Tribunas

La información, sin conspiración, en el Sínodo

José Francisco Serrano

Ha comenzado a rodar el Sínodo sobre la vocación y la misión de la familia y ya nos ha traído una sorpresa, una nueva hermenéutica, es decir, un añadido y perjudicial método de explicación de sentido: la hermenéutica de la conspiración, o en palabras del Papa Francisco, la lógica de la conspiración.

Tuvo que intervenir el Papa para tranquilizar las aguas en la barca de Pedro. Y lo hizo con un mensaje claro y directo. Un mensaje que el Papa Francisco formula con meridiana nitidez, pero que se complica cuando pasa por los filtros de la información, o de la desinformación. Porque en este Sínodo, en el que debe primar el diálogo franco y sincero, cada día que pasa se acrecienta el runrún de la ausencia de transparencia informativa.

Muestra de ello es el mensaje que el vaticanista español Antonio Pelayo lanzaba al orbe católico en días pasados. Rezaba así. “El Sínodo trabaja 7/8 horas diarias pero, informativamente, sus frutos no aparecen; nos recomiendan paciencia ante una máquina que no funciona”. Tweet que ha sido reproducido y glosado, entre otros, por Marco Tosatti.

Atrás quedaron los tiempos en los que los padres sinodales entregaban un texto para su difusión, en un contexto en el que no se les permitía hablar con los medios. Ahora no se hacen públicos los textos, pero se les permite, según su prudencia, relacionarse y hablar con los periodistas. Un ejercicio que, en muchas ocasiones, por pudor, no practican.

Por otra parte, están los portavoces oficiales que ofician de oficialidad. Mediadores imprescindibles más de contextos y tonos vitales que de textos.

La cuestión sigue estando en el alero de la historia de los sínodos. En cualquier estrategia informativa hay que tener en cuenta la naturaleza del acontecimiento y sus procesos. Como muy bien ha recordado el Papa, el sínodo no es un parlamento; ni los obispos, parlamentarios; ni los grupos o camarillas, partidos políticos, lobbies o demás familia.

Traducir el viento y el movimiento del espíritu en titulares es un ejercicio de malabarismo hermenéutico. La trasparencia absoluta, retransmitida televisivamente, es una quimera. Lo que vale siempre es la profesionalidad y el rigor a la hora de poner en valor la intencionalidad.

Y así sabremos, por ejemplo, qué pasa con los obispos españoles. Si ha hablado el cardenal Blázquez y qué es lo que ha dicho; y el arzobispo de Madrid y el obispo de Bilbao, y el cardenal de Barcelona. De momento, demasiado silencio. Quizá porque estemos en tiempos de aparente silencio.

 

 

José Francisco Serrano Oceja