Servicio diario - 03 de febrero de 2016
Prosiguiendo con las catequesis sobre la misericordia, en el resumen
hecho en español, el Papa ha explicado que “la Sagrada Escritura nos
presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como
justicia perfecta. Parecerían dos realidades que se contraponen”.
Pero no es así, ha indicado, “porque la misericordia de Dios es lo
que hace que se cumpla la verdadera justicia. La justicia humana
solamente limita el mal, no lo vence, no lo hace desaparecer.”
Asimismo, el Santo Padre ha asegurado que “la justicia divina, en
cambio, supera el mal contraponiéndolo al bien”.
Por otro lado, el
Pontífice ha observado que “el camino privilegiado que la Biblia nos
señala para alcanzar una auténtica justicia es aquel en el que la
víctima, sin recurrir al tribunal, se dirige directamente al
culpable, apelando a su conciencia, para que comprenda que está
realizando el mal y pueda convertirse”. Sólo así, ha advertido “el
culpable, reconociendo su culpa, puede abrirse al perdón que la
parte ofendida le ofrece”. Esta es la manera –ha afirmado Francisco–
de resolver los problemas y contrastes en la familia, entre esposos
o entre padres e hijos. El ofendido ama al culpable, no quiere
perderlo, sino recuperar la relación desgarrada.
Finalmente, el Papa ha indicado que “Dios actúa con nosotros,
pecadores, de la misma manera. Nos ofrece continuamente su perdón,
nos ayuda a acogerlo y tomar conciencia de nuestro mal, para poder
liberarnos de él y salvarnos, porque no quiere nuestra condenación
sino nuestra felicidad eterna”.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y
Latinoamérica. Y así, ha deseado “que el Señor Jesús, rostro
misericordioso del Padre, nos conceda, con su fuerza salvadora,
acoger el perdón divino y aprender a perdonar a nuestros hermanos”.
Antes de dar por concluidos los saludos en las distintas lenguas
un grupo de chicos y chicas del American Circus han
ofrecido un espectáculo de acrobacias al Santo Padre. Cuando han
terminado, el Papa ha recordado que estos espectáculos generan
belleza y que “esto no se improvisa, hay horas, horas, horas de
entrenamiento. El entrenamiento fastidia”. Por eso, Francisco ha
explicado que tal y como nos dice san Pablo, para llegar al final
hay que entrenar para vencer. Y esto es un ejemplo para todos
nosotros, porque “encontrar un buen fin sin esfuerzo es una
tentación”. De este modo, el Papa les ha dado las gracias por su
ejemplo. Además ha saludado a los participantes del seminario
promovido por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y a los
alumnos del Colegio Suizo de Roma.
Finalmente, el Pontífice ha dedicado también unas palabras
especiales para los enfermos, los jóvenes y los recién casados. Por
ello ha recordado que hoy celebramos a san Blás, mártir de Armenia.
Este santo obispo –ha explicado– nos recuerda el compromiso de
anunciar el Evangelio también en condiciones difíciles. Por eso, ha
deseado a los jóvenes que sean “valientes testigos de vuestra fe”.
También ha invitado a los enfermos a ofrecer “vuestra cruz cotidiana
para la conversión de los alejados de la luz de Cristo”. Para
concluir, ha pedido a los recién casados que sean “anunciadores de
su amor a partir de vuestra familia”.
El santo padre Francisco
en
la audiencia de este miércoles ha hablado de la misericordia de
Dios, que a diferencia de los tribunales que no perdonan el delito
pero hacen pagar la pena por haberlo cometido, existe el
ofrecimiento de perdón por parte de la víctima al culpable, abriendo
entonces sí el camino al perdón. Y esta es la forma de resolver los
conflictos dentro de las familias, en las relaciones entre esposos o
entre padres e hijos. El Papa recordó también que Dios no se cansa
de perdonarnos y quiere nuestra salvación, como deseaba que Pilatos
o Judas y todos los pecadores se salven. Y a los sacerdotes les
pidió que los penitentes les vean como padres.
Publicamos a
continuación la catequesis completa del Santo Padre durante la
audiencia general de esta mañana:
“Queridos hermanos y hermanas, buenos días. La Sagrada Escritura
nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como
justicia perfecta. ¿Cómo conciliar las dos cosas? ¿Cómo se articula
la realidad de la misericordia con las exigencias de la justicia?
Podría parecer que son dos realidades que se contradicen; en
realidad no es así, porque es precisamente la misericordia de Dios
que lleva a cumplimiento la verdadera justicia. ¿Pero de qué
justicia se trata?
Si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que
quienes se consideran víctima de una injusticia se dirigen al juez
en el tribunal y piden que se haga justicia. Se trata de una
justicia retributiva, que impone una pena al culpable, según el
principio que a cada uno debe darse lo que se le debe. Como recita
el libro de los Proverbios: “Quien practica la justicia está
destinado a la vida, pero quien persigue el mal está destinado a la
muerte” (11,19). También Jesús lo dice en la parábola de la viuda
que iba repetidamente al juez y le pedía “Hazme justicia contra mi
adversario” (Lc 18,3).
Pero este camino no lleva a la verdadera justicia porque en
realidad no vence el mal, sino que simplemente lo pone de lado. En
cambio solamente respondiendo a esto con el bien se puede vencer
verdaderamente al mal.
