Servicio diario - 07 de mayo de 2016


 

El Papa a los médicos misioneros: ‘En estos lejanos lugares encuentren a Jesús’
Posted by Sergio Mora on 7 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “El testimonio de estos médicos ha llevado mi corazón allá abajo, a estos lugares hacia donde han ido simplemente para encontrar a Jesús, y esto me ha hecho mucho bien”. Lo confió el papa Francisco al recibir este sábado en audiencia a los amigos, sostenedores, voluntarios y cooperadores de ‘Médicos con África’ – (Colegio Universitario Aspirantes Médicos Misioneros – CUAMM).
Esta asociación de médicos misioneros que trabajan en África, nació hace 65 años de una iniciativa de la diócesis italiana de Padua, con proyectos la largo término en una óptica de desarrollo. Fueron los fundadores, el médico Francesco Canova y el sacerdote Luigi Mazzuca. Hoy al inicio de la audiencia en el Aula Pablo VI, el sucesor del religioso, don Dante Carraro, narró con énfasis algunas escenas tremendas de estos países en los que trabajan, del prosaísmo a la situación de precariedad, pasando por las madres que mueren de parto y la dedicación de los médicos que allí trabajan.
“Les agradezco –les dijo el Santo Padre a esta institución de médicos laicos– por lo que hacen en favor del derecho humano fundamental de la salud para todos”. Y precisó: “La salud de hecho no es un bien de consumo, pero un derecho universal, motivo por el cual el acceso a los tratamientos médicos no puede ser un privilegio”. Lamentó así que en muchos lugares aún hoy “la salud sea un privilegio para pocos, quienes pueden permitírselo”.
Les agradeció que hayan “elegido los países más pobres de África, los sub-sarianos y las regiones más olvidadas, el ‘ultimo kilómetro’ de los sistemas sanitarios”, porque allí “el Señor les envía para que sean buenos samaritanos, a salir para encontrar al pobre Lázaro”. Y señaló que “la puerta que lleva del primero a tercer mundo es vuestra puerta santa”.
El Pontífice recordó que en África demasiadas madres mueren aún durante el parto, y muchos niños no superan el primer mes de vida. “Les animo a quedarse en medio de esta humanidad sufridora” les exhortó Francisco, “para ser expresión de la santa Iglesia madre que se inclina y sana a los más débiles”.
Les recordó también que son médicos ‘con’ África y no ‘para’ África, señalándoles así la necesidad de “involucrar a la población africana en el proceso de crecimiento, caminando juntos”; les agradeció la participación que tienen con los gobiernos y las realidades locales compartiendo responsabilidades dejando estas iniciativas “cuando llegan a la posibilidad de que prosigan por sí mismas”.
Recordando a los dos fundadores de la iniciativa, les pidió “llevar adelante esta obra, como una Iglesia que no es una super clínica para VIP, sino más bien un ‘hospital de campo’. Y al despedirse el Papa les pidió que recen por él, “para que el Señor me haga siempre más pobre”.


Inmigración e integración, en el coloquio de Francisco con el presidente Suizo
Posted by Redaccion on 7 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Santo Padre Francisco recibió este sábado por la mañana en audiencia al presidente de la Confederación Helvética, Johann Schneider-Amman. La misma inició en la Sala del Troneto, y el presidente suizo le dijo: “Es un honor estar aquí”.
“El coloquio a puertas cerradas duró unos 20 minutos, con la ayuda de un intérprete, en una atmósfera cordial”, indicó una nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede que ha precisado:“Ha sido ocasión para constatar las buenas relaciones entre la Santa Sede y Suiza, con un particular reconocimiento del fiel y profesional servicio del cuerpo de la Guardia Suiza”.
Se prestó especial atención a la cuestión de las migraciones y de las políticas de recepción e integración en el contexto actual del continente europeo. Y se subrayó “el aprecio por la positiva contribución que la Iglesia aporta a las diferentes instancias del país, en un clima de serena colaboración”.
Hubo referencias también a la educación profesional de los jóvenes que juega un papel eficaz en el acceso al mundo del trabajo y se habló de los conflictos en Oriente Medio y de la situación de los países del África subsahariana, haciendo hincapié en la necesidad de impulsar los esfuerzos en curso para promover la seguridad y la paz.
