Servicio diario - 27 de abril de 2016


 

El Papa: ‘Ignorar el sufrimiento del hombre es ignorar a Dios’
Rocío Lancho García | 27/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha compartido una semana más la mañana de este miércoles, con los miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro. Venidos de todas las partes del mundo, los peregrinos han recibido al Santo Padre con alegría y entusiasmo, agitando sus banderas y los carteles con mensajes de cariño y cercanía al Pontífice. Así, él ha recorrido en papamóvil los pasillos de la plaza para saludar y bendecir de cerca a los presentes.
La parábola del buen samaritano ha servido al Santo Padre para la reflexión en su catequesis. Así, en el resumen hecho en español ha indicado que esta parábola “nos enseña que para heredar la vida eterna tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”. El amor cristiano –ha explicado– es un amor comprometido que se hace concreto en la vida. Asimismo, ha precisado que “en los gestos concretos de misericordia del buen samaritano reconocemos el modo de actuar de Dios, que se ha revelado en la historia por medio de acciones marcadas por la compasión”. El Papa ha indicado que Dios “no ignora nuestros dolores y sabe cuánto necesitamos de su ayuda y consuelo, se hace cercano y no nos abandona nunca”. El verdadero amor –ha observado– tampoco hace distinciones entre personas, sino que ve a todos como prójimos que necesitan de nuestra ayuda y cercanía.
Por lo tanto, ha concluido el Santo Padre, si queremos heredar la vida eterna, no podemos ignorar el sufrimiento de los hombres, si lo hiciéramos estaríamos ignorando a Dios.
A continuación el Pontífice ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. A ellos les ha pedido acoger “la llamada de Jesús a ser buenos samaritanos y a hacernos siervos los unos de los otros, como Él nos ha enseñado”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, ha dedicado unas palabras en especial para los jóvenes, enfermos y recién casados. A los jóvenes les ha pedido que sean siempre fieles al bautismo testimoniando la alegría que viene del encuentro con Jesús. Para los enfermos ha deseado que miren a “Aquel que ha vencido a la muerte y que nos ayuda a acoger los sufrimientos como ocasión de redención y de salvación”. Finalmente ha invitado a los recién casados a “pensar y vivir la cotidiana experiencia familiar con la mirada del amor que todo excusa y todo soporta”.





________________________________________

Francisco autoriza la beatificación de 38 albaneses mártires del comunismo
Sergio Mora | 27/04/16

(ZENIT – Roma).- El papa Francisco autorizó la promulgación de diversos decretos que permiten llevar a las personas con proceso de canonización en curso a un paso más hacia su proclamación. En concreto, a los siervos de Dios en beatos. Lo hizo este martes al recibir al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación de la Causa para los Santos.
Los mártires son 38
• Entre los mártires, figuran el siervo de Dios Vicente Prennushi, de la Orden de los Frailes menores, arzobispo de Durazzo, y 37 compañeros asesinados entre 1945 y 1974 en Albania.
Los seis españoles
• El martirio de los siervos de Dios, encabezados por el monje de Silos, José Antón Gómez, y los 3 compañeros presbíteros de la Orden de San Benito, asesinados en 1936 en la Guerra civil española.
• Las virtudes heroicas de la sierva de Dios española, Sor María de la Encarnación; en el siglo, Catalina Carrasco Tenorio; fundadora de la congregación de las Hermanas Terciarias Franciscanas del Rebaño de María; nacida el 24 de marzo de 1840 y fallecida el 24 de noviembre de 1917;
• Las virtudes heroicas de la sierva de Dios española, María Montserrat Grases García, laica, de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei; nacida el 10 de julio de 1941 y fallecida el 26 de marzo 1959.
Un coreano
El siervo de Dios Tomás Choe Yang-Eop, sacerdote diocesano coreano, hijo de dos mártires; (1821- 1861).
Los otros siete son siervos de Dios italianos, de quienes se confirman las virtudes heroicas y se aguarda un milagro, y en cambio de aquellos que ven confirmado el milagro por su intercesión podrán ser beatificados.
• El milagro atribuido a la intercesión del beato Alfonso Maria Fusco, sacerdote diocesano siciliano, Fundador de la Congregación de las Hermanas de San Giovanni Battista, (1839 – 1910).
• El milagro atribuido a la intercesión del siervo de Dios Giovanni Sullivan, sacerdote irlandés de la Compañía di Jesús (1861 – 1933).
• Las virtudes heroicas del siervo de Dios Sosio Del Prete (en el siglo, Vincenzo), sacerdote italiano, de la Orden de los Frailes menores, fundador de la congregación de las Pequeñas esclavas de Cristo Rey, (1885 – 1952).
• Las virtudes heroicas del siervo de Dios Venanzio Katarzyniec (en el siglo, José), sacerdote polaco de la Orden de los frailes Menores Conventuales (1889 – 1921).
• Las virtudes heroicas de la sierva de Dios Maria Consiglio dello Spirito Santo (en el siglo: Emilia Pasqualina Addatis), italiana napolitana, Fundadora de la Congregación de las Hermanas ‘Serve dell’Addolorata’, (1845 – 1900).
• Las virtudes heroicas de la sierva de Dios María Laura Baraggia, italiana, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Familia del Sagrado Corazón, (1851 – 1923).
• Las virtudes heroicas de la sierva de Dios Ilia Corsaro, Italiana, fundadora de la Congregación de las Pequeñas Misioneras Eucarísticas, (1897 – 1977).





