Servicio diario - 29 de febrero de 2016


 

El Papa en Sta. Marta: ‘La salvación de Dios no sigue nuestros esquemas’

Redaccion  |  29/02/16
 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano). – El papa Francisco, en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta, recordó que la salvación de Dios no viene de las cosas grandes, del poder o del dinero, sino de las cosas pequeñas y sencillas.

Tal y como señaló el Papa, las lecturas del día nos hablan de la indignación: se indigna un leproso, Naamán el sirio, que pide al profeta Eliseo que lo cure, pero no aprecia la forma sencilla en la que esta sanación debería suceder. También se indignan los habitantes de Nazaret frente a las palabras de Jesús, su conciudadano. Es la indignación frente al proyecto de salvación de Dios que no sigue nuestros esquemas. Por eso, el Pontífice advirtió que no es “como nosotros pensamos que sea la salvación, esa salvación que todos queremos”.

Jesús siente el “desprecio” de “los doctores de la Ley que buscaban la salvación en la casuística de la moral” y en muchos preceptos, pero el pueblo no tenía confianza en ellos. De este modo indicó que los saduceos buscaban la salvación en los compromisos con los poderes del mundo. Y la gente no les creía. Pero sí creían en Jesús, “porque hablaba con autoridad”.

Y ¿por qué esta indignación? El Papa respondió que se debe a que en nuestra imaginación, “la salvación debe venir de algo grande, de algo majestuoso; solo nos salvan los poderosos, los que tienen fuerza, que tienen dinero, que tienen poder: estos pueden salvarnos”. Pero –recordó– el plan de Dios es otro. “Se indignan porque no pueden entender que la salvación solamente venga de lo pequeño, de la sencillez de las cosas de Dios”.

En esta línea, Francisco prosiguió asegurando que cuando Jesús hace la propuesta del camino de salvación nunca habla de cosas grandes sino de cosas pequeñas. Son “dos pilares del Evangelio” que se leen en Mateo, las bienaventuranzas, y en el capítulo 25, el Juicio Final.

Asimismo, invitó, como preparación a la Pascua, a leer las bienaventuranzas y Mateo 25 y así “pensar y ver si algo de esto nos indigna, me quita la paz. Porque la indignación es un lujo que solo pueden permitirse los vanidosos, los orgullosos”.

Finalmente, el Santo Padre recordó que nos hará bien tomar un poco de tiempo para leer las bienaventuranzas, leer Mateo 25 y estar atentos a qué sucede en nuestros corazón: “Si hay algo de indignación, pedir la gracia al Señor de entender que el único camino de la salvación es la ‘locura de la Cruz’, es decir la aniquilación del Hijo de Dios, del hacerse pequeño. Representado aquí, en el baño en el Jordán o en el pequeño pueblo de Nazaret”.

(Texto de Radio Vaticano traducido y adaptado por ZENIT)


 

 


 

Francisco al patriarca Abuna: ‘Es más lo que nos une de lo que nos divide’

Redaccion  |  29/02/16
 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano). – El papa Francisco recibió este lunes en el Vaticano al patriarca de la Iglesia ortodoxa tawahedo de Etiopia, su santidad Abuna Matthias I y a la delegación que le acompañaba. El Papa y el Patriarca tuvieron un coloquio privado y después pronunciaron sus respectivos discursos. A continuación fue el intercambio de regalos.

La Iglesia Ortodoxa de Etiopía cuenta actualmente con 35 millones de fieles, principalmente en África. Es una Iglesia oriental autocéfala, es decir, que tiene su propio patriarca autónomo desde 1959, porque antes dependía directamente del patriarca copto de Alejandría.

Durante su discurso, el Pontífice recordó que desde el 2004 la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales han profundizado su comunión a través del diálogo teológico de la Comisión internacional conjunta. Y que gracias a ello “hemos descubierto que tenemos casi todo en común”, y que es mucho más lo que nos une que lo que nos divide.

Además, precisó Francisco, los mártires y santos de todas las tradiciones eclesiales son ya una sola cosa en Cristo y cuyo martirio es una invitación “para recorrer juntos los caminos hacia una unidad siempre más plena”.

Y señaló la existencia de amplios espacios de colaboración para ambas Iglesias en favor del bien común y de la protección de la creación, superando el “fardo de dolorosos malentendidos y de desconfianza, por la cual pedimos perdón y la curación de Dios”.

A continuación el texto completo

“Queridos hermanos en Cristo.
Es una alegría y un momento de gracia poder dar la bienvenida a todos los aquí presentes. Saludo con afecto a Su Santidad y a los ilustres miembros de la delegación. Les agradezco por las palabras de amistad y cercanía espiritual y a través de los aquí presentes envío mis cordiales saludos a los obispos, al clero y a la entera familia de la Iglesia ortodoxa etíope tewahedo en todo el mundo. La gracia y la paz de Nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes.

La visita de vuestra santidad refuerza las relaciones fraternas que ya une a nuestras iglesias. Recordamos con gratitud la visita del patriarca Abuna Paulos a san Juan Pablo II en 1993. El 26 de junio de 2009 Albuna Paulo regresó para encontrarse con Benedicto XVI, que lo invitó en octubre del mismo año como huésped especial, para que interviniera en la segunda Asamblea para África, del sínodo de los obispos, hablando de la situación del continente africano y los desafíos de los pueblos africanos.

En la Iglesia primitiva era praxis común que una Iglesia enviara a su representante a los sínodos de las otras Iglesias. Este sentido de compartir eclesiástico ha sido muy evidente también en el 2012, en ocasión del funeral de su santidad Abuna Paulos, en el cual estuvo presente una delegación de la Santa Sede.

Desde el 2004 la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales han intentado profundizar juntas su comunión a través del diálogo teológico llevado adelante por la Comisión Internacional Conjunta. Tenemos alegría al constatar la creciente participación ortodoxa etíope tewahedo en este diálogo. Durante años la comisión ha examinado el concepto fundamental de Iglesia comunión, entendida como participación a la comunión entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo. De tal manera hemos descubierto que tenemos casi todo en común: una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor Salvador Jesucristo. Estamos unidos en virtud del Bautismo que nos ha incorporado al único Cuerpo de Cristo.

Estamos unidos gracias a varios elementos comunes de nuestras ricas tradiciones monásticas y prácticas litúrgicas. Somos hermanos y hermanas en Cristo. Como ha sido reiteradamente observado, lo que nos une es mucho más de lo que nos divide.

Sentimos la verdad de las palabras del apóstol Pablo: “Si un miembro sufre, todos los miembros sufren juntos; y si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran con él”. (1 Cor 12,26).

Los sufrimientos compartidos han hecho que los cristianos, que se encontrarían divididos en muchos aspectos, se acercaran los unos a los otros. Del mismo modo por el cual la sangre derramada por los mártires se ha vuelto semilla de nuevos cristianos en la Iglesia primitiva.

Hoy la sangre de tantos mártires pertenecientes a todas las Iglesias se vuelve semilla de unidad para los cristanos. Los mártires y santos de todas las tradiciones eclesiales son ya una solo cosa en Cristo; sus nombres están escritos en el único ‘martyrologium’ de la Iglesia de hoy. El ecumenismo de los mártires es una invitación dirigida a nosotros aquí y ahora para recorrer juntos los caminos hacia una unidad siempre más plena.