Al concluir la audiencia, el presidente suizo le regaló tres imágenes de madera del pesebre realizadas por artesanos de Berna; un cuadro sobre la vida de San Nicolás von Fue y un grabado con la vista de Porrentruy.
El Papa por su parte le entregó el medallón de bronce con un árbol de olivo, símbolo de la paz; la encíclica Laudato Si’ y las exhortaciones apostólicas Evangelii Gaudium y Amoris Laetitia.


Vatileaks 2: interrogado uno de los periodistas más importantes de Italia
Posted by Salvatore Cernuzio on 7 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Una nueva audiencia del juicio por filtración de documentos reservados se realizó este sábado en el Vaticano, la doceava del llamado proceso Vatileaks II. En menos de una hora y media fueron interrogados los tres testimonios hoy citados.
El más importante de ellos ha sido el ex director del Corriere della Sera, Paolo Mieli y los dos editores, Marco Bernardi y Paola Brazzale.
Ellos eran los testimonios pedidos por la defensa del periodista Gianluigi Nuzzi, autor del libro Vía Crucis, basado en documentos filtrados, acusado junto a su colega Emiliano Fittipaldi, autor de Avarizia; de la relaciones púbicas, Francesca Chaouquí; además de Mons. Lucio Vallejo Balda y su secretario Nicola Maio.
El ex director del principal cotidiano italiano, interrogado sobre hasta dónde debe llegar el derecho de crónica delante de documentos reservados, respondió sin titubear: “Ningún límite” si lo que se ha adquirido “lo ha mostrado al debido tiempo al director”. El único límite, consideró, es que “la documentación pueda poner en peligro la paz o la seguridad” y este no es el caso de los documentos filtrados.
La primera norma es del periodismo anglosajón y la segunda es la posibilidad de chantaje por poseer documentos reservados no publicados. Porque puede chantajear sea el periodista, que alguien de la cadena de mando que haya evaluado los documentos antes de decidir si publicaros. Por eso “es más honesto y sabio publicarlos”.
También cuando se trata de documentos calificados como secretos, dijo. Y los filtrados de la Santa Sede “causan un poco de lío pero no ponen el peligro la seguridad de la Ciudad del Vaticano”. Además porque el material publicado había salido parcialmente y era por lo tanto mejor publicarlo todo.
Los dos libros salieron casi al mismo tiempo. Para elucidar si se trataba de una casualidad o de una acción orquestada, Mieli señaló indicando algunos hechos, que no existía relación entre los dos periodistas.
Por lo que se refiere a los dos editores, también confirmaron que los periodistas no tenían relación entre ellos lo que fue comentado por Nuzzi como importante, porque “la acusación hablaba de un plan común o de una acción orquestada que se realiza solamente si dos personas se conocen”.
La próximas audiencias serán el 14 de mayo, el 16 y 17 de mayo. Si no se acabaran todos los interrogatorios podrían fijarse otras audiencias para el 21,22 y 23 de mayo.
(Texto original en italiano traducido y resumido, clicar aquí para verlo completo)


Francisco: “Ser guardias suizos es una ocasión para crecer en la Fe”
Posted by Luca Marcolivio on 7 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió este sábado por la mañana al Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia, con motivo de la juramento de los reclutas, acompañados por sus familiares.
Ayer viernes, 23 reclutas hicieron en el Vaticano el juramento de servir al Papa y a la Iglesia, pasando así a ser guardias suizos a pleno título. Hoy el Santo Padre les ha recibido en audiencia agradeciendoles el servicio que desarrollan, por su disponibilidad y fidelidad a la Santa Sede.
“Es hermoso ver a los jóvenes, como ustedes, que dedican algunos años de su vida a la Iglesia, junto al sucesor de Pedro. Es una ocasión única para crecer en la fe, sentir la universalidad de la Iglesia y para hacer una experiencia de fraternidad”.
Y les hizo tres recomendaciones, primero “crecer en la fe”, viviendo el propio trabajo como una misión que les ha confiado el Señor. Por ello deseó que el tiempo que pasen en Roma en el corazón de la cristiandad, sea “una oportunidad para profundizar la amistad con Jesús y caminar hacia meta de cada vida verdaderamente cristiana: la santidad”.
Por ello el Santo Padre les invitó a alimentar el “espíritu de oración”, en particular participando en la santa misa, cultivando una “filial devoción hacia la Virgen María”, trabajando cada día “acriter et fideliter”, con “coraje y libertad”.