________________________________________

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del miércoles 27 de abril de 2016
Redaccion | 27/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado en la catequesis de la audiencia general sobre la parábola del buen samaritano y ha recordado quién es nuestro prójimo. De este modo, ha advertido que no es automático que quien frecuenta la casa de Dios y conoce la misericordia sepa amar al prójimo. El Santo Padre ha asegurado que no existe verdadero culto si eso no se traduce en servicio al prójimo.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy reflexionamos sobre la parábola del buen samaritano (cfr Lc 10,25-37). Un doctor de la Ley pone a prueba a Jesús con esta pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (v. 25). Jesús le pide que responda él mismo, y lo hace perfectamente: “Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo” (v. 27). Por tanto Jesús concluye: “Haz esto y vivirás” (v. 28).
Entonces ese hombre plantea otra pregunta, que se hace preciosa para nosotros: “¿Quién es mi prójimo?” (v. 29), y pone como ejemplo: “¿mis parientes?, ¿mis compatriotas?, ¿los de mi religión?…”. En resumen, quiere una regla clara que le permita clasificar a los otros en “prójimo” y “no prójimo”. En esos que pueden convertirse en prójimo y los que no pueden convertirse en prójimo.
Y Jesús responde con una parábola, que muestra a un sacerdote, un levita y un samaritano. Los dos primeros son figuras relacionadas al culto del templo; el tercero es un judío cismático, considerado como un extranjero, pagano e impuro. Es decir, el samaritano. En el camino de Jerusalén a Jericó el sacerdote y el levita se encuentran con un hombre moribundo, que los bandidos le han asaltado, robado y abandonado. La Ley del Señor en situaciones similares prevé la obligación de socorrerlo, pero ambos pasaron de largo sin detenerse. Tenían prisa, no sé, el sacerdote quizá ha mirado el reloj y ha dicho ‘pero llego tarde a misa, tengo que decir misa’. El otro ha dicho ‘pero no sé si la ley me permite porque hay sangre ahí y seré impuro’. Van por otro camino y no se acercan.
Y aquí la parábola nos ofrece una primera enseñanza: no es automático que quien frecuenta la casa de Dios y conoce la misericordia sepa amar al prójimo. No es automático. Tú puedes conocer toda la Biblia, tú puedes conocer todos los libros litúrgicos, tú puedes conocer toda la teología, pero del conocer no es automático el amar. El amar tiene otro camino, el amor tiene otro camino, con inteligencia pero algo más. El sacerdote y el levita ven, pero ignoran; miran pero no proveen. Sin embargo, no existe verdadero culto si eso no se traduce en servicio al prójimo. No lo olvidemos nunca: frente al sufrimiento de tanta gente agotada por el hambre, la violencia y la injusticia, no podemos permanecer como espectadores. Ignorar el sufrimiento del hombre, ¿qué significa? ¡Significa ignorar a Dios! Si yo no me acerco a ese hombre, esa mujer, ese niño, ese anciano, esa anciana que sufre, no me acerco a Dios.
Pero vayamos al centro de la parábola: el samaritano, es decir el despreciado, ese sobre el que nadie hubiera apostado nada, y que aún así tenía también él sus compromisos y sus cosas que hacer, cuando vio al hombre herido, no pasó de largo como los otros dos, que estaban vinculados al templo, sino que “tuvo compasión”, así dice el Evangelio, tuvo compasión (v. 33). Es decir, el corazón y las entrañas se conmovieron. Esta es la diferencia. Los otros dos “vieron”, pero sus corazones se quedaron cerrados, fríos. Sin embargo el corazón del samaritano estaba en sintonía con el corazón mismo de Dios.
De hecho, la “compasión” es una característica esencial de la misericordia de Dios. Él tiene compasión de nosotros. ¿Qué quiere decir? Sufre con nosotros, Él siente nuestros sufrimientos. Compasión, sufre con. El verbo indica que las entrañas se mueven y tiemblan ante el mal del hombre. Y en los gestos y en las acciones de buen samaritano reconocemos el actuar misericordioso de Dios en toda la historia de la salvación. Es la misma compasión con la que el Señor viene al encuentro de cada uno de nosotros: Él no nos ignora, conoce nuestros dolores, sabe cuándo necesitamos ayuda y consuelo. Está cerca de nosotros y no nos abandona nunca. Cada uno de nosotros, podemos hacernos la pregunta en el corazón, ¿yo lo creo? ¿Creo que el Señor tiene compasión de mí, así como soy, pecador, con tantos problemas y tantas cosas? Pensar en eso y la respuesta es sí. Cada uno debe mirar en el corazón si tiene la fe en esta compasión de Dios. De Dios bueno que se acerca, nos sana, nos acaricia y si nosotros lo rechazamos él espera, es paciente, siempre junto a nosotros.
El samaritano se comporta con verdadera misericordia: cura las heridas de ese hombre, lo lleva a una pensión, lo cuida personalmente, paga su asistencia. Todo eso nos enseña que la compasión, el amor, no es un sentimiento vago, pero significa cuidar del otro al punto de pagar personalmente. Significa comprometerse cumpliendo todos los pasos necesarios para “acercarse” al otro hasta identificarse con él: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este es el mandamiento del Señor.
Concluida la parábola, Jesús gira la pregunta del doctor de la Ley y le pregunta: “¿Quién de estos tres te parece que haya sido el prójimo de aquel que había caído en las manos de los bandidos?” (v. 36). Finalmente la respuesta es clara: “El que ha tenido compasión de él” (v. 27). Al inicio de la parábola para el sacerdote y el levita el prójimo era el moribundo; al finalizar el prójimo es el samaritano que ha estado cerca. Jesús cambia la perspectiva: no hay que clasificar a los otros para ver quién es el prójimo y quién no. Tú puedes convertirte en prójimo de quien esté en necesidad, y lo serás si tu corazón tiene compasión. Es decir, tienes esa capacidad de sufrir con el otro.
Esta parábola es un buen regalo para todos nosotros, ¡y también un compromiso! Jesús nos repite a cada uno de nosotros lo que dijo al doctor de la Ley: “Ve y haz tú lo mismo” (v. 37).
Estamos todos llamados a recorrer el mismo camino del buen samaritano, que es figura de Cristo: Jesús se ha inclinado ante nosotros, se ha hecho nuestro siervo, y así nos ha salvado, para que también nosotros podamos también amarnos como Él nos ha amado. De la misma forma.

