamos viviendo una cultura que empuja y convence a los jóvenes a no fundar una familia. Unos por falta de medios materiales y otros porque tienen tantos medios que están muy bien así. Y esta es la tentación: no fundar una familia.

Como pastores, los obispos estamos llamados a aunar fuerzas y relanzar el entusiasmo para que se formen familias que, de acuerdo con su vocación, correspondan más plenamente a la bendición de Dios. Tenemos que emplear nuestras energías, no tanto en explicar una y otra vez los defectos de la época actual y los méritos del cristianismo, sino en invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia.

En Buenos Aires cuantas mujeres se lamentaban:
-- 'Tengo mi hijo de 30, 32, 34 años que no se casa no se que hacer'.
-- 'Señora no el planche más las camisas'.
Hay entusiasmar a los jóvenes que corran este riesgo, porque éste es un riesgo de fecundidad y de vida.
También aquí se necesita una santa parresía, de los obispos:
-- '¿Por qué no te casas?'
-- 'Sí, tengo una novia, pero no sabemos, sí, no, estamos ahorrando para la fiesta'.
La santa parresía de acompañarlos y hacerlos madurar hacia el empeño del matrimonio.
​Un cristianismo que 'se hace' poco en la realidad y 'se explica' infinitamente en la formación está peligrosamente desproporcionado; diría que está en un verdadero y propio círculo vicioso. El pastor ha de mostrar que el 'Evangelio de la familia' es verdaderamente una 'buena noticia' para un mundo en que la preocupación por uno mismo reina por encima de todo. No se trata de fantasía romántica: la tenacidad para formar una familia y sacarla adelante transforma el mundo y la historia. Son las familias que transforman el mundo y la historia.

El pastor anuncia serena y apasionadamente la palabra de Dios, anima a los creyentes a aspirar a lo más alto. Hará que sus hermanos y hermanas sean capaces de escuchar y practicar las promesas de Dios, que amplían también la experiencia de la maternidad y de la paternidad en el horizonte de una nueva 'familiaridad' con Dios (cf. Mc 3,31-35).

El pastor vela el sueño, la vida, el crecimiento de sus ovejas. Este «velar» no nace del discursear, sino del pastorear. Solo es capaz de velar quien sabe estar 'en medio de', quien no le tiene miedo a las preguntas, al contacto, al acompañamiento. El pastor vela en primer lugar con la oración, sosteniendo la fe de su pueblo, transmitiendo confianza en el Señor, en su presencia.

El pastor siempre está en vela ayudando a levantar la mirada cuando aparece el desgano, la frustración y las caídas. Sería bueno preguntarnos si en nuestro ministerio pastoral sabemos 'perder' el tiempo con las familias. ¿Sabemos estar con ellas, compartir sus dificultades y sus alegrías?

Naturalmente, el rasgo fundamental del estilo de vida del Obispo es en primer lugar vivir el espíritu de esta gozosa familiaridad con Dios, y en segundo lugar difundir la emocionante fecundidad evangélica, rezar y anunciar el Evangelio (cf. Hch 6,4).

Siempre me ha llamado la atención y golpeó cuando al inicio, en el primer tiempo de la Iglesia los helenistas fueron a lamentarse porque las viudas y los huérfanos no estaban bien atendidos, los apóstoles no daban abasto, entonces los descuidaban, y se reunieron e inventaron a los diáconos. El Espíritu Santo les inspiró a constituir los diáconos. Y cuando Pedro explica: vamos a elegir 7 hombres para que se ocupen de este problema. Y a nosotros nos toca dos cosas, la oración y la predicación. Cuál es la primera tarea del obispo es rezar, rezar; y el segundo trabajo, predicar. Nos ayuda esta definición dogmática... y si mi equivoco cardenal, usted... Porque define el rol del obispos, que está constituido para pastorear, pero antes de todo pasa por la oración y el anuncio. Y después todo el resto, si queda tiempo.

Nosotros mismos, por tanto, aceptando con humildad el aprendizaje cristiano de las virtudes domésticas del Pueblo de Dios, nos asemejaremos cada vez más a los padres y a las madres –como hace Pablo (cf. 1 Ts 2,7-11)–, procurando no acabar como personas que simplemente han aprendido a vivir sin familia.

Alejarnos a la familia nos lleva a ser personas que aprenden a vivir sin una familia. Nuestro ideal no no es la carencia de afectos. El buen pastor renuncia a unos afectos familiares propios para dedicar todas sus fuerzas, y la gracia de su llamada especial, a la bendición evangélica de los afectos del hombre y la mujer, que encarnan el designio de Dios, empezando por aquellos que están perdidos, abandonados, heridos, devastados, desalentados y privados de su dignidad.