La vuestra ha sido una Iglesia de mártires desde el principio, y aún hoy dan testimonio de una violencia devastadora contra los cristianos y contra otras minorías en Oriente Medio y en algunas partes de África. No podemos dejar de solicitar una vez más, a quienes dirigen los destinos políticos y económicos del mundo, que promuevan una coexistencia pacífica basada en el respeto recíproco y en la reconciliación, en el perdón mutuo y la solidaridad.

Vuestro país está realizando grandes esfuerzos para mejorar las condiciones de vida de la población para construir una sociedad cada vez más justa, basada en el Estado de derecho y en el respeto del rol de las mujeres. Recuerdo en particular el problema de la falta de agua, con sus graves repercusiones sociales económicas.

Existe un amplio espacio para la colaboración entre las Iglesias a favor del bien común y de la protección de la creación, y no dudo de la disponibilidad de la Iglesia católica de Etiopía para trabajar junto a la Iglesia ortodoxa tewahedo que su santidad preside.

Santidad, queridos hermanos, es mi ardiente esperanza que a partir de este encuentro inicie un nuevo tiempo de hermandad entre nuestras Iglesias. Somos conscientes que la historia ha dejado un fardo de dolorosos malentendidos y de desconfianza, por la cual pedimos perdón y la curación de Dios.

Recemos los unos por los otros, invocando la protección de los mártires y de los santos para todos los fieles confiados a nuestro cuidado pastoral. Que el Espíritu Santo nos siga iluminando y guiándonos hacia la concordia y la paz, alimentando en nosotros la esperanza del día en el cual, con la ayuda de Dios, estemos unidos entorno al altar del sacrificio de Cristo, en la plenitud de la comunión eucarística.

Le rezo a María, Madre de Misericordia, por cada uno de ustedes, con palabras tomadas de vuestra bella y rica tradición litúrgica: ‘Oh Virgen, manantial de la fuente de la sabiduría, riégame con el torrente del evangelio de Cristo, Hijo tuyo, y defiéndeme con su cruz. Cúbreme con su misericordia, cíñeme con su clemencia, revitalízame con sus ungüentos, circúndame con sus frutos. Amén‘.

Santidad, pueda Dios Omnipotente bendecir abundantemente su ministerio al servicio del querido pueblo de la Iglesia ortodoxa etíope tewahedo.

(Traducido por ZENIT del original en italiano difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede)


 

 


 

El Papa agradece a los carabineros la protección dada a los peregrinos en Roma

Rocío Lancho García  |  29/02/16
 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano). – El santo padre Francisco ha recibido esta mañana a los carabineros de la Compañía de Roma-San Pedro. Tal y como explicó en su discurso, ellos colaboran eficazmente “con los organismos competentes de la Santa Sede para favorecer el desarrollo tranquilo de los eventos que, a lo largo del año, se celebran en la plaza de San Pedro y alrededores”. Por esta razón, el Papa les dio las gracias por su trabajo “que se pone al servicio de los peregrinos y los turistas”.

Se trata — aseguró– de una actividad que requiere profesionalidad y sentido de responsabilidad, como también atención a las personas, muchas de las cuales son ancianas, continua paciencia y disponibilidad hacia todos.  Y estas “No son cualidades fáciles, para las cuales es importante poder contar con la ayuda de Dios”.

El Papa les pidió que en el desarrollo de esta misión, tengan siempre presente que cada persona es amada por Dios, es su criatura y merece acogida y respeto. Por eso manifestó su deseo que de “la gracia del Jubileo extraordinario de la Misericordia puede “renovar el espíritu de dedicación a vuestra profesión, e induzca a vivirla con un suplemento de atención, dedicación y generosidad”.

Asimismo, el Pontífice precisó que la presencia de ellos en el territorio “se convierte en trámite concreto de la solidaridad de toda la comunidad; en particular, para que las personas desfavorecidas pueden encontrar una ayuda preciosa en sus dificultades”.
Por otro lado, recordó que el Año Santo de la Misericordia “abre delante de todos nosotros la posibilidad de ser renovados, a partir de una purificación interior, que se refleja en el modo de comportarse y también en el ejercicio de las actividades cotidianas”.

Esta dimensión espiritual del evento jubilar –prosiguió– empuja a cada uno de nosotros a interrogarse sobre el compromiso real en el responder a las exigencias de la fidelidad al Evangelio, a la que el Señor nos llama a partir de nuestro estado de vida. Asimismo, precisó que el Jubileo se convierte en una ocasión propicia de verificación personal y humanitaria. Y que el paradigma sobre el cual uno puede verificarse, “son las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales”.
Recordando las palabras de Jesús, “todo lo que han hecho a uno solo de estos mis hermanos pequeños, lo han hecho a mí”, el Pontífice pidió a los presentes que esta enseñanza les guíe, como responsables de la tutela del orden público, y les ayude a ser en toda circunstancia promotores de solidaridad, especialmente hacia los más débiles e indefensos; a ser custodios del derecho a la vida, a través del compromiso con la seguridad de las personas. Para finalizar su discurso, el Santo Padre les dio nuevamente las gracias por su servicio y colaboración con la Santa Sede.


 

 


 

El cardenal Pell sobre los casos de pederastia en Australia: ‘La Iglesia ha cometido errores tremendos’

Salvatore Cernuzio  |  29/02/16
 

El cardenal George Pell juró sobre la Biblia decir toda la verdad antes de responder a las preguntas de la Royal Commission into Institutional Responses to Child Sexual Abuse, la Comisión de investigación sobre respuestas de las instituciones a los abusos a menores que se registraron en Australia en los años 1970 y 1980.

Pero, antes de comenzar, el prefecto quiso hacer una premisa: “Quiero decir esto, como una aclaración inicial, que yo no estoy aquí para defender lo indefendible. La Iglesia ha cometido errores enormes y está trabajando para remediarlos”.

“La Iglesia –añadió Pell– en muchos lugares, ciertamente en Australia, ha gestionado de forma errónea las cosas y ha fallado con las personas. No estoy aquí para defender lo indefendible. Los errores han sido principalmente personales, fracasos personales más que de estructura. En Australia había en el pasado quejas razonables sobre los abusos, pero lo habitual era no informar a la policía”.

El cardenal no es acusado de haber cometido abusos, sino de posible encubrimiento de clérigos que abusaron sexualmente de menores.

El cardenal respondió al interrogatorio en comunicación on line desde el Hotel Quirinale de vía Nazionale, en Roma. La Comisión le había invitado a viajar a Australia para declarar, pero Pell problemas de hipertensión y cardiopatía, no está en condición de salud para soportar este largo viaje, explica un certificado médico.

La audición con la Comisión ubicada en Ballarat, cerca de Melbourne, se desarrolla en una sala del conocido hotel de la capital italiana, preparado para el directo audio y vídeo. Esta fue la primera de tres audiencias, que inició a las 22.00 y concluyó a las 2.00 de la madrugada del domingo.

El cardenal habló de lo que recuerda de los años 70, cuando era vice párroco y uno de los consultores del obispos Ronald Mulkearns en la diócesis de Ballarat con la “responsabilidad de aconsejar al obispo sobre los nombramientos de los sacerdotes en las parroquias”. Después se pasó a 1987, cuando él fue nombrado obispo y al periodo de 1996-2001 con el encargo de arzobispo de Melbourne.