(Texto traducido y transcrito por ZENIT desde el audio)





________________________________________

“Huimos de la muerte y el Papa ha sido un ángel que nos ha salvado”
Salvatore Cernuzio | 27/04/16

(ZENIT- Roma).- Tiene los ojos apagados Suhila Alshakarji, una de los 12 refugiados sirios que el papa Francisco ha traído consigo desde la isla de Lesbos. Ojos apagados y cansados. Se encienden solo cuando su hija Qudus, de 7 años –cuyo nombre significa Jerusalén– juega distraída en el jardín y finalmente sonríe.
No ha pasado tanto tiempo desde que la pequeña, en un una lancha parada más de una hora en el mar abierto, con otras 36 personas inmóviles para evitar cualquier movimiento, preguntaba a la madre aterrorizaba: “¿Qué sucede?”. En ese momento –cuenta Suhila a ZENIT– ha hecho de todo para dormirla. Así si moríamos, ella no se daría cuenta de nada.
Entrevistamos a familia, que junto a las otras dos traídas por el Papa, ahora viven en el corazón del barrio romano de Trastevere, donde está situada la Escuela de idioma y cultura italiana de la Comunidad San Egidio. Allí los voluntarios enseñan gratuitamente el italiano a unos 1900 personas, entre refugiados y extranjeros.
El drama que cuenta la mujer, una ex costurera de menos de 50 años, es solo uno de muchos que la familia Alshakarji procedente de Deir Ezzor ha tenido que sufrir desde hace un año. Es decir, desde que las fuerzas del Estado Islámico (ISIS), han invadido ese territorio hasta ahora caracterizado por la paz y el diálogo.
“Desde hace 1400 años en Deir Ezzor vivíamos serenamente” cuenta Rami, el padre de familia, un estimado profesor antes de convertirse en refugiado. En esta zona conocida como ‘el Auschwitz de los armenios’, que el ISIS ha devastado matando también a 300 civiles “desde hace milenios somos todos iguales: musulmanes, católicos, judíos… No tenemos diferencias, nadie pregunta nunca de qué religión eres”.
Desde allí han tenido que huir rápidamente la familia Alshakarji con sus tres hijos: además de Qudus, también Rashid, 18 años, y Abdalmajid, 15 años, que en esta nueva fase de su vida se hace llamar Totti como el conocido futbolista. “Estoy contento de haber venido a Italia así tengo dos cosas: el fútbol y la escuela. Finalmente puedo volver a estudiar”, dice. El padre explica que los niños están “muy estresados”. “Han concedido entrevistas cada día”, explica Roberto Zuccolini, uno de los responsables de la Comunidad y precisa que “han pedido ser protegidos de una excesiva exposición mediática”.
Rami todavía necesita hablar, quiere desahogarse de todo el mal que ha tenido que sufrir. En primer lugar, de su secuestro durante seis meses por los yihadistas. Rami cruza sus muñecas para mostrar las condiciones en las que estaba obligado a vivir cotidianamente: encadenado de pies y manos. “Me daban latigazos y me pegaban en la espalda” cuenta. Y ¿por qué? “Estos no son musulmanes”, asegura, “estos no tienen religión. Nos secuestraban y golpeaban solo para imponerse, para hacer entender quien tiene el poder, para causarnos miedo”.
También el hermano de Rami, 55 años, que estuvo secuestrado durante tres años fue liberado. La misma fortuna no tuvieron muchos otros pariente: “Tres desaparecieron”, cuenta Suhila, “no sabemos si están vivos. Nueve han muerto. Todo el resto de la familia está en varias ciudades de Siria, donde actualmente hay combates. A veces conseguimos hablar con ellos, otras no. Tenemos miedo”.
La mujer, durante el secuestro del marido, escapó con los hijos hacia el Líbano donde viven unos parientes. No pensaba que se habrían reunido nunca; cuando el milagro sucedió decidieron que era el momento de dejar el país. “Decidí marcharme porque quería salvar a mi familia”, explica el hombre, “huimos cuando entendimos que la vida de los chicos corría peligro. Son jóvenes y podían morir de un momento al otro por los bombardeos o ser obligados a alistarse” en la yihad.
De su casa no queda nada. Probablemente estará destruida: “Cuando salimos del pueblo estaba quemado por las bombas”. En su memoria está impreso todo el recorrido para salir del país: la fuga por la noche de Deir Ezzor pasando por Raqqa, Aleppo y otras zonas ocupadas por el ISIS, “tan peligrosas que no había ni siquiera animales por la calle”. Y Suhila dice: “Algunos los recorrían a pie, otros escondidos en camiones de fruta y verdura”.
“Nos han tratado muy mal” explica el marido indicando que se encontraban con personas que les gritaban y preguntaban de dónde era, de qué partido o de qué religión solo para molestarles y darles miedo. Todo duró 10 días, después la familia Alshakarji llegaron a Izmir, en Turquía, para probar suerte a través de la “camino ilegal” subiendo a una barcaza dirección Lesbos.
“Salimos a las 23.00, cada 100 metros el motor se paraba”. Nadie murió, el mar estaba inexplicablemente tranquilo, pero llegó un momento en el que la embarcación se paró 90 minutos. “No se veía nada en el horizonte. Llamamos a la Guardia Costera pero le costaba encontrarnos. Nos quedamos allí quietos: las mujeres y los niños en medio y alrededor los hombres. Bastaba un poco de viento o el mínimo movimiento y los 36 hubiéramos terminado en el agua”. El terror se alargó durante 5 horas hasta la llegada a Lesbos. En la isla griega los refugiados encontraron un escenario completamente diferentes. Los chicos sonríen recordando “la acogida impresionante” en la playa: “había voluntarios, jóvenes y adultos, que entraron en el agua para ayudarnos y bajar. También mujeres ancianas ayudaron a empujar la barcaza hasta la playa”. Después, cuando bajaron, Rami cuenta que “nos lanzaron flores”.
En Lesbos, en el campo Morìa visitado por el Papa, la familia estuvo 50 días. Suhila explica que “estábamos bien pero éramos muchos, las cosas básicas como la comida y el agua no eran suficientes… No comíamos bien, no había agua suficiente para bañarse; muchos niños se enfermaron. Era difícil encontrar médicos”.
Aún así, añade la mujer, en la isla los refugiados pudieron gustar el calor humano que habían casi olvidado. Incluso la pequeña Qudus se adaptó enseguida: Estaba dando vueltas por el campo desde las 9 hasta la media noche, ayudaba a los voluntarios para ayudar a los otros refugiados”.
Y finalmente llegó Francisco: “Un ángel que ha venido para salvarnos”. Rami asegura que recibieron la noticia de haber sido elegidos para viajar en el avión del Santo Padre hacia Italia como una gran sorpresa, no conseguían creerlo: “una persona que veíamos en televisión y que ni siquiera es musulmán había venido a recogernos, a salvarnos… No lo hubiéramos esperando nunca”.
“Hemos sentido una nueva vida dentro de nosotros, había una esperanza”, afirma la mujer. Por su parte Qudus cuenta que cuando vio al Papa le dijo “él es mi papá, ¿tú también eres mi padre?”. Lo besó y abrazó y le dijo que su nombre significa Jerusalén, él Papa estaba contento y jugaron juntos.
Finalmente, aseguran que los voluntarios de la comunidad San Egidio les han hospedado y recibido como una familia. Ahora comienza el periodo de integración. Suhila precisa que “todos los países, no solo europeos sino también los musulmanes, deberían seguir el gesto del Papa y ayudar a las familias sirias. Es importante porque la gente está muriendo cada día”.