El segundo objetivo, les indicó el Papa es “sentir la universalidad de la Iglesia”, visitando la tumba de los apóstoles y la sede del obispo de Roma. “Tendrán así la posibilidad de tocar con la mano la maternidad de la Iglesia que recibe en sí, en la propia unidad, la diversidad de tantos pueblos”. Y así podrán, dijo, “encontrar personas de diversos idiomas, tradiciones y culturas, pero que se sienten hermanos porque están unidos por la fe en Jesucristo”.
La tercera exhortación dirigida a los guardias se refirió a “hacer experiencia de fraternidad” o sea “estar atentos los unos a los otros”, para apoyarse recíprocamente en el trabajo cotidiano, recordando que “da más alegría dar que recibir”.
El Santo Padre ha también deseado que se valorice la vida comunitaria, “que se compartan los momentos felices y los difíciles, atendiendo a quien entre se encuentra de en dificultad y a veces necesite una sonrisa, un gesto que le dé ánimo y amistad”. Transmitiendo a todos “gentileza y espíritu de acogida, altruismo y humanidad”.
Y concluyó encomendando los Guardias, sus familiares y amigos en este mes de Mayo, a María Santísima.


Los nuevos guardias suizos exclamaron: ‘Juro servir al Pontífice reinante’
Posted by Sergio Mora on 7 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Veintitrés reclutas de la Guardia Suiza, juraron este viernes 6 de mayo por la tarde en el patio San Dámaso del Palacio Apostólico, fidelidad a la Iglesia y al Santo Padre.
“Juro servir fielmente, lealmente y honorablemente, al Pontífice reinante, Francisco y a sus legítimos sucesores, dedicarme con todas las fuerzas, sacrificando, si es necesario, también mi vida en su defensa…” proclamaron todos ellos alta voz, aferrando con la mano izquierda la bandera del cuerpo militar y levantando la mano derecha con tres dedos abiertos simbolizando la Santísima Trinidad.
El comandante del Cuerpo, Christoph Graf, portando armadura, compuesta de capacete coraza, protecciones y espada señaló que este ejército está preparado para las exigencias del momento presente, con adiestramiento adecuado y armas en caso sea necesario intervenir, teniendo presente el terrorismo, pero que el arma más poderosa es el santo rosario y que todos los guardias lo han recibido en dotación.
“Nuestras acciones están en las manos de Dios, pero esto no significa que debamos renunciar a las armas y a la ejercitación”, dijo. Por ello necesitamos “Fe sólida, confianza en Dios y oración”. El comandante recordó que el papa Francisco dijo en Santa Marta: “la Fe es victoria” y que el año pasado el Santo Padre “invitó a los jóvenes a dedicarse a la oración también durante el servicio”.
Estaba en representación del Santo Padre, monseñor Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado, varios cardenales, obispos, miembros de la Curia, representantes de las delegaciones diplomáticas de diversos países acreditados ante la Santa Sede y unas tres mil personas, incluidos los familiares de los juramentados.
La ceremonia se realiza cada 6 de mayo, día en el que se conmemora la muerte de 147 soldados que cayeron en 1527 defendiendo al Papa durante el Saqueo de Roma. La Guardia Suiza Pontificia defiende a los papas desde hace más de 500 años, cuando Julio II trajo en 1506 a los primeros suizos y la fecha oficial de la fundación de la milicia es el 22 de enero de 1506.
Entre las condiciones para entrar a formar parte del Cuerpo, es necesario ser católico practicante, ciudadano suizo, tener buena salud, reputación impecable, haber recibido la formación del ejército suizo, tener formación profesional, ser hombre y soltero. Para que un Guardia Suizo se pueda casar debe tener al menos 25 años, haber servido durante al menos 3 años en el Vaticano, comprometerse a servir por lo menos otros tres años y haber alcanzado al menos el rango de cabo y ser menor de 30 años.
Fórmula del juramento:
“Juro servir fielmente, lealmente y honorablemente, al Pontífice reinante, Francisco y a sus legítimos sucesores, dedicarme con todas las fuerzas, sacrificando, si es necesario, también mi vida en su defensa. Asumo los mismos deberes respecto al Colegio Cardenalico durante la vacante de la sede apostólica. Prometo también al comandante y a los otros superiores respeto, fidelidad y obediencia. Así juro. Que Dios y nuestros santos patrones me asistan”.
