Servicio diario - 18 de marzo de 2016


 

El Papa al Camino Neocatecumenal: ‘Evangelizar como familia es ya un anuncio de vida’
Rocío Lancho García | 18/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano)- Unidad, gloria y mundo. Son las tres palabras sobre las que el Santo Padre ha reflexionado en su discurso durante el encuentro este viernes del papa Francisco con los miles de personas del Camino Neocatecumenal, con ocasión de las 50 nuevas missio ad gentes, compuestas de unas 250 familias procedentes de cinco continentes que son enviadas a la evangelización. Antes del discurso del Santo Padre, Kiko Argüello, iniciador del Camino, ha presentado los países donde irán en misión estas familias.
Tras saludar de forma especial a estas familias que van a viajar y que han acogido la llamada a evangelizar, el Papa ha añadido: “Bendigo al Señor por esto, por el don del Camino y por el don de cada uno de vosotros”.
A propósito de la unidad, el Pontífice ha recordado que esta es la última petición de Jesús antes de la Pasión: “que haya comunión en la Iglesia”. De este modo ha asegurado que la comunión es esencial. “El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho mal a la Iglesia tentando a nuestra humanidad”, ha añadido. Es “el divisor” y comienza a menudo con “hacernos creer que somos buenos, quizá mejores que los otros: así tiene el terreno preparado para sembrar cizaña”. En esta línea, el Santo Padre ha indicado a los presentes que cada carisma es una gracia de Dios para crecer en la comunión. “Pero el carisma puede deteriorarse cuando nos cierra o presumimos, cuando queremos distinguirnos de los otros. Y para cuidarlo, ha asegurado, es necesaria la unidad humilde y obediente.
A continuación, el Pontífice ha subrayado que “la Iglesia es nuestra Madre”. Después del bautismo –ha aseverado– ya no vivimos como individuos aislados, sino que nos hemos convertido en hombres y mujeres de comunión, llamados a ser operadores de comunión en el mundo. La fecundidad de la Iglesia, ha indicado el Santo Padre, se expresa a través del ministerio y la guía de los pastores. “También la institución es de hecho un carisma, porque arraiga sus raíces en la misma fuente, que es el Espíritu Santo”, ha asegurado Francisco.
La segunda palabra de su reflexión ha sido gloria. Al respecto ha precisado que “la gloria mundana se manifiesta cuando se es importante, admirado, cuando se tienen bienes y éxito”. Sin embargo –ha añadido– la gloria de Dios se revela sobre la cruz: es el amor, que allí resplandece y se difunde. Es una gloria paradójica: sin murmullo, sin ganancia y sin aplausos. Pero solo esta gloria “hace fecundo el Evangelio”.
Para concluir el Papa les ha presentado la palabra mundo. Así, ha explicado que a Dios no le atrae la mundanidad, es más, la detesta; pero ama al mundo que ha creado, y ama a sus hijos en el mundo así como son, allí donde viven, también si están “lejos”. En esta misma línea, les ha pedido que muestren a los hijos “la mirada tierna del Padre” y que consideren “un don las realidades” que encuentren. Les ha exhortado también a que se familiaricen con las culturas, las lenguas y los usos locales, “respetándoles y reconociendo las semillas de gracia que el Espíritu ya ha extendido”.
Invitándoles a sembrar “el primer anuncio”, ha recordado que “es la buena noticia la que debe volver, porque si no la fe corre el riesgo de convertirse en una doctrina fría y sin vida”.
Finalmente, el Pontífice ha asegurado que evangelizar como familia, viviendo la unidad y la sencillez, es ya un anuncio de vida, un bonito testimonio, “por el que os doy las gracias”. El Santo Padre les ha dado las gracias en su nombre y en el de toda la Iglesia.






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Padre Cantalamessa: La unidad de los cristianos en primer lugar debe ser en el amor
Rocío Lancho García | 18/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El padre Raniero Cantalamessa ha hablado en su última predicación de cuaresma a la Curia Romana y el Papa sobre el camino hacia la unidad de los cristianos, reflexionando sobre la “Unitatis Redintegratio”.
Cincuenta años de camino y de progresos en el ecumenismo –aseguró el predicador– demuestran la virtualidad encerrada en ese texto. Por eso explicó que las realizaciones y los frutos de este documento han sido de dos especies. En el plano doctrinal y institucional se creó el Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos y se han iniciados diálogos bilaterales para con la mayoría de las iglesias cristianas afín de “promover un mejor conocimiento recíproco y superar los prejuicios”. Junto a este ecumenismo oficial y doctrinal, se ha desarrollado desde el principio un “ecumenismo del encuentro y de la reconciliación de los corazones”.
El Señor resucitado sigue enviando “su Espíritu y sus carismas sobre los creyentes de las distintas Iglesias, también de las que creíamos más distantes de nosotros, a menudo con idénticas manifestaciones visibles”.
A continuación recordó que el mundo cristiano nos prepara a celebrar el quinto centenario de la Reforma en el 2017. “Es vital para el futuro de la Iglesia no perder esta ocasión, permaneciendo prisioneros del pasado, o limitándose a usar un tono más conciliador en el establecimiento de los aciertos y errores en ambos lados”, aseguró. Es el momento de hacer –observó el predicador– un salto de calidad, como cuando una barca llega a la compuerta de un río o de un canal que le permite proseguir la navegación a un nivel superior.
A propósito, indicó que las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y la Reforma en el siglo XVI fueron sobre todo las indulgencias y la forma en la que sucede la justificación del pecador.
Asimismo el padre Cantalamessa cree que todas las discusiones seculares entre católicos y protestantes acerca de la fe y las obras “han terminado por hacer perder de vista el punto principal del mensaje paulino”. Lo que el apóstol quiere afirmar “no es que somos justificados por la fe, sino que somos justificados por la fe en Cristo”.
De este modo advirtió que “cometimos el error de reducir a un problema de escuelas, a lo interior del cristianismo, lo que era para el apóstol una afirmación mucho más amplia y universal”. Hoy –aseveró– estamos llamados a redescubrir y proclamar juntos el fondo del mensaje paulino. El padre Cantalamessa señaló la “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación”, firmada el 31 de de octubre de 1999, entre la Iglesia católica y la Federación Mundial de Iglesias Luteranas” como un paso importante.
Por otro lado, precisó que la justificación mediante la fe en Cristo debería ser predicada por toda la Iglesia y con mayor vigor que nunca. Ya no, sin embargo, en contraposición a las “buenas obras”, que es un asunto superado y resuelto, sino en oposición, en todo caso, a la pretensión del mundo secularizado de poder salvarse solo, con su ciencia, la tecnología o las técnicas espirituales de su invención.
Hablando de la contraposición entre fe y obras, precisó que tiene sentido si por buenas obras se entiende principalmente (como lamentablemente sucedía en la época de Lutero) indulgencias, peregrinaciones, ayunos, limosnas, velas votivas, y todo lo demás. En cambio lleva fuera del camino si por buenas obras se entiende las obras de caridad y de misericordia. Jesús en el Evangelio reprende que sin esas no se entra en el Reino de los Cielos y Él se verá obligado a decir: “Lejos de mí”. No se es justificado por las buenas obras, pero no nos salvamos sin las buenas obras. “La justificación es sin condiciones de la parte de Dios, pero no es sin consecuencias. Esto lo creemos todos, católicos y protestantes y lo decía ya el Concilio de Trento”, precisó el predicador de la casa pontificia.
Asimismo, recordó que lo mismo hay que decir de la contraposición entre Escritura y tradición. “Surge apenas se toca el problema de la revelación, como si los protestantes tuvieran solamente la Escritura y los católicos la Escritura y la tradición juntas. Cuando en realidad todas las Iglesia tienen una propia tradición”, añadió padre Raniero.
Finalmente, concluyendo su predicación, añadió que “no es suficiente este motivo práctico para realizar la unidad de los cristianos. No es suficiente encontrarse unidos en el frente de la evangelización y de la acción caritativa”. A este punto explicó que “si la unidad de los discípulos tiene que ser un reflejo de la unidad entre el Padre y el Hijo, esta tiene que ser en primer lugar una unidad de amor, porque tal es la unidad que reina en la Trinidad”. Las tres divinas personas no están unidas por el hecho de que realizan conjuntamente la creación y todas las otras obras ad extra; los son en su mismo ser.
Y así, el predicador indicó que la cosa extraordinaria, sobre este camino hacia la unidad basada en el amor, es que esta se encuentra ya enteramente abierta delante de nosotros. No podemos –advirtió– “quemar las etapas” sobre la doctrina, porque las diferencias son y se resuelven con paciencia en los lugares correspondientes. “Podemos en cambio quemar las etapas en la caridad, y estar plenamente unidos desde ahora”, concluyó.
Puede leer la predicación completa del padre Raniero Cantalamessa aquí





