Tribunas

Mística sin ascética

Daniel Tirapu

Recuerdo un artículo magistral del entonces Cardenal Ratzinger, hoy Papa emérito, sobre los peligros de la humanidad y especialmente de la gente joven, de querer alcanzar la Mística: estado de plenitud, seguridad, de enajenación, de dominio; sin pasar por la ascética: el duro combate contra el mal y las propias pasiones de la carne, del poder, de la riqueza, del yo. La gente tiene prisa y quiere experimentar el estado místico, sin esfuerzo. El sabio Ratzinger señalaba tres atajos muy peligrosos:

1. La droga: ensoñación de plenitud, dominio, control, placer, huida de la realidad en muy poco tiempo. Desde el alcohol hasta la cocaína. Es rápido pero el precio terrible: pérdida de salud física, psíquica, del trabajo, de las relaciones con los demás... una plaga.

2. El nacionalismo exacerbado: el sentimiento de unión de los míos, frente a los otros, alguien o algo, la euforia personal y colectiva de ser diferentes, de decidir ahora y porque sí nuestro plan, al margen de la realidad y de los costes sociales. Nazismo, comunismo, populismos llevan una gran carga emocional y de reivindicación. ¡Queremos asaltar el cielo! Pero cuesta mucho dinero, medios, mentira, el motor es el odio o la revancha y la realidad suele ser dura la hora de la verdad.

3. El terrorismo: con cuatro rifles y un poco de C.4 puedo cambiar un Estado, un modo de vida, sin ejército, sin reglas de guerra y paz. Sobre inocentes, sobre el miedo, el odio de que nadie está a salvo. También el terrorismo intrauterino: yo decido, yo corto la vida, la consecuencia de mis acciones, porque decido yo.

San Agustín, al ver a un borracho alegre y optimista, exclamó: quiero ser ese, pero sin haber bebido. No hay atajos, con el tiempo se da uno cuenta de que la primera reforma empieza por uno mismo, con la ayuda de Dios. Es urgente transmitir a la gente joven una cultura del esfuerzo, de las virtudes en su mejor acepción clásica y cristiana.

Los atajos son atajos y acaban en precipicios.