Servicio diario - 08 de mayo de 2016


 

En el Día de la Madre el Papa Francisco las saluda y reza por ellas
Posted by Sergio Mora on 8 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “Hoy en tantos países se celebra la fiesta de la madre, recordamos con gratitud y afecto a todas las mamás, las que están hoy en esta plaza, a nuestras mamás, a las que están entre nosotros o las que se fueron al cielo”.
Lo dijo este domingo el papa Francisco, después de rezar la oración del Regina Coeli en la Plaza de San Pedro, donde miles de peregrinos se encontraban reunidos.
El Santo Padre concluyó sus palabras confiando todas ellas “a María la madre de Jesús”. Y propuso: por todas ellas rezamos un Ave María” y lo hizo junto al público allí presente. “Dios te salve María…”.
(Leer las palabras completas del Papa en el Regina Coeli)


Texto completo del Regina Coeli del papa Francisco – 8 de mayo de 2016
Posted by Redaccion on 8 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco rezó este domingo desde su estudio en el Palacio Apostólico, la oración del Regina Coeli, ante miles de fieles que le esperaban en la Plaza de San Pedro. Recordó que la Resurrección y la Ascención de Jesús al Cielo nos invita a dar testimonio todos los días, en los diversos lugares en que vivimos o trabajamos. Saludó a las mamás por su día y a los periodistas en la Jornada de las comunicaciones sociales les pidió informar uniendo la verdad a la misericordia. Y en el día en que la fiesta de la madre se celebra en tantos países les saludó y rezó junto al los presentes en la plaza, un Ave María por todas ellas.
A continuación el texto completo:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy en Italia y en el mundo se celebra la Ascención de Jesús al cielo, sucedida cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad. Nuestra humanidad entra por primera vez en el cielo. El evangelio de Lucas nos muestra la reacción de los discípulos delante del Señor que “se separó de ellos y era llevado al Cielo”. No hubo en ellos ni dolor ni desorientación, sino que se “postraron delante de él, y después volvieron a Jerusalén con gran alegría”.
Es el regreso de quien no tiene más el temor de la ciudad que había rechazado al Maestro, que había visto la traición de Judas y a Pedro que le renegaba, la dispersión de los discípulos y la violencia de un poder que se sentía amenazado.
Desde aquel día para los apóstoles y para cada discípulo de Cristo fue posible habitar en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, inclusive en aquellas más golpeadas por la injusticia y la violencia, porque encima de cada ciudad está el mismo cielo y cada habitante puede levantar la mirada con esperanza.
Dios es hombre verdadero y su cuerpo de hombre está en el cielo, y esta es nuestra esperanza, es el ancla nuestra que está allá y nosotros estamos firmes en esta esperanza si miramos hacia el cielo. En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que tomó el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret.
El se queda para siempre, es Dios-con-nosotros. Recordemos esto, Emanuel, ¡Dios-con-nosotros! y no nos deja solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros el futuro. En la Ascención de Jesús, el Crucifijo Resucitado, está la promesa de nuestra participación a la plenitud de vida junto a Dios.
Antes de separarse de sus amigos, Jesús refiriéndose al evento de su muerte y resurrección les dijo: “Ustedes son testigos de todo esto”. O sea los discípulos, los apóstoles son testimonios de la muerte y de la resurrección de Cristo y ese día también de la Ascención de Cristo.
Y de hecho, después de haber visto a su Señor subir a los cielos, los discípulos volvieron a la ciudad como testimonios que con alegría anuncian a todos la vida nueva que viene del Crucifijo Resucitado, en cuyo nombre “será predicado a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados”.
Este es el testimonio –hecho no solo con palabras pero también con la vida cotidiana– que cada domingo debería salir de nuestras Iglesias para entrar durante la semana en las casas, en las oficinas, en las escuelas, en los lugares de reunión y diversión, en los hospitales, las cárceles, las casas, para los ancianos, en los lugares abarrotados de inmigrantes, en las periferias de la ciudad.