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El Vaticano estudia un viaje del Papa a Armenia a finales de junio
Redaccion | 18/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La Santa Sede está estudiando un viaje del Papa en Armenia y la segunda mitad de junio es el período que actualmente se está considerando. Así lo ha confirmado el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, el jesuita padre Federico Lombardi.
Haciendo referencia a algunas publicaciones que ya daban por seguro el viaje y las fechas, el portavoz vaticano ha precisado que “la inspección conclusiva en el lugar por parte de los organizadores del Vaticano, no ha tenido lugar todavía”. En caso de que finalmente se realice este viaje apostólico, sería la segunda vez que un Pontífice les visita ya que Juan Pablo II estuvo allí en el 2001.
Armenia conmemoró hace un año el centenario del genocidio de millón y medio de armenios bajo el Imperio Otomano. Y el 12 de abril de 2015, el papa Francisco proclamó al armeno san Gregorio de Narek, doctor de la Iglesia universal. Lo hizo en una misa celebrada en la basílica de San Pedro en el Vaticano, en coincidencia con los 100 años del genocidio armenio.
Al inicio de dicha celebración, el Santo Padre leyó un texto, en el cual definió la masacre de los armenios por los turcos, como el primer genocidio del siglo XX. Este hecho provocó una crisis diplomática con Turquía, ya que nunca han reconocido el genocidio.






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Kiko Argüello: Las missio ad gentes son una ‘bomba’ en China y Europa
Salvatore Cernuzio | 18/03/16

“Agradecido al Santo Padre y a las familias”. Responde Kiko Argüello a la pregunta sobre cuáles son sus sentimientos justo después de la gran audiencia de hoy con el papa Francisco, en el Aula Pablo VI, una cita que el Pontífice concede ya cada año al Camino Neocatecumenal.
Entrevistado por ZENIT, el iniciador de este itinerario para el redescubrimiento de las promesas bautismales –como ha recordado hoy el Santo Padre– cuenta la obra que ya desde hace 50 años “el Espíritu Santo cumple a través de nosotros”, especialmente a través de estas familias misioneras que están llevando un anuncio de fe a los cinco continentes, en zonas difíciles donde se consumen cotidianamente tragedias como el aborto o donde la familia y la Iglesia están “atacadas”.
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Una vez más el Papa ha recibido al Camino Neocatecumental y ha animados la obra de evangelización que realiza desde hace años. ¿Cómo se siente?
— Kiko: El encuentro ha ido bien. Me han emocionado mucho las palabras que el Santo Padre ha añadido al final, improvisando: ‘Yo me quedo aquí, pero os acompaño con el corazón’. Nos ha demostrado una vez más que nos quiere y después me ha dicho cosas muy bonitas en privado, añadiendo que en los próximos días quiere hablar conmigo. Estoy contento… Y lo estoy también por las familias, realmente un espectáculo. Nos consuelan estas familias, están llenas de generosidad, están llenas de alegría. ¡Es algo impresionante!
Este año se ha registrado un número aún más alto de familias dispuestas a ir a la missio ad gentes…
— Kiko: Sí, 270 familias para 54 missio ad gentes. Repito, ¡es un espectáculo! Hemos tenido una convivencia maravillosa en Porto San Giorgio: 300 familias presentes y todas han aceptado ir por el mundo a evangelizar y que su destino se elija a suertes. ¡Imagínatelo! Ponían en un cesta el nombre y en otra la nación. Por tanto, por ejemplo, se sacavaba China y yo preguntaba: ‘Joaquín, María, con vuestros ocho hijos, ¿aceptais ir a China?’. ‘Sí’. ‘Muy bien’. Y después otra familia, y otra. Y así cinco familias que ni siquiera se conocen forman una misión para Asia. Se ha creado realmente un ambiente dulce, de amor maravilloso. Pensé en el Salmo que dice: “Que bueno los hermanos juntos… es como el óleo que desciende por la barba’.
Del anuncio del kerygma a los gitanos en las periferias de Madrid, medio siglo después, el Camino llama ahora a las puertas de Asia. ¿Cómo procede la obra de evangelización? ¿Y usted cómo la vive?
— Kiko: ¿Cómo vivo? Esperando ser degollado…. Por eso, estas missio ad gentes hacen mucho bien en el mundo, y tienen mucho éxito también con los musulmanes. ¡Lo digo de verdad! En muchísimas partes donde mandamos las misiones vienen musulmanes que dice que se siente realmente tocados. En los países del Golfo tenemos ya muchas comunidades, y a menudo tenemos que actuar a escondidas por su seguridad. Yo, mirando todo esto, dije en la convivencia una especie de ‘profecía’ sobre mí: ‘Cuando bauticemos 100 musulmanes, me matarán’. Por otro lado estamos destinados a eso, los cristianos están para el martirio. Y yo estaría muy contento porque siendo un pecador, un indigno, un pobrecillo, ¡si muero mártir se resuelve todo! (ríe).
A la espera del martirio… El Camino, ¿cómo aplicará concretamente las indicaciones que el Papa ha expresado hoy en su discurso programático?
— Kiko: Haremos todo lo que podamos, en comunión con la Iglesia. Todo lo que hemos visto hoy es obra de los obispos. Son los obispos los que piden las missio ad gentes, no nosotros. Están contentísimos, porque muchos países se están despertando. Por ejemplo, pienso en Francia: el sur está lleno de familias en misión y tenemos cinco seminarios. Son una bendición porque la situación de la Iglesia en Francia, así como en muchos países de Europa, es una catástrofe: iglesias cerradas, disminución de las vocaciones, sociedades secularizadas…
¿Tiene alguna anécdota que le haya llamado la atención especialmente de las contadas por estas familias en misión?
— Kiko: Anécdotas hay verdaderamente muchas… Si tengo que decir una en particular es la que me ha contado una familia en misión en China, con cuatro niños pequeños. Un día en un parque, dos de estos niños, uno de seis y el otro de cuatro años, se encontraron detrás de un arbusto a un feto muerto, con el corazón fuera del pecho… Impresionados, llamaron a su madre diciendo: ‘Mamá, ¿pero por qué aquí hacen estas cosas? ¡Debemos rezar, debemos evangelizar!’. Entonces decidieron dar un nombre a este niño muerto, lo llamaron Mateo, e hicieron una pequeña promesa de no merendar por unos días para que estas cosas no vuelvan a ocurrir en China. Me he emocionado al escuchar esta historia, me han recordado a los pastorcillos de Fátima con su sencillez… E incluso sus padres estaban muy impresionados al contarla y han comprendido que realmente es necesario un anuncio en un país como China, donde las tragedias del aborto están a la orden del día, también debido a la política del hijo único. Imagínese que otra familia, en un pueblo chino, tenía siete hijas, y cuando iban por la calle un montón de mujeres se detenían a mirarlas y acariciarlas, a menudo llorando, porque según les han contado se vieron obligadas a abortar a sus niñas.
Reduciendo el campo a Europa, usted ha dicho que estamos en un momento en que se raya “la apostasía”, también a causa de los continuos ataques contra la vida y la familia. En este panorama, ¿cuál es la contribución que ofrecen estas familias que dejan todo y se van a evangelizar?
— Kiko: ¡Una enorme contribución! Debemos evangelizar Europa, porque lo necesita. Pienso, en particular, en mi país, España, donde se registran más de 600 divorcios al día y donde hay dinámicas políticas que tienen como objetivo destruir la institución familiar. Por no hablar de muchas otras naciones en el norte donde la religión está prohibida en las escuelas, donde se cierran y se venden las parroquias y así sucesivamente. Con todo lo que está sucediendo, la gente experimenta una profunda soledad, un fracaso, por eso permanecen profundamente afectadas cuando tal vez les invitan a las catequesis, encuentran un ambiente de comunión, conocen una familia unida con hijos, ¡y ya no quieren irse más! Les gusta ese ambiente… Entonces la familia cristiana, llena de amor, ¡es una bomba en toda Europa!