Este es otro modo de hacer justicia que la Biblia nos presenta
como el camino maestro para recorrer. Se trata de un procedimiento
que evita el recurso al tribunal y prevé que la víctima se dirija
directamente al culpable para invitarle a la conversión, ayudándole
a entender que está haciendo el mal, apelando a su conciencia. De
esta forma, finalmente arrepentido y reconociendo su propia culpa,
él puede abrirse al perdón que la parte ofendida le está ofreciendo.
Y esto es bonito, la persuasión. ‘Pero está mal esto…’ y así el
corazón se abre al perdón que se le ofrece. Es esta la forma de
resolver los conflictos dentro de las familias, en las relaciones
entre esposos o entre padres e hijos, donde el ofendido ama al
culpable y desea salvar la relación que lo une al otro. No cortar
esa relación.
Cierto, este es un camino difícil. Requiere que quien ha sufrido
el mal está preparado para perdonar y desea la salvación y el bien
de quien lo ha ofendido. Pero solo así puede triunfar la justicia,
porque, si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, de
este modo el mal ya no está, y aquel que era injusto se convierte en
justo, porque es perdonado y ayudado para volver a encontrar el
camino del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia.
Es así cómo actúa Dios en lo relacionado con nosotros, pecadores.
El Señor nos ofrece continuamente su perdón y nos ayuda a
recibirlo y a tomar conciencia de nuestro mal para poder liberarnos.
Porque Dios no quiere nuestra condena, sino nuestra salvación. Dios
no quiere la condena de nadie, de nadie. Alguno de los
presentes podrá hacerme la pregunta: ‘Pero padre, la condena de
Pilatos se la merecía’. Dios la quería’. ¡No! ¡Dios quería salvar a
Pilatos y también a Judas, a todos! Él, el Señor de la misericordia
quiere salvar a todos. El problema es dejar que Él entre en el
corazón.
Todas las palabras de los profetas son un llamamiento apasionado
y lleno de amor que busca nuestra conversión. Esto es lo que el
Señor dice a través del profeta Ezequiel. “¿Acaso deseo yo la muerte
del pecador […] y no que se convierta de su mala conducta y
viva? (18,23; cfr 33,11). ¡Eso es lo que le gusta a Dios!
Y este es el corazón de Dios, un corazón de Padre que ama y
quiere que sus hijos vivan en el bien y en la justicia, y por ello
vivan en plenitud y sean felices. Un corazón de Padre que va más
allá de nuestro pequeño concepto de justicia para abrirnos a los
horizontes ilimitados de su misericordia. Un corazón de Padre que no
nos trata según nuestros pecados y no nos paga según nuestras
culpas, como dice el Salmo. Y precisamente es un corazón de Padre el
que queremos encontrar cuando vamos al confesionario. Tal vez nos
dirá alguna cosa para hacernos entender mejor el mal, pero en el
confesionario todos vamos a encontrar a un padre; un padre que nos
ayude a cambiar de vida; un padre que nos dé la fuerza para ir
adelante; un padre que nos perdone en nombre de Dios. Y por esto ser
confesores es una responsabilidad muy grande, muy grande, porque
aquel hijo, aquella hija que se acerca a ti busca solamente
encontrar un padre. Y tú, sacerdote, que estás ahí en el
confesionario, tú estás ahí en el lugar del Padre que hace justicia
con su misericordia. Gracias”.
El santo padre Francisco está a punto de partir hacia México, en un
viaje que iniciará el próximo miércoles 12 y concluirá el jueves
18 de febrero. Tras indicar que
el
Papa será exigente con la Iglesia en México, porque ha recibido
muchos dones de la Providencia de Dios y está llamada a
custodiarlos, cultivarlos y fructificarlos, el profesor Guzmán
Carriquiry, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina
(CAL), con encargo de vicepresidente, destaca la situación
geopolítica de México en el continente americano, la cual crea un
marco de particular interés para este viaje apostólico, pues es una
gran frontera entre el norte y el sur de América. Es gran país de
encrucijadas por donde pasan todos los vientos y tempestades.
Como primer punto, el profesor uruguayo señaló:
“El 60 por ciento de los hispanos en Estados Unidos son de origen
mexicano, tan vinculados a su patria, a su tradición católica, a su
familia, que no obstante vivan en Estados Unidos discriminados,
muchas veces explotados, en trabajos del terciario más primitivo, no
olvidan su arraigo original”. Y añadió que “no obstante esa
situación, por amor a su gente y su tierra, constituyen las remesas
que, junto al turismo y el petróleo, son capitalización para México.
Sin olvidar que dentro de tres o cuatro años, los hispanos van a ser
la mitad de los católicos, y entre 2040 y 2050 un tercio de la
población de los Estados Unidos”.
El número dos de la CAL recordó que el
politólogo de la administración de Estados Unidos, Samuel P.
Huntington, en su libro ‘Choque de las civilizaciones’ le dedica a
México un capítulo “en el que se alegraba porque predecía que México
iba a dejar de ser un país latinoamericano para convertirse en país
norteamericano”.
“¡Pobre Huntington -expresó Carriquiry-
reflejaba la expresión de los poderosos del Norte, no entendía que
las raíces de los mexicanos son más profundas que las de los Estados
Unidos”. Y no solo ya que “Huntington en otro libro ‘Quienes somos,
reflexiones sobre la identidad norteamericana en tiempos de
globalización’, cambiaba enteramente de posición”. Así tras comparar
la invasión de los hispanos mexicanos a una militar, “asegura que la
única solución es ‘americanizarlos a etapas forzadas’. O sea
cancelarles el idioma, la religión católica, el amor a la propia
patria y al propio terruño. ¡Pobre Huntington, demuestra nuevamente
que no entiende nada sobre los mexicanos!”.
