Servicio diario - 17 de abril de 2016


 

El Papa pide oraciones por los ecuatorianos que sufrieron el terremoto
Sergio Mora | 17/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco invitó a rezar por las víctimas y personas en dificultad que ha dejado el terremoto en Ecuador. Lo dijo este domingo en Roma, al concluir la oración mariana del Regina Coeli en la Plaza de San Pedro, donde se encontraban reunidos miles de peregrinos, turistas y fieles.
“Esta noche -dijo Francisco– un violento terremoto ha golpeado al Ecuador, causando numerosas víctimas y fuertes daños. Rezamos por estas poblaciones”.

El presidente Correa en el congreso realizado en el Vaticano (Foto Flickr presidencia de Ecuador)
Y no olvido de las “del Japón, donde se registraron también algunos terremotos durante estos días”. El Santo padre concluyó deseando que “el auxilio de Dios y de los hermanos les dé a ellos fuerza y apoyo”.
Las cifras que llegan desde Ecuador hablan de al menos 77 muertos, 588 heridos y daños considerables en la ciudad de Guayaquil, y también en otras urbes y cantones. Las seis provincias más afectadas, están en el suroeste y el noroeste del país: Esmeraldas, Los Ríos, Manabí, Santa Elena, Guayas y Santo Domingo, informó la prensa local.
El gobierno de Ecuador decretó el estado de excepción nacional por el terremoto de 7,7 grados y el vicepresidente Jorge Glas anunció la medida “para cautelar el orden público”. Glas es en este momento la autoridad máxima en Ecuador ya que el presidente, Rafael Correa, se encuentra en el Vaticano en un viaje oficial, invitado a un congreso de la Pontificia Academia de la Ciencia.
Varios presidentes latinoamericanos expresaron a través de las redes sociales su solidaridad al pueblo ecuatoriano.





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Texto completo del papa Francisco en el Regina Coeli
Redaccion | 17/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco rezó este domingo la oración del Regina Coeli ante una plaza de San Pedro llena de fieles, turistas y peregrinos. Antes de la oración mariana el Santo Padre dirigió las siguientes palabras:
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El evangelio de hoy nos ofrece algunas expresiones pronunciadas por Jesús durante la fiesta de la dedicación del Templo de Jerusalén, que se celebraba a finales de diciembre. Él estaba justamente en le área del Templo, y quizás aquel espacio sacro delimitado le sugiere la imagen del rebaño y del pastor.
Jesús se presenta como “el Buen Pastor” y les dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”.
Estas palabras nos ayudan a entender que nadie puede decirse seguidor de Jesús si no escucha su voz. Y este escuchar no hay que entenderlo de una manera superficial, sino avasalladora, al punto que vuelve posible un verdadero conocimiento recíproco, del cual pueden venir un discipulado generoso, expresadas en las palabras “y ellas me siguen”. Se trata de un escuchar no solamente con el oído, pero con el corazón.
Por lo tanto la imagen del pastor de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía y nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo nuestro salvador. De hecho la frase sucesiva del evangelio afirma: “Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos”.
¿Quién puede hablar así? Solamente Jesús, porque la mano de Jesús es una sola cosa con la mano del Padre, y el Padre es el “superior a todos”.
Estas palabras comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida se encuentra segura en las manos Jesús y del Padre, que son una sola cosa, un único amor, una única misericordia, reveladas para siempre en el sacrificio de la Cruz. Para salvar a las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se hizo cordero y se dejó inmolar para tomar sobre sí y quitar el pecado del mundo.
De esta manera Él nos ha dado la vida, pero la vida en abundancia. Este misterio se renueva en una humildad siempre sorprendente, en la mesa eucarística. Es allí que las ovejas se reúnen para nutrirse; es allí que se vuelven una sola cosa con el Buen Pastor.
Por esto no tenemos más miedo: nuestra vida ha sido salvada de la perdición. Nada ni nadie podrá nunca quitarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus criaturas intenta de muchas maneras arrancarnos la vida eterna. Pero el maligno no puede nada si no somos nosotros a abrirle las puertas de nuestra alma, siguiendo sus halagos engañosos.
La Virgen María ha escuchado y seguido dócilmente la voz del Buen Pastor. Nos ayude Ella a recibir con alegría la invitación de Jesús a volvernos sus discípulos y a vivir siempre en la certeza de estar en las manos paternas de Dios”.
El Santo Padre reza el Regina Coeli y después dice las siguientes palabras:
“Queridos hermanos y hermanas,
les agradezco a quienes han acompañado con la oración la visita que he realizado ayer a la Isla de Lesbos en Grecia.
A los refugiados y al pueblo griego he llevado la solidaridad de la Iglesia.
Estaban conmigo el patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo Jerónimo de Atenas y de toda Grecia, para simbolizar la unidad en la caridad de todos los discípulos del Señor.
Hemos visitado uno de los campos de refugiados: provenían de Irak, Afganistán, Siria, África y de tantos países… Hemos saludado a unos trescientos refugiados uno a uno. Los tres, el patriarca Bartolomé, el arzobispo Jerónimo y yo. Muchos entre ellos eran niños: alguno de ellos –de estos niños– asistieron a la muerte de sus progenitores y de sus compañeros, o de otros que murieron ahogados en el mar. ¡He visto tanto dolor! Y quiero contar un caso particular, de un hombre joven, no tenía aún 40 años. Lo he encontrado ayer con sus dos hijos. Él es musulmán y me contó que estaba casado con una joven cristiana, se amaban y se respetaban mutuamente. Pero lamentablemente esta joven fue degollada por los terroristas, porque no quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y este hombre lloraba tanto…
Esta noche un violento terremoto ha golpeado al Ecuador, causando numerosas víctimas y fuertes daños. Rezamos por estas poblaciones, y también por las del Japón, donde se registraron también algunos terremotos durante estos días. El auxilio de Dios y de los hermanos les de a ellos fuerza y apoyo.
Hoy es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Estamos invitados a rezar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Y en esta Jornada he ordenado esta mañana a 11 nuevos sacerdotes. Renuevo mi saludo a los nuevos presbíteros, familiares y amigos; e invito a todos los sacerdotes y seminaristas a participar al su Jubileo, en los tres primeros días de junio.
Y a los muchachos y muchachas que se encuentran en la plaza: piensen si el Señor no les llama a consagrar su vida a su servicio, sean en el sacerdocio o en la vida consagrada.
Saludo con cariño a los peregrinos provenientes de Italia y de tantas partes del mundo. Están presentes familias, grupos parroquiales, escuelas, asociaciones. Les bendigo a todos. Saludo en particular a los fieles de Madrid, San Pablo de Brasil y Varsovia, asi como a los peregrinos de las diócesis de Cerreto Sannita-Telese-Sant’Agata de los Goti, y Siena-Colle Val d’Elsa-Montalcino, acompañados por sus obispos; a los fieles de Specchia y de Verona; el coro Laurenziana de Mortara y el grupo ‘Progenitores para la terapia intensiva de los recién nacidos’.
Estoy cerca de tantas familias preocupadas por el problema trabajo. Pienso en particular a las situación precaria de los trabajadores italianos de los ‘call center’. Deseo que sobre todo prevalezca siempre la dignidad de la persona humana y no los intereses particulares.
Y a todos les deseo un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Que tengan un buen almuerzo y ‘arrivederci’”.