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San Pedro: Cúpula, fachada y columnata se apagarán una hora por una buena causa
Redaccion | 18/03/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Este sábado, 19 de marzo, desde las 20.30 hasta las 21.30, las luces de la Cúpula, de la fachada de la Basílica y la columnata de San Pedro, permanecerán apagadas con ocasión del Earth Hour 2016, iniciativa promovida por la WWF International, a la que se ha adherido también el Estado de la Ciudad del Vaticano. Mientras tanto, permanecerán encendidas las fuentes, las cuatro farolas junto al obelisco y demás luces de la plaza.
Desde Japón hasta Estados Unidos, países de todo el mundo se unirán a esta iniciativa para compartir a nivel global, a favor de un futuro sostenible. Serán así 60 minutos de oscuridad contemporáneamente en todos los rincones de la tierra.
“Todos juntos es posible combatir concretamente el cambio climático –explica el WWF— ya sea con acciones concretas de cada uno, como haciendo sentir la propia voz a los gobiernos que son llamados a elegir el camino hacia economías con bajas emisiones de carbono, eliminando gradualmente las fuentes fósiles, empezando por el carbón”.
Uno de los temas en los que el Santo Padre insiste y muestra su preocupación, es precisamente el cuidado de la creación. Y esta inquietud se concretó en la encíclica “Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común”. Documento que instituciones y gobernantes de todas las partes del mundo valoraron y reconocieron su gran interés.






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La Iglesia en España celebra la Jornada por la Vida 2016
Iván de Vargas | 18/03/16

(ZENIT – Madrid).- La Iglesia en España celebrará la Jornada por la Vida 2016 el próximo 4 de abril, en lugar del 25 de marzo, fiesta de la Anunciación del Señor, ya que en esta ocasión coincide la fecha con el Viernes Santo.
Con motivo de este día, la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida ha difundido un mensaje en el que llama a promover y proteger la ecología humana. “En este cuidado de la casa común debe ocupar un puesto central la ecología humana, que debe ser promovida y protegida como expresión de quienes son no solo criaturas, sino más aún, ‘imagen y semejanza’ de Dios”, señalan los obispos españoles.
En el cuidado de la ecología humana –prosiguen– “se encuentra como elemento primordial el cuidado de todas las personas, desde el inicio de su existencia hasta su muerte natural”. “La encíclica Laudato si’ nos habla de la necesaria ecología ambiental, social, económica, cultural y de la vida cotidiana, todo ello con vistas de promocionar el bien común”, recuerdan los prelados en su escrito titulado “Cuidar la vida, sembrar esperanza”.
“La ecología integral es inseparable de la noción de bien común, un principio que desempeña un papel central y unificador en la ética social”, destacan los miembros de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida, al tiempo que explican que “el bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral”.
“La vida humana necesita ser protegida desde el comienzo de su existencia y promovida y acompañada hasta su final. Como señala el papa Francisco, no tiene sentido luchar por la protección de los animales, de los bosques y los océanos y no inmutarnos ante el drama del aborto”, añaden los obispos.
Asimismo, manifiestan que al igual que es importante implicarse en el cuidado de la “casa común”, es trascendental “trabajar juntos por la protección de la vida”, ya que es responsabilidad de todos “trabajar por una cultura de la vida que contribuya al desarrollo de una sociedad plenamente humana”.
“Defendamos la naturaleza y, en ella, defendamos la vida humana en todas sus fases, vicisitudes y condicionantes. No hay nada ni nadie más digno en la creación que el ser humano, pues es la única criatura en la tierra que Dios ha querido por sí misma y que conoce y ama de modo personal: nos ha creado a su imagen, somos amados incondicionalmente por Dios y estamos llamados a ser sus hijos”, insisten los firmantes del mensaje.
Por último, los prelados invitan para que en este Año de la Misericordia, se contemple “el inicio de este don de Dios en el comienzo de nuestra propia existencia”, y oran a Dios para que “nos conceda la capacidad de reconocer su misericordia en todo lo creado, de modo particular y eminente en los hermanos y hermanas que nos ha regalado”. “Que ellos sean, asimismo, objeto de nuestro cuidado, de nuestro servicio, de una misericordia personal que quiere hacer realidad el lema de este año jubilar, «Misericordiosos como el Padre», cuidando la vida y sembrando esperanza”, concluyen.
La Jornada por la Vida –que se celebra en muchos países– es una ocasión propicia para tomar mayor conciencia del valor de la persona humana e implicarse en la defensa de los seres más vulnerables, débiles e indefensos.





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El Centro Español de Sindonología muestra un busto con el rostro de la Sábana Santa
Redaccion | 18/03/16

(ZENIT – Madrid).- El Centro Español de Sindonología (CES), entidad dedicada al estudio y difusión de la Sábana Santa de Turín y de otras reliquias atribuidas a Jesucristo, ha organizado para el Viernes Santo una jornada de puertas abiertas en su nueva sede, en la ciudad de Valencia.
”El nuevo local prácticamente duplica en espacio al anterior, lo que permitirá al CES ampliar su área de museo, que albergará a partir de ahora un mayor número de objetos sobre la Sábana Santa, el Sudario de Oviedo y el Santo Cáliz”, ha indicado este viernes a la agencia AVAN su presidente, Jorge Manuel Rodríguez Almenar.
En la actualidad, el Centro Español de Sindonología está centrando sus estudios de investigación en establecer los puntos de coincidencia entre el rostro de la Sábana Santa de Turín y del Sudario de Oviedo.
Como novedad, el museo contará con un busto que reproduce el rostro de la Sábana Santa de Turín, con las huellas de su tortura y una superposición de las que están marcadas en el Sudario de Oviedo. La obra ha sido realizada por el escultor sevillano Juan Manuel Miñarro, del que la sede del CES también alberga una imagen de cuerpo entero del “hombre de la Síndone”.
El área expositiva dedicada al Santo Cáliz, que desde ahora será independiente de la sala de proyecciones, contará con una réplica de la reliquia, así como paneles explicativos con los itinerarios de la misma. “Queremos así realzar la importancia de esta reliquia que se venera en la catedral de Valencia, en este año en el que además celebramos su Año Santo”, ha explicado Rodríguez Almenar.
Además, los visitantes podrán ver diferentes vídeos explicativos y una réplica a tamaño real de la Sábana Santa, entre otros objetos.