Hay otro elemento en este panorama, aseguró el
profesor Carriquiry: “Se trata del más importante Estado
hispanoamericano, que es al mismo tiempo una gran frontera que mira
hacia el norte y hacia el sur, por donde pasa la expansión
económica, cultural y religiosa de Estados Unidos hacia el sur, las
inversiones, el turismo, los evangélicos y pentecostales, así como
las corrientes espiritualistas neognósticas que tienen en California
sus laboratorios de exploración y expansión”.
Y de otro lado “pasan de Sur a Norte las
corrientes de inmigrantes centroamericanos, y también la droga”.
Carriqury precisó además que “si la red del
narcotráfico se desarrolla con toda su violencia en México, en
América Central y en el espinazo andino, y se transforma en la
compañía multinacional más rediticia y violenta de América Latina,
es porque en Estados Unidos está el mayor mercado y demanda de
droga. Y si la violencia en México se realiza con armas de alta
precisión de los grupos delictivos es porque abundan las factorías y
comercio de armas en Estados Unidos, especialmente allí donde EEUU
se acerca a esa gran frontera”.
Todo esto hace, explicó el profesor uruguayo,
que México “deba mirar hacia el norte, porque allí están sus
capitales e inversiones, el tratado de libre comercio con Estados
Unidos y Canadá, porque de allí viene el turismo y le es decisivo
desde el punto de vista económico”, entretanto “sin dejar de mirar
hacia el sur, donde está hermanado por orígenes, lengua, tradición
católica, cultura y vicisitudes históricas”. Por todo esto, “América
Latina necesita de México que es el Estado hispanoamericano más
importante; pero México necesita de América Latina para que la
vecindad con Estados Unidos no sea sofocante”.
“De todas maneras es sorprendente -añadió el
profesor Carriquiry- que la economía de México dependa de la
estadounidense, en ese sistema de producción global integrado de
EEUU que abarca todo el Caribe; dependiendo del turismo americano,
de los vaivenes del dólar… Y no obstante esa dependencia de esa
potencia mundial, declino, ningún país como México en América Latina
mantiene y es tan celoso de su identidad y soberanía cultural”.
Así constató que al visitante que va al país
“le sorprende la comida, el baile, la música, la literatura, ese mix
entre lo festivo y lo dramático, ese barroco que penetra toda la
realidad material y espiritual de México”.
Y concluyó recordando que en esta soberanía
cultural sorprendente que mantiene México, un papel de primera línea
lo tiene Nuestra Señora de Guadalupe, y para ello citó al Nobel de
la literatura el mexicano Octavio Paz, “que en una entrevista que
concedió antes de morir aseguraba: ‘La Virgen de Guadalupe ha sido
más ‘antiimperialista’ que 60 años de fervorosos discursos de los
políticos mexicanos’. En el sentido que ha resistido a la invasión
cultural de Estados Unidos, gracias a su estructura familiar y
comunitaria, a las madres de familia, al peso arraigado de sus
costumbres, a su religiosidad, y en todo ello a Nuestra Señora de
Guadalupe”.
En una entrevista colectiva, difundida a través de la
agencia Notimex, el Santo Padre reflexiona sobre la situación que
atraviesa el país azteca
El papa Francisco ha pedido un favor a los mexicanos: quiere que
le dejen un ratito solo delante de la imagen de la Virgen de
Guadalupe. Así lo ha indicado en una entrevista múltiple que ha
realizado conversando con varios mexicanos publicada este miércoles
por la agencia de noticias Notimex.
En esta conversación informal, disponible también en formato
vídeo, el Santo Padre cuenta que ha estado dos veces en
México. Las dos veces fue a visitar “a la Señora, a la Madre,
a la Madre del Dios por quien se vive”. Y confiesa que por
Ella siente “seguridad, ternura” y reconoce que cuántas veces
está con miedo por algún problema o que ha sucedido algo feo y
no sabe cómo reaccionar, le reza repitiéndose “No tengas
miedo, acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre”. Para el
Pontífice, la Virgen de Guadalupe es una imagen “decidora”, la
imagen de una madre que cobija, que cuida, que está metida en
su pueblo, con la tez de su pueblo.
Por otro lado, el
Papa también explica que no va a México “como un Rey Mago
cargado de cosas para llevar, mensajes, ideas, soluciones a
problemas, no se piensen todas esas cosas”. Él va como un
peregrino, “voy a buscar en el pueblo mexicano, que me den
algo”.
Asimismo asegura tener ganas de visitar el país azteca para
“vivir esa fe con ustedes”. O sea –indica– voy con el corazón
abierto para que se llene de todo aquello que ustedes me
pueden dar. Francisco afirma que los mexicanos “tienen una
idiosincrasia, una manera de ser que es fruto de un camino muy
largo, de una historia que se fue forjando lentamente, con
dolores, con éxitos, con fracasos, con búsquedas, pero hay
como un hilo conductor”.
