En septiembre del año 2000, toda la comunidad internacional reunida en Naciones Unidas revalidaron su compromiso con la construcción de un mundo más pacífico, más próspero y más justo, ratificando su adhesión a los principios de la Carta de Naciones Unidas. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio constituían, en aquel momento, el mayor compromiso global contra la pobreza; concretándose en ocho objetivos de urgente cumplimiento para el año 2015.

En septiembre de 2015 se ha renovado ese compromiso, ampliando la agenda a todos los países, reafirmando la centralidad de la persona y promoviendo el cuidado del planeta. La nueva Agenda 2030 y los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible marcan una nueva ruta a seguir por todos los países en pro de un desarrollo humano y sostenible en la que nadie quede atrás:

“Al emprender juntos este viaje, prometemos que nadie se quedará atrás. Reconocemos que la dignidad de la persona humana es fundamental, por lo que deseamos ver cumplidos los Objetivos y las metas para todas las naciones y pueblos y para todos los sectores de la sociedad, y nos esforzaremos por llegar primero a los más rezagados” (Naciones Unidas, Agenda 2030 Resolución A/69/L.85 punto 4)

Desde el punto de vista de la ética es urgente hacer un análisis de esta nueva propuesta de Agenda de desarrollo, para saber cuáles son sus fortalezas y, también, las carencias que conviene seguir trabajando para fortalecerla en los próximos años. Un punto de partida importante es la superación de los modelos de desarrollo meramente económico, tal y como se viene impulsando en los últimos años; pero también es importante que la comunidad internacional en su conjunto reafirme su compromiso con un modelo de desarrollo que promueva la libertad y las oportunidades de las personas para llevar a cabo el proyecto de vida que valoran. Es un modelo de desarrollo humano y que, además, se enfatiza que tiene que ser sostenible. No puede haber un desarrollo que no proteja el planeta, el centro del desarrollo son las personas, pero los límites también son planetarios.

Pobreza y medio ambiente están íntimamente unidas. El cuidado de la “casa común” es una prioridad en la nueva Agenda de desarrollo, y así se ha visto reforzado por el discurso del Papa Francisco que intervino en la ONU en el inicio de la Cumbre de Desarrollo Sostenible, donde volvió a denunciar la “cultura del descarte” y calificó la Agenda 2030 como una importante señal de esperanza:

La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada «cultura del descarte». (Discurso del Papa Francisco en Asamblea General de la ONU, 25 septiembre 2015).

Tras este marco general de desarrollo humano y sostenible, la reflexión ética la podemos articular en virtud de las tres siguientes características: la nueva Agenda es inclusiva, es universal y es transformadora. Esto se desarrolla a lo largo de la declaración, los diecisiete objetivos y cientosesentaynueve metas.

Es inclusiva porque, como ya hemos dicho, está centrada en las personas, en todas las personas, sin dejar a nadie atrás. Así se destaca en el preámbulo y la declaración de la nueva Agenda, que ponen en el centro al ser humano. El objetivo principal es la erradicación de la pobreza extrema y del hambre. Para lograrlo se proponen una serie de objetivos, los siete primeros ODS, que engloban toda la parte necesaria del fomento de capacidades humanas (educación, salud, seguridad alimentaria, agua…) haciendo hincapié en las interconexiones entre todas ellas, y con un enfoque transversal de sostenibilidad. Es necesario valorar los objetivos y metas que fomentan la equidad entre seres humanos puesto que en muchos lugares del planeta la violencia, la falta de oportunidades, la ausencia de derechos y de acceso a servicios básicos es todavía una lacra para la mitad de la población que vive excluida de una vida digna.

Es universal porque compromete a todos los países en los mismos objetivos. No es una agenda sólo para los países más pobres. Es la agenda de todos, de los países en desarrollo, de renta media y los países más industrializados. Es una agenda de sostenibilidad en sentido amplio (social, económico y ambiental) que destaca el cuidado del planeta desde el punto de vista medioambiental como una de las grandes novedades y que le da la característica también de agenda transformadora.

Entre los ODS se incluyen objetivos tan ambiciosos como producción y consumo sostenible, ciudades sostenibles, la protección de ecosistemas marítimos y terrestres, la biodiversidad, y por supuesto, la lucha contra el cambio climático. Todo ello en un marco de desarrollo planetario que es decisivo tener en cuenta para el futuro de la humanidad.

La sostenibilidad económica también está incorporada de manera inclusiva, universal y transformadora. De este modo, son muy importantes los objetivos de crecimiento económico (inclusivo y sostenible) y de creación de empleo, la construcción de infraestructuras resilientes o el acceso universal a la energía. Se recoge además la lucha contra las desiguales, un reto decisivo para los próximos años. Estas desigualdades, desde una reflexión ética, no deberían entenderse únicamente como desigualdades de renta; lo son también de oportunidades, de derechos y de libertades para una gran parte de la población en riesgo de exclusión. Un enfoque de justicia como equidad, de desarrollo como equidad, es más completo para poder enfocar bien el tema de las desigualdades en la Agenda 2030.

Todo ello no será posible sin dos principios a añadir: la justicia y la paz. Son dos fines del desarrollo, y a la vez son medios para lograrlo. Se constata a lo largo de toda la declaración la importancia que la Agenda 2030 da a los Derechos Humanos y a la justicia; si bien es una gran laguna internacional que no se incluyeran los Derechos Humanos con más énfasis y con metas concretas en el ODS 16. Esta es, sin duda, una de las líneas de trabajo más importantes para toda la comunidad internacional en los próximos años.

Finalmente, Naciones Unidas llama a la fortalecer el trabajo conjunto, las alianzas para el desarrollo. Se trata de aunar en el compromiso concreto de todos los países, de todos los ciudadanos, de todos los actores del desarrollo: sociedad civil, ONG´s, univesidad, sector privado, etc. Es decir, de todos aquellos comprometidos en lograr estos objetivos que permita acabar con la pobreza y lograr un desarrollo sostenible para 2030, sin dejar a nadie atrás.

Esto no es una quimera. Un deseo romántico transnochado. Es posible. Está en nuestras manos, en nuestra acción, en nuestros estudios y desempeño profesional, en nuestra capacidad de incidencia y de contagio a otros. No se debe bajar la guardia. Comprometámonos a promover un desarrollo humano y sostenible, un desarrollo integral de la persona y que cuide el planeta. Este es un camino a seguir e impulsar en nuestro quehacer diario. El futuro de la “casa común” nos concierne a todos.