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El cardenal Cañizares destaca las “raíces religiosas” de las fiestas falleras
Redaccion | 18/03/16

(ZENIT – Madrid).- El cardenal arzobispo de Valencia, monseñor Antonio Cañizares Llovera, aseguró este jueves en la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados que “este gesto de devoción, junto con las celebraciones dirigidas al castísimo esposo de la Virgen María, san José, recuerden y señalen las raíces religiosas de esta gran fiesta”.
El purpurado recibió a la Fallera Mayor Infantil, Sofía Soler, a su llegada a la basílica de la Virgen y afirmó que “mediante vuestra ofrenda revestís cada año a Nuestra Madre con un renovado manto de plegarias, de agradecimientos y de invocaciones amorosas”.
Asimismo, destacó que “habéis venido ante la imagen de nuestra celestial patrona trayendo las flores que representan en primer lugar la promesa de los frutos de toda clase, resultado del trabajo del pueblo valenciano”. “Estas flores representan también la ofrenda de vuestra juventud, llena de promesas, de belleza y alegría”, añadió.
“Quered mucho a la Virgen, seguid así, con esa alegría, sencillez y dulzura que tenéis y manifestáis y recordad que ella también manifiesta con vosotras una ternura muy grande”, insistió.
Este viernes por la noche finalizará la segunda jornada de la ofrenda cuando la Fallera Mayor de Valencia, Alicia Moreno, pase ante la patrona de los valencianos y sea recibida también por el cardenal Cañizares.
En la ofrenda participarán más de cien mil personas, entre ayer y hoy, según informó la agencia AVAN en un comunicado. En el recorrido desfilarán ante la imagen de la Virgen de los Desamparados cerca de 400 comisiones falleras de la capital valenciana y de poblaciones de su área metropolitana como las localidades de Burjassot, Mislata y Quart de Poblet, integradas en la Junta Central Fallera, además de representantes de las casas regionales de otras comunidades autónomas con sede en la ciudad y de las fiestas de Alicante y Castellón.





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Semana Santa en la catedral de Madrid
Redaccion | 18/03/16

(ZENIT – Madrid).- Del 20 al 27 de marzo, la catedral de Santa María la Real de la Almudena acogerá las principales celebraciones litúrgicas de la Semana Santa presididas por el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro Sierra.
Los actos comenzarán con la solemne Misa de los Ramos, el próximo domingo, según ha informado el arzobispado en un comunicado. Ese día, a las 11:30 horas, tendrá lugar la bendición de las palmas y los ramos en el atrio de la catedral, y la posterior procesión hasta la plaza de la Almudena, para entrar en el templo por la puerta principal, que hasta ese momento permanecerá cerrada. A las 12:00 horas dará comienzo la eucaristía del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
Misa Crismal y vía crucis
Este año, la Misa Crismal se celebrará el Miércoles Santo a las 12:00 horas. Durante la misma se procederá a la bendición de los santos óleos y a la consagración del crisma. El presbiterio diocesano concelebrará y renovará sus promesas sacerdotales ante su pastor, el arzobispo de Madrid.
Ese mismo día, a las 19:00 horas, tendrá lugar un vía crucis por el interior del templo catedral, en el que las distintas delegaciones diocesanas se encargarán de cada una de las estaciones del mismo.
Triduo Pascual
El Jueves Santo, a las 12:00 horas, la catedral acogerá una celebración comunitaria de la Penitencia, con confesión y absolución individual. Y a las 18:00 horas dará comienzo la Santa Misa de la Cena del Señor, con lavatorio de los pies. En ella se conmemora la institución de la Eucaristía, del Sacerdocio y la promulgación del Mandamiento Nuevo. Al final de la celebración se reservará solemnemente la eucaristía. La catedral permanecerá abierta hasta las 24:00 horas para facilitar la adoración al Santísimo.
Al día siguiente, Viernes Santo, el principal templo diocesano abrirá sus puertas a las 09:00 horas para aquellos fieles que quieran acudir a hacer oración ante el Santísimo. La celebración de la Pasión y Muerte del Señor dará comienzo a las 17:00 horas.
El Sábado Santo, la catedral permanecerá cerrada durante toda la jornada. Abrirá sus puertas a las 21:00 horas para facilitar el acceso al templo a los fieles que quieran participar en la Vigilia Pascual, que se desarrollará a partir de las 22:00 horas. Durante la misma, se impartirán los sacramentos de iniciación: Bautismo, Comunión y Confirmación a adultos.
Domingo de Resurrección
Las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa en la Almudena finalizarán el 27 de marzo, Domingo de Pascua de Resurrección, con una solemne eucaristía que dará comienzo a las 12:00 horas. Al finalizar la misa, se impartirá la bendición papal.





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Texto completo de la quinta predicación de cuaresma del padre Raniero Cantalamessa
Raniero Cantalamessa | 18/03/16

