La mayor parte de los participantes de la Asamblea de Obispos
realizada en el Vaticano “con Pedro y bajo Pedro”, son sacerdotes.
El Papa, los otros obispos y presbíteros presentes son sacerdotes.
Por eso lo más importante que sucedió en el corazón del Sínodo, no
fue la discusión y votación de “ideas”. Lo más importante que
sucedió dentro del Aula Sinodal, es que todos estos sacerdotes
tuvieron en su mente y especialmente en su corazón a las familias
concretas del mundo entero.
Durante tres semanas, familias con nombre y apellido, latieron en
el corazón sacerdotal de cada uno de los “padres” sinodales con esta
intención: queremos acercarnos cada vez más a la gente, a las
familias de hoy, con la mirada veráz y misericordiosa de Jesús en el
Evangelio, en nombre de la Iglesia madre y maestra.
Y, aunque algunos pocos de estos sacerdotes (cardenales, obispos)
se hayan quedado solamente en la discusión abstractas de ideas
diversas y contrarias, en una nube lejos de la realidad, como “la
realidad es superior a la idea” y como el corazón de estos
sacerdotes pastores es grande -como lo atestigua el corazón de
Francisco que, como Sucesor de Pedro se mantuvo firme y fuerte como
un hombre entero, en la búsqueda de lo que el Espíritu dice hoy a la
Iglesia sobre la vocación y misión de la familia-, lo más importante
que ha sucedido en este Sínodo es que la Iglesia toda, convocada por
el Papa, puso su mirada en la familia y con la ofrenda de tantos
sacerdotes las familias fueron puestas en el corazón de Dios.