Este testimonio tenemos que llevarlo cada semana: ‘Cristo está con nosotros, Jesús subió al cielo, está con nosotros, Cristo está vivo’.
Jesús nos ha asegurado que en este anuncio y en este testimonio seremos “revestidos por la potencia de lo alto”. O sea con la potencia del Espíritu Santo. Aquí está el secreto de esta misión: la presencia real entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu sigue abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para que anunciemos su amor y su misericordia también en los ambientes más hostiles de nuestras ciudades.
Es el Espíritu Santo el verdadero artífice del multiforme testimonio que la Iglesia y cada bautizado dan al mundo. Por lo tanto no podemos nunca descuidar el recogimiento en la oración para alabar a Dios e invocar el don de Espíritu. En esta semana que nos lleva a la fiesta de Pentecostés nos quedamos espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para recibir el Espíritu Santo. Lo hacemos también ahora en comunión con los fieles que se han reunido en el Santuario de Pompeya, para la tradicional súplica».
El Papa rezó la oración del Regina Coeli y después dirigió las siguientes palabras
«Queridos hermanos y hermanas, Hoy es la 50 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, querida por el Concilio Vaticano II. De hecho los padres conciliares, reflexionando sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, entendieron la importancia crucial de las comunicaciones, que ‘pueden crear puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto sea en el ambiente físico que en aquel digital’.
Dirijo a todos los operadores de la comunicación un cordial saludo, y les deseo que nuestro modo de comunicar en la Iglesia tenga siempre un claro estilo evangélico, un estilo que una la verdad y la misericordia.
Saludo a todos ustedes, fieles de Roma y a los peregrinos de Italia y de varios países. En particular a los fieles polacos de Varsovia, Lowicz y Ostroda; a la Filarmónica de Viena; al grupo irlandés ‘Amigos de Mons. O’Flaherty‘; a los estudiantes del colegio Corderius (Países Bajos); y a la Katholische Akademische Verbindung ‘Capitolina’. Saludo a los participantes a la Marcha por la Vida, a los amigos de la Obra Don Folci y del preseminario san Pio X, a los Scouts de Europa de Roma Oeste y Roma Sur, y a los numerosos confirmados de la diócesis de Génova. ¡Son ruidosos los genoveses!
Hoy en tantos países se celebra al fiesta de la madre, recordamos con gratitud y afecto a todas las mamás, las que que están hoy en la plaza, a nuestras mamás, a las que están entre nosotros o las que se fueron al cielo. Confiándolas a María la madre de Jesús, por todas ellas rezamos un Ave María: Ave María…
A todos les deseo un buen domingo y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘Buon pranzo e arrivederci!’».


El cardenal Ortega se despide al dejar el Arzobispado de La Habana
Posted by Sergio Mora on 8 May, 2016



(ZENIT – Roma).- El cardenal Jaime Ortega se despidió este sábado de los fieles al dejar de ser arzobispo de La Habana, por motivos de edad, con una celebración eucarística en la que participaron cientos de personas incluidas autoridades del gobierno, como la ministra de culto Caridad Diego.
Allí se leyó un mensaje que el papa Francisco le envió al cardenal Ortega llamándolo de “amigo muy querido”, donde elogia que “aún en tiempos delicados no ha escatimado esfuerzos para fomentar la reconciliación en el seno de la sociedad cubana y para abrir caminos de diálogo entre Cuba y otros países”, y subrayó el trabajo del cardenal para lograr un acercamiento entre su país y el Vaticano.
“Permanezco cercano, me quedo entre ustedes”, dijo el cardenal Ortega y recordó que los sacerdotes nunca se retiran y que seguirá siempre sirviendo a la Iglesia. En sus palabras agradeció también a las autoridades “haber sido capaces de avanzar sin retrocesos por un camino de diálogo” superando así “los “periodos críticos y momentos difíciles.
El purpurado reconoció entretanto que este diálogo “no fue comprendido por muchos dentro y fuera del país, dentro y fuera de la iglesia y dentro y fuera de las estructuras gubernamentales”.