Raniero Cantalamessa, ofmcap
Quinta Predicación de Cuaresma
EL CAMINO HACIA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
Reflexión sobre la “Unitatis Redintegratio”
1. El camino ecuménico después del Vaticano II
La moderna ciencia hermenéutica ha vuelto familiar el principio de Gadamer de la “historia de los efectos” (Wirkungsgeschichte). Según este método, para entender un texto es necesario tener en cuenta los efectos que este ha producido en la historia, pasando a formar parte de la historia y dialogando con ella [1].
Este principio resulta de gran utilidad aplicado a la interpretación de la Escritura. Nos dice que no se puede entender completamente el Antiguo Testamento, si no es a la luz del cumplimiento del Nuevo y no se puede entender el Nuevo Testamento si no es a la luz de los frutos que ha producido en la vida de la Iglesia. No basta por tanto el habitual estudio histórico-filológico de las “fuentes”, es decir de las influencias sufridas por un texto; es necesario tener en cuenta también las influencias ejercidas por este mismo. Es la regla que Jesús había formulado mucho tiempo antes, diciendo que cada árbol se conoce por sus frutos (cf. Lc 6, 44).
En la debida proporción, este principio –lo hemos visto en las meditaciones precedentes– se aplica también a los textos del Vaticano II. Hoy quisiera mostrar cómo esto se aplica en particular al decreto del ecumenismo, Unitatis redintegratio, que es el tema de esta meditación. Cincuenta años de camino y de progresos en el ecumenismo demuestran la virtualidad encerrada en ese texto. Después de haber recordado las razones profundas que inducen a los cristianos a buscar la unidad entre ellos, y después de tomar nota del difundirse entre los creyentes de las distintas Iglesias de una nueva actitud al respecto, los Padres conciliares así expresan el intento del documento:
“Considerando, pues, este Sacrosanto Concilio con grato ánimo todos estos problemas, una vez expuesta la doctrina sobre la Iglesia, impulsado por el deseo de restablecer la unidad entre todos los discípulos de Cristo, quiere proponer a todos los católicos los medios, los caminos y las formas por las que puedan responder a este divina vocación y gracia” [2]. Las relaciones, o los frutos, de este documento han sido de dos formas. En el plano doctrinal e institucional, ha sido constituido el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos; iniciaron otros diálogos bilaterales con casi todas las confesiones cristianas, con el fin de promover un mejor conocimiento recíproco, un debate de las posiciones y la superación de prejuicios”.
Las realizaciones y los frutos de este documento han sido de dos especies. En el plano doctrinal y institucional ha sido creado el Pontificio consejo para la unidad de los cristianos y se han iniciados diálogos bilaterales para con la mayoría de las iglesias cristianas afín de promover un mejor conocimiento recíproco y superar los prejuicios.
Junto a este ecumenismo oficial y doctrinal, se ha desarrollado desde el principio un ecumenismo del encuentro y de la reconciliación de los corazones. En este ámbito destacan algunos encuentros célebres que han marcado el camino del ecumenismo en estos 50 años: el de Pablo VI con el Patriarca Atenágoras, los innumerables encuentros de Juan Pablo II y de Benedicto XVI con los jefes de distintas iglesias cristianas, del papa Francisco con el patriarca Bartolomé en el 2004, y, por último, con el Patriarca de Moscú Kirill en Cuba que ha abierto un horizonte nuevo en el camino ecuménico.
A este mismo ecumenismo espiritual, pertenecen también las muchas iniciativas en las cuales los creyentes de distintas Iglesias se encuentran para rezar y proclamar juntos el Evangelio, sin intenciones de proselitismo y en plena fidelidad cada uno a su propia Iglesia. He tenido la gracia de participar en muchos de estos encuentros. Uno de ellos permanece particularmente vivo en mi memoria porque fue como una profecía visual de resultado al qué debería llevarnos al movimiento ecuménico.
En 2009 se celebró en Estocolmo una gran manifestación de denominada “Jesus manifestation”, “Una manifestación por Jesús”. En el último día, los creyentes de las distintas Iglesias, cada uno por una calle diferente, caminaban en procesión hacia el centro de la ciudad. También el pequeño grupo de católicos, con el obispo local a la cabeza, íbamos por nuestro camino rezando. Al llegar al centro, las filas se rompían y era una única multitud la que proclamaba el señorío de Cristo frente a una multitud de 18 mil jóvenes y de transeúntes atónitos. La que pretendía ser una manifestación “por” Jesús, se convirtió en una poderosa manifestación “de” Jesús. Su presencia se podía casi tocar con la mano en un país que no está acostumbrado a manifestaciones religiosas de este tipo.
También estos desarrollos del documento sobre ecumenismo son un fruto del Espíritu Santo, un signo del invocado nuevo Pentecostés. ¿Cómo hizo el Resucitado para convencer a los apóstoles a abrirse a los gentiles y a recibirles también a ellos en la comunidad cristiana? Condujo a Pedro en la casa del centurión Cornelio, le hizo asistir a la venida del Espíritu sobre los presentes, con las mismas manifestaciones que los apóstoles habían experimentado en Pentecostés: hablar en lenguas, glorificar a Dios en voz alta. A Pedro no le quedó otra opción que llegar a la conclusión: “Si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?” (Hch 11, 17).
El Señor resucitado está haciendo lo mismo hoy. Envía su Espíritu y sus carismas sobre los creyentes de las distintas Iglesias, también de las que creíamos más distantes de nosotros, a menudo con idénticas manifestaciones visibles. ¿Cómo no ver en eso un signo que nos empuja a aceptarnos y reconocernos recíprocamente como hermanos, aunque aún en el camino hacia una unidad más plena en el plano visible?
Fue en todo caso lo que me ha convertido a mi a tener amor a la unidad de los cristianos, acostumbrado por mis estudios preconciliares a ver a los ortodoxos y protestantes solo como “adversarios” para confutar en nuestras tesis de teología.
2. A un año del V Centenario de la reforma protestante (1517)
En la Cuaresma del año pasado, traté de mostrar los resultados a los que ha llegado, a nivel teológico, el diálogo ecuménico con el oriente ortodoxo. Al libro que recoge tales meditaciones di el título “Dos pulmones, una única respiración” el cual dice por sí solo a lo que tendemos y que en gran parte ya se ha realizado[3].
En esta ocasión quisiera dirigir la atención a las relaciones con el otro gran interlocutor del diálogo ecuménico que es el mundo protestante, sin entrar en cuestiones históricas y doctrinales, pero para mostrar cómo todo nos empuja a ir adelante en el esfuerzo de recomponer la unidad del occidente cristiano.
Una circunstancia hace este esfuerzo particularmente actual. El mundo cristiano nos prepara a celebrar el quinto centenario de la Reforma en el 2017. Es vital para el futuro de la Iglesia no perder esta ocasión, permaneciendo prisioneros del pasado, o limitándose a usar un tono más conciliador en el establecimiento de los aciertos y errores en ambos lados. Es el momento de hacer, creo, un salto de calidad, como cuando una barca llega a la compuerta de un río o de un canal que le permite proseguir la navegación a un nivel superior.
La situación ha cambiado profundamente en estos quinientos años, pero como siempre, es difícil tomar pronto conciencia de lo que es nuevo. Las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y la Reforma en el siglo XVI fueron sobre todo las indulgencias y la forma en la que sucede la justificación del pecador.
Pero ¿podemos decir que estos son problemas con los cuales se mantiene o cae la fe del hombre de hoy? En una conferencia celebrada en el Centro “Pro unione” de Roma, el cardenal Walter Kasper explicaba que mientras para Lutero el problema existencial número uno era cómo superar el sentido de la culpa y obtener un Dios benévolo, hoy el problema es más bien el contrario: como dar de nuevo al hombre de hoy el verdadero sentido del pecado que se ha perdido del todo.
Creo que todas las discusiones seculares entre católicos y protestantes acerca de la fe y las obras han terminado por hacer perder de vista el punto principal del mensaje paulino. Lo que el apóstol quiere afirmar, sobre todo en Romanos 3, no es que somos justificados por la fe, sino que somos justificados por la fe en Cristo; no es tanto que somos justificados por la gracia, sino que somos justificados por la gracia de Cristo. La persona de Cristo es el corazón del mensaje, incluso antes de la gracia y la fe.
Después de haber presentado a la humanidad en su estado universal de pecado y de perdición en los dos capítulos anteriores de la Carta, el apóstol tiene el increíble valor de proclamar que esta situación ha cambiado radicalmente, “en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús”, “por la obediencia de uno solo”(Rm 3, 24; 5, 19).
La afirmación de que esta salvación se recibe por fe, y no por obras, está presente en el texto y era lo más urgente donde arrojar luz en los tiempos de Lutero, cuando era claro, al menos en Europa, que se trataba de la fe en Cristo y de la gracia de Cristo. Pero esa viene en segundo lugar, no en el primero. Cometimos el error de reducir a un problema de escuelas, a lo interior del cristianismo, lo que era para el apóstol una afirmación mucho más amplia y universal. Hoy estamos llamados a redescubrir y proclamar juntos el fondo del mensaje paulino.
En la descripción de las batallas medievales siempre hay un momento en el que, superados los arqueros, caballería y todo lo demás, la lucha se concentraba alrededor del rey. Allí se decidía el éxito final de la batalla. También para nosotros la batalla de hoy está alrededor del rey… La persona de Jesucristo es el verdadero juego. Tenemos que volver, desde el punto de vista de la evangelización, al tiempo de los apóstoles. Hay una similitud entre nuestro tiempo y el de ellos. Ellos estaban frente a un mundo pre-cristiano; en Occidente, nosotros tenemos delante un mundo en gran parte post-cristiano.
Cuando el apóstol Pablo quiere resumir en una frase la esencia del mensaje cristiano no dice: “Anunciamos esta o esa doctrina”; dice: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Cor 1, 23), y otra vez: “Nosotros predicamos a Cristo Jesús el Señor” (2 Cor 4, 5). Esto es el verdadero “articulus stantis cadentis et Ecclesiae”, el artículo por el cual la Iglesia se mantiene o cae.
Esto no significa ignorar todo lo que la Reforma protestante produjo de nuevo y válido, tanto en la teología y como en la de la espiritualidad, especialmente con la reafirmación de la primacía de la Palabra de Dios. Significa más bien permitir que toda la Iglesia se beneficie de sus logros positivos, una vez liberados de ciertos excesos y refuerzos debidos a la atmósfera recalentada del momento, a la interferencia de la política y a las controversias posteriores.
Un paso importante en este sentido fue la “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación”, firmada el 31 de de octubre de 1999, entre la Iglesia católica y la Federación Mundial de Iglesias Luteranas” [4]. En su conclusión, que dice:
“La comprensión de la doctrina de la justificación expuesta en esta Declaración muestra la existencia de un consenso entre luteranos y católicos sobre los puntos fundamentales de la doctrina de la justificación. A la luz de este acuerdo son aceptables las diferencias que existen con respecto al lenguaje, los desarrollos teológicos, y los énfasis particulares que ha tomado la comprensión de la justificación. […] Por esta razón, la elaboración luterana y la católica de la fe en la justificación , en sus diferencias, están abiertas la una a la otra de tal forma que no invalida de nuevo el consenso alcanzado sobre verdades fundamentales” [5].
Yo estaba presente cuando el acuerdo fue proclamado en San Pedro durante unas vísperas solemnes presididas por el Papa Juan Pablo II y el arzobispo de Uppsala, Bertil Werkström. Me impresionó una observación que el Papa hizo en la homilía. Expresaba, si no recuerdo mal, este pensamiento: ha llegado el momento de dejar de hacer de esta doctrina de la justificación por la fe un tema de lucha y disputas entre los teólogos, y tratar, en cambio, de ayudar a todos los bautizados a hacer, de esta verdad, una la experiencia personal y libertadora. Desde ese día, no he parado, cada vez que he tenido la oportunidad en mi predicación, de exhortar a los hermanos a tener esta experiencia.
La justificación mediante la fe en Cristo debería ser predicada por toda la Iglesia y con mayor vigor que nunca. Ya no, sin embargo, en contraposición a las “buenas obras”, que es un asunto superado y resuelto, sino en oposición, en todo caso, a la pretensión del mundo secularizado de poder salvarse solo, con su ciencia, la tecnología o las técnicas espirituales de su invención. Estoy convencido de que si estuvieran vivos hoy en día, esta sería la forma en la que Lutero, Calvino y otros reformadores ¡predicarían la justificación gratuita mediante por la fe!
“Las sociedades modernas – leemos en un libro que ha hecho historia – son construidas sobre la ciencia. Le deben su riqueza, su poder y la certeza de que una riquezas y poderes aún mayores serán accesibles al hombre el día de mañana si él quiere […]. Provistos de todo el poder, con todas las riquezas que la ciencia les ofrece, nuestras sociedades todavía tratan de vivir y enseñar sistemas de valores, ya socavados en la base por esta misma ciencia” [6].
Los “sistemas de valores obsoletos” son, por supuesto, para el autor, los sistemas religiosos. Jean-Paul Sartre llega a la misma conclusión desde un punto de vista filosófico. Él hace decir a uno de sus personajes: “Yo mismo hoy me acuso y solo yo me puedo absolver también, yo el hombre. Si Dios existe, el hombre no es nada” [7].
Es a este tipo de desafíos lanzados por el cientificismo ateo y el secularismo que deben responder los cristianos de hoy en día con la doctrina de que “el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo” (cf. Gal 2, 16).
3. Más allá de las fórmulas
Estoy convencido de que en el diálogo ecuménico con las Iglesias protestantes pesa mucho el rol de frenado de las fórmulas. Me explico. Las formulaciones doctrinales y dogmáticas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en “consignas”, etiquetas que indican una pertenencia. La fe ya no termina en la realidad de la cosa, sino en su formulación. Estamos en las antípodas de lo que debería ser, según la famosa afirmación de Tomás de Aquino: “Fides non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem”: la fe no termina en su formulación, sino la cosa en sí misma [8].
Es el fenómeno del formalismo ya en la antigüedad, una vez terminada la fase creativa de los grandes dogmas [9]. Sólo recientemente se dieron cuenta, por ejemplo, que las divisiones dentro del Oriente cristiano, entre Iglesias calcedonianas y las llamadas monifisistas o nestorianas, estaban basados, en muchos casos, en fórmulas y el sentido diferente dado, en ellas a los términos ousia y hypostasis, que no tocaban la sustancia de la doctrina. Se ha podido restablecer, así, la comunión entre y con diferentes Iglesias orientales.
Este obstáculo es particularmente visible en las relaciones con las Iglesias de la Reforma. Fe y obras, Escritura y tradición: son contraposiciones comprensibles y en parte justificadas en su nacimiento, pero llevan al engaño si son repetidas y mantenidas en pie, como si nada hubiera cambiado en quinientos años de vida.
Tomemos la contraposición entre fe y obras. Esta tiene sentido si por buenas obras se entiende principalmente (como lamentablemente sucedía en la época de Lutero) indulgencias, peregrinaciones, ayunos, limosnas, velas votivas, y todo lo demás. En cambio lleva fuera del camino si por buenas obras se entiende las obras de caridad y de misericordia. Jesús en el Evangelio reprende que sin esas no se entra en el Reino de los Cielos y Él se verá obligado a decir: “Lejos de mí”. No se es justificado por las buenas obras, pero no nos salvamos sin las buenas obras. La justificación es sin condiciones de la parte de Dios, pero no es sin consecuencias. Esto lo creemos todos, católicos y protestantes y lo decía ya el Concilio de Trento.
Lo mismo hay que decir de la contraposición entre Escritura y tradición. Esta surge apenas se toca el problema de la revelación, como si los protestantes tuvieran solamente la Escritura y los católicos la Escritura y la tradición juntas. Cuando en realidad todas las Iglesia tienen una propia tradición. ¿Qué es lo que explica la existencia de tantas denominaciones diversas dentro del protestantismo, si no el modo diverso que tiene cada una de interpretar las Escrituras? ¿Y qué es la tradición en su contenido más verdadero si no justamente, la Escritura leída en la Iglesia y por la Iglesia?
Ni siquiera la fórmula luterana “Simul iustus et peccator”, “justo y pecador al mismo tiempo”, es un obstáculo insuperable a la comunión. Forma parte de la tradición católica desde el tiempo de los Padres, la definición de la Iglesia como “casta meretriz” (casta meretrix), como santa y que siempre necesita ser reformada” [10]. Lo que se dice de la Iglesia en su conjunto como cuerpo de Cristo, ¿no se debería aplicar también a cada uno de sus miembros?
Lo que puede ser objeto de una explicación diversa y complementaria es el modo con el cual se entiende esta presencia simultánea de santidad y de pecado en el hombre redimido. En el adjunto a la Declaración conjunta sobre la justificación hay una explicación de la fórmula “simul iustus et peccator” que no es incompatible con la doctrina católica. Se afirma que la justificación opera una renovación real en la vida del bautizado, incluso si esto no se vuelve nunca una posesión adquirida, sobre la cual el hombre pueda apoyarse delante a Dios, mas que queda siempre dependiente de la acción del Espíritu Santo.
En 1974 hubo una noticia que asombró y divirtió al mundo entero. Un soldado japonés, enviado durante la última Guerra Mundial a una isla de Filipinas para infiltrarse entre el enemigo y recoger información, había vivido treinta años escondiéndose en la jungla y alimentándose de raíces, frutos y alguna presa, convencido de que aún había guerra y él seguía en su misión. Cuando lo encontraron fue difícil convencerlo de que la guerra había terminado y que podía volver a su país.
Yo creo que sucede algo similar entre los cristianos. Hay cristianos a los que es necesario convencerles, en ambas formaciones, que la guerra ha terminado, las guerras de religión entre católicos y protestantes han terminado. ¡Tenemos otras cosas que hacer que la guerra uno al otro! El mundo ha olvidado o no ha conocido nunca a su Salvador, a aquel que es la luz del mundo, el camino, la verdad y la vida ¿Y perdemos el tiempo discutiendo entre nosotros?
4- Unidad en la caridad
Sin embargo, no es suficiente este motivo práctico para realizar la unidad de los cristianos. No es suficiente encontrarse unidos en el frente de la evangelización y de la acción caritativa. Este es un camino que el movimiento ecuménico ha experimentado en sus inicios con el movimiento ‘Vida y acción’ (Life and Work), pero que se ha revelado insuficiente. Si la unidad de los discípulos tiene que ser un reflejo de la unidad entre el Padre y el Hijo, esta tiene que ser en primer lugar una unidad de amor, porque tal es la unidad que reina en la Trinidad. Las tres divinas personas no están unidas por el hecho de que realizan conjuntamente la creación y todas las otras obras ad extra; los son en su mismo ser. La Escritura nos exhorta a “hacer la verdad en la caridad – veritatem facientes in caritate”(Ef 4, 15). Y san Agustín afirma que “no se entra en la verdad si no a través de la caridad – non intratur in veritatem nisi per caritatem» [11].
La cosa extraordinaria, sobre este camino hacia la unidad basada en el amor, es que esta se encuentra ya enteramente abierta delante de nosotros. No podemos “quemar las etapas” sobre la doctrina, porque las diferencias son y se resuelven con paciencia en los lugares correspondientes. Podemos en cambio quemar las etapas en la caridad, y estar plenamente unidos desde ahora. El signo verdadero y seguro de la venida del Espíritu no es, escribe nuevamente san Agustín, el hablar en lenguas, sino el amor por la unidad: “Sepan que tendrán el Espíritu Santo cuando consientan que vuestro corazón adhiera a la unidad a través de una sincera caridad” [12].
Releemos el himno a la caridad de san Pablo. Cada una de sus frases toma un significado actual y nuevo, si se aplica al amor entre los miembros de las diversas Iglesias.
“La caridad es paciente…
La caridad no es envidiosa…
No busca solo su interés (o solo el interés de la propia Iglesia).
No toma en cuenta el mal recibido (sino más bien el mal hecho a los demás).
No goza de la injusticia, sino que se complace por la verdad (no goza de las dificultades de las otras Iglesias, sino que se alegra de sus éxitos espirituales).
Todo cree y todo soporta” (1 Cor 13,4 ss).
“Amarse” se ha dicho “no significa mirarse uno al otro, sino mirar hacia la misma dirección”. También entre los cristianos, amarse significa mirar juntos hacia la misma dirección que es Cristo. “Él es nuestra paz” (Ef 2, 14). Si nos convertiremos a Cristo e iremos juntos hacia Él, nosotros cristianos nos acercaremos también entre nosotros, hasta volvernos, como él ha querido, “una sola cosa con él y con el Padre” (cf. Jn 17, 21). Sucede como con los radios de una rueda. Parten desde puntos distantes de una circunferencia, pero a medida que se acercan al centro se acercan también entre ellos, hasta formar un punto solo. Sucede como aquel día en Estocolmo…
Nos preparamos a celebrar la Pascua. En la Cruz, Jesús “ha abatido el muro de separación que existía entre nosotros, o sea la enemistad (…). Por medio del Él podemos presentarnos, los unos a los otros al Padre en un solo Espíritu” (Ef 2, 14.18). No dejemos de hacerlo para la alegría del Corazón de Cristo y para el bien del mundo.
Traducción de Zenit
[1] Cf H.G. Gadamer, Wahrheit und Methode, Tübingen 1960.
[2] UR, 1.
[3] Due polmoni, un unico respiro. Oriente e Occidente di fronte ai grandi misteri della fede. Libreria Editrice Vaticana 2015.
[4] El texto de la Declaración se encuentra en el Enchiridion Vaticanum (EV) 17,744-817.
[5] Ib, nr. 40.
[6] J. Monod, Il caso e la necessità, Mondadori, Milano 1970, 136s.
[7] J.-P. Sartre, Il diavolo e il buon Dio, X, 4, Gallimard, Parigi 1951, p. 267 s.
[8] S.Tommaso d’Aquino, Somma teologica, II-IIae , q. 1,a.2,ad 2.
[9] G. L. Prestige, God in Patristic Thought, London 1952, chap. XIII; ed. Italiana Dio nel pensiero dei Padri, Bologna, Il Mulino, 1969, pp. 273 ss. (El triunfo del formalismo).
[10] Cf. H.U. von Balthasar, “Casta meretrix, in Sponsa Chnristi, Morcelliana, Brescia, 1969.
[11] Agostino, Contra Faustum, 32, 18 (CCL 321, p. 779).
[12] Agostino, Discursos, 269, 3-4 (PL 38, 1236 s).