________________________________________

La reforma de los medios de comunicación del Vaticano concluirá en el 2018
Sergio Mora | 27/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La reforma de los medios de comunicación del Vaticano está en marcha y concluirá en el 2018 unificando una estructura muy articulada. Si bien habrá recortes de presupuesto en la estructura que hoy cuenta con más de seiscientos trabajadores, fundamentalmente se tratará de optimizar los sistemas de comunicación y económicos, teniendo presentes los cambios que se han registrado en el mundo de hoy.
Lo indicó este miércoles el prefecto de la Secretaría de Comunicación, monseñor Edoardo Viganò, en una conferencia a los participantes en Roma del curso de la Universidad de la Santa Cruz que inició ayer y concluye mañana, sobre la comunicación de la Iglesia en un contexto digital.
Una reforma –ha explicado el prefecto– que se entiende no solo de tipo económico y con criterios de sostenibilidad. “La reforma parte de la idea que el patrimonio más importante es el de los recursos humanos” aseguró, “sin olvidar que con la reforma entra en vigor una economía de escala, que permite una reducción de los costes, y esto es importante”.
Y esto porque somos responsables de un dinero que no es personal, sino de la Santa Sede, fruto de ofrendas y donaciones, etc. “Esto requiere una responsabilidad altísima y por lo tanto cada euro gastado tiene que tener una justificación de tipo apostólica” dijo.
Se trata “no de un coordinación, ni de cambiar los nombres a los roles, sino de los procesos de comunicación y también de los medios que forman parte”. De manera que sea “lo más eficaz posible de acuerdo a la misión de la Iglesia”. Aseguró que todo esto prevé una recalificación, formación, procesos de actualización.
El prefecto de la Secretaría de Comunicación indicó que de este proceso se inicia a hablar en 1996, en comisiones, grupos de estudio, etc. Este proceso llevó a una decisión del Consejo de los 9 cardenales, una discusión sinodal relacionada con la reforma de la Curia que necesitó la decisión del Papa, para que los resultados de las comisiones e informes encuentren un proyecto de factibilidad. Así, “el Santo Padre escribió un motu proprio, o sea un acto de gobierno que entró en vigor el 29 de junio del año pasado”.
Por ejemplo es necesario saber que el consumidor de información en internet es a su vez transmisor. O sea cambió el escenario, el medio de acceder al saber, los sistemas de conocimiento. Este nuevo escenario “sin olvidar la gran tradición de la Radio Vaticano y o del Osservatore Romano, pone todo en un cuadro integrado de gestión unitaria”.
Los puntos claves, indicó el prefecto, “son nuevos procesos de producción. Hoy cada medio desarrolla su producción de manera vertical, y pensarlos en ideas transversales, un contenedor que pueda servir a todos los canales de salida, con atención a los interlocutores”.
Uno de los peligros típicos de todo el mundo católico advirtió, “es desarrollar mucho una retórica auto-consoladora, lo que no sucede en el mundo empresarial”. Y añadió: “creo que sea más importante abrir la ventana y ver si están nuestros interlocutores y si encontramos sus preguntas y darles las respuestas adecuadas”.
¿Cómo reformar realidades con grandes glorias? El método fue bautizado como ‘de la cebolla’, que está hecha de capas, estratos, y bromeó que “no se llama de la alcachofa porque la cebolla hace caer siempre alguna lágrima. En un proceso de reforma no es patológico pero sí fisiológico o natural que alguna lágrima corra”.
Señaló que el proceso parte con un motu proprio que crea en el 2015 la Secretaría de la Comunicación, a la que se fusionaron la Oficina de Prensa y el servicio internet. El Pontificio Consejo de las Comunicaciones se disolvió en la Secretaría porque se volvió el departamento teológico pastoral. La Oficina de Prensa se mantiene y será la dirección de la comunicación institucional. El servicio internet en cambio engloba a todos los ingenieros y técnicos que tiene el Centro Televisivo Vaticano y la Radio, y se vuelven la columna vertebral de la fusión tecnológica.
En el 2016 se unen la televisión y la radio lo que es fácil, pero existe la dificultad de las grandes redacciones de la radio, con mucho personal. El próximo año se fusionarán el Osservatore Romano, la Librería Editora Vaticano, el servicio fotográfico y la tipografía.
La Secretaría además ha creado el twitter Pontifex y Franciscus en Istagram. Y en 2018 será el momento de la verificación, con un consolidación económica al menos en la economía de escala.