Reflexionando sobre la situación concreta que atraviesa
México, el Santo Padre reconoce que más o menos el clima que
estamos viviendo en todo el mundo es de “violencia,
corrupción, guerra, niños que no pueden ir a la escuela por
sus países en guerra, tráfico, fabricantes de armas que venden
armas para que las guerras en el mundo puedan seguir”. Y los
mexicanos “están viviendo su pedacito, su pedacito de
“guerra”, su pedacito de sufrimiento, de violencia, de tráfico
organizado”, asegura. De este modo, el Pontífice asegura que
si va allí, “es para recibir lo mejor de ustedes y para rezar
con ustedes, para que los problemas de violencia, de
corrupción y todo lo que ustedes saben que está sucediendo, se
solucione”, porque “el México de la violencia, el México de la
corrupción, el México del tráfico de drogas, el México de los
carteles, no es el México que quiere nuestra Madre”.
El Obispos de Roma subraya que él no quiere “tapar nada de
eso” al contrario, quiere “exhortarlos a la lucha de todos los
días contra la corrupción, contra el tráfico, contra la
guerra, contra la desunión, contra el crimen organizado,
contra la trata de personas”. Al respecto, recuerda que “la
paz nace de la ternura, la paz nace de la comprensión, la paz
nace o se hace en el diálogo, no en la ruptura, y esta es la
palabra clave, el diálogo: diálogo entre los dirigentes,
diálogo con el pueblo y diálogo entre todo el pueblo”.
Al respecto recuerda que hay que estar abierto a hablar con
el otro y escuchar sus razones, a dejarse corregir. “Padre,
pero con un delincuente uno no puede hacer eso”, comenta el
Papa y responde: eso es verdad, pero yo puedo dialogar con
quien le puede cambiar el corazón a ese delincuente. Tenemos
la misma Madre.
Además, les pide que no entren “en ninguna transa que por
ganar dinero, me esclavice toda la vida en una guerra interior
y me quite la libertad, porque la paz da libertad”.
Por otro lado, el Santo Padre también explica que él va
“para servir”, “para ser un servidor de la fe de ustedes,
porque para eso me hice cura, para servir, porque sentí esa
vocación, para servir a la fe de ustedes, para servir a la fe
del pueblo”. Nuestra fe –recuerda el Pontífice a los
mexicanos– no es una fe de museo y la iglesia un museo. Y la
fe “tiene que salir a la calle, tiene que salir a los lugares
de trabajo, tiene que salir en el entendimiento con los demás,
esa fe tiene que expresarse en el diálogo, en la comprensión,
en el perdón, en la artesanía cotidiana de combatir por la
paz”, precisa. Que la fe salga a la calle “significa que yo en
mi lugar de trabajo, en mi familia, en las cosas que hago en
la universidad, en el colegio, me muestro como cristiano”,
explica el Papa.
Renovar la fe –concluye Francisco– quiere decir hacerla
“salidora”, hacerla callejera, que no le tenga miedo a los
conflictos, sino que busque solucionar los conflictos
familiares, escolares, sociales, económicos.
Organizado por Scholas Occurrentes, se celebrará en el
Estadio Olímpico de Roma el próximo 29 de mayo
El santo padre Francisco presidió este miércoles por la tarde un
encuentro en la Casina Pio IV, en el Vaticano, en donde se anunció que
el Partido interreligioso por la Paz se celebrará el próximo domingo
29 de mayo en el Estadio Olímpico de Roma. También fue presentado el
decreto escrito de puño y letra del Papa, por el cual eleva a Scholas
Occurrentes a Fundación Internacional de Derecho Pontificio.
Scholas Ocurrentes es un proyecto de alcance mundial que nació en
agosto de 2013 cuando el Santo Padre entregó a los futbolistas Lionel
Messi y Gianluigi Buffon un olivo de la paz. Pero su embrión surgió en
Argentina, cuando el actual Pontífice era arzobispo de Buenos Aires.
Esta entidad educativa de bien público vincula la tecnología, el
arte y el deporte para fomentar la integración social y la cultura del
encuentro. Trabaja con escuelas y comunidades educativas, tanto
públicas como privadas, de todas las confesiones religiosas, y conecta
a más de 400 mil escuelas y redes educativas en más de 71 países de
los cinco continentes, buscando el compromiso de todos los actores
sociales.
En el acto con el Papa, estuvieron presentes el ex jugador
brasileño Ronaldinho, su colega costarricense Bryan Luiz, el
presidente de la Liga Española de Fútbol, Javier Tebas, y el
presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol),
Alejandro Dominguez. También participaron seis estudiantes españoles
de Madrid, tres de ‘presión social’ y otros tantos de sistema
educativo además de sus progenitores y docentes.
La delegada episcopal de enseñanza de la diócesis de Madrid,
Inmaculada Florido, le explicó a ZENIT que “estos estudiantes le
explicarán al Santo Padre su experiencia en el congreso de una semana
en la capital de España, que realizaron unos 260 jóvenes que se
reunieron en el colegio La Salle del Sagrado Corazón, y profundizaron
dos temas, la presión social: el bulismo, la presión en las redes etc.
y otro grupo que se especializó en deficiencias del sistema
educativo”. Ellos hicieron peticiones concretas a los consejeros de
educación, asuntos sociales y familia. Y al arzobispo Osoro. Los seis
jóvenes delegados de 4º año superior, son tres de ‘presión social’ y
otros tantos de ‘deficiencia del sistema educativo’.
El último domingo de enero, se celebra el
Día Mundial de la
Lucha Contra la Lepra, una jornada instituida el 31 de enero de
1954 por el escritor y periodista francés Raoul Follereau. Se trata
de una fecha para informar y concienciar a la población sobre esta
enfermedad.
