Roma no está sola sin el Papa por más que Guido Morselli lo haya pretendido. Roma con Papa, por eso de llevarle la contraria al escritor italiano. Roma con el Papa y con los santos, no solo con los pecadores, por eso de que da la impresión de que en Roma solo habitan el Papa y los cuervos.

Recordemos la historia. Santa Catalina de Siena (1347-1380) visita por primera vez al Papa Gregorio XI, acompañada por su director espiritual, el beato Raimundo de Capua, dominico, que le hace de intérprete, y que terminó escribiendo la Vida de la más metafísica de todas las místicas, como diría H. U. Von Balthasar. En ella narra esta escena:

“Mientras hablábamos, la santa virgen se lamentó de que en la Curia Romana, donde debería haber un paraíso de virtudes celestiales, se olía el hedor de los vicios del infierno. El Pontífice, al oírlo, me preguntó cuánto tiempo hacía que había llegado ella a la Curia. Cuando supo que lo había hecho pocos días antes, respondió: “¿Cómo, en tan poco tiempo, has podido conocer las costumbres de la Curia Romana?” Entonces ella, cambiando súbitamente su disposición sumisa por una actitud mayestática, tal como la vi con mis propios ojos, erguida, dijo estas palabras: “Por el honor de Dios Omnipotente me atrevo a decir que he sentido yo más el gran mal olor de los pecados que se cometen en la Curia de Roma sin moverme de Siena, mi ciudad natal, del que sienten quienes los cometieron y los cometen todos los días”. El Papa permaneció callado, y yo, consternado” (n.152).

El editorial de la Cadena COPE del miércoles pasado sintetizaba la rueda de prensa del Padre Federico Lombardi, a propósito de los libros “Vía crucis”, de Gianluigi Nuzzi, y “Avarizia”, de Emiliano Fittipaldi, de la siguiente forma:

“Ante una avalancha de tal envergadura, conviene tener la serenidad de colocar cada nuevo dato en su contexto adecuado, tal y como ha hecho hoy el portavoz de la Santa Sede, el Padre Federico Lombardi, quien ha aclarado que buena parte de las informaciones están basadas en datos ya conocidos gracias al trabajo de comisiones internas y que son susceptibles de ser interpretadas de diversos modos. Después de lamentar la carencia de ética en la filtración de documentos internos de trabajo, el Padre Lombardi ha insistido en que es hora de hacer un añadido esfuerzo de clarificación y no dejarnos confundir por fáciles generalizaciones o por intereses desviados. Los bienes de la Iglesia están subordinados a las necesidades espirituales y materiales, en particular a la ayuda de los pobres y necesitados. El esfuerzo por alejar el recurrente sensacionalismo con el que se adornan estas informaciones exige claridad y trasparencia. Un ejercicio en el que está empeñado con tesón y sin freno el Papa Francisco”.
¿Qué ha dicho y qué ha escrito el portavoz el Vaticano? Sinteticemos sus pensamientos:

Se puede decir que en su mayor parte se trata de información ya conocida, aunque a menudo con menos amplitud y detalle; pero sobre todo hay que señalar que la documentación publicada está relacionada en gran parte con la notable recopilación de datos e informaciones puesta en marcha por el Santo Padre en persona para llevar a cabo un análisis y una reflexión acerca de la reforma y la mejora de la situación administrativa del Vaticano y la Santa Sede.

A menudo, partiendo de los mismos datos, son posibles lecturas diferentes.

En los libros hay también referencias al patrimonio inmobiliario de la Santa Sede y su utilización. Se da la impresión de que no hay un inventario claro de estos bienes y de que están valorados por debajo de su precio de mercado.

Como es obvio –advierte Lombardi–, también nos encontramos con la cuestión de los fines y el uso de los bienes que pertenecen a la Santa Sede. Bienes que, analizados en conjunto, parecen ingentes, cuando en realidad tienen el fin de sostener a lo largo del tiempo amplísimas actividades de servicio cuya gestión corre a cargo de la Santa Sede o instituciones con ella relacionadas, tanto en Roma como en las diversas partes del mundo.

El origen de la propiedad de estos bienes es diverso y desde hace tiempo están también disponibles varias herramientas para conocer su historia y su evolución (por ejemplo, estaría bien informarse acerca de los acuerdos económicos entre Italia y la Santa Sede en el marco de los Pactos Lateranenses y de la labor de establecimiento de una administración eficaz, desarrollada por Pío XI con la ayuda de óptimos y expertos colaboradores; una labor reconocida comúnmente como acertada y con visión de futuro, incluso en los aspectos sobre las inversiones en el extranjero y no solo en Roma o en Italia).

Con respecto al Óbolo de San Pedro, es necesario tener en cuenta que sus usos son diferentes, dependiendo también de las situaciones, a juicio del Santo Padre, a las que se da la ofrenda, con la confianza de los fieles que sostienen su ministerio. Las obras de caridad del Papa para los pobres son indudablemente una de los más importantes, pero desde luego los fieles no tienen la intención de excluir que el Papa pueda evaluar por sí mismo las situaciones de emergencia y el modo de responder a ellas a la luz de su servicio para el bien de la Iglesia universal.

El servicio del Papa incluye también la Curia Romana –como instrumento de su servicio–, sus iniciativas fuera de la diócesis de Roma, la comunicación de su magisterio a los fieles en las diversas partes del mundo, incluidas las más pobres y distantes, el apoyo a 180 misiones diplomáticas pontificias en todo el mundo, que sirven a las Iglesias locales e intervienen como agentes principales para distribuir la caridad del Papa en los distintos países, además de como representantes del Santo Padre en los gobiernos locales. La historia del Óbolo demuestra todo ello con claridad.

En resumen. La publicación a granel de una gran cantidad de información diferente, en gran parte vinculada a una fase de la tarea ya superada, sin la posibilidad necesaria de profundización y evaluación objetiva, lleva, en cambio, al resultado –por desgracia, en buena parte deseado– de crear la impresión de lo contrario, de un reino permanente de la confusión, de la falta de transparencia, cuando no de la búsqueda de intereses individuales o incorrectos.