Tribunas

Los consejos de don Braulio

José Francisco Serrano Oceja

La última carta del arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez Plaza, no tiene desperdicio. Quizá porque en Castilla y La Mancha, en Toledo, corren tiempos recios, por eso de utilizar terminología clásica teresiana. Bueno, allí y en otros muchos sitios. No acierto a saber por qué ha pasado tan inadvertido este escrito. 

En un texto titulado “De actualidad”, comienza el arzobispo primado diciendo que “en los momentos que la sociedad española está viviendo de incertidumbres, inquietudes sociales, gobierno en funciones, negociaciones para decidir qué vendrá después, se me ocurre no dar recetas o consejos de actuación política para los católicos”.

Es decir, el consejo es no dar consejos. O, de otra forma, recordar que son los cristianos laicos los que poseen la vocación y la misión de ser fermento en el mundo. Y  así glosar su compromiso en la vida pública a través del principio de la autonomía del laico, en las cuestiones temporales, políticas, para las que la Iglesia no tiene recetas. Solo principios. 

Una vez que don Braulio recuerda la Doctrina Social de la Iglesia, y el magisterio del Concilio Vaticano II, sobre la naturaleza de la política y del papel de los cristianos en la auténtica política, se pregunta si “la sociedad española, ¿tiene claro en estos momentos esos principios morales objetivos? ¿Lo tienen nuestros políticos? Aquí surgen dudas inquietantes.”

Pero la clave de la breve carta pastoral, a la que se puede acceder a través de la página web de la archidiócesis de Toledo, es un párrafo final que no tiene desperdicio. Y que dice así:

“¿Tiene en cuenta nuestros políticos estas características de la actividad política, no partidaria? Confieso que muchas veces parece que no es así, creando problemas innecesarios a la sociedad civil, que, como en otras ocasiones he afirmado, es muy débil en España. Por desgracia, también ocurre lo mismo en tantos y tantos cristianos, a la hora de su participación social y política en nuestra sociedad”.

Dos afirmaciones que dan que pensar. Los políticos españoles crean problemas innecesarios a la sociedad civil. Una sociedad civil que es muy débil. Quizá por eso de que haya que crear el problema para después ofrecer una solución que sea solo autorreferente respecto al problema y a quien parece tener la solución.

Y, segundo, la debilidad de los cristianos a la hora de su participación social y política en nuestra sociedad.  

 

José Francisco Serrano Oceja