Tras el rezo del ángelus dominical, el papa Francisco
lamentó que la lepra sea una enfermedad que todavía afecte
“especialmente a las personas más pobres y marginadas”. “Esta
enfermedad, por desgracia, todavía afecta especialmente a las
personas más pobres y marginadas. Es importante mantener viva la
solidaridad con estos hermanos y hermanas, que quedan inválidos a
causa de esta enfermedad. A ellos les aseguramos nuestra oración y
también nuestro apoyo a los que les asisten”, dijo el Santo Padre.
La Iglesia posee una larga tradición de asistencia a los enfermos
de lepra, a menudo abandonados incluso por sus propios familiares.
Desde siempre les ha proporcionado cuidados médicos y atención
espiritual, sin olvidar su reinserción en la sociedad. Según los
datos del último Anuario Estadístico de la Iglesia, esta gestiona en
el mundo 611 leproserías.
Algunos testigos del Evangelio han vivido su amor a los leprosos
incluso llegando a participar de su misma enfermedad, como
san Damián de Molokai, el beato Juan Beyzym o fray Daniel de
Samarate. De otros santos se sabe que toda su vida o parte de ella
la han compartido con estos enfermos.
La lepra es una enfermedad que se puede curar, la causa principal
sigue siendo la pobreza y la falta de servicios sanitarios. No se
conoce con exactitud el número de enfermos en el mundo, sobre todo
porque algunos estados no quieren que se sepa de la presencia de
esta enfermedad en su territorio. Aun así es un problema sanitario
importante en varios países de África, Asia y América Latina.
La enfermedad está producida por el Mycobacterium leprae,
bacteria que se multiplica muy despacio por lo que su período de
incubación es muy largo (de dos a doce años), lo que dificulta saber
cuándo y cómo se produjo el contagio.
Los avances significativos en la lucha contra la lepra han sido
uno de los mayores éxitos de salud pública. Las cifras globales de
la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la enfermedad
destacan estos éxitos tempranos, demostrando que el impacto global
de la lepra se ha reducido un 95 por ciento desde 1980. Sin embargo,
la tasa de detección de nuevos casos de lepra se ha estabilizado en
unos 200 mil – 250 mil casos nuevos al año en los últimos 10 años y
sigue siendo endémica en las zonas más castigadas de muchos países
de los continentes anteriormente citados. Además, el último
informe de la OMS indica que la tasa de personas con
discapacidades visibles en el momento del diagnóstico ha aumentado
en el último año.
El país más afectado por la lepra sigue siendo la India, con
125.785 nuevos casos en 2014, una media de 340 nuevas infecciones
por día y el 59 por ciento de la carga mundial de la enfermedad. Le
siguen Brasil, con 31.064 nuevos casos, e Indonesia, con 17.025
nuevos casos. Estos tres países concentran el 81 por ciento de la
carga mundial de la enfermedad.
En España, la lepra sigue estando presente en algunas regiones.
De hecho, este país es el único de Europa occidental donde todavía
existe una leprosería. Se detectan una media de 20 casos al año,
aunque habitualmente son personas procedentes de países en los que
la enfermedad es endémica.
“Queremos que 2016 sea el año de los niños y niñas”, ha
explicado la portavoz de la entidad católica, Ana Muñoz. “No
se puede volver a repetir un año tan difícil para los menores
como el que hemos pasado. Para Misiones Salesianas, los niños
y niñas en situación de riesgo son la prioridad”, ha
destacado. “Los niños y niñas en situación de extrema
dificultad siempre pueden contar con los misioneros
salesianos”, ha asegurado Muñoz. “Su protección, su acogida,
su educación, su bienestar, sus risas y sus juegos son el
objetivo del trabajo de los misioneros salesianos en más de
130 países”, ha insistido la organización en su nota.
“Entre
todos podemos lanzar un mensaje claro a gobiernos y comunidad
internacional –ha indicado la entidad– para que los niños y
niñas más necesitados estén entre sus prioridades en este
año”. “Unámonos para que llegue un grito alto y claro a todos
los rincones del planeta”, han pedido los misioneros
salesianos. “Estemos juntos porque millones de niños y niñas
en el mundo no pueden vivir su infancia sin juegos, sin risas
y sin cuadernos. Porque millones de niños y niñas en el mundo
no tienen la oportunidad de recibir educación para soñar con
un futuro mejor. Porque millones de niños conocen el
sufrimiento antes de tiempo”, han concluido.
¿Qué es DYA y qué supone en la historia del Opus Dei?
— José González: DYA, acrónimo de Derecho y Arquitectura, fue una
residencia de estudiantes universitarios, que tuvo aneja una
academia de repaso de asignaturas. Se abrió en Madrid, bajo la
iniciativa de Josemaría Escrivá, en noviembre de 1933. Con el
estallido de la Guerra Civil tuvo que interrumpir bruscamente sus
actividades en junio de 1936. Para la historia del Opus Dei, esta
academia-residencia es importante, pues se trata de la primera
actividad organizada de modo corporativo o institucional.
La puesta en marcha de DYA se produce cinco años después de la
fundación del Opus Dei (1928). Junto con la actividad académica y
residencial, DYA fue un espacio en el que san Josemaría difundió el
mensaje del Opus Dei de un modo vivencial: haciendo vida con esos
jóvenes, invitándoles a seguir caminos de oración compatibles con
sus ilusiones humanas y profesionales.