En primera fila en el hotel, con camisetas rojas con una inscripción que decía “No more silence” (No más silencio), había un grupo de 15 personas. Son el “Ballarat Survivors Group”, víctimas de abusos por parte del clero, liderados por el portavoz Andrew Collins y acompañados de tres psicólogos encargados de asistirlos en una posible crisis emocional. Porque “no será fácil ver los símbolos del catolicismo por todos lados. Los hábitos, los crucifijos…”, como había indicado uno de los miembros de este grupo, durante el viaje que les ha traído hasta Roma.

El viaje ha sido financiado a través de una campaña de crowdfunding vía web, en la que se pedía recoger al menos 55 mil dólares australianos  (36.072 euros) para los gastos. Se han recaudado 130 mil; todo el dinero que sobre –informa la página web de la recogida de fondos– será dado en beneficiencia de un instituto para servicios de salud mental en la diócesis de Ballarat.

Precisamente la ciudad natal de Pell está en el ojo del huracán, en cuanto escenario de innumerables casos de abusos a menores cometidos entre los años 60 y 80 y los consecuentes suicidios entre las víctimas, 47 en total. En Ballarat solo el instituto de los “Hermanos Cristianos” ha sido llamado a responder de 850 crímenes, con 281 religiosos implicados. La institución hasta hoy ha tenido que pagar 37 millones de dólares de indemnizaciones. Pero, el grupo dice que esto no basta: estos muertos continúan pidiendo justicia.

Durante el interrogatorio, la jueza le preguntó al cardenal por el padre Gerald Ridsdale, el religioso bajo acusación por 138 casos de abusos sexuales con daños a 53 víctimas durante dos decenios y que actualmente está cumpliendo condena en la cárcel. Su nombre dio vueltas durante demasiado tiempo en las parroquias, y no en las oficinas de la policía, así continuó cometiendo crímenes en la diócesis.

El cardenal  –que conocía al sacerdote desde tiempos del noviciado y que lo acompañó también en la primera audiencia de su proceso en el año 93– afirmó que no sabía en aquella época de los horrores cometidos por Ridsdale. Pero admite que “fue una catástrofe” no tomar acciones contra él y también creer en la versión de los sacerdotes culpables en vez de creer en las víctimas que les acusaban. “Debo decir que en esa época, si un sacerdote negaba este tipo de comportamientos, yo me sentía fuertemente inclinado a creerle”.

Después se nombró al padre Paul David Ryan, pero el prefecto para la Secretaría de la Economía aclaró: “Yo no estoy seguro de que Ryan fuera un pedófilo, yo no soy experto sobre Ryan. No tuve mucho que ver con su historia”. Después se le preguntó sobre monseñor John Day. Al respecto el cardenal Pell dijo que “la Iglesia ha estado influenciada por el hecho que algunas de las acusaciones hacia él habían sido retiradas”. Finalmente se habló del caso de  Edward Dowlan,  profesor del St. Patrick College. El cardenal negó haber ignorado las acusaciones contra él. “Había escuchado algunas voces de comportamientos inadecuados” en los años sesenta, y “llegué a la conclusión de que se referían a comportamientos inadecuados”. Pero Pell dijo que nunca supo el nombre de las víctimas ni que hubiera un alto número de víctimas y que los abusos de Dowlan,  ya juzgado culpable de haber cometido abusos sexuales a veinte niños y condenado a seis años de prisión, fueran de dominio público en la escuela.

La audiencia proseguirá esta noche a las 22.30. Mientras tanto, esta misma mañana el Santo Padre ha recibido al cardenal prefecto para uno de los encuentros periódicos con los jefes de los dicasterios.

Cabe recordar que las acusaciones de encubrimiento al cardenal Pell en torno a los casos de abusos contra menores en Australia no es algo nuevo. El primero en hacer declaraciones públicas fue Peter Saunders, víctima de abusos y uno de los miembros iniciales que compuso la Comisión pontificia para la protección de los menores. Recientemente, el señor Saunders salió de dicha comisión por considerar que no es suficiente el trabajo para prevenir, sino que debería haber más empeño en castigar los casos pasados.

El cardenal ya ha declarado personalmente en el 2014 en una Investigación de una comisión parlamentaria de Victoria y dos veces ante la Real Comisión, durante las visitas públicas que ha realizado en Sídney.

 

 


 

La comunidad cristiana de la Franja de Gaza sigue disminuyendo

Redaccion  |  29/02/16
 

Los cristianos en la Franja de Gaza se han reducido a poco más de un millar. Lo indicó el sacerdote Mario da Silva, párroco de la iglesia latina dedicada a la Sagrada Familia, en un reportaje realizado por Andrés Bergamini y retransmitido por los medios oficiales del Patriarcado Latino de Jerusalén.

El informe observa que la fuga de unos treinta jóvenes de la tierra que los vio nacer, para emigrar a otros lugares, es un síntoma de que nadie cree que se esté acercando un cambio, sino que permanece una condición colectiva marcada por el aislamiento internacional, la falta de trabajo y la amenaza latente de nuevas guerras.

“Junto con el párroco, que pertenece al Instituto del Verbo Encarnado, los chicos y las religiosas viajan regularmente para distribuir ayuda alimentaria a las familias más pobres”, comenta sor Milagro, después de un día pasado a ofrecer ayuda caritativa. Y añade: “Hemos oído historias terribles de desesperados y hambrientos, nadie tiene trabajo, son numerosos los niños que es necesario mantener, hay enfermos graves que necesitan tratamiento. Las casas se derrumban debido a que las paredes y el techo son de chapa, no hay electricidad. El frío del invierno penetra en todas partes”.

La parroquia latina está llevando a cabo 12 proyectos para crear espacios y servicios en favor de la población. En la sala de usos múltiples, inaugurada antes de Navidad, comienzan a celebrarse con regularidad las actividades típicas de un oratorio: momentos de oración, catequesis, juegos en común.

Mientras, el párroco tiene la esperanza de que al menos cinco niños cristianos de Gaza puedan participar junto al  papa Francisco en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Cracovia el próximo mes de julio.

El padre Mario da Silva también espera que las autoridades israelíes permiten la entrada en Jerusalén, para los ritos de la próxima Pascua, a los cristianos de Gaza del grupo de edad entre 16 y 35 años, que por lo general se ven excluídos de la concesión de permisos.

 

 


 

La embajada de Bolivia ante el Vaticano coordina entrega de ayuda a refugiados

Redaccion  |  29/02/16
 

(ZENIT – Roma) “En línea con el pedido que lanzó el papa Francisco en 2015 para que las parroquias de toda Europa ayudaran a los migrantes, la embajada del Estado Plurinacional de Bolivia ante la Santa Sede, Orden de Malta y Grecia culminó esta semana su campaña en favor de los refugiados entregando casi 50 cajas con ropas y alimentos a parroquias y centros Cáritas en Roma”.

Lo indicó la sede diplomática ante el Vaticano en un comunicado enviado a ZENIT, en el cual precisa que en coordinación con la limosnería apostólica de la Santa Sede, entregó más de 50 cajas de alimentos y ropa a un centro de acogida de adultos de Cáritas, a una guardería de la misma institución solo para niños extranjeros y a la parroquia romana de San Frumenzio, una de las 130 que abrió sus puertas a los refugiados.