________________________________________

Los obispos de Cuba saludan al nuevo arzobispo de La Habana
Redaccion | 27/04/16

(ZENIT – Roma).- Los obispos de Cuba, en un comunicado firmado en La Habana y publicado en su web, señalan que “el nombramiento que ha hecho el papa Francisco de monseñor Juan García Rodríguez como nuevo arzobispo de La Habana es para nosotros motivo de alegría y esperanza”.
Añaden que se trata de un “acontecimiento que acompañamos con la sostenida y ferviente oración para que el Señor conceda a monseñor Juan los dones de la sabiduría y la fortaleza que le permitan un fecundo ministerio pastoral”.
“Al mismo tiempo –concluyen los obispos– agradecemos al Señor los largos y fructíferos años del episcopado de nuestro cardenal Jaime Ortega Alamino a quien también encomendamos en esta nueva etapa de su vida.
Desde Cuba envían a ZENIT la siguiente biografía:
Monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez nació en Camagüey el 11 de julio de 1948, en el seno de una familia sencilla -su padre trabajador ferroviario y su madre ama de casa- donde nacieron varios hijos.
Quienes le conocen lo caracterizan como hombre de gran sencillez de vida, entrega apostólica, oración, vivencia de la virtud. De manera especial su sentido de fraternidad con los sacerdotes, tanto con gestos de gran comprensión, servicio y apoyo, como de autoridad discreta y firme.
Señalan que se puede decir que el papa Francisco ha nombrado nombrado arzobispo de La Habana a un pastor que “huele a oveja”
Ingresó siendo adolescente en el Seminario “San Basilio Magno” en El Cobre y, posteriormente, concluyó su formación teológica en el Seminario “San Carlos y San Ambrosio” de La Habana como parte del primer grupo que realizó todo el período de formación sacerdotal en Cuba y que sus 15 miembros fueron ordenados entre el mes de diciembre de 1970 y 1971, con excepción de monseñor Juan García quien fue ordenado en el templo parroquial de Morón el 25 de enero de 1972, cuando aún no había cumplido 24 años de edad.
Sus primeros años de ministerio sacerdotal los ejerció en la actual diócesis de Ciego de Ávila (erigida por el papa Juan Pablo II en el año 1995), tanto en Morón como en la misma ciudad capital de la provincia y Jatibonico. Posteriormente (1989) fue trasladado a la parroquia de Florida y otras comunidades vecinas. Fue co-autor del Devocionario Popular “Los cubanos rezamos a Dios” y fundador y director de la escuela para misioneros de la Diócesis.
El 15 de marzo de 1997 fue nombrado obispo auxiliar de Camagüey (con el título de obispo Gummi de Proconsolare) y recibió la ordenación episcopal en el Templo de la Merced en la ciudad de Camagüey el 7 de junio de ese mismo año, con la imposición de las manos de Mons. Adolfo Rodríguez Herrera, quien también lo había ordenado de presbítero. Su lema episcopal es: “Ve y anuncia el Evangelio”.
A fines del año 1998 la diócesis de Camagüey fue elevada al rango de sede metropolitana, es decir, arquidiócesis, siendo monseñor Rodríguez Herrera su primer arzobispo. Años después, ante la renuncia del arzobispo, monseñor Juan García Rodríguez asumió este servicio pastoral el 10 de junio de 2002.
Aspectos de su vida sacerdotal y episcopal
Presidió la 1ª Asamblea Nacional de Misiones celebrada en La Habana en el año 2006.
Elegido presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba en el mes de febrero de 2006, período en el que representó al episcopado cubano en la V Asamblea General de Aparecida (2007) e invitó al pPapa Benedicto XVI a visitar a Cuba, en las palabras que le dirigió con ocasión de la Visita ad limina en el año 2008.
En febrero del 2007 fue nombrado por el papa Benedicto XVI como miembro del Consejo Pontificio Justicia y Paz.
Correspondió a monseñor García Rodríguez la celebración de la beatificación del Hno. Olallo Valdés OH el 14 de noviembre de 2008. Así como iniciar el proceso de beatificación de su antecesor, el actual siervo de Dios monseñor Adolfo Rodríguez Herrera.
Ha acompañado a lo largo de sus catorce años como pastor de la Iglesia camagüeyana varias obras iniciadas por su antecesor, como por ejemplo, el funcionamiento del Seminario “San Agustín” para acoger a jóvenes con vocación sacerdotal y acompañarlos en sus primeros años de formación. De igual forma la experiencia de una pequeña finca que apoya el autoconsumo de la Casa Diocesana y de otros comedores al servicio de los necesitados, etc.
Formó parte del primer grupo de peregrinos que hizo el recorrido de “La Ruta de la Virgen” desde Cayo Morales – Bahía de Nipe (Mayarí) hasta la Basílica de El Cobre, con ocasión del Trienio Preparatorio al Jubileo Mariano por el IV Centenario del Hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad.
Ha mantenido el vínculo de “Iglesia Hermanas” entre la arquidiócesis de Camagüey y la arquidiócesis de Indeanápolis (EEUU), así como llevar hasta casi su terminación el Hogar de Ancianos que construye la arquidiócesis de Camagüey en memoria de su primer arzobispo ya fallecido.
Presidió las celebraciones por el 500º aniversario de la Ciudad de Puerto Príncipe (Camagüey) que conllevó la restauración de varios templos de la ciudad.
Actualmente es miembro del Comité Permanente de la COCC y Presidente de las Comisiones Nacionales de Misiones y Familia, razón por la que fue elegido como representante de la Conferencia Episcopal al Sínodo Ordinario de la Familia en el 2014.





________________________________________

Perú: Los obispos recuerdan que la pena de muerte es inadmisible
Redaccion | 27/04/16

(ZENIT -Roma).- “La vida humana es un don de Dios, y por tanto se nos exige respetarla y protegerla desde el primer instante de su concepción hasta su término natural”. Así se subraya en el comunicado del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana firmado el 26 de abril. En el texto se reitera la posición de la Iglesia sobre la pena de muerte, tema expuesto en el debate electoral de estos últimos días.
El segundo turno electoral para elegir al presidente de Perú es el 5 de junio. Los candidatos son Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori, actualmente preso. Ella es favorable a la pena de muerte. Y el economista Pablo Kuczynski, ex ministro de economía del gobierno del presidente Alejandro Toledo, quien se declara contrario a la pena capital. Las encuestas actuales indican una diferencia mínima en la preferencia electoral.
Los obispos recuerdan en el comunicado que “la Iglesia reconoce el derecho y deber de la legítima autoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte”. Sin embargo, citando a Juan Pablo II en la encíclica Evangelium Vitae “gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes”.
Finalmente concluyen citando las palabras del papa Francisco: “hoy en día la pena de muerte es inadmisible…todos los cristianos y los hombres de buena voluntad estamos obligados no sólo a luchar por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal, y en todas sus formas, sino también para que las condiciones carcelarias sean mejores, en respeto de la dignidad humana de las personas privadas de la libertad”.