En esa época san
Josemaría Escrivá era un joven sacerdote ¿los estudiantes de DYA que
recuerdan del fundador?
— José González: Recordamos especialmente su cercanía. En 1933, san
Josemaría tenía 31 años, caía bien a los estudiantes porque era
alegre y porque se preocupaba de sus intereses y sus problemas. Los
residentes y amigos que fueron a DYA se sentían a gusto en esa casa.
Por ejemplo, uno de los residentes, que era de Bilbao, escribió a
sus padres varias cartas durante el curso 1935-1936, donde expresaba
lo que había visto en ese sacerdote: cuando se puso enfermo, le
visitaba cada poco tiempo; cuando se quedaron sin servicio
doméstico, le vio hacer las camas de los residentes mientras estaban
en clase; cuando conversaban, el joven se sentía comprendido y
animado. Todos los testimonios de la época ofrecen un retrato
similar.
Otra característica que llama la atención a los estudiantes es la
intimidad con Dios. Utilizaba el verbo “enamorarse” para referirse
al trato con Jesucristo. Pero, más que con las palabras, se veía
cómo quería a Dios en los modos con los que rezaba o celebraba la
misa. No tenía arrebatamientos místicos. Lo que impresionaba a los
universitarios era su sencilla unión con Dios, compatible con un
talante humano abierto y familiar, y muy interesado por los estados
o el trabajo profesional de cada uno.
¿Conocían los universitarios de la DYA la propuesta de
san Josemaría?
— José González: El entonces don Josemaría era muy transparente.
Tenía conciencia de haber recibido una llamada específica de Dios y
se lo decía a quien se le acercaba. En el libro analizo -también con
cifras económicas- qué supuso para el fundador no tener casi nada y
a la vez, transmitir la certeza de que el mensaje del Opus Dei se
abriría camino por todo el mundo. Me llamó la atención, por ejemplo,
la crisis que se produjo a mitad del primer curso académico de la
residencia, cuando se quedaron sin dinero para pagar el alquiler de
los pisos, y les sugirieron que cerraran. En esos momentos, san
Josemaría comentó a los que le seguían en la Obra que sacar adelante
aquel proyecto no era un empeño suyo, sino que Dios estaba detrás.
En efecto, poco después consiguieron el dinero necesario.
Los años de la academia-residencia, son los de la Segunda
República en España, poco antes de la Guerra Civil ¿Cómo se vivía
esto en la residencia DYA?
— José González: La residencia no sufrió particularmente con la
legislación que fue definida como anticlerical por el mundo
católico. A fin de cuentas, DYA era una institución académica,
dirigida por un arquitecto, Ricardo Fernández Vallespín, uno de los
primeros miembros del Opus Dei, y regida por un reglamento parecido
al del resto de residencias de estudiantes de la época. El hecho de
que tuviese un capellán -san Josemaría Escrivá- que impartía
formación cristiana a quien quería, no interfería con su situación
legal.
Pero más allá del aspecto jurídico, ¿cómo fue la
convivencia de los estudiantes en un ambiente de crispación política
con tintes anticlericales?
— José González: Frecuentaron la casa estudiantes y licenciados de
múltiples asociaciones profesionales, religiosas y deportivas, y
también de diversas tendencias y afiliaciones políticas. La
residencia DYA fue un espacio de libertad. Además, el fundador
indicó que no se hablara de política en las tertulias y en los
encuentros colectivos. Deseaba así favorecer la convivencia, sin que
se cayese en propuestas ideológicas unilaterales, que mermasen la
libertad de elección de cada uno.
En este sentido, la documentación de los estudiantes, en los meses
anteriores a la Guerra Civil, evidencia un gran contraste entre lo
que pasaba dentro y fuera de DYA. Dentro, se estudiaba, se fomentaba
la convivencia y se daba formación cristiana. Fuera -en la facultad
o en la calle- la tensión era altísima. Hay muchos ejemplos de esto
en el libro.
¿Atendió san Josemaría otras actividades fuera del mundo
académico durante los años de la Segunda República?
— José González: En esos años, DYA quizá fue la actividad principal
promovida por el fundador del Opus Dei de modo corporativo. Pero
hasta el estallido de la Guerra Civil destacaría otras tres. En
primer lugar, unas sesiones de formación cristiana para sacerdotes
diocesanos, impartidas semanalmente; la segunda, una reunión,
también formativa, con mujeres; la tercera, el empeño de san
Josemaría por acudir personalmente a hospitales para atender, humana
y ministerialmente, a los enfermos. Estas actividades le permitieron
tratar grupos de estudiantes, licenciados, administrativos, personas
de oficios manuales y sacerdotes. Y al mismo tiempo, desarrollaba
todos sus encargos como sacerdote residente en Madrid: primero en el
Patronato de Enfermos y más tarde en el de Santa Isabel.
La misma residencia DYA no dedicaba su esfuerzo únicamente a la
formación profesional y religiosa. San Josemaría animó a los
residentes y a sus amigos a que visitaran a personas pobres o
enfermas, con el fin de llevarles un poco de cariño y también algo
de dinero o de bienes materiales imprescindibles. En este sentido,
indicó que se pusiese una caja en la residencia para poder dejar una
limosna que se destinaría a los necesitados. En mi estudio describo
algunas de esas visitas, hechas generalmente en grupos de dos o tres
estudiantes, a familias de escasos recursos.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y arzobispo
de Valladolid, cardenal Ricardo Blázquez Pérez, y el arzobispo de
Valencia y miembro del Comité Ejecutivo, cardenal Antonio Cañizares
Llovera, representarán a los obispos españoles en el
viaje
apostólico del papa Francisco a México, que tendrá lugar del 12
al 18 de febrero.