Se refirió así a la difícil situación vivida: desde la oposición de muchos cubanos en el exilio, hasta el temor de que la distención con el gobierno se tradujera en una claudicación, pasando por el tema de derechos humanos, la mediación que logró la excarcelación de presos políticos y el acercamiento a Estados Unidos.
“Agradezco especialmente –dijo Ortega– al presidente Raúl Castro por el impulso decisivo dado a este diálogo. Él aceptó la participación activa y mediadora de la Iglesia Católica en la excarcelación de casi 150 prisioneros”. Y añadió: “Gracias también al presidente por haber aceptado los buenos oficios del papa Francisco para un acercamiento entre Cuba y EE.UU en el cual se han dado ya pasos importantes”.
Además en los últimos años un centenar de estructuras, entre templos y edificios confiscados durante la revolución castrista, fueron restituidos a la Iglesia.
El cardenal nacido en 1936, al cumplir los 75 años, pidió en el 2011 al Papa Benedicto XVI su retiro que no fue aceptado. Solo a finales de abril pasado el papa Francisco aceptó su retiro y nombró al arzobispo de Camagüey, Juan de la Caridad García, para que le sustituya. El nuevo arzobispo será recibido el próximo 22 de mayo en la catedral de La Habana.
Cuando Ortega tenía 20 años y había apenas entrado en el seminario vio la revolución de Fidel Castro tomar el poder. Ordenado sacerdote el 2 de agosto de 1964 y designado en la iglesia catedral de Matanzas, su ministerio sacerdotal se interrumpe en 1966, durante ocho meses, cuando es reclutado a las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), controladas por el Ministerio del Interior. En 1978 fue nombrado obispo de Pinar del Río; en 1991 inició con Cáritas Cuba. En 1994 fue creado cardenal por Juan Pablo II y arzobispo de La Habana.
Durante la gestión del cardenal Ortega visitaron la Isla tres papas. En enero de 1998, estuvo Juan Pablo II, que invitó ‘a que el mundo se abra a Cuba y a Cuba que se abra al mundo’. En marzo de 2012 llegó Benedicto XVI, quien reconoció “con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión” invitando a consolidar el derecho a la libertad religiosa. Y la del papa Francisco, en septiembre de 2015, cuando el gobierno liberó a más de 3500 presos, y en la que el Papa aseguró que el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos es un signo de la victoria de la cultura del encuentro.
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Los mil espejos
Posted by Redaccion on 8 May, 2016



Publicamos a continuación la carta dominical del arzobispo de Barcelona, monseñor Juan José Omella:
«Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Un día, buscando refugiarse del sol, un perrito logró meterse por un agujero de una de las puertas de la casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera y, al terminar de subirlas, se topó con una puerta semiabierta; lentamente se adentró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta de que dentro de ese cuarto había mil perritos más, observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.
El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los mil perritos hicieron lo mismo. Luego sonrió y ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los mil perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él. Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí: “¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir muchas veces a visitarlo!”.
Tiempo después, otro perrito callejero entró en el mismo lugar, pero, a diferencia del primero, al ver a los otros mil perritos, se sintió amenazado, ya que creía que lo miraban de manera agresiva. Luego empezó a gruñir y, naturalmente, vio cómo los mil perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros mil perritos le ladraron también. Cuando este perrito salió de allí pensó: “¡Qué lugar tan horrible es éste! ¡Nunca más volveré a entrar aquí!”.
En la portada de aquella casa había un viejo letrero que decía: “La casa de los mil espejos”.»
¿Quién, al leer este hermosa fábula, no recuerda aquel dicho tan popular de que “nada es verdad ni es mentira; todo depende del cristal con que se mira”, que los cristianos hemos de mejorar con la rectitud de intención? Dicho de otro modo, si yo viera las cosas, las personas, y sobre todo los acontecimientos, con la mirada de Dios, con la perspectiva de Dios, ¡cómo cambiaría todo!