________________________________________

Una joven scout: ‘Me confesé con el Papa, sencillo como en la parroquia”
Redaccion | 27/04/16

(ZENIT – Roma) – Clara, italiana, cumple 23 años en septiembre, licenciada en rehabilitación psiquiátrica, una de las jóvenes que participó en el Jubileo de los Jóvenes, cuenta su encuentro con el Papa en la plaza de San Pedro. Con ella participaron en este Jubileo 34 guías y 36 exploradores, adolescentes de 11 a 16 años, de un grupo Scout de la región Reggio Calabria.
Ella cuenta que “ya me había confesado, pero quería hablarle” porque “necesitaba que me diera un consejo sobre una situación que estaba viviendo”. Así le pidió permiso al Papa para acercarse y él aceptó. “He sido la última, he llorado todo el tiempo. No lograba hablar. Al recibirme me hizo sentir cómoda”.
“¿La confesión? Normal como en mi parroquia, muy sencillo. Me preguntó sobre mi vida diaria … las dificultades que encontramos … Por mi uniforme se dio cuenta de que yo era parte de los Scouts de Europa. Hablamos de esta decisión que he tomado, de la gran responsabilidad que tenemos en el servicio a los jóvenes. Con gran sencillez me dio la respuesta que estaba buscando. De esta experiencia providencial me llevo en la mochila humildad, fortaleza y esperanza”.
Pocos minutos de gran intensidad. “Cuando terminé y me levanté, me dio la mano y me pidió dos veces que rezara por él. Fui hasta donde estaban mis chicas y llorando todas nos abrazamos. Fue el modo de compartir el don recibido”.
El camino de Chiara en los scout inició a los 8 años, después como guía y escolta. A los 19 años comenzó a servir a las más pequeñas y desde este año a las adolescentes.
El de Roma, indica la joven, fue un Jubileo esperado y preparado: “Con las chicas hemos descubierto las obras de misericordia, sobre todo alimentar a los hambrientos y luego visitar a los presos. Este servicio y la adhesión a la ley scout es el modo que tengo para dar testimonio de mi estar en camino”.
“Hoy he recibido –concluye Chiara– la fuerza para ir adelante y soñar con mi futuro, entre estudio, una posible familia y el trabajo”.





________________________________________

Santa María Madre de Dios: Alegría y misericordia
Redaccion | 27/04/16

(ZENIT – Madrid).- El título de la carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, para esta semana es “Santa María Madre de Dios: Alegría y misericordia”. A continuación, publicamos el texto íntegro de la misma:

En la Virgen María he encontrado el modo de ser artistas de la Resurrección y de la misericordia. Muchas veces he escuchado y meditado esa página del Evangelio en la que se nos dice: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (MT 5, 13-16). Nunca la entendí mejor que cuando la puse junto a nuestra Madre la Virgen María. Y además de todos los momentos de mi vida en los que la he escuchado y meditado, nunca sentí que la urgencia de vivirla, de llevarla a la vida de cada uno de los cristianos, era tan importante. María pone su vida y sus palabras en nuestro corazón y nos lanza como buena Madre a ser y a hacer artistas de la alegría y de la misericordia. Este arte tiene que impregnar nuestro mundo. Alegría pascual y amor con las medidas de Jesucristo, hasta dar la vida.
Contemplemos a esta artista de la alegría y de la misericordia desde dentro y observemos lo que descubrimos. Un artista así surge, precisamente, cuando hay una aceptación de corazón de ese mandato del Señor que aparece en el texto del Evangelio. El imperativo es claro: «Vosotros sois la sal de la tierra. […] Vosotros sois la luz del mundo». Pero para ello es necesario vivir en una comunión total con Él, porque la Luz es Él y la Sal es Él. Somos luz y sal en la medida en que estamos injertados en Él con todas las consecuencias. E injertados en Él, nuestra luz y nuestro ser sal es, de alguna manera, ser Él en medio de esta historia. La evangelización que requiere nuestro tiempo solo puede llevarse a cabo con una nueva manera que nos está pidiendo conversión personal y pastoral, fuerza y talante evangelizador, que nos hace salir de nosotros mismos para llevarnos a los demás. Es lo que el Papa Francisco dice también cuando nos habla de «la alegría de evangelizar» y de «la alegría del Amor»; nos lleva a cambiar por dentro y a no tener miedo a acercarnos a todas las realidades que vive el ser humano, con el arte de Santa María.
Necesitamos artistas de la alegría y de la misericordia. Este arte se aprende en el trato íntimo con Dios. Y para ello son necesarios hombres y mujeres que, con su vida, anuncien explícitamente la misericordia de Dios, es decir, el amor de Dios a los hombres y también la alegría que nace del triunfo de Jesucristo sobre la muerte. Es este anuncio el que produce la conversión que trae siempre frutos de amor, reconciliación, justicia, paz, vida… La adhesión a Jesucristo, la fe en Él, al asentarse en el corazón, es decir, en el centro de la personalidad, modula profundamente al ser humano: al artista que toma el pincel, o escribe una partitura, o realiza una escultura, o un edificio; al economista que sin prejuicios y con deseos de construir una economía de comunión, regula la producción y la distribución y consumo de bienes; al escritor; al obrero de la fábrica o del campo. Y es que tal adhesión a la persona del Señor informa y da sentido a todo lo que hace y a todo lo que existe. ¿No es esto lo que encontramos en María?
«No se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero». El Señor nos ha regalado una lámpara, que es Él mismo, pero nos ha recomendado que, para acogerlo, estemos muy cerca de su Madre, la que nos ha dado como Madre. La necesitamos cerca, en medio del mundo, porque ¡nuestro tiempo actual es activo y está agitado! Y por ello, es más urgente que nunca la necesidad de buscar sosiego en Dios y unirnos al Señor con todas las fibras de nuestro corazón. Así lo hizo María. Y así Ella nos invita a hacerlo a nosotros: «Haced lo que Él os diga», nos dijo en las bodas de Caná. El mundo, las relaciones entre los hombres, la conquista de la paz y la reconciliación, el construir la gran familia de los hijos de Dios en esta humanidad, necesitan de hombres y mujeres que sean luz y den luz. Y la tenemos que recoger de quien es la Luz y alumbra a todo hombre: Jesucristo. Pero aprendamos a hacerlo en la escuela de María.
Para ser artistas de la misericordia, os propongo estas bienaventuranzas que debe vivir el discípulo de Jesús y que son un retrato de santa María nuestra Madre:
• Bienaventurado eres si, como María, te dejas educar el corazón por Dios. Quien sigue a Jesús y trata de imitarlo, asimila los sentimientos de su corazón que es compasivo para con todos los hombres y para con todas las situaciones que viven los hombres. ¡Cuánto bien se hace a los hombres cuando un discípulo es luz en el candelero! ¿No fue este el deseo de María cuando nos dijo: «Haced lo que Él os diga»?
• Bienaventurado si, como María, te dejas educar en la confianza en Dios. Ser artistas de la alegría y de la misericordia comporta confianza total y absoluta en el Señor. Como lo hizo María cuando dijo a Dios: «Hágase en mi según tu palabra».
• Bienaventurado si, como María, te dejas educar en la mirada por Dios. Es decir, hay que mirar todo y a todos desde el Señor. ¡Qué diferencia!
• Bienaventurado si, como María, te dejas educar en el despojo de todo porque encuentras la riqueza en Dios. Y, desde esa riqueza, alimentas a los demás y te conviertes en luz y sal.
• Bienaventurado si, como María, te dejas educar en la libertad de corazón, es decir, si eres capaz de dejarlo todo y tener la Luz y acogerla. Libres para amar y para darnos a los demás.
• Bienaventurado si, como María, te dejas educar en el abandono de ti mismo al Padre, es decir, si te pones en manos de Dios con todas las consecuencias.
• Bienaventurado si, como María, te dejas educar en el sentido de la cruz. A mí siempre me ha impresionado el tercer canto del siervo de Isaías (Is 50). El canto habla de un misterioso oyente de la Palabra, disponible, rechazado y, no obstante, firme, valiente y confiado. Este oyente es luz y da Luz.
Nuestro mundo necesita artistas de la alegría y de la misericordia. ¿Te animas? Tú y yo podemos ser uno de ellos con la gracia de Cristo y de la mano de María. Entremos en la escuela de María porque, quien acogió a Dios para darle rostro humano, se constituye en maestra e intercesora del arte que más necesita este mundo, el de la alegría y el amor misericordioso. Podemos ser esos artistas con la seguridad de que Santa María nos acompaña.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, arzobispo de Madrid