Esta entrega total al agape de Dios no es una vocación ajena a la ternura y al amor. Basta con mirar a Jesús para entenderlo (cf. Mt 19,12). La misión del buen pastor al estilo de Dios –solo Dios lo puede autorizar, no su presunción– imita en todo y para todo el estilo afectivo del Hijo con el Padre, reflejado en la ternura de su entrega: a favor, y por amor, de los hombres y mujeres de la familia humana.

En la óptica de la fe, este es un argumento muy válido. Nuestro ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia. Lo subrayo, desarrollar la alianza de la Iglesia con la familia. De lo contrario, se marchita, y la familia humana, por nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre noticia evangélica dada por Dios, e irá al supermercado de moda a comprar los productos que en ese momento les gusta más.

Si somos capaces de este rigor de los afectos de Dios, cultivando infinita paciencia y sin resentimiento en los surcos a menudo desviados en que debemos sembrar, realmente tenemos que sembrar muchas veces en estos surcos desviados, también una mujer samaritana con cinco 'no maridos' será capaz de dar testimonio. Y frente a un joven rico, que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía con calma, un publicano maduro se apresurará a bajar del árbol y se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no había pensado nunca.

Hermanos, que Dios nos conceda el don de esta nueva projimidad entre la familia y la Iglesia. Lo necesita la familia, lo necesita la Iglesia, y lo necesitamos los pastores.

La familia es nuestra aliada, nuestra ventana al mundo, la familia es la evidencia de una bendición irrevocable de Dios destinada a todos los hijos de esta historia difícil y hermosa de la creación, que Dios nos ha pedido que sirvamos".  

(Texto completo transcrito desde el audio por ZENIT)

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Texto completo del discurso del Papa en la cárcel de Filadelfia
 

El Santo Padre se ha dirigido a 100 presos a quienes recordó que reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

Publicamos a continuación el discurso completo del Santo Padre en la cárcel Curran-Fromhold de Filadelfia, en la que se dirigió a unos cien presos y a las autoridades y empleados de la estructura.

"Queridos hermanos y hermanas:

Gracias por recibirme y darme la oportunidad de estar aquí con ustedes compartiendo este momento. Un momento difícil, cargado de tensiones. Un momento que sé es doloroso no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad. Ya que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad, que los naturaliza y los asume como normales y esperables, es una sociedad que está «condenada» a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir. Yo vine aquí como pastor pero sobre todo como hermano a compartir su situación y hacerla también mía; he venido a que podamos rezar juntos y presentarle a nuestro Dios lo que nos duele y también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección.

Recuerdo el Evangelio donde Jesús lava los pies a sus discípulos en la Última Cena. Una actitud que le costó mucho entender a los discípulos, inclusive Pedro reacciona y le dice: «Jamás permitiré que me laves los pies» (Jn 13,8).

En ese tiempo era habitual que, cuando uno llegaba a una casa, se le lavara los pies. Toda persona siempre era recibida así. No existían caminos asfaltados, eran caminos de polvo, con pedregullo que iba colándose en las sandalias. Todos transitaban los senderos que dejaban el polvo impregnado, lastimaban con alguna piedra o producían alguna herida. Ahí lo vemos a Jesús lavando los pies, nuestros pies, los de sus discípulos de ayer y de hoy.

Todos sabemos que vivir es caminar, vivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida.

Por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: «Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos» (Jn 13,9). Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y en la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión.

Vivir supone ensuciarse los pies por los caminos polvorientos de la vida, de la historia. Todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. Todos, yo el primero. Todos somos buscados por este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino. A todos nos busca el Señor para darnos su mano. Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas de toda una sociedad. El Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies y volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados.

Este momento en la vida de ustedes solo puede tener una finalidad: tender la mano para volver al camino, tender la mano para que ayude a la reinserción social. Una reinserción de la que todos formamos parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar. Una reinserción buscada y deseada por todos: reclusos, familias, funcionarios, políticas sociales y educativas. Una reinserción que beneficia y levanta la moral de toda la comunidad y la sociedad.                     

Quiero animarlos a tener esta actitud entre ustedes, con todas las personas que de alguna manera forman parte de este Instituto. Sean forjadores de oportunidades, sean forjadores de camino, de nuevos senderos.

