El Sínodo de los Obispos ha dedicado tres semanas a
reflexionar y debatir sobre los problemas, los desafíos y la
misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad. Entre los
participantes han estado también laicos, expertos y
matrimonios que han aportado su visión al respecto,
basándola en su trabajo y experiencia personal. Es el caso de
la María Marcela Mazzini, profesora de Teología en la Facultad
de Teología de la
Pontificia Universidad Católica de
Argentina.
Lo primero que pensó cuando supo
que vendría al Sínodo fue en las inquietudes que se viven en
su país. “Aunque todos hablaban de los divorciados vueltos a
casar por lo civil, me empecé a dar cuenta de que había cosas
que estaban dividiendo las familias en dos o en muchos
pedazos. Me di cuenta que en mi país está entrando muy fuerte
el tema de la droga, especialmente en los sectores marginales.
Ahí se ve a la Iglesia como hospital de campaña”, explica la
profesora a ZENIT. Una familia que tiene un adicto está en una
situación tan grave --asegura-- que la problemática de la
comunión a los divorciados, es en comparación como tener alto
el colesterol.
Otro tema que se le presentó fuerte fue el de la
violencia. La violencia dentro y fuera de casa. Muchas muertes
de mujeres se dan dentro de casa. “¿Y cómo acompañamos esto?
¿Se nos queda grande? ¿Estamos pensando estrategias para
acompañar a esas familias, familias que se quedan a veces sin
padre y sin madre?”, se pregunta.
La profesora Mazzini asegura que se dio cuenta de
que había muchos desafíos, y cuando llegó a Roma vio que había
muchos más. Asimismo, reconoce que está viviendo el Sínodo con
la sensación de que hay que abrir mucho la cabeza y el
corazón. “Yo venía con todas estas cosas, y me encuentro que
en África y Asia el desafío más importante son los migrantes.
Y en África en concreto el asunto de las viudas desheredadas
por la familia del esposo, o la poligamia. Y en Asia los
matrimonios mixtos…”, explica. A propósito, observa la
docente, ella ve a la Iglesia que trata de estar cerca, hay un
deseo de acompañar, de estar, de encontrar estrategias.
Por otro lado reconoce que viendo todos estos
problemas y desafíos “hay una sensación de un poquito de
vértigo” pero “también veo un compromiso muy grande, deseo de
estar, aunque no se sepa muy bien cómo. Ahora hay que
encontrar los caminos”.
Un tema que ha surgido con frecuencia en el Aula
es el adaptar el lenguaje al mundo de hoy. Al respecto, esta
profesora argentina reconoce que “las instituciones de la
Iglesia y los teólogos mucha veces tenemos un lenguaje que
resulta incomprensible. ‘Sacramentos, gracia,
indisolubilidad’. Hay que encontrar palabras nuevas para las
realidades que también sean significativas para las personas
de hoy”.
Por ejemplo, explica, indisolubilidad a lo mejor
no es significativa, pero si hablas de amor siempre fiel, eso
lo entendemos todos. A propósito, cuenta que en los círculos
menores se daban cuenta de que “nosotros pertenecemos a otra
generación. Desconocíamos el whatsapp en nuestra adolescencia
y los obispos me decían ‘yo todavía no me llevo bien con el
celular’”, explica Marcela.
La teóloga también observa que el tema de la educación
sexual salió fuerte durante el debate y se vio “cómo nuestro
mensaje no llega porque está desactualizado, o no lo hablamos,
hay miedo de encarar el tema”. Ella explica que “no es lo
mismo ofrecer un regalo en una bolsa de supermercado que un
paquete bien presentado”. Esto hay que tenerlo sobre todo en
cuenta --indica-- con los niños y los adolescentes que todo
les entra por los sentidos. El mensaje ya sabemos cuál es,
pero ahora ¿cómo lo vamos a presentar para que sea atractivo?
Hay como un vacío que no se ha llenado, hay timidez en hablar
del tema, asegura la profesora.
También reconoce haber sido testigo de personas
que “han pedido la nulidad porque no sabían que el matrimonio
cristiano era para toda la vida, pensaban que era solamente un
‘deseo’, no un compromiso”. Hay gente --asegura-- que esto no
lo entiende cuando se casa. “Hay personas que se casan sin
querer tener hijos y no saben que estar abiertos a la vida es
una de las condiciones del matrimonio cristiano. Por eso, hay
que explicar bien a las personas a qué se están
comprometiendo, qué es este camino porque a lo mejor no es lo
que quieren”, explica durante la entrevista.
Hablando sobre el desafío que la Iglesia también
enfrenta con respecto a los jóvenes, la profesora Mazzini
cuenta que en el círculo hablaron de que hoy en día hay
“muchas cosas que hacer antes de casarse”. “La gente quiere
casarse, pero primero quiere establecerse en el trabajo, tener
un lugar para vivir, elementos para armar una casa en
conjunto… Todas esas cosas hacen que el matrimonio se retrase.
Muchos vienen de casas en las que sus padres se divorciaron y
ahora ellos quieren pensarlo bien”, observa.
A propósito, reconoce que hay que acompañar en
una preparación remota que viene junto con la catequesis,
donde hay que visualizar qué es el matrimonio cristiano. Y
esto va más allá de los cursos prematrimoniales. “Se ha
hablado de las cosas más diversas; desde cursillos que se
pueden hacer online, hasta catecumenado para el matrimonio.
También se habló de una preparación próxima, pero no inmediata
para esta edad, los jóvenes. Y así ver qué es esta vocación,
qué significa, qué es una con-vocación: no es solo elegir el
matrimonio, sino que estás llamado junto con otro, ¿cómo
acompañar esta búsqueda? Vivimos en un mundo muy
globalizado pero no siempre se generan lugares de encuentro
para los jóvenes cristianos”, explica.
Finalmente, la teóloga argentina asegura que el
Papa muchas veces entiende más, está más cerca de algunas
inquietudes que los que estamos trabajando en las
instituciones de la Iglesia. Haciendo referencia al
discurso que Francisco pronunció en la conmemoración del 50º
aniversario del Sínodo, precisa “mi interpretación es que
el Papa nos dice ‘yo voy a escuchar todo lo que ustedes dicen,
luego me voy a tomar el tiempo y espacio de oración y
discernimiento para decir una palabra para este momento,
teniendo en cuenta lo de ustedes’”.
La profesora, observa que ha podido sentir que
"en el Sínodo todas las personas tienen un deseo sincero de
ayudar. Y aunque no estés de acuerdo tienes que darte cuenta
de eso”. Del mismo modo, asegura que ha visto a “mucha gente
buena empeñada en hacer cosas por los demás. Dejando la vida”.
Y pide que “todo este empeño que estamos poniendo, ponerlo
también después para lo que el Papa nos proponga”.
Concluyó indicando que “se habla del proceso
sinodal que empezó en el 2014, pero yo creo que es un proceso
de cambio en la Iglesia. Hay algo que se ha desencadenado y yo
lo veo con mucha esperanza”.