La Navidad ha venido agitada en las redes sociales. Un poco como la primera Navidad de la Historia: que si el ángel se lo anuncia a los pastores, que éstos van a Belén, que si los Magos vienen de fuera y se lo comunican a Herodes, que si éste pone a sus adivinos a investigar el asunto… El colofón a estos líos lo pusieron algunas ocurrencias con motivo de las cabalgatas. Vistas con un poco de perspectiva, no fueron más que eso, ocurrencias. Penosas, de mal gusto, ideológicamente contaminantes, indecentes incluso. Pero ocurrencias. Hace mucho, pero que mucho tiempo, que esas cabalgatas habían perdido su espíritu. Que quienes llevan a gala su perroflautismo lo lleven hasta las túnicas de los Magos, era previsible. Es más, estoy convencido, a juzgar por sus atuendos habituales, que las pintas de los Magos de la cabalgata de Madrid les parecían de lo más adecuados. Si analizamos parte de las polémicas, no han sido muy distintas de las que se dieron por la vestimenta con que los distintos líderes políticos acudieron a Moncloa a entrevistarse con Rajoy. No nos engañemos: la polémica no reclamaba la celebración del misterio de la Encarnación en las calles y plazas de España.

En medio de todo este jaleo me puse a leer el último libro del Padre Rupnik, Veo una rama de almendro, acerca de la renovación de la vida consagrada. ¿Nos podemos extrañar de que en la Cabalgata de Reyes algunos ayuntamientos quiten toda referencia cristiana, cuando la vida de tantos cristianos, y en particular de personas consagradas, hace tiempo que dejó de ser martirial, esto es, testimonio de la presencia de Dios? ¿No les choca la diferencia entre nuestras polémicas “navideñas” y la alegría de los cristianos sirios en medio de la persecución? Cuando hemos reducido la Navidad a valores, ideales o costumbres, desgajados de la vida que los animaba, no hemos de extrañarnos de que haya quienes entienden esos valores “de otro modo”. Y no tenemos nada que oponerles. Hace tiempo que en nuestras cabalgatas los Magos ni seguían la estrella, ni adoraban al Mesías. Y pocos lo echaban en falta.

En el libro no se habla de las cabalgatas de forma explícita, pero es un buen ejemplo para entender lo que denuncia. Se trata de un libro lleno de sugerencias, reflexiones y, sobre todo, de experiencias. Al igual que en sus famosos mosaicos, en estas páginas de Rupnik nos vamos a encontrar con otra forma de mirar la realidad de la vida en Dios. Muy recomendable, desde luego, para las personas consagradas, a quienes se dirige de forma explícita en algunas cuestiones particulares. Pero en cuanto nos lleva a meditar sobre la renovación de la vida cristiana desde la comunión con la vida divina recibida como don, es un libro valioso para todos. La cultura será de nuevo cristiana cuando surjan formas de acercamiento al misterio generadas desde la comunión de vida con Dios, no desde un discurso sobre Dios y el hombre acuñados en la misma racionalidad ajena a la fe en la que se mueve la cultura actual, y en la que estamos inmersos: “Nuestro pensamiento no puede ser un discurso sobre Dios o sobre el hombre que se apoya en una racionalidad exterior al misterio de nuestra fe. Sin duda, está claro que nosotros estamos siempre estrechamente vinculados a una cultura que nos es contemporánea, también porque la llevamos dentro. Pero lo que es Dios y lo que es el hombre lo sacamos de la experiencia que hacemos del misterio, una realidad anterior a todo dato conceptual” (p.241).