Todos tenemos algo de lo que ser limpiados y purificados. Todos. Que esa conciencia nos despierte a la solidaridad con todos, a apoyarnos y buscar lo mejor para los demás.

Miremos a Jesús que nos lava los pies, Él es el «camino, la verdad y la vida», que viene a sacarnos de la mentira de creer que nadie puede cambiar, la mentira de creer que nadie puede cambiar. Jesús que nos ayuda a caminar por senderos de vida y de plenitud. Que la fuerza de su amor y de su Resurrección sea siempre camino de vida nueva.

Y así como estamos, cada uno en su sitio sentado, en silencio, pedimos al Señor que nos bendiga. Que el Señor los bendiga y los proteja, haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia, les descubra su rostro y les conceda la paz. Gracias".

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Iglesia y Religión


Nuevo obispo para la diócesis de Chiclayo
 

Es Mons. Robert Francis Prevost, agustiniano de Chicago, quien se desempeñaba como administrador apostólico en Chiclayo

Por Redacción

Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org)

El santo padre Francisco ha nombrado como obispo de la diócesis peruana de Chiclayo a Mons. Robert Francis Prevost, hasta ahora administrador apostólico de la misma diócesis.

Lo informó este sábado, la Oficina de prensa de la Santa Sede en un comunicado en el que publica la biografía que indicamos a continuación.

Mons Robert Francis Prevost, OSA, nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Ilinois (Estados Unidos). Concluida secundaria en el Seminario Menor de los Padres Agustinianos en 1973 obtuvo el bachiller en ciencias matemáticas en la Universidad de Villanova.

Hizo la Profesión solemne el 29 de agosto de 1981. Al año siguiente obtuvo la licenciatura en Teología en la Catholic Theological Union de Chicago. En Roma recibió la ordenación presbiteral el 19 de junio de 1982.Se licenció en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Angelicum de Roma en 1987.

Una vez llegado a la misión Agustiniana en Perú, fue Canciller de la diócesis de Chulucanas (1985-1986). De 1987 a 1988 en Estados Unidos fue promotor de la Pastoral Vocacional y director de las misiones de su orden en la Provincia de Chicago.

En 1988 volvió a Perú en y dirigió el seminario de su orden en la ciudad de Trujillo y fue profesor de Derecho Canónico en el Seminario diocesano.

Fue prefecto de los estudios en dicho seminario y juez del Tribunal eclesiástico o regional, así como miembro del Colegio de Consultores de Trujillo.

Después de 10 años de ministerio ininterrumpido en Perú regreso a Chicago porque en 1998 fue elegido provincial de la Provincia Agustiniana de Chicago. En 2001 fue elegido prior general, encargo que realizó hasta el 2013 por dos sexenios.

De 2012 al 2014 fue director de formación del Convento de San Agustín en Chicago, primer consejero y vicario provincial de la provincia Nuestra Madre del Buen Consejo.

El 3 de noviembre de 2014 fue nombrado por el papa Francisco administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo en Perú, elevándolo al mismo tiempo a la dignidad episcopal, asignándole la sede titular de Sufar. Recibió la ordenación episcopal el 12 de diciembre de ese año.

 

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Espiritualidad y oración


San Simón de Rojas - 28 de septiembre
 

«Religioso trinitario. Excelso apóstol del rosario, conocido como el padre Avemaría, fundador de la Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María. Una figura notable en el Madrid de los Austrias»

Por Isabel Orellana Vilches

Madrid, (ZENIT.org)

Nació en Valladolid, España, el 28 de octubre de 1552. Sus padres se habían afincado allí y regentaban una carnicería. Era el tercero de cinco hermanos. Heredó de Constanza, su madre, el amor a la Virgen. Tanto es así que los cronistas aseguran que «Ave María» fueron las primeras palabras que pronunció cuando tenía catorce meses. Fueron también las que escoltaron su entrada en el cielo, puesto que ellas sellaron sus labios al final de su vida. Siendo un adolescente, y obviando la oposición familiar, solicitó el ingreso en la Orden trinitaria. Cumplió este sueño en 1566. Más adelante, tras cuatro años de noviciado, profesó en 1572.