Los dos purpurados viajan invitados por la
Conferencia Episcopal Mexicana (CEM) y acompañarán al Santo Padre en
todo el recorrido de su primera visita al país, que lleva por lema
“Misionero de misericordia y paz”, informó este miércoles la CEE.
En su próximo viaje a México, el Pontífice estará frente a la
Virgen de Guadalupe, de la que es muy devoto, y a Ella le
encomendará el Año Jubilar de la Misericordia. El 13 de febrero, el
papa Francisco ingresará al camarín donde se halla la tilma de san
Juan Diego, donde quedó estampada la imagen de la Guadalupana.
En este país, la veneración a la Virgen ha tenido una especial
expresión en Santa María de Guadalupe, cuya aparición en el cerro
del Tepeyac, en 1531, ha sido decisiva en la evangelización de toda
América. El santuario mariano ha sido desde el siglo XVI meta de
numerosos peregrinos.
Reflexiones del obispo de San Cristóbal de las Casas sobre
el viaje apostólico
VEREl Papa no viene a México porque
seamos muy importantes, sino porque hay problemas. No viene
a visitar a sus amigos, sino a estar cerca de quienes más
sufren. No viene a hacer turismo, ni a llevarse dinero al
Vaticano, sino a traer signos de la misericordia de Dios y a
urgirnos ser más misericordiosos con los pobres. Entre estos
pobres, están los indígenas y los migrantes. También los
presos, los enfermos, los ancianos. No excluye a todos los
demás, pero tiene sus prioridades, que quiere sean las de
Jesús y las nuestras. No viene a hacerse publicidad, pues
nos ha dicho que no se debería hablar tanto del Papa, sino
de Jesucristo; que no hay que hablar tanto de la Iglesia,
sino de Reino de Dios.
Sin embargo, algunos no aceptan de corazón a los pobres.
Por ejemplo, unos dicen que qué les viene a ver a los
indígenas. Otros, que ojalá les diga que se porten mejor.
Así lo expresó una persona que me envió este mensaje: “Yo me
siento muy contenta que nuestro Papa nos visite y que venga
especialmente para la gente indígena, porque a ver si así
les viene a tocar un poco el corazón, ya que nuestros
hermanos indígenas son de muy mal corazón”. Y alguien más me
escribió: “Ellos son muy groseros e irrespetuosos; son los
que tapan carreteras, golpean los carros, asaltan, matan y
despojan hasta su propia gente. Ojalá que el Papa los
exhorte a ser más humanos”. Es decir, los indígenas son los
malos… No niego que haya pecado en ellos; pero no se
reconocen las vejaciones y la explotación de que han sido
víctimas. Esto es racismo puro, no de tiempos pasados, sino
de hoy. Y en cuanto a los migrantes, todavía sigue habiendo
desconfianzas y rechazos, así como engaños, robos,
extorsiones y mil sufrimientos que pasan.
PENSAR
El Papa Francisco nos ha llamado varias veces a la
conciencia para una conversión hacia los pobres, aunque hay
muchos oídos sordos, e incluso se le critica por hablar
tanto de estos temas. En particular, sobre indígenas y
migrantes, nos ha dicho:
“Es indispensable prestar especial atención a las
comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. Los
indígenas no son una simple minoría entre otras, sino que
deben convertirse en los principales interlocutores, sobre
todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a
sus espacios.
En diversas partes del mundo, los indígenas son objeto de
presiones para que abandonen sus tierras, a fin de dejarlas
libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no
prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la
cultura.
En nuestra época, los flujos
migratorios están en continuo aumento en todas las áreas del
planeta: refugiados y personas que escapan de su propia
patria interpelan a cada uno y a las colectividades,
desafiando el modo tradicional de vivir y, a veces,
trastornando el horizonte cultural y social con el cual se
confrontan.
La presencia de los emigrantes y de
los refugiados interpela seriamente a las diversas
sociedades que los acogen. Estas deben afrontar los nuevos
hechos, que pueden verse como imprevistos si no son
adecuadamente motivados, administrados y regulados. ¿Cómo
hacer de modo que la integración sea una experiencia
enriquecedora para ambos, que abra caminos positivos a las
comunidades y prevenga el riesgo de la discriminación, del
racismo, del nacionalismo extremo o de la xenofobia?
Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la
miseria empeorada por la degradación ambiental, que llevan
el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa
alguna.
Abundantes bendiciones para quienes
socorren a los migrantes. Acójanlos sin miedo.
Ofrézcanles el calor del amor de Cristo y descifrarán el
misterio de su corazón”.
ACTUAR
Abramos el corazón a los indígenas y a los migrantes.
Como ofrenda y fruto de la visita del Papa, estamos
construyendo otros dos albergues para migrantes, uno en
Frontera Comalapa, y el otro en Salto de Agua. Hemos abierto
una cuenta bancaria, por si alguien de ustedes quiere
colaborar en esta obra de misericordia: Cuenta No. 659 10 88
de Banamex, sucursal 7009, en San Cristóbal de Las Casas, a
nombre de un servidor.
Esta mujer pareció haber nacido para sufrir.
