Tribunas

¿Comienza Europa a añorar sus raíces?

Ernesto Juliá

El Senado italiano ha aprobado un proyecto de ley que abre un horizonte de esperanza, en el panorama, ciertamente sombrío, de la situación cultural y espiritual que atraviesa Europa. Un proyecto de ley que permite pensar que en algún lugar de Europa se está volviendo a usar la cabeza,  la razón y la conciencia; y no se permite que las “emociones” y el “sentimentalismo indecente”, que comenta Gabriel Albiac en un reciente artículo, sean los fundamentos de las Leyes.

La ley concede un cierto reconocimiento legal a las parejas de personas del mismo sexo. Y, a la vez, excluye cualquier equiparación legal al matrimonio y a la familia; además de excluir el compromiso de “fidelidad” entre los miembros de la “unión”.

“En las uniones del mismo sexo la fidelidad no se requiere legalmente”.

No sé cómo acabará la ley -pasa ahora a la Cámara de Diputados- pero, por lo menos, y aunque en sí misma no sea aceptable en la enseñanza de la Iglesia, ni en la de mentes de psiquiatras como el mismo Freud, deja claro que esas “uniones” no suponen ningún fundamento para ninguna familia, ni originan derechos que solo el matrimonio lleva consigo. Y que, por lo tanto, tampoco pueden ser fundamento de ninguna civilización.

No sé a qué otras uniones equipararán los italianos las uniones de personas del mismo sexo. La variedad es grande: desde “ateneos culturales”, hasta “asociaciones de ayuda mutua”, “compañías de seguros de vida”;  por no mencionar  la diversidad de “contratos bilaterales de socorros compartidos”, que siempre se pueden inventar y establecer al gusto del consumidor.

“La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales (…) Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad”.  Palabras  de un documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe, de 2003, que permanecen siempre vigentes y actuales.

El Senado italiano, y en la línea de no equiparar de ninguna manera estas “uniones” al matrimonio, ha eliminado la clausula que pretendía permitir la adopción de hijos por las personas así unidas. Los grupos pro familia no dejaron de insistir, y de batallar, para que esa clausula no fuera adelante, sencillamente porque cada niño no sólo  merece, sino que “tiene derecho”, a un papá y a una mamá, porque es en el amor, y no sólo en solo “sexo”, de una mujer y de un hombre donde tiene el derecho de ser engendrado, para no terminar siendo reducido a un “producto” de satisfacción emocional de unos “elementos progenitores”..

¿Qué ocurrirá cuando este proyecto de ley llegue a la discusión parlamentaria?

Queda siempre a esperanza de que, entre la variedad de las formaciones políticas italianas, haya el suficiente número de hombres con conciencia, que se animen a defender la civilización humana, reafirmando la realidad del matrimonio; la realidad del padre y de la madre; la realidad de los hijos que anhelan un padre y una madre; la realidad del “amor teológico” -y vuelvo a Albiac- que sostiene y da vida al matrimonio y a la familia; realidades sobre las que puede volver a resurgir una auténtica civilización y cultura en la Europa de hoy.

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com