La campaña que la Sede Diplomática boliviana  –en este momento a cargo de la encargada de negocios, Ericka Farfán– lanzó en 2015 contó con el apoyo y la colaboración de las Embajadas de Angola, Armenia, El Salvador, Líbano, Panamá, Paraguay, Portugal, Santo Domingo y Venezuela.

La entrega fue coordinada con el responsable de la limosnería apostólica, monseñor Konrad Krajewski, y con el director de Cáritas Roma, Enrico Feroci, que ayudaron en la identificación de los centros receptores a la actual número uno de la embajada, Ericka Farfán.

En la guardería infantil de Cáritas coordinado por Simona Liberati, la representación diplomática entregó ropa y juguetes en este centro que acoge solo niños extranjeros, ya sean refugiados o con trámite de residencia en Italia.

“Fuimos muy bien acogidos tanto por la coordinadora como por las maestras de la guardería y los niñitos. Los más pequeños, incluyéndose bebés, se encontraban en su sala y en otra sala fueron reunidos los 35 niños más grandes de dos grupos”, describió Farfán tras el emotivo encuentro.

“Las cajas de ropa y juguetes –agregó la encargada de negocios– fueron alegremente acogidas y abiertas por los pequeños y por algunos padres presentes. Las instalaciones se encontraban bellamente decoradas con motivos infantiles y muy bien acondicionadas con juguetes y material didáctico propio para la edad”.

En el centro de acogida para adultos de Cáritas, donde se les da refugio a 180 mayores, se entregaron mantas. En la parroquia de San Frumenzio, en el espacio para inmigrantes llamado “Casa della Carita”, se entregaron las donaciones de alimentos, leche en polvo para niños, ropa y frazadas.

 

 

 


 

‘Únete a nosotros para hacer oír la voz de las enfermedades raras’

Rocío Lancho García  |  29/02/16
 

(ZENIT –  Ciudad del Vaticano) -. Hoy se celebra la IX Jornada Mundial de las Enfermedades Raras, y con dicha ocasión el presidente del Pontificio Consejo para los Trabajadores Sanitarios, monseñor Zygmunt Zimowski ha enviado un mensaje para apoyar a esta causa. El tema de este años es: “En el centro la voz del paciente. Únete a nosotros para hacer oír la voz de las enfermedades raras”.

De este modo, se advierte que en muchas ocasiones, los familiares de los afectados por estas enfermedades son los únicos “a dar voz a un problema que no puede ser desatendido por las distintas instancias civiles, científicas y pastorales”.

Esta iniciativa mundial encuentra también “creciente interés” en la Iglesia para que no “sean abandonados o aislados aquellos que, a pesar de estar afectados por enfermedades cuya incidencia es mínima o rara en el plano numérico, no pueden dejarnos indiferentes”.

Se trata –precisa el mensaje– de volver a estas personas cada vez más protagonistas, dotadas de los necesarios puntos de referencia; y al mismo tiempo de sensibilizar las autoridades competentes, los trabajadores sanitarios, los investigadores, la industria farmacéutica y cualquiera que tenga un sincero interés por las enfermedades raras.

Todo esto “con el fin de romper esa cortina de silencio y de exclusividad que corre el riesgo en muchos casos de esconder un problema que sin embargo, se refiere a toda la sociedad”.

Asimismo, monseñor Zimowski asegura que en este compromiso se siente implicada también la Iglesia, “continuamente alentada por el papa Francisco a crecer y caminar en la solidaridad”.

De este modo explica que la solidaridad implica compartir las situaciones de los otros, quien quiera que sea,  así como sentirse partícipes de sus sufrimientos, y proyectar y realizar acciones eficaces de apoyo, siempre en una perspectiva de inclusión.

Prosigue el mensaje recordando que por lo tanto, “la ética de la solidaridad no se puede reducir a las funciones esenciales de las instituciones sociales, ni compete exclusivamente a aquellos que realizan ciertas profesiones”. El otro –añade– es alguien que nos interpela por el hecho mismo de ser persona y de estar necesitado.

La caridad, que nace de una actitud interior de compasión y se traduce en gestos y compromisos concretos de cercanía y cuidado, es capaz de dar significado pleno a la vida de relación. Y así, recuerda que “la solidaridad asume así la forma del compartir: estar-con, y de la dedicación: estar-para”.

Por otro lado, se subraya que también escuchar de la voz de los pacientes con enfermedades raras constituye una primera actitud para construir, a veces con esfuerzo, el bien común en el signo de una solidaridad que sabe asumir y hacer propias las preguntas y las aspiraciones humanas, especialmente las menos consideradas.

Y es que se trata “de una problemática compleja, que no puede ser afrontada si no es en un cuadro amplio, en el cual se colocan, con las respectivas responsabilidades, figuras profesionales e institucionales diferentes y complementarias”.

Por todos estos motivos, la atención de las Iglesia por esta situación se volverá concreta en un Congreso Internacional, organizado por el Pontificio Consejo para los Trabajadores Sanitarios, que tendrá lugar en el Vaticano del 10 al 12 de noviembre de 2016.

Tal iniciativa, casi a la conclusión del Jubileo, “será una ulterior ocasión para valorar la obra de misericordia corporal de la asistencia a los enfermos”. Esta se desarrollará en el signo de la “proximidad solidaria con las personas afectadas por patologías raras, así como en lo relacionado con las poblaciones pobres y vulnerables marcadas por enfermedades descuidadas, que normalmente viven en zonas rurales entre las más remotas del mundo”.

 
 

 


 

Calendario del Papa en Semana Santa

Redaccion  |  29/02/16
 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Publicamos a continuación el calendario de las celebraciones presididas del papa Francisco durante los meses de marzo y abril

 

MARZO

Viernes 4
Basílica Vaticana
Celebrazione penitencial, 17.00

Domingo 6
IV Domingo de Cuaresma
Inicio de lo ejercicios espirituales para la Curia Romana en Ariccia

Viernes 11
Fin de los ejercicios espirituales para la Curia Romana

Martes 15
Consistorio para algunas causas de canonización, 10.00

Domingo 20
Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor Plaza San Pedro, 9.30

Jueves 24
Jueves Santo
Basílica Vaticana, 9.30
Santa Misa del Crisma

Viernes 25
Viernes Santo
Basílica Vaticana, 17.00
Celebración de la Pasión del Señor
Coliseo, 21.15 Vía Crucis

Sábado 26
Sábado Santo
Basílica Vaticana, 20.30 Vigilia Pascual en la Noche Santa

Domingo 27
Domingo de Pascua
Plaza San Pedro, 10.00 Santa Misa
Logia central de la Basílica Vaticana, 12.00 Bendición Urbi et Orbi

 

ABRIL

Sábado 2
Plaza San Pedro, 18.00
Vigilia de oración
Jubileo de las personas de espiritualidad de la Divina Misericordia

Domingo 3
II Domingo de Pascua (o de la Divina Misericordia)
Plaza San Pedro, 10.30 Santa Misa
Jubileo de las personas de espiritualidad de la Divina Misericordia

 

 


 

“Acoged la Palabra sembrada en vosotros”

Redaccion  |  29/02/16
 

Continuamos nuestra reflexión sobre los principales documentos del Vaticano II. De las cuatro “constituciones” aprobadas, la de la Palabra de Dios, la Dei verbum, es la única, junto con la de la Iglesia, la Lumen gentium, en tener la calificación de “dogmática”. Esto se explica con el hecho de que con este texto el Concilio pretendía reafirmar el dogma de la inspiración divina de la Escritura y precisar, al mismo tiempo, su relación con la tradición. Fiel al intento de dar luz a las implicaciones más estrechamente espirituales y edificantes de los textos conciliares, me limitaré, también aquí, a algunas reflexiones dirigidas a la práctica y a la meditación personal.