________________________________________

San Luis María Grignion de Montfort – 28 de abril
Isabel Orellana Vilches | 27/04/16

(ZENIT – Madrid).- Nació el 31 de enero de 1673 en Montfort, Francia. Era el mayor de dieciocho hermanos. Entre ellos hubo tres sacerdotes y tres religiosas; otro falleció en la infancia. Aunque de fuerte complexión y fortaleza física, gran habilidad, así como cualidades para el arte (dibujo y pintura) y la literatura –todo lo cual merecía el respeto de sus amigos–, Luís era tímido; le agradaba la soledad. Se curtía orando ante la Eucaristía y frente a la imagen de María. Su padre era un abogado de carácter agrio e irascible, que volcaba especialmente en su primogénito, hostigándole e incitándole a la ira. Como el joven tenía también su temperamento, y seguramente un viso cercano al despotismo y a la arrogancia como su progenitor –según han afirmado estudiosos de su vida–, para evitar conflictos con él actuaba como Teresa de Lisieux: hacía de la huída su victoria. Al optar por esta vía se adiestraba en la forma de morir a sí mismo indicada por Cristo y caminaba firmemente hacia la santidad.
Fue domando sus tendencias y aprendió a ser paciente y amable. Ello le predispuso para saber afrontar evangélicamente numerosas pruebas que salpicaron su acontecer: incomprensiones, persecuciones e insultos cargados de hiel. Pronto se refugió en María para que acogiese en su regazo maternal las penas que le ahogaban. Ella le confería paz. «Soy todo tuyo ¡oh María!, y todo cuanto tengo, tuyo es», escribiría en una de sus extraordinarias obras.
Siendo adolescente acudía por la mañana temprano a misa sin reparar en la notable distancia que había entre el templo y su domicilio. Cursó estudios con los jesuitas de Rennes y mantuvo la costumbre de acudir a la iglesia visitándola antes y después de salir de clase. Todo ello aconteció en la etapa crucial de los 11 a los 19 años, que de algún modo marca el devenir. Era externo; vivía con su tío sacerdote Alain Robert. En ese periodo tuvo una experiencia de Dios que dio un vuelco a su vida, y que le llevó a centrarse en la oración y en la penitencia. Ante todo, buscaba su transformación interior. Por eso aprovechaba las vacaciones uniéndose a un grupo de jóvenes que atendían a pobres y enfermos incurables liderados por Julien Bellier, un sacerdote con gran impronta apostólica. Allí comenzó a impartir catequesis y a intensificarse su devoción a María. Fue el umbral de una de sus líneas características: la búsqueda de la Sabiduría.
A los 20 años inició estudios eclesiásticos en el seminario san Sulpicio de París. Su familia atravesaba serios problemas económicos, y aunque tenía benefactores malvivió en el alojamiento que le asignaron fuera del seminario porque no podía procurarse otro mejor. Al morir el director de la comunidad se acogió a otra con mayores carencias. Padeció hambre y frío tales que enfermó seriamente. Permaneció un tiempo en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte, y al recobrar la salud ingresó en el seminario de san Sulpicio. Sus gestos no pasaron desapercibidos: velaba a moribundos para obtener algo de dinero, se manifestaba en las calles contra los que publicaban textos poco edificantes o entonaban canciones profanas, organizaba colectas en el seminario para ayuda de los necesitados, etc. Eran formas consideradas poco ortodoxas por muchos de su entorno y no causaban buena impresión precisamente. A ello se unían las críticas contra su criterio, juzgado como severo en no pocas ocasiones. Luís iba conquistando la santidad a fuerza de oración, penitencia y estudio.
Fue ordenado en 1700. Y los dieciséis años de sacerdocio vinieron cargados de dificultades para él, entre otras cosas, porque no se entendía su inquietud y nula conformidad con ciertas costumbres eclesiásticas. En 1703 aún no tenía claro si debía orientarse al auxilio de los pobres o a la predicación. Entonces ya vivía en París y meditaba sobre la cruz de Cristo en el minúsculo espacio que había en el hueco de la escalera de un modesto local. En 1704 estuvo centrado en las misiones en Poitiers en medio de incomprensiones hasta el punto de que el obispo le despidió de la diócesis. Fueron años de incertidumbre y soledad, de muchos recelos acumulados tras de sí a su pesar, de ver cómo se cerraban puertas que había ido abriendo. No sabía a quién acudir, hasta que en 1706 tomó la decisión de viajar a Roma. Fue con la esperanza de que el Santo Padre marcase el rumbo que debía seguir. Y Clemente XI en el transcurso de una audiencia ratificó la labor que había venido realizando, esa que otros no acogieron bien, encomendándole la evangelización de las campiñas de Francia en comunión con los obispos. Partió de allí con el título de «misionero apostólico» que el pontífice le confirió.
Durante cinco años evangelizó el país de forma incansable llegando hasta Bretaña. Animaba las misiones con cánticos y ponía signos externos que recordarían la labor llevada a cabo. Señalizaba los lugares con cruces, a veces erigía calvarios y hacía que cobrasen realce cofradías que estaban en decadencia. Después de una corta experiencia vinculado a unos misioneros que actuaban bajo la dirección del padre Leuduger lanzó las redes a laicos y otros presbíteros de distintas órdenes interesados en colaborar con él. En medio de las dificultades que prosiguieron, casi al final de sus días puso las bases de dos congregaciones religiosas: la Compañía de María y las Hijas de la Sabiduría; se materializaron cuando ya había fallecido. Además, restauró templos dedicados a María, y luchó contra el jansenismo arrebatando numerosas conversiones. Fue un insigne escritor de textos marianos. El 28 de abril de 1716 falleció a consecuencia de una pulmonía en Saint-Laurent-sur-Sèvre. León XIII lo beatificó el 22 de enero de 1888. Pío XII lo canonizó el 20 de julio de 1947. En 1942 se halló su manuscrito Tratado de la verdadera devoción a María que ha conferido a este santo fama universal.