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Comentario a la liturgia dominical – Jueves Santo
Antonio Rivero | 18/03/16

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: Gracias, Señor, por los tres dones que hoy nos das: la Eucaristía, el Sacerdocio y el Mandamiento de la caridad.
Síntesis del mensaje: Aunque la celebración principal de estos días, y por tanto de todo el año, es la Eucaristía de la Vigilia Pascual, la de hoy es también entrañable para el pueblo cristiano: recuerda la institución de la Eucaristía, sublime sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo para nuestra salvación y alimento en el camino; el mandamiento del amor fraterno –con el gesto simbólico del lavatorio de los pies- para que tengamos el “tatuaje” de discípulos de Cristo impreso en los ojos, en la boca, en las manos y en el corazón; y finalmente, la institución del ministerio sacerdotal, donde hombres de carne y hueso son investidos y revestidos con la dignidad de Cristo sacerdote, pastor y cabeza.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, gracias, Señor, por el don de la Eucaristía. En este sacramento Cristo se hace presente bajo las especies del pan y vino, que en el momento de las palabras de la consagración se convierten en el Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de Cristo glorioso y resucitado –¡misterio de fe!-. En este sacramento se actualiza el sacrificio de Cristo en la cruz, y quedamos una vez vivificados, purificados, realizándose en nuestra alma una auténtica “diálisis espiritual” donde las escorias del pecado son disueltas, expiadas y destruidas al contacto con la sangre de Cristo. Este sacramento se convierte en Banquete sacrifical, donde comulgamos a Cristo, entramos en común unión con Él y nos hace partícipes de su vida divina y resucitada. En cada Eucaristía, nos incorporamos primero a Cristo, aumentando la gracia y el perdón de los pecados veniales; segundo, nos unimos a la Iglesia, pues la Eucaristía simboliza la unidad de la Iglesia, como nos dice san Agustín; y tercero, recibimos en prenda la gloria futura, es decir, la Eucaristía es banquete del Reino celestial, instaurado por Cristo y que se consumará de forma definitiva en el cielo. Dicho en otras palabras, la comunión es el germen y remedio de inmortalidad y de nuestra resurrección y anticipación de la vida eterna, como diría san Ignacio de Antioquía.
En segundo lugar, gracias, Señor, por el don del Sacerdocio. ¿Quién es el sacerdote? Primero, es un hombre elegido; por ser hombre, estará sujeto a flaquezas y miserias del humano linaje, para que conociéndolas, incluso por experiencia, sea capaz de condolerse con los hombres y orientarlos hacia Dios con mayor eficacia. Si el sacerdote en vez de ser hombre fuera un ángel, un espíritu puro, independiente de la materia, difícilmente sería capaz de calibrar las limitaciones de los hombres, y por lo mismo, difícilmente podría condolerse y comprender a los demás. Segundo, es un consagrado, ungido para el cargo que va a ocupar. Consagrado, es decir, apartado de las cosas profanas, para que en adelante pueda dedicarse al servicio exclusivo de Dios y de sus hermanos, los hombres. Unido, por una parte, al Dios que lo ha “tomado” o elegido , deberá asimismo estar en comunión con los hombres a favor de los cuales ha sido ungido. Por eso, todo sacerdote tiene algo de “pontífice”, palabra que en su sentido original significa “hacedor de puentes”. En su persona deberán unirse dos riberas, distantes entre sí, la ribera de Dios y la ribera de los hombres. El sacerdote es así un mediador. Y tercero, para ofrecer un sacrificio, que es el acto por excelencia de la virtud de religión. Así lo dice el texto de la carta a los Hebreos. El sacrificio es un acto externo y social por el cual el sacerdote ofrece a Dios, en nombre de la inmensa familia humana, una víctima inmolada, para simbolizar así su reconocimiento del supremo dominio de Dios, su deseo de reparar las ofensas cometidas contra su majestad, de darle gracias por sus beneficios y solicitarle las gracias que los hombres necesitan.
Finalmente, gracias, Señor, por el don del Mandamiento de la caridad. La caridad será la señal por la que reconocerán al cristiano. Nuestro trato con el Señor se manifiesta inmediatamente en el trato con los demás. Por eso la caridad se alimenta principalmente en el trato personal con Jesucristo. No serviremos ni lavaremos los pies de nuestros hermanos si primero no nos hemos encontrado íntimamente con Cristo siervo humilde que tomó la palangana y la toalla y se arrodilló para lavar los pies de sus apóstoles. La caridad pide además exigencias prácticas, además de sentir compasión interior, como podemos ver en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 33-35): vendar las heridas, derramar en ellas aceite y vino, poner a disposición la propia cabalgadura y montar al hermano necesitado, conducirle al mesón, pagar al mesonero. ¡Cuántos gestos de caridad! La caridad se demuestra en obras. Dios nos pone al prójimo con sus necesidades en el camino y en las periferias de la vida, y la caridad hace lo que el momento y la hora exigen. No siempre son actos heroicos o difíciles; muchas veces son cosas sencillas de la vida ordinaria y con los más cercanos o enfermos, preocupándonos por su salud, por su descanso, por su alegría. En este año de la misericordia no olvidemos las obras de misericordia, modo práctico de vivir la caridad.
Para reflexionar: ¿Cómo estoy viviendo el sacramento de la Eucaristía o santa misa? ¿Soy amigo de Cristo Eucaristía y le hago alguna visita al día con calma y con cariño? ¿Cómo trato a los sacerdotes: con veneración, respeto? ¿Colaboro con ellos en la parroquia y en los diversos grupos y movimientos? ¿Soy buen samaritano con mis hermanos más necesitados? ¿Tengo las manos dispuestas siempre para lavar los pies de mis hermanos?
Para rezar: Señor, adoro tu Eucaristía. Señor, venero y rezo por la fidelidad y fervor de los sacerdotes. Señor, ensancha mi corazón para que ame a mis hermanos como Tú los amas.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org