 

1.   Un Dios que habla

El Dios bíblico es un Dios que habla. “Habla el Señor, … no está en silencio”, dice el salmo (Sal 50, 1-3). Dios mismo repite infinidad de veces en la Biblia: “Escucha, pueblo mío, quiero hablar” (Sal 50, 7).  En esto, la Biblia ve la diferencia más clara con los ídolos que “tienen boca, pero no hablan” (Sal 115, 5). Dios se ha servido de la palabra para comunicarse con las criaturas humanas.

Pero ¿qué significado debemos dar a expresiones tan antropomórficas como: “Dios dijo a Adán”, “así habla el Señor”, “dice el Señor”, “oráculo del Señor”, y otras similares? Se trata evidentemente de un hablar diferente al humano, un hablar a los oídos del corazón. ¡Dios habla como escribe! “Pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones”, dice en el profeta Jeremías (Jer 31, 33).

Dios no tiene boca ni respiración humana: su boca es el profeta, su respiración es el Espíritu Santo. “Tú serás mi boca”, dice él mismo a sus profetas, o también “pondré mi palabra en tus labios”. Es el sentido de la célebre frase: “los hombres han hablado de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 Pe 1, 21). La expresión “locuciones interiores”, con la que se expresa el hablar directo de Dios a ciertas almas místicas, se aplica, en un sentido cualitativamente diferente y superior, también al hablar de Dios a los profetas en la Biblia. Sin embargo, no se puede excluir que en algunos casos, como en el bautismo y la transfiguración de Jesús, se trataba de una voz que resonaba milagrosamente también a lo exterior.

De todos modos se trata de un hablar en sentido verdadero; la criatura recibe un mensaje que puede traducir en palabras humanas. Así vívido y real es el hablar de Dios que el profeta recuerda con precisión el lugar y el tiempo en el que una cierta palabra “viene” sobre él: “El año de la muerte del rey Ozías” (Is 6, 1), “El año treinta, el día quinto del cuarto mes, mientras me encontraba en medio de los deportados, a orillas del río Queba” (Ez 1, 1), “En el segundo año del rey Darío, el primer día del sexto mes” (Ag 1, 1). Así de concreta es la palabra de Dios que de ella se dice que “cae” sobre Israel, como si fuera una piedra: “El Señor ha enviado una palabra a Jacob. Ella caerá sobre Israel” (Is 9, 7). Otra veces la misma concreción se expresa con el símbolo no de la piedra que golpea, sino del pan que se come con gusto: “Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón” (Jer 15, 16; cf Ez 3, 1-3).

Ninguna voz humana alcanza al hombre en la profundidad en la que lo hace la palabra de Dios. Esta “penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hb 4, 12). A veces el hablar de Dios es una voz que “ parte los cedros del Líbano” (Sal 29, 5), otras veces se parece al “rumor de una brisa suave” (1 Re 19, 12). Conoce todas las tonalidades del hablar humano.

El discurso sobre la naturaleza del hablar de Dios cambia radicalmente en el momento en el que se lee en la Escritura la frase: “La palabra se hizo carne” (Jn 1, 14). Con la venida de Cristo, Dios habla también con voz humana, audible con los oídos también del cuerpo. “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos” (1 Jn 1, 1).

¡El Verbo ha sido visto y oído! Y sin embargo lo que se escucha no es palabra de hombre, sino palabra de Dios porque quien habla no es la naturaleza si no la persona, y la persona de Cristo es la misma persona divina del Hijo de Dios. En él Dios no nos habla más a través de un intermediario, “por medio de los profetas”, sino en persona, porque Cristo es “el resplandor de su gloria y la impronta de su ser” (cf Eb 1, 2). Al discurso indirecto, en tercera persona, se sustituye el discurso directo, en primera persona. Ya no “¡Así dice el Señor!”, u “¡Oráculo del Señor!”, sino “¡Yo os digo!”

El hablar de Dios, sea aquel mediado por los profetas del Antiguo Testamento, sea el nuevo y directo de Cristo, después de haber sido transmitido oralmente, se ha puesto por escrito, y tenemos así las divinas “Escrituras”.

San Agustín define el sacramento como “una palabra que se ve” (verbum visibile)[1]; nosotros podemos definir la palabra como “un sacramento que se oye”. En cada sacramento se distingue el signo visible y la realidad invisible que es la gracia. La palabra que leemos en la Biblia, en sí misma, no es más que un signo material, como el agua en el Bautismo y el pan en la Eucaristía, una palabra del vocabulario humana, no distinta de las otras. Pero al intervenir la fe y la iluminación del Espíritu Santo, a través de tal signo, nosotros entramos misteriosamente en contacto con la viviente verdad y voluntad de Dios y escuchamos la voz misma de Cristo.

“El cuerpo de Cristo -escribe Bossuet–  no está más realmente presente en el sacramento adorable, de cuanto la verdad de Cristo lo está en la predicación evangélica. En el misterio de la Eucaristía las especies que veis son signos, pero lo que está encerrado en ellas es el mismo cuerpo de Cristo; en la Escritura, las palabras que escucháis son signos, pero el pensamiento que os dirigen es la verdad misma del Hijo de Dios” [2].

La sacramentalidad de la palabra de Dios se revela en hecho de que a veces ella misma obra manifiestamente más allá de la comprensión de la persona que puede ser limitada e imperfecta; obra casi por sí misma, ex opere operato, como se dice, precisamente, de los sacramentos. En la Iglesia ha habido y habrá libros más edificantes que algunos libros de la Biblia (basta pensar en La Imitación de Cristo); pero ninguno de ellos obra como obra el más modesto de los libros inspirados.

 

He escuchado a una persona dar un testimonio en un programa televisivo en el que yo también participaba. Era un alcohólico en fase terminal; no resistía más de una hora sin beber; la familia estaba al borde de la desesperación. Le invitaron con la mujer a un encuentro sobre la palabra de Dios. Allí alguno leyó un pasaje de la Escritura. Una frase le atravesó como una llama de fuego y le dio la certeza de ser sanado. Después de eso, cada vez que tenía la tentación de beber, corría para abrir la Biblia en ese punto y solo al releer las palabras sentía la fuerza que volvía a él, hasta el punto de estar completamente sanado. Cuando quería decir cuál era esa famosa frase, la voz se le rompía de la emoción. Era la palabra del Cantar de los Cantares: “Porque tus amores son más deliciosos que el vino” (Ct 1, 2). Los estudiosos habrían arrugado la nariz frente a esta aplicación, pero el hombre podría decir: “Yo estaba muerto y ahora he vuelto a la vida”, como el ciego de nacimiento decía a sus críticos: “Yo era ciego y ahora veo” (cf. Jn 9, 10 ss.).

