El teólogo R. Bultmann, recordando las clases de Wilhelm Herrmann, decía que “uno no podía sustraerse a la impresión de una potente personalidad religiosa y moral. Cada hora de clase es como una celebración litúrgica”.

Pese al escaso reconocimiento social de la teología en España, incluido el ámbito de las universidades civiles y centros de generación de cultura, la riqueza de aportaciones, de reflexión, de publicaciones, de este ámbito del saber, es muy superior a las otras disciplinas. Por tanto, la producción teológica no debe pasar inadvertida a la conciencia social y cristiana.

El pasado tres de septiembre, el Papa Francisco se dirigía a los participantes del Congreso Internacional de Teología, de la Universidad Católica de Argentina, y al glosar los rasgos de la identidad del teólogo, recordaba que “el teólogo es alguien que ha hecho experiencia de Jesucristo, y descubrió que sin Él ya no puede vivir. Sabe que Dios se hace presente, como palabra, como silencio, como herida, como sanación, como muerte y como resurrección. El teólogo es aquel que sabe que su vida está marcada por esa huella, esa marca, que ha dejado abierta su sed, su ansiedad, su curiosidad, su vivir. El teólogo es aquel que sabe que no puede vivir sin el objeto/sujeto de su amor y consagra su vida para poder compartirlo con sus hermanos”.

Olegario González de Cardedal, Premio Ratzinger, que puede ser considerado uno de los teólogos españoles vivos más relevantes de la Iglesia, escribía en su libro “La teología en España (1959-2009) “que “una teología vigilante, por tanto, crítica y religiosa, tiene que hacer posible a la Iglesia mantenerse encendida ante su propio misterio, irse acompasando en palabras, acciones e instituciones a los giros de la historia, aprender de ellos e influir sobre ellos”.

¿Se ha producido un cambio generacional en la teología que se hace en España? ¿Un cambio al compás de los nuevos tiempos, de la nueva época que representa el Papa Francisco?

Una nueva generación de teólogos emerge en el panorama de las publicaciones especializadas y de la siempre necesaria presencia pública, eclesial y social. Una nueva generación que se está fraguando a la sombra de los maestros. Hablar de una nueva generación de teólogos significa hablar de los centros de formación teológica en nuestro país. Quizá lo más acertado hubiera sido construir este reportaje sobre los procesos de renovación interna de los centros teológicos. Al fin y al cabo, las instituciones están formadas por personas.

Por tanto, hay que hablar de personas. No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Faltarán nombres. Estarán desequilibradas las generaciones a las que pertenece. Pero esta enumeración somera es un indicativo de que una nueva época de la teología está pidiendo paso con fuerza. El elenco que viene a continuación es, por tanto, solo es una muestra que no tiene pretensión de ser exhaustiva y que se fija, principalmente, en los centros de mayor número de alumnos. En las instituciones de formación teológica no referidas aquí también se está produciendo procesos similares. En particular, en la Facultad de Teología de Cataluña y de los jesuitas de Granada. Y en los centros de formación diocesanos que no confieren títulos superiores, en dónde hay una nueva generación de profesores que está abriendo otras perspectivas.

Comencemos por la Universidad Pontifica de Comillas, con su Facultad de Teología, que tiene una moderna y accesible página web. Ahí encontramos un nombre que destaca en el panorama teológico: el salmantino Ángel Cordovilla. Director de la escuela de Teología de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, sus obras últimas destacan por la profundidad y equilibrio de sus afirmaciones. También hay que hablar, además de los jesuitas que pertenecen a una generación ya consolidada -Gabino Uríbarri, Santiago Madrigal y Enrique Sanz Giménez-Rico-, de los más jóvenes José Manuel Caamaño, Francisco J. de la Torre o Pedro Fernández Castelao.

Una característica de esta Facultad es el número de mujeres con el que cuenta su claustro. Algunos nombres son María Elisa Estévez, Carmen Márquez, Nuria Martínez-Gayol, Marta García y María del Carmen Massé.

La Universidad del episcopado español, la Pontificia de Salamanca, también está inmersa en un proceso de renovación generacional. Los nombres de la novel promoción, que destacan por sus presencias públicas, son los de Alfonso Fernández Benito, doctor en Teología moral, procedente de Toledo y cuyos trabajos conjuntos están en la órbita de lo investigado por monseñor Rico Pavés; Francisco García Martínez, que aparece en la página web de la Universidad como Director del Máster “Retos actuales de la práctica pastoral”; José Ramón Matito, traductor, entre otros libros, de varias obras del cardenal Müller al español; y Miguel Anxo Pena, historiador.

Dentro del ámbito de la teología moral, tenemos al redentorista Alberto de Mingo Kaminouchi, profesor de la Academia Alfonsiana de Roma y de la Saint Louis University de Madrid, cuya última obra ha sido “Introducción a la ética cristiana”, publicada por Sígueme. De Mingo Kaminouchi estudió en la Universidad Pontificia de Salamanca, y aunque mantiene una limitada presencia docente en centros teológicos españoles, sus obras y la novedad de la perspectiva con la que aborda algunas cuestiones le avalan.

En la Universidad Eclesiástica San Dámaso también sobresale un grupo destacado de teólogos a la sombra de la generación del Rector de este centro, el profesor Javier Prades. Hay un predominio de especialistas en dogmática y patrología, de entre los que citamos a Manuel Aroztegui, Gabriel Richi Alberti, Ignacio Carbajosa, Luis Sánchez Navarro, Agustín Giménez, Andrés Martínez Esteban, Jaime Ballesteros y Nicolás Álvarez de las Asturias. En el claustro de la Facultad aparece una mujer, Carmen Álvarez Alonso.

La Universidad de Navarra también cuenta con su grupo de profesores más jóvenes, entre los que hay que reseñar, entre otros, por orden alfabético a Alfonso Berlanga Gaona, Pablo Blanco Sarto, Miguel Brugarolas, Juan Luis Caballero, Álvaro Fernández de Córdova, Juan Antonio Gil Tamayo, Gregorio Guitán, Juan Ignacio Ruiz, y en la docencia de materias históricas, Carmen José Alejos.

A la Facultad de Teología del Norte de España, sede en Burgos, también se han incorporado nuevos profesores. Algunos nombres son Carlos Izquierdo Yusta, Juan María González Oña, Agustín Sánchez y Pedro Javier Rodríguez Santamaría.

La pregunta es si esta nueva remesa de teólogos y teólogas será capaz de cumplir el deseo del profesor Olegario González de Cardedal expresado en las siguientes líneas de su ya citado libro: “En España hay que salir de nuestro cerco de bardas y sebes, para ir más lejos y tener otros interlocutores. Y no en último lugar, dejar de publicar y de traducir tantas cosas que carecen de aquel nivel de reflexión que la cultura intelectual de nuestro medio reclama. Hay que pensar más y escribir menos; producir más desde nuestro propio horizonte e introducir menos autores extranjeros de tercera categoría” (p. 486).

Sin lugar a dudas, los mimbres, buenos mimbres, magníficos mimbres, están puestos.