________________________________________

Beata María Antonia Bandrés y Elósegui – 27 de abril
Isabel Orellana Vilches | 26/04/16

(ZENIT – Madrid).- En un hogar acomodado de Tolosa, Guipúzcoa, España, nació esta beata el 6 de marzo de 1898. Su padre Raimundo Bandrés era un reputado jurista que había formado una gran familia junto a Teresa Elósogui. Antonia fue la segunda de quince hermanos. Nació frágil y recibió cuidados y ternura a raudales que hicieron mella en su forma de ser. Tanto derroche de atenciones revertieron en su personalidad en tal grado que durante los primeros años fue una persona inmadura en la que se apreciaba una hipersensibilidad preocupante.
Su madre se había ocupado de inculcarle muchos valores que, unidos a su gran devoción a María, fueron abriéndole luminosos caminos. Pero en el transcurso de su adolescencia, esta madre generosa y llena de piedad, no ocultó su inquietud: «¡Qué chiquilla más fastidiosa!, decía, ¡cuánto vas a sufrir con ese carácter!». Sin embargo, el germen de tan buen ejemplo ya estaba larvado en el corazón de la joven. Comenzó una labor caritativa con los pobres y necesitados que malvivían en los suburbios acompañando a su madre de la que aprendió a contemplar el rostro de Cristo en ellos. También contaba con la discreción de una empleada doméstica que la seguía solícita en esta acción solidaria que llevaba a cabo y que iba dejando una huella indeleble en los agraciados, conmovidos por su espíritu humilde, sencillo y generoso. Finura de trato y el tacto que brotaba de su caridad le permitieron suavizar las aristas que halló en personas difíciles de hábitos violentos.
Había cursado estudios en el colegio de san José, de Tolosa, erigido por la Madre Cándida, fundadora de las Hijas de Jesús, quién al conocerla, seducida por su virtud, vislumbró en ella una futura vocación. La espiritualidad mariana del centro, que tenía como objeto directo de su devoción a la Virgen del Amor Hermoso, hicieron que reviviese en Antonia el amor a María que su buena madre le infundió. En 1915, a la edad de 17 años, como en medio de su frágil salud emergía la fortaleza que proviene de la gracia divina, no dudó en consagrarse. Cumpliría así el vaticinio que la fundadora le hizo cuando era una adolescente: «Tú serás Hija de Jesús». Antonia entrevió la llamada en medio de la oración cuando realizaba los ejercicios espirituales en Loyola. El profundo y legítimo cariño que le vinculaba a su familia no fue un escollo. Y aunque experimentaba el dolor de la separación, siguió en pos de Cristo. Eso sí, reconocería con toda sencillez en el noviciado: «Solo por Dios los he dejado». Un tío suyo, Antón, agnóstico declarado, no vio con buenos ojos esta decisión, sentimiento que no pasó desapercibido para la beata.
En 1918 profesó en Salamanca y, casi a la par, su salud fue quebrándose irremisiblemente. La sonrisa en medio del sufrimiento era una constante en su rostro, como lo fue la conformidad y paz que mostró en todo instante dejando conmovido a su médico, el egregio Dr. Filiberto Villalobos. Éste comentaba con doctos amigos, como el gran Miguel de Unamuno, el impacto que le causaba ver tanta conformidad y fe en su paciente, que caminaba gozosa a un final indeclinable porque sabía que le aguardaban los brazos del Padre celestial. «¡Qué errada es nuestra vida! –exclamaba–. Esto sí que es morir!». Una reflexión que caló en el ánimo de sus interlocutores. El hecho es que Antonia había ofrecido su vida a Dios por la conversión de su tío Antón, gracia que le fue concedida y que se materializó cuando él se percató de la grandeza de su sobrina, hallando la paz en el perdón y la misericordia divina ante la imagen de la Virgen de Aránzazu.
¡Quién hubiera dicho que aquélla frágil adolescente que mostraba la herida de sus sentimientos a la primera de cambio, impulsada por una enfermiza sensibilidad, iba a actuar con tanta entereza! Que se hubiera propuesto con esa firmeza con que lo hizo: «Es preciso llegar a la cumbre», enfrentándose con bravura a una muerte inevitable que asumió uniéndose a Cristo sabedora de que Él nunca la abandonaba, creyendo que le sería otorgada la petición que hizo para su querido padrino. Si Cristo había sufrido, por qué no iba a hacerlo ella. Resoluta, clara, indeclinable en esta determinación de morir para ser dadora de vida con Él, tenía claro que ese afán de ofrenda tenía que cumplirlo con este cariz: «de hacerla, hacerla entera».
En medio de sus sufrimientos, Dios no quiso dejarla huérfana de consuelo, y ella llegó a manifestar: «¿Esto es morir? ¡Qué dulce es morir en la vida religiosa! Siento que la Virgen está a mi lado, que Jesús me ama y yo lo amo…». El 27 de abril de 1919, festividad de Nuestra Señora de Montserrat, culminó su calvario y entró en la gloria. Tenía 21 años recién cumplidos. Fue beatificada por Juan Pablo II el 12 de mayo de 1996 junto a su fundadora, la Madre Cándida María de Jesús.