Fue tartamudo hasta esta época de su vida, ya que antes de llegar a Salamanca para continuar su formación se detuvo en Paradinas de San Juan y en el desaparecido santuario-convento se veneraba a la Virgen de las Virtudes; le dedicó una novena y se curó de manera instantánea. Fue el lugar que eligió para oficiar su primera misa. Después partió a Toledo porque el capítulo provincial le había encomendado impartir las materias de filosofía y teología como lector de artes del convento. Ejerció la docencia hasta 1587, simultaneando esta actividad con la de formador; uno de los novicios era san Juan Bautista de la Concepción. También desempeñó el oficio de visitador apostólico en Castilla y en Andalucía de manera edificante, aceptando por obediencia estas misiones ya que por tendencia natural hubiera declinado las que revestían alta responsabilidad.

La inocencia evangélica del santo, figura señera en la corte de los Austrias, conmovió al monarca español Felipe III –quien lo escogió como consejero y preceptor de sus hijos–, y a su esposa Margarita de Austria. Ambos tomaron contacto con él a través de la condesa de Altamira que conoció a Simón cuando pasó por el convento trinitario madrileño en 1601. El juicio personal del rey, después de haberlo observado en las distancias cortas, era esclarecedor; sintetizaba la admirable virtud que había apreciado en él: «No he visto hombre que menos sepa a mundo». Que su devoción a la Virgen fue proverbial lo prueban las numerosas obras que emprendió en su honor. Entre otras cosas, logró que el «Ave María» fuese esculpida en el frontispicio del Palacio Real de Madrid. Por esta jaculatoria que continuamente brotaba de sus labios fue denominado «Padre Avemaría». Este saludo lo plasmó en la multitud de estampas que repartió dentro y fuera de España. Fiel observante del santo rosario, tuvo a la Virgen como modelo para su vida, y transmitió por doquier su anhelo de ser esclavo suyo considerando que todos los que se abrazasen a Ella podrían unirse más estrechamente con la Santísima Trinidad.

En 1612, con el beneplácito del rey Felipe III, fundó la Congregación de Esclavos del Dulcísimo Nombre de María que aglutinaba personas de todas condiciones, incluidos los miembros de la realeza y nobleza; éstos, que fueron los primeros afiliados, en nombre de la Virgen asistían a los pobres. «Si a Dios, que pide en el pobre, no le das, no recibirás», decía. En este afán de transmitir su devoción por la Madre de Dios, escribió un oficio para la festividad del Santo Nombre de María destinado a su Orden, que fue aprobado por la Santa Sede. Inocencio XI lo hizo extensivo después a toda la Iglesia. A Simón se debe también el rosario de 72 cuentas blancas y cordón azul en honor de la Inmaculada Concepción que realizaba con sus propias manos y repartía a diestro y siniestro. Con el número de cuentas significaba los años que pudo vivir la Virgen.

Además de su incansable tarea de difundir el amor a María y a la confesión, se ocupó de los cautivos a los que enviaba las cantidades que recaudaba para ellos. Se sentía profundamente conmovido por la muerte a manos de violentos berberiscos de tres hermanos religiosos que habían emprendido viaje para la redención de estos prisioneros. Los enfermos, los pobres, los presos de la cárcel de Madrid, los condenados, los niños abandonados para los que fundó una casa de acogida, los marginados por cualquier causa estaban en su orden de preferencia; ejercitaba con todos su acción caritativa y misericordiosa. Fue un gran confesor y maestro de la oración. A ella le dedicaba expresamente varias horas diarias, aunque vivía en una constante presencia de Dios. Por eso se ha dicho que «todo cuanto predicaba, todo lo alcanzaba en la oración». Ensambló maravillosamente contemplación y acción apostólica.

Felipe IV, que subió al trono en 1621, lo nombró confesor de su esposa, la reina Isabel de Borbón, y de su hermana Ana María Mauricia; ésta contraería matrimonio más tarde con Luís XIII de Francia. Simón se comprometió con el monarca a cumplir el compromiso, siempre y cuando no contraviniese los que conllevaba su condición religiosa, ni cercenar su acción apostólica con los pobres y esclavos. Además, no quiso ser tratado con deferencias, ni ser remunerado por ello.

En julio de 1624 fue testigo de un hecho deleznable, sacrílego, que sucedió en un templo donde se profanó una Sagrada Forma. El inmenso dolor que le produjo pudo ser el detonante de su imparable declive. Hasta que se produjo su deceso, acaecido el 29 de septiembre de ese año, mantuvo una intensa actividad. Dos días antes de quedar postrado con carácter irreversible, los religiosos le vieron en el coro orando unos instantes ante un cuadro de la Virgen de los Desamparados. Ya se había despedido de todos ellos. Clemente XIII lo beatificó el 19 de mayo de 1766. Juan Pablo II lo canonizó el 3 de julio de 1988, Año Mariano.  

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