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San José – 19 de marzo
Isabel Orellana Vilches | 18/03/16

(ZENIT – Madrid).- Como afirmó san Pedro Crisólogo: «José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes». Por tanto, no cabe buscar en la fecha de hoy otro modelo más sublime para la vida espiritual que la del Santo Patriarca. Puesto que solo contamos con los someros datos que ofrece el evangelio, habiendo quedado envuelta su gloriosa vida en el silencio, cada uno ha glosado de él matices que le llamaban especialmente la atención. En cualquier santoral se hallan referencias proporcionadas por santos y santas que meditaron en ella y que se han ido transmitiendo a lo largo de los siglos. Es el caso de Tomás de Aquino, Gertrudis, Vicente Ferrer, Bernardo, Brígida de Suecia, Francisco de Sales y Bernardino de Siena. Estos, entre otros, en numerosas ocasiones reflejaron en sus escritos los frutos de su reflexión y predicaron en sus sermones las excelsas virtudes que le adornaron. San Bernardino de Siena manifestó en uno de ellos: «La norma general que regula la concesión de gracias singulares a una criatura racional determinada es la de que, cuando la gracia divina elige a alguien para otorgarle una gracia singular o para ponerle en un estado preferente, le concede todos aquellos carismas que son necesarios para el ministerio que dicha persona ha de desempeñar. Esta norma se ha verificado de un modo excelente en san José, padre putativo de nuestro Señor Jesucristo y verdadero esposo de la Reina del universo y Señora de los ángeles. José fue elegido por el eterno Padre como protector y custodio fiel de sus principales tesoros, esto es, de su Hijo y de su Esposa, y cumplió su oficio con insobornable fidelidad. Por eso le dice el Señor: ‘Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor’».
De este hombre «justo» por antonomasia, «esposo virginal de la Virgen María», «custodio de la Sagrada Familia» se han enaltecido hasta la saciedad, como se ha dicho, sus incontables virtudes. Junto a las teologales, se hallan arracimadas en su santa vida: fidelidad, inocencia evangélica, fortaleza, docilidad, prontitud, pureza, generosidad, prudencia, disponibilidad, sencillez, templanza, obediencia, pobreza, humildad, discreción, justicia, honestidad, diligencia, paciencia, etc. Estuvo adornado por todas; por tanto, son imposibles de condensar. Y hoy, como antaño, continúan mostrando la grandeza de este «padre y guardián de la Iglesia», «abogado de la buena muerte», que vivió cada segundo de su existencia con inquebrantable adecuación de su voluntad a la divina, señalándonos el camino que hemos de seguir.
San Alfonso María de Ligorio ensalzó el trato familiar que tuvo con Jesús, subrayando lo que pudo significar este eminentísimo vínculo entre ambos para la santidad del padre que durante un tiempo le acompañó en la tierra: «José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de vida eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos».
También los pontífices han quedado conmovidos por el ejemplo del Santo Patriarca. Juan XXIII iniciaba y culminaba su jornada poniéndose bajo su amparo. Lo proclamó patrono del concilio Vaticano II. Pablo VI el 19 de marzo de 1969 manifestó: «San José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan ‘grandes cosas’, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas». Juan Pablo II le dedicó la exhortación apostólica Redemptoris custos el 15 de agosto de 1989. Y entre otras cosas, en ella calificaba la «fe, sostenida por la oración» como «el tesoro más valioso que san José nos transmite». Por su parte, a Benedicto XVI le llamó la atención su silencio. Y así, se dirigió a los fieles en uno de sus Ángelus en 2005, diciendo: «¡Dejémonos invadir por el silencio de san José!». Sixto IV incluyó la fiesta de san José en el Calendario Romano en torno al año 1479. Pío IX lo proclamó Patrono de la Iglesia universal en 1870; León XIII precisó los fundamentos de este patrocinio el 15 de agosto de 1889, y Pío XII en 1955 designó el 1º de mayo como la fiesta de san José obrero.
Los carmelitas han dado siempre gran impulso a la devoción a san José. Quizá por ello, impregnada de este carisma al que se abrazó, la gran santa castellana Teresa de Jesús ha sido una de sus mayores propagadoras. Fue agraciada por él en grave situación de enfermedad, y desde entonces lo tomó como protector. Además, puso bajo su tutela las numerosas fundaciones que instituyó. Decía: «Otros santos parece que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a san José le ha concedido Dios un gran poder para ayudar en todo». «Parece que Jesucristo quiere demostrar que así como san José lo trató tan sumamente bien a Él en esta tierra, Él le concede ahora en el cielo todo lo que le pida para nosotros. Pido a todos que hagan la prueba y se darán cuenta de cuán ventajoso es ser devotos de este santo Patriarca». Durante cuatro décadas, todos los años el 19 de marzo acudía a él puntualmente solicitándole «alguna gracia o favor especial», y siempre le respondió. Por eso insistía: «Yo les digo a los que me escuchan que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran santo, y verán qué grandes frutos van a conseguir».
En esta misma línea, Fernando Rielo, fundador de los misioneros identes, también infundió en sus hijos el amor a san José: «Tened mucha devoción a san José, cualquier problema, cualquier cosa, os la concederá: bienes materiales y bienes espirituales, especialmente la santidad […]. Pedidle la conversión de la humanidad, suplicadle la santidad de la Iglesia, rogadle la comunión de todos los cristianos».