Ver algunas fotos de la ceremonia en Facebook en: https://www.facebook.com/Zenit.Agencia.de.Noticias/?fref=nf


Argentina: abren el proceso de beatificación de dos apóstoles de la Virgen de Luján
Posted by Redaccion on 7 May, 2016



(ZENIT – Roma).- El arzobispo de Luján anunciará este domingo 8 de mayo, fiesta de la patrona de Argentina, el inicio de la causa de beatificación de dos apóstoles de la Virgen de Luján: el esclavo apodado El Negro Manuel y el sacerdote vicentino Jorge María Salvaire.
Lo indicó la agencia AICA, precisando que el arzobispo de Mercedes Luján, monseñor Agustín Radrizzani SDB, hará el anuncio público de la apertura del proceso canónico para beatificar y canonizar a El Negro Manuel y al padre Salvaire, en una misa que celebrará ese mismo domingo, a las 17, en el santuario mariano.
Monseñor Radrizzani además escribió un mensaje que será leído en todos los templos en las misas de los días 7, 8 y 9 de mayo en el que destaca la alegría de la Iglesia en Argentina de hacer este anuncio en el marco del Año Jubilar de la Misericordia, proclamado por el papa Francisco.
También el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, presidirá una misa este domingo en la catedral metropolitana de Buenos Aires, por la misma intención.


Colombia: familias campesinas huyen ante la violencia
Posted by Redaccion on 7 May, 2016



(ZENIT – Roma).- Las familias campesinas huyen ante el incremento de homicidios, por la presencia de grupos armados que amenazan y extorsionan a la población, ha denunciado el obispo de la diócesis colombiana de Tibù, monseñor Omar Alberto Sánchez, al reunirse con algunos periodistas de la zona.
Lo informó la agencia de noticias Fides precisando que según el obispo, este fenómeno se ha agravado desde que se iniciaron los acercamientos entre las Farc y el Eln con el gobierno nacional para las conversaciones de paz.
“Hay zozobra en estos territorios en donde se supone que debería de haber confianza, y eso deja la sensación que los procesos que están por llegar entren en un mal momento” ha dicho Mons. Sánchez.
El obispo ha reiterado que para nadie es un secreto el gran número de “enemigos de la paz”, y de que muchas personas están interesadas en frenar los acercamientos por los diversos intereses personales, entre ellos el dominio de los cultivos ilícitos y las rutas del narcotráfico.
Días antes el sacerdote, refiriéndose al caso del secuestro de Henry Perez, líder campesino, representante de la comunidad de La Gabarra, desapareció el 26 de enero, señaló: “Deberíamos tener un clima social tranquilo, pero todos sabemos que hay grupos interesados en que estos procesos de paz no sean rápidos y no lleguen a su fin”.


¿Mirando al cielo? La Ascensión del Señor
Posted by Enrique Díaz Díaz on 7 May, 2016



Hechos de los Apóstoles 1, 1-11: “Se fue elevando a la vista de sus apóstoles”
Salmo 46: “Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya”.
Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23: “Cristo entró en el cielo mismo”.
Tiene la tristeza metida entre sus ojos, miedo de vivir, angustia por el futuro, incertidumbre en el presente. Sus 22 años no logran borrar su cara de niña y sus palabras se arrastran como si salieran a fuerzas. Las vendas en las muñecas de sus manos no logran ocultar su deseo de muerte. “¿Para qué vivir cuando una no quiere? No tiene sentido estar sufriendo. No me dejaron morir pero no me dan esperanzas para vivir”. Es cierto su mamá y su hermano lograron rescatarla cuando se estaba desangrando en búsqueda de escapar de esta vida. ¿Cómo dar esperanza a quien ya no quiere vivir? ¿Cómo fortalecer un corazón vacío? Cada día es más frecuente el suicidio entre nosotros, principalmente entre los adolescentes pero no sólo. Nos falta darle sentido a nuestra vida y hoy la fiesta de la Ascensión puede ayudarnos a descubrir nuestro camino.