 

Un hecho similar le sucedió también a san Agustín. En el culmen de su lucha por la castidad, oyó una voz que repetía: “Tolle, lege!”, toma y lee. Teniendo con él las cartas de san Pablo, abrió el libro decidido a tomar como la voluntad de Dios el primer texto en el que hubiese caído. Era Romanos 13, 13 s: “Vivamos con honestidad, como a la luz del día, y no andemos en glotonerías ni en borracheras, ni en lujurias y lascivias, ni en contiendas y envidias…”. “No quise leer más, ni era necesario tampoco, pues al punto que di fin a la sentencia, como si se hubiera infiltrado en mi corazón una luz de seguridad, se disiparon todas las tinieblas de mis dudas”[3].

 

2.   La lectio divina

Después de estas observaciones sobre la palabra de Dios en general, quisiera concentrarme en la palabra de Dios como un camino de santificación personal. “La palabra de Dios –dice la Dei Verbum–, es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual” [4].

Desde el cartujo Guigo II[5], se han propuesto varios métodos y esquemas para la lectio divina. Estos, sin embargo, tienen la desventaja de estar diseñados casi siempre en función de la vida monástica y contemplativa, y por lo tanto poco adecuados a nuestro tiempo, en el que se recomienda la lectura personal de la Palabra de Dios a todos los creyentes, religiosos y laicos.

Por fortuna, la Escritura nos propone, por sí misma, un método de lectura de la Biblia al alcance de todos. En la carta de Santiago (Santiago 1, 18-25) leemos un famoso texto sobre la palabra de Dios. Del mismo obtenemos un esquema de la lectio divina que tiene tres etapas u operaciones sucesivas: acoger la palabra, meditar la palabra, poner en práctica la palabra. Reflexionemos sobre cada una ellas.

1.   Acoger la Palabra

La primera etapa es la escucha de la Palabra: “Recibid con docilidad, dice el apóstol, la Palabra sembrada en vosotros”. Esta primera etapa abarca todas las formas y las maneras en que el cristiano entra en contacto con la palabra de Dios: la escucha de la Palabra en la liturgia, las escuelas bíblicas, los subsidios escritos y –insustituible– la lectura personal de la Biblia.

“El Santo Concilio –se lee en la Dei Verbum– exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan “el sublime conocimiento de Jesucristo” (Flp 3, 8), con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. […] Lléguense, pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por instituciones aptas para ello, y por otros medios” [6].

En esta fase debemos tener cuidado con dos peligros. El primero es pararse en la primera etapa y transformar la lectura personal de la Palabra de Dios en una lectura impersonal. Este peligro es muy grande, sobre todo en los lugares de formación académica. Si uno espera a ser desafiado personalmente por la Palabra –observa Kierkegaard– hasta que no haya resuelto todos los problemas asociados con el texto, las variaciones y las diferencias de opinión de los expertos, nunca concluirá nada. La Palabra de Dios ha sido dada para que la pongas en práctica y no para que te ejercites en la exégesis de sus oscuridades [7]. No son los puntos oscuros de la Biblia, decía el mismo filósofo, los que me dan miedo; ¡son sus puntos claros!

Santiago compara la lectura de la palabra de Dios con contemplarse en el espejo; pero quien se limita a estudiar las fuentes, las variantes, los géneros literarios de la Biblia, sin hacer nada más, se parece a quien se pasa todo el tiempo mirando el espejo –examinando la forma, el material, el estilo, la época–, sin mirarse jamás en el espejo. Para él el espejo no cumple su función. El estudio crítico de la Palabra de Dios es indispensable y jamás se darán bastantes gracias a quienes emplean su vida en allanar el camino para una comprensión cada vez mejor del texto sagrado, pero esto no agota por sí solo el sentido de las Escrituras; es necesario, pero no suficiente.

El otro peligro es el fundamentalismo: tomar todo lo que se lee en la Biblia a la letra, sin mediación hermenéutica alguna. Solo en apariencia los dos excesos, hipercriticismo y fundamentalismo, se oponen: tienen en común el hecho de quedarse en la letra, descuidando el Espíritu.

Con la parábola de la semilla y el sembrador (Lc 8, 5-15), Jesús nos ofrece una ayuda para descubrir dónde estamos, cada uno de nosotros, en cuanto a la recepción de la palabra de Dios. Él distingue cuatro tipos de suelo: el camino, el terreno pedregoso, las espinas y el terreno bueno. Explica, entonces, lo que simbolizan los diferentes terrenos: el camino a aquellos en los que las palabras de Dios no tienen tiempo ni para detenerse; el terreno pedregoso, a los superficiales e inconstantes que escuchan tal vez con alegría, pero no dan a la palabra una oportunidad de echar raíces; el terreno lleno de zarzas, a los que se dejan ahogar por las preocupaciones y los placeres de la vida; el terreno bueno son los que escuchan y dan fruto con perseverancia.

Leyendo, podríamos tener la tentación de sobrevolar a toda prisa sobre las tres primeras categorías, a la espera de llegar a la cuarta que, aun con todas nuestras limitaciones, pensamos que es nuestro caso. En realidad –y aquí está la sorpresa– el terreno bueno son los que, sin esfuerzo, ¡se reconocen en cada una de las tres categorías anteriores! Los que humildemente reconocen las veces que han escuchado distraídamente, las veces que han sido inconstantes en las propósitos que ha despertado en ellos la escucha de una palabra del Evangelio, las veces que se han dejado ganar por el activismo y por las preocupaciones materiales. He aquí, sin darse cuenta, que se están convirtiendo en el verdadero terreno bueno. ¡Que el Señor nos conceda también a nosotros ser de los suyos!

Sobre el deber de aceptar la palabra de Dios y no dejar que ninguna caiga en saco roto, escuchemos la exhortación que daba a los cristianos de su tiempo uno de los más grandes estudiosos de la palabra de Dios, el escritor Orígenes:

“Vosotros que estáis acostumbrados a tomar parte en los divinos misterios, cuando recibís el cuerpo del Señor lo conserváis con todo cuidado y toda veneración para que ni una partícula caiga al suelo, para que nada se pierda del don consagrado. Estáis convencidos, justamente, de que es una culpa dejar caer sus fragmentos por descuido. Si por conservar su cuerpo sois tan cautos –y es justo que lo seáis–, sabed que descuidar la palabra de Dios no es culpa menor que descuidar su cuerpo” [8].

1.   Contemplare la Parola

La segunda etapa sugerida por Santiago consiste en “fijar la mirada” en la palabra, en el estar largo tiempo delante del espejo, vale a decir en la meditación o contemplación de la Palabra. Los Padres usaban para esto las imágenes del masticar o del rumear. “La lectura –escribía Giugo II– ofrece a la boca un alimento sustancioso, la meditación, lo mastica y lo despedaza” [9]. “Cuando uno recuerda las cosas oídas dulcemente las vuelve a pensar en su corazón, se vuelve similar al rumiante”, dice san Agustín [10].

El alma que se mira en el espejo de la Palabra aprende a conocer “cómo es”, aprende a conocerse a sí misma, descubre su deformidad de la imagen de Dios y de la imagen de Cristo. “Yo no busco mi gloria”, dice Jesús (Jn 8, 50): aquí el espejo delante de ti y en seguida ves lo lejos que estás de Jesús, si buscas tu gloria; “bienaventurados los pobres de espíritu”: el espejo está de nuevo delante de ti y en seguida te descubres lleno de apegos y lleno de cosas superfluas, lleno sobre todo de ti mismo; “la caridad es paciente…” y de das cuenta cuanto tú eres impaciente, envidioso, interesado. Más que “escrutar la Escritura” (cf Jn 5, 39),  se trata de “dejarse escrutar” por la Escritura.