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El Papa consagra a 11 diáconos y les pide: ‘Sean misericordiosos, muy misericordiosos’
Sergio Mora | 17/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Papa Francisco presidió en este cuarto domingo de Pascua la santa misa en la basílica de San Pedro, en la que confirió la ordenación presbiterial a 11 diáconos.

Durante la ceremonia de consagración de 11 diáconos en la basílica de San Pedro
En la solemne ceremonia en el Vaticano que coincide con la 53° jornada mundial de oración por las vocaciones, el Santo Padre vestía paramentos crema y dorado, color predominante de los concelebrantes, entres los cuales estaban el cardenal Agostino Vallini, vicario generale del Papa para la diocesi di Roma, y los superiores y los párrocos de los seminaristas ordenados.
El orden sagrado es uno de los siete sacramentos de la Iglesia, que se confiere en la ceremonia de consagración a quienes que han recibido un particular llamado de Dios para ser sacerdotes y que exige la dedicación plena y libre disposición.
La emotiva ceremonia de ordenación que incluyó diversos ritos como la postración, la imposición de las manos y la consagración de las manos, fue acompañada con la música polifónica y gregoriana del Coro Pontificio de la Capilla Sixtina.
De los 11 diáconos ordenados, 9 provienen de seminarios romanos: Pontificio Seminario Romano Mayor, Almo Colegio Capránica, Colegio Diocesano Redemptoris Mater, Seminario de Nuestra Señora del Divino Amor. Em cambio los dos restantes provienen de otros Colegios.
La homilía que el Santo Padre ha pronunciado, es en sustancia la ritual prevista en la edición italiana del Pontifical Romano para la ordenación de los presbíteros. En las partes en las que Francisco añadió o improvisó, invitó a los nuevos ordenados a “leer y meditar asiduamente la palabra del Señor para creer en lo que ha leído, enseñar lo que han aprendido de la fe, vivir lo que han enseñado”. Y añadió” Hagan memoria de vuestra historia, de aquel don de la palabra que el Señor les dio, a través de la mamá, de la abuela, de los catequistas, de toda la Iglesia”.
“Por favor –exhortó el Papa– pido en nombre de Cristo y de la Iglesia les pido de sean misericordiosos, muy misericordiosos”. Les subrayó también: “No se olviden de esto, elegidos. Es el Señor que les ha llamado uno a uno” y que han sido constituidos “a favor de ellos, no a favor de uno mismo”. La homilía concluyó invitando a tener siempre delante de los ojos el ejemplo del Buen Pastor, “que no ha venido para ser servido, sino para servir, no para quedarse en sus comodidades sino para salir y buscar salvar lo que estaba perdido”.
Después de la consagración de los nuevos presbíteros el Santo Padre visiblemente emocionado les saludó uno a uno.
Concluida la santa misa, la ceremonia concluyó con el canto del Regina Coeli.
(Leer el texto completo de la homilía)