San Juan de la Cruz, uno de los místicos y poetas más emblemáticos de nuestra historia y de nuestra literatura, aún lo expresó de una forma más acertada desde la perspectiva de la fe cristiana: “Adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor.” Veamos las circunstancias que dieron pie a esta afirmación de nuestro santo.
Año 1591: Juan de la Cruz sufre el mayor de los desprecios por parte de sus compañeros de Orden. Él está plenamente inmerso en la reforma del Carmelo. Le quitan todos sus cargos y lo mandan a Jaén, donde vive en la mayor pobreza y austeridad. Desde Sevilla le llegan ecos de calumnias muy graves, propaladas por algunos frailes. ¿Reacción de muchas personas que conocían la entereza y las virtudes de Juan? Le mandan cartas conteniendo las expresiones más encendidas de afecto, acogida, comprensión y cariño. Y de pena por la injusticia que se está cometiendo con él. ¿Respuesta de Juan de la Cruz? Así contesta a una religiosa carmelita reformada: “De lo que a mí toca, hija, no le dé pena, que ninguna a mí me da. Dios sabe lo que nos conviene y ordena todas las cosas para nuestro bien. No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor”.
Dios es el que permite todo para nuestro bien, aunque no lo comprendamos muchas veces. Es Él quien nos estimula y nos invita a descubrir el querer de Dios, poniendo amor donde no hay amor.
Cristo ha vencido el mal. Y lo ha vencido haciendo el bien. “Pasó por la vida haciendo el bien”, que es la manera más eficaz y concreta de poner amor.
Nunca debemos olvidar que la realidad – las realidades – de la vida depende en buena medida de cómo la miramos y de cómo nos acercamos a ella. Tener una mirada positiva hacia las personas y hacia las cosas nos ayudará a disfrutar más de la realidad que si la miramos con ojos turbios, con tristeza, con resentimiento. El amor lleva al amor. La amargura, a la amargura. ¡Que Dios nos libre de caer en ella!
¡Feliz domingo a todos!
+ Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona


Beata Teresa de Jesús (Carolina Gerhardinger) – 9 de mayo
Posted by Isabel Orellana Vilches on 8 May, 2016



(ZENIT – Madrid),- Carolina nació en Regensburg-Stadtamhof, Alemania, el 20 de junio de 1797. Fue hija única. Su padre era capitán de barco. Ambos progenitores le proporcionaron la formación precisa para hacer frente a las adversas circunstancias sociales, políticas y religiosas generadas por la Revolución francesa. Dosificaron sabiamente su tiempo educándola en el hogar, sensibilizando su espíritu con la atención constante a los pobres, y ensanchando su mente con travesías sobre el Danubio rumbo a Viena. Durante un tiempo estudió con las canonesas de Notre Dame, fundación de san Pedro Fourier, hasta que en 1809 el gobierno clausuró esta institución y el centro académico regido por ellas.
El padre George Michael Wittmann, párroco de la catedral y después obispo de Regensburg, tuvo la visión de los grandes pastores. Seleccionó a tres de las alumnas más brillantes y se propuso seguir adelante con la tarea educativa. Una de ellas era Carolina. Wittmann le infundió la idea de ser maestra y le ayudó a culminar la formación. Tenía 12 años cuando comenzó a impartir clases. Desde un principio se caracterizó por su gracia y carisma en la enseñanza. Era muy competente humana y profesionalmente, una persona que no temía al esfuerzo. Además, y eso era lo esencial, vivía amparada en la penitencia y en la oración.
Durante más de veinte años hizo de la escuela de Stadtamhof, dirigida a niños sin recursos, un modelo a imitar. Impulsó la educación integral atendiendo a todas las necesidades de la persona. Introdujo disciplinas versátiles de suma utilidad para la vida: economía doméstica, idiomas, música, capacitación para los negocios, gimnasia, arte dramático… En todo momento fue consciente del influjo social que tienen las mujeres y madres, y del papel que ejercen si reciben una adecuada formación cristiana. Y dedicó su vida a paliar esta importante carencia que sufren los que viven en la pobreza, colectivo con el que se ensaña la falta de escolarización. Hizo posible que niñas y jóvenes pudieran optar a oportunidades, que de otro modo les habrían sido vedadas, accediendo en igualdad de condiciones a estratos sociales y políticos reservados a clases pudientes.