“La palabra de Dios –dice la Carta a los Hebreos– está viva, eficaz y más cortante que la mejor espada; esa penetra hasta el punto de división del alma y del espíritu, en las junturas y en la médula y escruta en los sentimientos y en los pensamientos del corazón. No hay criatura que pueda esconderse delante de él, pero todo está desnudo y descubierto a los ojos suyos. (Heb 4, 12-13).

En el espejo de la Palabra, por suerte no vemos solamente a nosotros mismos y nuestra deformidad; vemos antes de todo el rostro de Dios; mejor aún, vemos el corazón de Dios.

La Escritura, dice san Gregorio Magno, es “una carta de Dios omnipotente a su criatura; en ella se aprende a conocer el corazón de Dios en la palabra de Dios” [11].  También para Dios vale el dicho de Jesús: “La boca habla de la plenitud del corazón” (Mt 12, 34); Dios nos ha hablado en la Escritura, de lo que llena siempre su corazón, o sea el amor. Todas las Escrituras han sido escritas para esta finalidad: que el hombre pudiera entender lo mucho que Dios lo ama, y lo entendiese para inflamarse de amor hacia él [12].  El Año Jubilar de la Misericordia es una ocasión magnífica para volver a leer toda la Escritura desde este ángulo, como la historia de las misericordias de Dios.

1.   Hacer la Palabra

Llegamos así a la tercera fase del camino, propuesto por el apóstol Santiago: “Sean de aquellos que ponen en práctica la palabra…, quien la pone el práctica encontrará su felicidad en el practicarla… Si uno escucha solamente y no pone en práctica la palabra, se asemeja a un hombre que observa el propio rostro en un espejo: apenas se siente observado se va, y enseguida se olvida cómo era”.

Esta es también la cosa que más le agrada a Jesús: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8, 21). Sin este “hacer la Palabra” todo el resto acaba siendo una ilusión, una construcción en la arena (Mt 7, 26). No se puede ni siquiera decir de haber entendido la Palabra porque, como escribe san Gregorio Magno, la palabra de Dios se entiende verdaderamente solamente cuando se comienza a practicarla [13].

Esta tercera etapa consiste en obedecer a la Palabra. Las palabras de Dios, bajo la acción actual del Espíritu, se vuelven expresión de la voluntad viviente de Dios hacia  mí, en un determinado momento. Si escuchamos con atención, nos daremos cuenta con sorpresa que no hay un día en el que, en la liturgia, en la recitación de un salmo, o en otros momentos, no descubramos una palabra de la cual debemos decir: “¡Esto es para mi!, ¡esto es lo que hoy tengo que hacer!”.

La obediencia a la palabra de Dios es la obediencia que podemos hacer siempre. De tener que obedecer a órdenes y a autoridades visibles, solo pasa a veces, tres o cuatro veces en la vida, se si trata de obediencias serias; pero obediencia a la palabra de Dios puede haber una en cada momento. Y también es la obediencia que podemos hacer todos, súbditos y superiores. San Ignacio de Antioquía daba este maravilloso consejo a un colega suyo del episcopado: “Nada se haga sin tu consenso, pero tú no hagas nada sin el consenso de Dios” [14].

 

Obedecer a la palabra de Dios significa, en realidad, seguir las buenas inspiraciones. Nuestro progreso espiritual depende en gran parte de nuestra sensibilidad a las buenas inspiraciones y a la rapidez con la que respondemos. Una palabra de Dios te ha sugerido un propósito, te ha puesto en el corazón el deseo de una buena confesión, de una reconciliación, de un acto de caridad; te invita a interrumpir un momento el trabajo y a dirigir a Dios un acto de amor. No pongas excusas, no dejes que pase. “Timeo Iesum transeuntem”, decía el mismo san Agustín [15]; o sea decir: “Tengo miedo de la buena inspiración que pasa y que no vuelve”.

 

Terminamos con el pensamiento de un antiguo Padre del desierto [16]. Nuestra mente decía, es como un molino, este continúa a moler durante todo el día el primer grano que se pone en él. Apurémonos por lo tanto a poner en este molino, desde la mañana temprano, el buen grano de la palabra de Dios; de no hacerlo,  viene el demonio y pone en él la cizaña.

La palabra particular que podemos poner hoy en el molino de nuestro espíritu es el lema del año jubilar de la misericordia: “Sed misericordiosos como es misericordioso el Padre vuestro celestial”.

 

 

 

[1] S. Augustin, Trattati sul Vangelo di Giovanni, 80, 3.

[2] J.B. Bossuet, Sur la parole de Dieu, in Œuvres oratoires de Bossuet, III, Desclée de Brouwer, Paris 1927, p. 627.

[3] S. Augustin, Confessioni, VIII, 29.

[4] Dei Verbum, n. 21.

[5] Guigo II, Lettera sulla vita contemplativa (Scala claustralium), 3, in Un itinerario di contemplazione. Antologia di autori certosini, Edizioni Paoline, Milano 1986, p. 22.
[6]  Dei Verbum, n. 25.

[7] S. Kierkegaard, Per l’esame di se stessi. La Lettera di Giacomo, 1, 22, in Opere, a cura di C. Fabro, cit., pp. 909 ss.

[8] Origene, In Exod. hom. XIII, 3.

[9] Guigo II, Lettera sulla vita contemplativa (Scala claustralium), 3, in Un itinerario di contemplazione. Antologia di autori certosini, Edizioni Paoline, Milano 1986, p. 22.

[10] S. Augustin, Enarr. in Ps., 46, 1 (CCL 38, 529).

[11] S. Gregorio Magno, Registr. Epist., IV, 31 (PL 77, 706).

[12] S. Augustin, De catech. rud., I, 8.

[13] S. Gregorio Magno, Su Ezechiele, I, 10, 31 (CCL 142, p. 159).

[14] S. Ignazio de Antiochia, Lettera a Policarpo 4, 1.

[15] S. Augustin, Discorsi, 88, 14, 13.

[16] Cf. S. Juan Cassiano, Conferencias, I, 18.


 

 


 

Un consultorio médico del Vaticano abre para los sin techo

Redaccion  |  29/02/16
 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano). – Un consultorio médico ubicado en las inmediaciones de la columnata de la plaza de San Pedro abre para dar atención sanitaria de los sin techo. La iniciativa, que sigue la misma línea de las realizadas por la Limosnería Apostólica como las duchas y el barbero también en la columnata, y el albergue cercano al Vaticano, está destinado a asistir y ayudar a los sin techo.

La asociación Medicina Solidale será la encargada de gestionar este centro médico. Ellos mismos lo han anunciado, en un comunicado en su página web, en el que aseguran: “Tiembla el corazón delante de esta tarea que se coloca en el corazón de la cristiandad, cerca de la Tumba de Pedro y la Cátedra de su sucesor”.

Asimismo, aseguran que es una llamada que “hace arrodillarse frente al misterio de Cristo  que a través de sus sucesores nos llama a seguirlo aún más, sin reservas, sin medida, sin miedo”.  No somos dignos de esta llamada –indican– pero con todo nuestra pobreza y con toda nuestra vida respondemos a Jesús nuestro sí.