Hoy tenemos una celebración muy especial en nuestro tiempo litúrgico: la Ascensión del Señor a los cielos. ¿Qué tiene que ver la Ascensión del Señor con el sentido de la vida, con la pérdida de la esperanza, con el vacío del corazón? Para quienes tienen fe, todo. Trato de explicarme. Con la Ascensión de Cristo, recordamos el triunfo de Jesús sobre la muerte, sobre la injusticia y sobre todo pecado. Pero este triunfo de Jesús también nos implica a nosotros. En la medida que Él se encarnó, participó de nuestras miserias, vivió nuestros riesgos, ahora con su triunfo nos da la esperanza de también triunfar nosotros. Cristo entra en la vida nueva que supone su Resurrección, no solamente como Dios e Hijo de Dios, sino también como hombre e Hijo del hombre que es. Pues Cristo no asciende Él solo, sino que lleva consigo la condición humana que asumió por la Encarnación. Hoy es un día luminoso por la victoria de Jesús; por lo tanto despierta en nosotros gozo y alabanza, esperanza y optimismo; ¡Vale la pena esta vida humana! Tenemos razones para vivir y amar, sufrir y esperar, contagiar entusiasmo y testimoniar que hemos sido liberados por Cristo y que vale la pena ponerse a trabajar por un mundo mejor.
Atención, en ningún momento esta fiesta es una invitación a olvidarnos de nuestros compromisos y sumirnos a vivir en un mundo de ilusiones. Cuando Jesús se despide de sus discípulos, les recuerda que ellos son testigos de que solamente por medio de la cruz, del sufrimiento y de la conversión se llega a la resurrección. Para llegar al triunfo, necesitamos vivir el misterio de un Jesús plenamente humano y plenamente Dios, siguiendo sus pasos, viviendo en la cercanía con los pobres, participando en sus gozos y sufrimientos. Jesús nos revela a un Dios providente, cercano y misericordioso, profundamente comprometido con los humildes. A veces se ha utilizado el cielo como señuelo que apacigua y adormece. Como las promesas de los políticos en campaña, que prometen y prometen y nunca se alcanzan sus ideales y sirven sólo para engañar y adormecer al pueblo en sus justas reivindicaciones. Nunca el cielo debe ser escape hacia un cristianismo individualista y conservador que puede convivir con la injusticia y la opresión. No es la invitación a quedarnos mirando al cielo, sino es la urgencia de trabajar en la tierra teniendo bien fijos y seguros nuestros ideales. “Trabajar en la tierra mirando al cielo”.
El cielo es la auténtica esperanza cristiana que nos impulsa a construir desde la tierra el Reino de Dios del que hablaba Jesús a sus discípulos, mediante el amor, el trabajo y el servicio a los hermanos. Claramente les dice Jesús que este Reino lo deben construir conforme a su Espíritu. “Aguarden aquí, a que se cumpla la promesa de mi Padre… ustedes serán bautizados en el Espíritu”. No se vale construir el Reino a nuestro estilo, o al estilo del “mundo”, que se base en el egoísmo, en la ley del más fuerte y en el bienestar de los poderosos. Debemos mantenernos en fidelidad al Espíritu que nos empuja a la vida y a conseguir condiciones de una vida humana digna para todos, que alienta al decaído, que no deja que se rompa la caña resquebrajada, que infunde valor y anima a levantarse de la postración.
¿Podremos construir un mundo como nos lo propone Jesús? Ciertamente fácilmente caemos en los extremos: a veces nos olvidamos de que trabajamos con Jesús conforme a la voluntad del Padre y solamente miramos hacia el suelo, perdemos el rumbo. Y otras, en cambio, mirando solamente al cielo, perdemos “piso” y divorciamos nuestra fe de nuestra realidad. Olvidamos la relación indivisible que hay entre la vida espiritual y la vida misma. Y somos capaces de encerrarnos en la concha de nuestro egoísmo sin mirar la realidad, sin sentir la fraternidad y sin construir al estilo de Jesús.
Cuando leemos con atención los textos que hoy nos propone la liturgia descubrimos que la comunidad no puede realizar “su tiempo” en una actitud de mera contemplación; tiene que emprender su camino, el mismo del Maestro. Es evidente que Jesús ya no estará presente en términos físicos, materiales. Con gran sentido pedagógico, Lucas ilustra esta “separación” con el relato de la Ascensión. Jesús ha llevado a término su parte en el plan de Dios, y vuelve al Padre; “asciende”. Los discípulos no pueden quedarse mirando al cielo, como esperando en forma pasiva o contemplativa a ver cuándo ellos también serán llevados al cielo. Ellos “ascenderán” también, pero sólo cuando hayan realizado la parte de la misión que el Señor les tiene señalada. Esa parte de la misión que deben realizar queda muy bien definida en el Evangelio: Ir por todo el mundo a anunciar la Buena Noticia, con un solo objetivo: despertar la conciencia y la fe de los oyentes, quienes han de ser bautizados, es decir, incorporados a la familia de los hijos de Dios.