Examinando su acontecer, de nuevo la vida santa ofrece hoy una gran
lección salpicada de múltiples matices, entre los cuales cabe
destacar cómo fluye el amor divino en medio de las desdichas. Se
puede afirmar, sin riesgo a equivocarse, que por sus circunstancias
bien pudo dejarse envolver por el resentimiento. Durante décadas
fueron escasísimos los instantes de respiro. Ciertamente, la
naturaleza no se portó bien con ella. Nada agraciada en sus
facciones y con el cuerpo marcado por una incipiente discapacidad,
considerada culpable de su condición femenina y subestimada al
extremo, sufrió el desprecio de los suyos.
Uno de sus puntos álgidos fue el alejamiento de
su madre, Carlota de Saboya, que se le impuso a temprana edad. Por
si fuera poco, cuando creó un hogar supo lo que era la prepotencia y
la infidelidad. En suma, apenas conoció el lenguaje de la ternura.
Pero no se dejó atrapar por esa pérfida red devolviendo mal por mal;
no alimentó rencores, sino que se alzó poderosamente sobre el
pedestal de la fe y de la confianza en Dios, se refugió en María, y
lo que pudo haber sido su ruina humana y espiritual, se convirtió en
su corona de gloria. Es la respuesta de los santos. Saben que el mal
se combate con el bien.
Nació en la localidad francesa de Nogent-le-Roi
el 23 de abril de 1464 y, desde ese mismo momento, su padre, Luís XI
de Francia, no ocultó una profunda contrariedad que hizo patente sin
conmiseración alguna el resto de su vida, defraudado por no haber
tenido un heredero. Su madre, que la mantuvo a su lado en el
castillo de Amboise, la trató con cariño y le proporcionó una
profunda instrucción en la fe. A su padre no le agradaban lo más
mínimo las expresiones de este sentimiento maternal. De forma
autoritaria amenazó a la niña con severos castigos si osaba elevar
sus rezos al Altísimo y a María, en la que había aprendido a buscar
consuelo. La separó de Carlota para siempre, enviándola a la
fortaleza de Linieres donde crecería al amparo de los dueños de la
misma, contando con las atenciones que en su hogar no le
dispensaron. Éstos bienhechores nunca pusieron veto a su inclinación
hacia lo religioso. Por el contrario, se ocuparon de su formación
espiritual. Pero ese pequeño impasse del que pudo disfrutar
unos años conociendo lo que era vivir en un clima de paz, se terminó
de un plumazo en 1476 cuando se vio obligada a casarse con Luís,
duque de Orleáns, por razones de Estado.
Tenía 12 años y el duque 14, quien afrontó
forzadamente este matrimonio que le impuso el padre de Juana, tío
segundo suyo, bajo cuyo amparo vivía después de quedar huérfano a
temprana edad. Así que, profundamente disgustado, no disimuló su
animadversión hacia su esposa. Sin embargo, Juana intercedió por él
ante su hermano, el rey Carlos VIII, cuando fue encarcelado y
condenado a muerte. No es difícil imaginar cuántos sufrimientos
debieron producirle los desaires y humillaciones cotidianas,
privadas y públicas, de su marido. Ella respondía con paciencia,
silencio y humildad. Concebía en su mente virtudes que su esposo
estaba lejos de encarnar, amándole desde el corazón del Padre; era
uno de los signos de su inocencia.
En su espíritu conservaba el vaticinio de María
anunciándole la fundación de una congregación religiosa en su honor.
La Madre del cielo le había hecho saber: «Hija mía, seca tus
lágrimas; un día tú huirás de este mundo de cuyos peligros temes, y
darás nacimiento a una Orden de santas religiosas ocupadas en cantar
las alabanzas a Dios, y fieles en seguir mis pasos». Preso de
una grave enfermedad, el rey Luís XI reclamó la presencia de san
Francisco de Paula. El milagro que esperaba del santo no se produjo.
Pero murió arrepentido y dejó para su hija el único signo de ternura
y comprensión que se conoce: la dirección espiritual a cargo de
aquél. Francisco recibió el apoyo y gratitud de Carlos VIII, hijo y
sucesor del rey fallecido, y permaneció en la corte.
A la muerte de Carlos, el duque de Orleáns subió
al trono como Luís XII y decidido a contraer nuevas nupcias con Ana
de Bretaña, repudió a Juana. Ésta pudo haberse opuesto, pero no lo
hizo. Esa determinación, que conllevó anulación de su matrimonio, en
juicio harto embarazoso y ruin para ella, la dejaba libre para
consagrarse por entero a Dios. San Francisco de Paula la dirigía por
carta y a él le confió el tema de la fundación que la Virgen le
había rogado que pusiese en marcha. Después de efectuar otras
consultas sin que viesen claro su empeño, Juana persistió y, al
final, en su refugio de Bourges, donde llevaba una vida de
penitencia y se dedicaba a socorrer a los pobres, fundó la Orden de
la Santísima Anunciación de la Santa Virgen María con la ayuda de su
confesor, el franciscano Gabriel Mary (Gilberto Nicolás).
El proceso de aprobación no fue fácil, pero en
1501 el papa Alejandro VI dio su beneplácito. Juana emitió los votos
en 1504. Tantos sufrimientos, unidos a sus intensos ayunos y
penitencias, acabaron con su vida el 4 de febrero de 1505. El que
había sido su esposo se ocupó de que fuese enterrada con los altos
honores que le correspondían por su rango. Fue beatificada por
Benedicto XIV en 1742, y canonizada por Pío XII el 28 de mayo de
1950.