 

 


 

Siria, tercer día de una frágil tregua

Sergio Mora  |  29/02/16
 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano). – Este lunes se cumple el tercer día de la frágil tregua impulsada por Estados Unidos y Rusia, a la que se adhirieron el gobierno sirio y los grupos rebeldes anti-Assad, a pesar de que el cese de las hostilidades ya registró diversas violaciones.

Mientras los principales protagonistas del conflicto se acusan mutuamente de haber violado la tregua que inició el viernes a media noche, la población trató de aprovechar de la mejor manera posible el primer alto al fuego que se registra desde el inicio del conflicto hace cinco años.

El acuerdo de tregua excluye explícitamente a los grupos yihadistas del Estado Islámico (Isis por sus siglas en inglés) y al Frente Al Nosra, los cuales controlan al menos la mitad del territorio sirio.

Desde el Vaticano ayer el santo padre Francisco recibió “con esperanza la noticia sobre el cese de las hostilidades en Siria” e invitó a todos a rezar “para que esta apertura pueda dar alivio a la población sufriente y abra el camino al diálogo y a la paz tan deseada”.

En el primer día de la tregua un ataque del ISIS en el norte de Siria, la ciudad de Tel Abyad registró un centenar de muertos, mientras otros combates en el país sumaron otros 80 decesos, según datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos.

El fin de semana fue marcado también por otros dos atentados suicidas: uno en Bagdad que ha dejado al menos 38 muertos y otro en Afganistán con un saldo provisorio de 25 muertos.


 

 


 

Beata Giovanna María Bonomo – 1 de marzo

Isabel Orellana Vilches  |  29/02/16
 

(ZENIT – Madrid). – Precocidad en su entrega a Dios e incomprensiones ante sus numerosas experiencias místicas y favores celestiales, fueron, entre otros, los signos que marcaron el acontecer de esta abadesa benedictina. Vino al mundo en Asiago, Italia, el 15 de agosto de 1606, en una familia acomodada y socialmente reconocida. Su padre Giovanni era un terrateniente dedicado al comercio, y su madre Virginia pertenecía a la rama de los Ceschi di Borgo Valsugana. En 1612, cuando tenía alrededor de 6 años, quedó huérfana de madre, y su padre consideró oportuno encomendar su educación a las Hermanas Pobres de santa Clara en Trento, donde ingresó en 1615.

Con las religiosas obtuvo una interesante formación que le permitió adquirir destrezas en tareas propias que las jóvenes solían recibir entonces y que eran de gran utilidad, como las labores de punto. Además, tenía una sensibilidad artística que cultivó por medio de la literatura, la música y la danza, todo ello complementario a lo esencial para su vida: la educación religiosa. Tenía auténtica pasión por Cristo. Y llevada por ella obtuvo una gracia insólita en la época: tomar la primera comunión a sus 9 años. Como han hecho otras insignes discípulas de Jesús, con esa edad ya le consagró su virginidad. Y en aras de esta promesa efectuada libremente, a los 12 años intentó que su padre le permitiera ingresar en la vida religiosa.

Había elegido ser clarisa y pasar el resto de la existencia en la clausura de Trento donde estaba siendo formada. Sin embargo, su deseo contravenía los planes de su progenitor que había previsto que contrajera matrimonio, y con tal finalidad se la llevó consigo a Asiago, a la espera de que llegase el momento. En un principio se vio obligada a seguirle, pero fue tan insistente que logró torcer su voluntad. Lo que no pudo impedir es que recayese en él la elección del convento y de la Orden en la que consumaría su ofrenda. Así pues, con 15 años, como su padre autorizó su ingresó en el monasterio benedictino de san Jerónimo de Bassano, inició su vida religiosa. Es de suponer que Giovanni no fue consciente del trasfondo espiritual que conllevaba la presión a la que había sometido a su hija. Pero Dios se valía de su terquedad y actitud impositiva para conducir a la beata por el sendero previsto por Él.

Al profesar el 8 de septiembre de 1622 tomó el nombre de Giovanna María. Su primer éxtasis se produjo precisamente ese día. Con posterioridad, durante siete años continuaría siendo acreedora de numerosas y frecuentes gracias, que en su mayor parte venían unidas a la Eucaristía. Además, forma parte del selecto elenco de místicos que recibieron en su cuerpo los estigmas de la Pasión que eran manifiestos desde el jueves por la tarde hasta el sábado por la mañana. Oró fervorosamente para que desaparecieran, y en un momento dado obtuvo lo que pedía, pudiendo llevar vida normal como el resto de las religiosas. De todos modos, la presencia sobrenatural de Dios era particularmente manifiesta para ella en el instante de recibir la Sagrada Comunión. Como los signos extraordinarios con los que era agraciada no pudieron permanecer ocultos, atrajeron la atención de muchas personas que comenzaron a difundirlos juzgándolos una prueba de su santidad, lo cual le apenaba sobremanera. También suscitaron numerosos resquemores.

El signo de la contradicción acompaña siempre a los hijos de Dios; es una garantía de su autenticidad. A veces las controversias no vienen de fuera; tienen su origen en los más cercanos. Es la experiencia que ella tuvo que afrontar. Entre sus hermanas de comunidad hubo gran disparidad de opiniones. Algunas se negaban a aceptar la legitimidad de los favores, y se inclinaban a juzgarlos como fruto de sus debilidades. Vanidad, superchería, herejía…, a Giovanna le perseguían las tribulaciones, y las consecuencias de la acepción divina hacia su persona fueron muy dolorosas humana y espiritualmente. Era la cruz a la que debía abrazarse, los momentos de prueba que han de afrontar los discípulos de Cristo, cada uno con las características particulares. En su caso vinieron acompañados de amargura, soledad, incomprensión, dudas y hasta aceradas críticas que iban más lejos. Su propio confesor la tildó como demente y le prohibió tomar la comunión. Además, tenía vedado comparecer en el locutorio y le impidieron escribir cartas.

Siete años duraron estas penalidades, que no vinieron solas. A ellas se unieron males físicos: ciática y fiebres, entre otros. Tenía en contra a todo el clero de Vicenza. Lo que se dice una corona de sufrimientos. Aislada en el convento, Cristo se hizo notar dándole consuelo. Extraía de su divino costado la Sagrada Forma y se la ofrecía con estas palabras: «Toma, esposa mía». Otras veces era un ángel el que tomaba de la patena la Hostia que el sacerdote distribuía y se la llevaba a ella. Cuando se aceptó la veracidad de sus experiencias místicas, revocaron las prohibiciones. Y en 1652 fue elegida abadesa. Tres años más tarde fue priora, y nuevamente reelegida abadesa en 1664.

Durante veinte años formó a sus hermanas en lo que conocía por experiencia: sobrenaturalizar lo ordinario, enseñándoles que no buscasen grandes gestas, sino la fidelidad evangélica a las pequeñas cosas de cada día. Sus sabios consejos eran demandados por muchas personas, incluso las pertenecientes a altos estamentos sociales. En todos dejó la huella de su paciencia, humildad y caridad. Socorrió a los pobres y a los marginados. Tuvo el don de bilocación y el de milagros. Murió en Bassano el 1 de marzo de 1670 con fama de santidad. Fue beatificada por Pío VI el 9 de junio de 1783.