En 1816 se vinculó a dos maestras compañeras de trabajo que compartían sus ideales de estricta penitencia y oración. Fue una época que le sirvió para afianzar su anhelo de consagrarse en la vida religiosa. El prelado Wittmann vio en ello una señal del cielo para poner en marcha una comunidad dirigida a la educación cristiana de niñas y jóvenes. Con el restablecimiento de las libertades religiosas en 1828 el panorama había cambiado y podía afrontarse abiertamente una nueva fundación. De modo que indujo a Carolina a realizar esta empresa, asesorándola, aunque murió en 1833 sin ver culminado este sueño. Surgieron diversos contratiempos que hubieran hecho desistir a muchas personas de este empeño, pero no a una beata como ella que hacía de la oración y de su entrega la estela que le conduciría al cielo.
En octubre de ese año de 1833 inició vida comunitaria en Neunburg vorm Wald junto a dos jóvenes y estableció la primera escuela de las Hermanas de Notre Dame. Dedicada a María, el fundamento estaba en la Eucaristía y en el espíritu de pobreza. Contó con el apoyo del monarca Luís I de Baviera. En medio de las vicisitudes un sacerdote amigo de Wittmann, Franz Sebastian Job, lo secundó en la tarea de auxiliar a la fundadora. No le faltó su asistencia en el ámbito espiritual así como en el financiero hasta que se produjo su muerte en 1834.
Carolina profesó en noviembre de 1835 tomando el nombre de María Teresa de Jesús, en memoria de la santa de Ávila por la que sentía especial admiración. Y fundó la congregación de las Pobres Hermanas Escolásticas de Nuestra Señora. Las expectativas de muchas jóvenes hallaron respuesta en esta nueva institución vinculándose a la pequeña comunidad. De dos en dos, como Cristo sugirió, recorrían lugares donde el progreso no había hecho acto de presencia. Diversas localidades y aldeas de difícil acceso vieron renacer su esperanza con el florecimiento de jardines de infancia, escuelas, hogares para ancianos y centros de atención.
La congregación se extendió prontamente por Europa y Norteamérica. Carolina viajó a este país el año 1847 contribuyendo a la expansión de su obra. Se trasladó de un lado a otro en difíciles condiciones, recorriendo miles de kilómetros en carretas tiradas por bueyes para visitar las escuelas que sus hermanas habían establecido allí para educación de hijas de emigrantes alemanes. En este viaje, junto al beato Juan Neumann, fundó un orfanato en Baltimore. Al regresar a su país surgieron importantes problemas con el arzobispo de Munich-Freising, Graf von Reisach, fundamentalmente por el borrador de la regla, origen del litigio. Éste no compartía la idea de que existiera un gobierno central en la congregación regida a través de una superiora general; quería que dependiesen de él. En un momento dado, la beata estuvo amenazada de excomunión. Y compareció ante el arzobispo musitando en voz baja, mientras se hallaba arrodillada ante él, su deseo de someterse a sus indicaciones en la medida en que no vulneraran la voluntad de Dios y su conciencia. Siguió adelante, sin ver quebrarse ni un ápice su confianza en la divina Providencia, con espíritu perseverante, sosteniendo con su oración y entrega la misión recibida. Dio muestra de ser una mujer de gran fortaleza y empuje.
En 1865 Pío IX autorizó los estatutos y la confirmó como superiora general, oficio reservado hasta ese momento a los varones. Fue probada también al final de sus días ya que las guerras desatadas en Europa y América conllevaron el cierre de algunas de las misiones que abrió. El 9 de mayo de 1879 fallecía en Munich. Comenzó a cumplirse su anhelo de: «adorar y amar eternamente; regocijarse eternamente en la gloria de Dios y de sus santos», que había manifestado en vida. Juan Pablo II la beatificó el 17 de noviembre de 1985.