Existe el matrimonio y la familia según el ideal del Evangelio y la tradición de la Iglesia. Existen situaciones particulares respecto al matrimonio y la familia. La pregunta que se hacían muchos es si el Papa iba a dar por buena esas situaciones particulares y las iba a equiparar a las que se adecuan al ideal evangélico. Pues parece que no, que no ha sido así, ni va a ser así.

​La Iglesia nunca va a rechazar a nadie, ni porque sea pecador, ni porque su conciencia no esté formada, ni porque se haya equivocado, ni porque haya sido débil. Y mucho menos porque haya sido víctima de otros. Todos debemos tender al bien mayor, que nace de la misericordia de Dios y que concluye en el corazón de Dios. Las situaciones que se producen en el ejercicio de la libertad pueden ser graves; objetivamente graves. Pero hay que acompañar a las personas en su camino de la conciencia hacia Dios.

El matrimonio y la familia, según la revelación, es no un ideal sino una realidad que vive en plenitud de comunión con Jesucristo. Incluso el natural, comunión con la creación, lo creado. El matrimonio y la familia no son construcciones socio-culturales producto de momentos. Son la medida humana y la posibilidad de divinización de la geografía de lo humano. De ahí que el matrimonio y la familia remitan a la plenitud, a la vida plena, a la felicidad.

La apuesta de la verdad es un camino de discernimiento de cara a la integración, no a la marginación. Norma y conciencia. Es verdad lo que dice el Papa:

“La conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no solo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio”.

La clave es si leemos, y aplicamos, “Amoris Laetitia” del Papa Francisco con la “Familiaris consortio” o sin la “Familiaris consortio”, por decirlo de alguna forma.

¿Qué es lo que permanece y qué es lo que ha cambiado? Permanece la confesión de fe. Cambia el contexto, la perspectiva y la perceptiva. El Papa Francisco apunta una nueva lógica sobre cómo presentar el Evangelio del matrimonio y de la familia y sobre cómo abordar las situaciones irregulares.

El punto de partida es la interpretación de la conciencia, el discernimiento, con el fin de la integración y no de la marginación de las personas que viven situaciones particulares. En ese claves hay dos elementos, la norma y la conciencia. En las relaciones entre norma y conciencia como fuente de moralidad, el Papa Francisco es el Papa de la conciencia. Conciencia y norma, no norma a medida de la conciencia.

Una conciencia que debe llevar siempre al encuentro con Dios. De ahí una frase que va a dar mucho que hablar: “La conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio”. Cuando en la Iglesia se cita a la conciencia, se hace un profundo silencio.

Un silencio que solo se rompe ahora con la alegría, celebración festiva, por el matrimonio y por la familia.

​Brindo, pues, por ellos.