La Iglesia de los años pasados ha vivido marcada por el reflejo de una teología y de una pastoral apegada al reflujo de una voluntad acrítica de apertura de la conciencia creyente a la conciencia en general, desde la exigencia de renovación que había supuesto  el Concilio Vaticano II. Podríamos pensar en una época de experiencias, de disolución, de evolución, de aggiornamiento, de reforma, de implantación del Concilio Vaticano II –utilizo expresiones comunes en los libros de ese período-  basada más en la perspectiva de los métodos de aplicación socio-psicológica de la actualización de la fe que en los presupuestos sobre los que se asentaba lo escrito en los textos del Concilio Vaticano II.

El secreto de la Iglesia, y su contribución específica a la humanidad y a la historia, no reside en su eficacia pastoral sino en hacer presente y operante la salvación de Dios para todos los hombres, en la aceptación de la Revelación de Dios –de su Voluntad salvífica- en el aquí y en el ahora. (Juan Pablo II nos recordará el valor de la contemplación, y no estaría de más entenderlo en esta clave de la preeminencia de la contemplación frente a la acción –vgr.: Hannah Arendt).

El cambio, la evolución, desde el aggiornamento -la puesta al día que diría los italianos- al ressourcement, el retorno a  las antiguas fuentes de sabiduría cristiana, sintetiza estos veinte últimos años de la vida de la Iglesia. Lo que se ha llamado el discernimiento del postconcilio está hecho en la Iglesia en España desde el 2003, tanto desde el punto de vista de las “fuentes de la renovación conciliar” como de los métodos y de las propuestas de actuación. No habrá, por tanto, una respuesta específica de la Iglesia a los problemas del presente, no habrá evangelización, sin vida interior, sin contacto permanente con las fuentes, sin interioridad, sin contemplación.

Tampoco podemos olvidar que, en este momento de la Iglesia en España, vivimos un cambio generacional de primera magnitud, en el clero, en el episcopado, en las nuevas formas y métodos en la vida de los fieles. Vivimos con un novedoso rostro del catolicismo.