Ciertamente, en esta época, podemos caer en los miedos, en el inmovilismo y la duda y la frustración. Pero hoy, la Ascensión de Jesús nos lanza a abrirnos a la esperanza. Con los pies bien firmes en la realidad, queremos construir un mundo capaz de abrir sus horizontes a todos los hombres, que superen los límites egoístas de tiempos y razas. Llenemos, pues, nuestros corazones de sano optimismo. Miremos a Cristo glorificado y comprometámonos en la construcción del Reino a nosotros encomendado.
Dios, Padre Bueno, que nos llenas de júbilo con la glorificación de Cristo Jesús, descúbrenos que más allá de nuestros límites egoístas hay un Cielo posible que construiremos con tu presencia y nuestros esfuerzos. Amén.


Beata María Catalina de San Agustín – 8 de mayo
Posted by Isabel Orellana Vilches on 7 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- Nació en Saint-Sauveur-le-Vicomte, en la Normandía francesa, el 3 de mayo de 1632. Su influyente familia pertenecía a la alta burguesía. Su padre Jacques Symon, señor de Longprey era teniente alcalde de Cherbourg y prestigioso jurista. Fue la tercera de cinco hijos, pero desde sus 2 años de vida creció bajo el amparo de sus ilustres abuelos maternos, Jean et René Jourdan, personas de oración y de gran generosidad. Atendían a los pobres y enfermos en una especie de hospital, ayudados por sacerdotes y religiosos que prestaban su colaboración. Al transcurrir su infancia en tal ambiente de virtud, colmado de cuidados a los que tanto sufrían, en su corazón prendió la llama de la vocación. El jesuita padre Malherbe sació su curiosidad cuando a los 3 años le preguntó qué había que hacer para agradar a Dios. A través de un enfermo le explicó que podía lograrse como él, aceptando su enfermedad; así cumplía la voluntad divina. La niña tomó buena nota de ello y el resto de su vida estuvo marcada por el anhelo de complacer a Dios y darse a Él por entero.
Precocidad y firmeza en su decisión fueron dos características de su imparable progreso espiritual. A los 4 años comulgaba, a los 10 se integró en la cofradía del Rosario, y a los 11 hizo voto de castidad ante María, por la que sintió gran devoción, en compromiso escrito y sellado con su propia sangre. Prometió no cometer jamás ningún pecado mortal y rubricó esa crucial etapa incluyendo otras pautas que, junto a éstas, iban a conducirle a los altares: oración, meditación, confesión y, por supuesto, la recepción de la Eucaristía. Su abuelo, viendo tantos rasgos de virtud en ella, predijo que sería religiosa y sierva de Dios.
Dispuesta a ser hospitalaria, a los 12 años ingresó como postulante en el monasterio de la Misericordia de Bayeux, regido por las religiosas agustinas, con quienes le ligaban lazos de amistad y gratitud porque su familia las había ayudado económicamente. Con ello se cumplía el vaticinio efectuado por san Juan Eudes en 1643 quien anticipó que sería monja. No consta que haber sido objeto de dos predicciones le condicionara. Sencillamente vivía con naturalidad la entrega a la que iba siendo llamada en cada instante. Juan Eudes le fue aconsejando santamente y el 24 de octubre de 1646 –a la edad de 14 años–, tomó el hábito religioso. Fue una fecha cargada de tintes emotivos ya que en ella perdió a su querido abuelo. Como era de esperar, el grado de madurez humana y espiritual que había marcado una trayectoria poco común hacia una radical consagración fue palpable en el noviciado, ejemplar para el resto de la comunidad cuya edad superaba con creces la suya. La rutina pasó por su vida sin rozarla siquiera.