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Texto completo de la homilía del papa Francisco en la ordenación de 11 diáconos
Redaccion | 17/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco ordenó en este cuarto domingo de Pascua a 11 diáconos. En la misa que coincide con la 53° Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, el Papa les pidió a los nuevos ordenados que sean misericordiosos, muy misericordiosos, y que no se olviden que fueron llamados uno a uno por Cristo, no para hacer su comodidad sino para servir a los otros.
A continuación el texto completo de la homilía el Santo Padre
“Queridos hermanos,
Estos nuestros hijos han sido llamados al orden presbiteral. Como ustedes saben el Señor Jesús es el solo sumo sacerdote del Nuevo Testamento, peo también en Él todo el pueblo santo de Dios ha sido constituido pueblo sacerdotal.

El papa Francisco en la basílica de San Pedro
Sin embargo, entre todos sus discípulos, el Señor Jesús quiso elegir algunos en particular, para que ejercitando públicamente en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal a favor de todos los hombres, continuaran su misión personal de maestro, sacerdote y pastor.
Después de una madura reflexión ahora estamos por elevar al orden presbiterial a estos nuestros hermanos, de manera que al servicio de Cristo, maestro, sacerdote, pastor, cooperen a edificar el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia en el pueblo de Dios y Templo santo del Espíritu Santo.
Ellos serán configurados en Cristo sumo y eterno sacerdote, o sea serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, y con este título, que les une en el sacerdocio al obispo, serán predicadores del Evangelio, pastores del pueblo de Dios, y presidirán las acciones de culto, especialmente en las celebraciones del Sacrificio del Señor.
A vosotros, hijos y hermanos dilectísimos que vais a ser promovidos al orden del presbiterado, considerad que ejercitando el ministerio de la sagrada doctrina seréis partícipes de la misión de Cristo, único maestro.
Dad a todos esa Palabra de Dios, que vosotros mismos habéis recibido con alegría. Haced memoria de vuestra historia, de aquel don de la palabra que el Señor les dio, a través de la mamá, de la abuela, de los catequistas, de toda la Iglesia.
Leed y meditad asiduamente la palabra del Señor para creer lo que habéis leído, enseñad lo que habéis aprendido de la fe, vivir lo que habéis enseñado.
Esto sea el alimento para el pueblo de Dios, vuestra doctrina alegría y apoyo a los fieles y a Cristo, el perfume de vuestra vida porque con la palabra y el ejemplo, que van juntos, la palabra y el ejemplo, edificareis la casa de Dios, que es la Iglesia.
Vosotros continuaréis la obra santificadora de Cristo. Mediante vuestro ministerio el sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto, porque unido al Sacrificio de Cristo, que por vuestras manos en nombre de toda la Iglesia viene ofrecido de forma incruenta en el altar en la celebración de los santos misterios.
Reconoced por tanto lo que hacéis, imitad lo que celebráis, porque así, participando en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleváis la muerte de Cristo en vuestros miembros y camináis con Él en novedad de vida.
Llevar la muerte de Cristo en vosotros mismos, es caminar con Cristo en novedad de vida, sin cruz no encontrareis nunca al verdadero Jesús, y una cruz sin Cristo no tiene sentido.
Con el bautismo agregaréis nuevos fieles al pueblo de Dios. Con el sacramento de la penitencia perdonáis los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia.
Por favor, pido en nombre de Cristo y de la Iglesia les pido de ser misericordiosos, muy misericordiosos.
Con el óleo santo daréis alivio a los enfermos. Celebrando los sagrados ritos, elevando a las distintas horas del día la oración de alabanza y súplica, os haréis voz del pueblo de Dios y de la humanidad entera.
Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres, elegidos, no se olviden de esto, elegidos. Es el Señor que les ha llamado uno a uno. Elegidos entre los hombres y constituidos a favor de ellos favor, no a favor mío, en comunión filial con vuestro obispo, comprometeos a unir a los fieles en una única familia, para conducirlos a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo.
Tened siempre delante de los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no ha venido para ser servido, sino para servir, no para quedarse en sus comodidades sino para salir y buscar salvar lo que estaba perdido.