Transformar el panorama educativo en cinco años, es el reto que plantea José Antonio Marina en Despertad al Diplodocus, Ariel, 2015. Una aventura no pequeña, que aborda con su habitual solidez intelectual, respaldada por datos, autores y cifras que ilustran una necesidad cada vez más evidente: Es preciso cambiar la educación.

A lo largo de esta obra se articulan los elementos que, según el autor, son necesarios para producir dicho cambio. Formación de los docentes, trabajo colaborativo intra e intercentros, cambios en el tejido social desde el micro nivel –familia, escuela- hasta el macro nivel –políticas de estado-.

Ya era hora, decía la docente que hay en mí, al comenzar a leer. Ya era hora de que alguien dijera algo como esto. Luego, tras las primeras páginas en las que encontraba nombres y proyectos conocidos, crecía mi ilusión por hallar a los protagonistas de este cambio que se proyecta como una máquina bien engrasada, entre la formación y la acción. Huelga decir que el rigor que preside todos los trabajos de Marina, es también una constante en este libro, que sin duda resultará útil a quienes se interesan por el problema del cambio educativo en España, más allá de la barra del bar o el comentario en el autobús.

No obstante, tras la marea de nombres consagrados, seguía sin ver a los verdaderos protagonistas del tan deseado cambio educativo. Los docentes y los padres. Se habla, ciertamente de escuelas y proyectos; se anima a las familias y los centros en el deber ser, pero no se encuentra ni al maestro ni a la madre. Sus acciones reales y sus voces desaparecen tras las opiniones expertas, que; aunque necesarias, quedan huérfanas de vida escolar. Es, quizás, esa intrahistoria uno de los errores constantes que se han cometido en la sucesión de planes educativos a que se ha visto sometido este país.

Tal vez sea esa también, una de las razones por las que en muchos centros escolares se observa a los equipos de investigación educativa con cierta desconfianza y se produzca una especie de impermeabilidad al cambio. Stenhouse solía recordar que conviene escuchar a los maestros porque saben lo que hacen.
Se echan de menos en esta obra lo que los franceses llaman “historias de vida”; testimonios reales, que den al lector la calidez necesaria para creer que un cambio es posible. Sin ellos, sin los maestros o las familias, podríamos encontrarnos con que, el dinosaurio, al despertar, todavía esté allí.