Dispuesta, atenta a cualquier atisbo providencial para vivir una mayor oblación, al conocer la demanda de religiosas para ir a Canadá cursada por la madre María Guenet de San Ignacio, superiora del Hôtel-Dieu de Québec no se lo pensó dos veces. Enseguida manifestó su anhelo de servir a Dios en ese hospital que la Orden regía desde 1639. No vieron factible en un primer momento dar respuesta a la demanda de Catalina. Su padre se opuso frontalmente. Pero al ver la férrea convicción que tenía: «vivir y morir en Canadá, si Dios te abría la puerta», no tardaron en cambiar de parecer religiosas, su padre y el prelado, que dio su visto bueno. En concreto el señor de Longprey cedió tras la lectura de la vida del mártir jesuita padre Isaac Jogues. Su madre Françoise Jourdan de Launay, que la beata perdió siendo muy niña, contemplaría desde el cielo este nuevo rasgo de virtud de su pequeña.
En 1648, a los 16 años, hizo sus primeros votos. Al profesar tomó el nombre de María Catalina de San Agustín. En mayo de ese mismo año se cumplió su deseo de partir a Canadá. Su juventud no fue óbice para emprender una travesía llena de vicisitudes que duró tres meses. En el trayecto contrajo la peste y sanó con la intercesión de la Virgen María. Llegó a Québec el 9 de agosto de ese año. Toda la ayuda era poca para las hermanas que le habían precedido. Su presencia fue como un don caído del cielo. Desde el primer momento se afanó ofreciendo lo mejor de sí en una agotadora tarea. Lo hizo con destreza y sentido práctico porque tenía formidables cualidades como enfermera. Aprendió las lenguas de los nativos de las tribus indias a los que asistían, y fue un modelo de sencillez y donación. Viendo sus muchos talentos, los superiores la nombraron administradora del monasterio y del hospital. Luego sería directora general de éste, así como maestra de novicias y ecónoma.
Se dedicaba a sus misiones en cuerpo y alma, ejercitando la caridad con una disposición admirable. Era encantadora en su trato, delicada, obediente, humilde, y vivía con auténtico espíritu de sacrificio. Todas las penalidades que se le presentaron las sufrió en silencio. Fue agraciada con dones místicos y favores del cielo que han sido subrayados por sus biógrafos. Y todo ello en medio de violentas tentaciones a las que fue sometida por el diablo. En una de sus experiencias místicas sobrenaturales vio al mártir san Juan de Brébeuf, a quien se encomendó. Su confesor y biógrafo el jesuita padre Ragueneau le sugirió que escribiera un diario, pero quedó destruido en el incendio del Hôtel-Dieu. Falleció en este lugar el 8 de mayo de 1668, a la edad de 36 años, aquejada por la tuberculosis. Había consumado su vida siendo estrictamente fiel a este anhelo: «Que se haga tu voluntad» en un ejercicio permanente de caridad. Juan Pablo II la beatificó el 23 de abril de 1989.


Santa Rosa Venerini – 7 de mayo
Posted by Isabel Orellana Vilches on 6 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- Nació en Viterbo el 9 de febrero de 1656. Era hija de un médico que ejercía la profesión en el Hospital Grande de la ciudad, y tenía tres hermanos más. Destacó enseguida por su brillante inteligencia tanto como por su gran corazón enriquecido por la formación espiritual que recibía. Con 7 años profesó voto de consagración, aunque la juventud le trajo los aires de la seducción del mundo, y contra ella luchó remontando la contrariedad con oraciones y sacrificios. Los dos caminos que se ofrecían a la mujer: matrimonio o convento, le interrogaban a sus 20 años. Sin desestimar ninguno, percibía una llamada a servir a la Iglesia y a su entorno. El camino se allanó al percibir interiormente la respuesta de Dios. En 1676 ingresó en el monasterio de Santa Catalina de Viterbo. En visitas anteriores a su tía materna Anna Cecilia Zampichetti, religiosa del convento, le había impresionado el ambiente austero, lleno de bondad. Pero siete años después de vincularse a la comunidad, la inesperada muerte de su padre le obligó a dejarla para acompañar a su madre. A esta tragedia se sucedieron: el fallecimiento de su hermano Domenico cuando tenía 27 años, y la de su madre, que partió de este mundo transida de dolor por su pérdida.
No se cruzó de brazos contemplando el dolor. Éste fue para ella una fecunda vía purgativa que le condujo a buscar único consuelo en Dios. Situó en el centro de su vida a Cristo crucificado y abrió las puertas de su casa para que las niñas y las vecinas pudieran rezar el rosario con ella. Comenzaba y terminaba con una lección catequética. Cada día constataba la escasa cuando no nula preparación, en todos los sentidos, de las que apenas tenían recursos. Y atisbó en ello la luz que le llevó a poner en marcha otra nueva misión estable dirigida a paliar estas necesidades: una escuela para educación de las niñas. Tenía claro su objetivo: «Mi deseo es liberar a los jóvenes de la ignorancia y del mal para que el proyecto de Dios, que cada persona posee, se vuelva visible». Sus dos excelsas pasiones, la que experimentaba por Dios sosteniendo su existencia, y la salvación de todo ser humano, infundían en su ánimo celestes afanes que cincelaban su quehacer. Oración constante y una mirada en derredor suyo desde la cruz suscitaban en su corazón el anhelo de hacerse ella misma pura oblación. Unía todas las fatigas al sacrificio eucarístico incesantemente renovado en toda la Iglesia. De todo ello extrajo la fortaleza que derramó en sus innumerables actos de virtud.
Esta caritativa y humilde mujer, que no se detuvo ante nada, el 30 de agosto de 1685, con la venia del obispo de Viterbo, cardenal Sacchetti, y la colaboración de dos compañeras, abandonó el domicilio familiar. Entonces, sin dejar de portar esa llama del amor que le abrasaba, creó la Escuela Pública femenina. Era la primera de sus fundaciones, pionera para Italia. No fue una decisión espontánea, sino el fruto de su oración y de su incesante búsqueda de la voluntad divina. En una ocasión manifestó: «¡Me siento tan apegada a la voluntad de Dios, que no me importa ni la muerte ni la vida: quiero lo que Él quiere, quiero servirle por cuanto Él quiere ser servido por mí y nada más!». El objetivo de esta iniciativa era dar una formación humana y cristiana. Pero la tarea no era fácil; halló muchos contratiempos. Dentro del clero algunos juzgaron como «injerencia» su enseñanza del catecismo. Desde el estamento intelectual le reprocharon que enseñase a niñas pobres siendo que procedía de una familia burguesa, prejuicios que ni le rozaron. Rosa siguió su camino. Justamente la contradicción le aseguraba que estaba cumpliendo la voluntad de Dios.
Al final obtuvo los parabienes de párrocos testigos del gozo de las madres al ver crecer humana y espiritualmente a sus hijas llamadas a las aulas de la escuela con el sencillo toque de una campanilla agitada por las calles por una de las alumnas. Oración, catequesis, aprendizaje de lectura y escritura, así como trabajos manuales, eran las fórmulas de esta fecunda labor que llegó a oídos del obispo de Montefiascone, cardenal Barbarigo. Viendo su bondad, demandó la presencia de esta institución en su diócesis. Entre 1692 y 1694 Rosa impulsó allí y en los alrededores diez escuelas. A ellas le seguirían otras en la región del Lazio. Entonces conoció a Lucía Filippini y ambas siguieron durante un tiempo caminos casi parejos, bajo el amparo del cardenal. Cuando tuvo que partir, dejó a sus escuelas en manos de Lucía. Y al ser demandada su presencia en el centro que ésta regía en Roma mediando en una difícil situación, Rosa acudió con premura. Hasta que Lucía acudió al pontífice para solventarla. A partir de entonces cada una siguió su propia vía, aunque en el fondo la acción educativa de las Maestras Pías que ambas llevaron a cabo tenían similares objetivos.
A Rosa la fundación de Roma se le resistió seis años. El primer intento fue fallido y ello le supuso algunos disgustos y contrariedades. Las autoridades dieron el visto bueno a finales de 1713. Con la ayuda del abad Degli Atti, amigo de su familia, abrió su primera escuela en las cercanías del Capitolio. Clemente XI quedó impresionado cuando la visitó. Él y los ocho cardenales que le acompañaron constataron la excelente formación integral que recibían las alumnas. Sin ocultar su satisfacción, el papa dijo: «¡Señora Rosa, usted hace lo que nosotros no podemos hacer! Le agradecemos mucho porque, estas escuelas, ¡santificarán Roma! […]. Deseo que estas escuelas se difundan en todas nuestras ciudades». Fue el espaldarazo definitivo para su fundación, y también otro momento lleno de preocupaciones y de incesantes viajes para ella. Pero tuvo el gozo de ver en marcha más de cuarenta escuelas. Murió en la casa de San Marcos de Roma el 7 de mayo de 1728. Pío XII la beatificó el 4 de mayo de 1952. Y Benedicto XVI la canonizó el 15 de octubre de 2006.