Servicio diario - 23 de mayo de 2016


 

El Papa en Sta. Marta: ‘El carnet de identidad del cristiano es la alegría’
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha recordado que no puede haber un cristiano sin alegría. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta. De este modo, ha indicado que también en los sufrimientos de la vida, el cristiano sabe encomendarse a Jesús y vivir con esperanza. Además ha invitado a no dejarse dominar por la riqueza.
El cristiano vive en la alegría y en el estupor gracias a la Resurrección de Jesucristo. El Pontífice, comentando la Primera Carta de San Pedro Apóstol, ha observado que también si estamos afligidos por las pruebas, no nos quitarán nunca la alegría “de lo que Dios ha hecho en nosotros”, “nos ha regenerado y nos ha dado esperanza”.
Así, ha precisado que nosotros “podemos ir” hacia “esa esperanza” que “los primeros cristianos pintaban como un ancla en el cielo”. Nosotros –ha indicado– tomamos la cuerda y vamos allí, hacia esa esperanza que nos da alegría.
En esta línea ha asegurado que “un cristiano es un hombre y una mujer de alegría, un hombre y una mujer con alegría en el corazón”. Por eso ha exclamado que “no existe un cristiano sin alegría”. El carnet de identidad del cristiano es la alegría, la alegría del Evangelio, la alegría de haber sido elegidos por Jesús, salvados por Jesús, regenerados por Jesús; la alegría de esa esperanza que Jesús nos espera, la alegría que –también en las cruces y en los sufrimientos de esta vida– se expresa de otra forma, que es la paz en la seguridad de que Jesús nos acompaña, está con nosotros.
El cristiano –ha aseverado Francisco– hace crecer esta alegría con la confianza en Dios. Dios se acuerda siempre de su alianza. Y a su vez, “el cristiano sabe que Dios se acuerda, que Dios lo ama, que Dios lo acompaña, que Dios lo espera. Y esta es la alegría”.
Por otro lado, haciendo referencia al Evangelio del día, el Santo Padre ha explicado que se habla de un hombre que “no ha sido capaz de abrir el corazón a la alegría y ha elegido la tristeza” porque poseía muchos bienes. Al respecto, el Pontífice ha señalado que las riquezas no son malas en sí mismas. La maldad es “servir a las riquezas”.
Y así, ha asegurado que “cuando en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, en nuestras instituciones, encontramos gente que se dice cristiana y quiere ser cristiana pero está triste, algo sucede ahí que no va bien”. Por eso ha recordado que debemos ayudar a estas personas para que encuentren a Jesús, a quitar esa tristeza, para que pueden alegrarse con el Evangelio, puedan tener esta alegría que es propia del Evangelio.
En este punto ha reflexionado sobre la “alegría y el asombro”. El asombro bueno –ha observado– delante de la revelación, delante del amor de Dios, delante de las emociones del Espíritu Santo. El cristiano es un hombre, una mujer “de asombro”.
La alegría cristiana, ha añadido, el asombro de la alegría, el ser salvados de vivir apegados a otras cosas, a las mundanidades, solamente se puede con la fuerza de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo.
Para finalizar la homilía de este lunes, el Santo Padre ha invitado a pedir al Señor que nos dé el asombro delante de Él, delante de tantas riquezas espirituales que nos ha dado y con este estupor, “nos dé la alegría de nuestra vida y de vivir con paz en el corazón las muchas dificultades”. Así como también “nos proteja del buscar la felicidad en tantas cosas que al final nos entristecen”. Cosas que, ha recordado, prometen mucho pero no nos darán nada.



El Papa al Imán de Al Azhar: ‘El encuentro es el mensaje’
Posted by Rocío Lancho García on 23 May, 2016



(ZENIT- Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha recibido en el Vaticano al Gran Imán de la Universidad de Al Azhar, Ahmad Muhammad Al-Tayyib. Se trata de la institución académica y religiosa de mayor autoridad del Islam sunita. Un encuentro histórico y esperado desde que en el año 2011 se interrumpió el diálogo entre la Santa Sede y Al Azhar, por voluntad de la Universidad porque había interpretado como una “indebida interferencia occidental” las declaraciones del papa Benedicto XVI sobre la necesidad de proteger a los cristianos en Egipto y Oriente Medio, pronunciadas tras el atentado contra la Catedral copta de Alejandría a principios de ese año. Relaciones que ya eran difíciles después del discurso del ahora papa emérito en 2006 en Ratisbona. Una década más tarde, el papa Francisco y el Gran Imán han tenido la oportunidad de encontrarse y concluir el diálogo con un abrazo.
El coloquio, “muy cordial”, ha durado unos 30 minutos, según indica el comunicado de prensa de la Santa Sede. Asimismo, se precisa que ambos “han revelado el gran significado de este encuentro en el cuadro del diálogo entre la Iglesia católica y el Islam”. Después se han detenido principalmente en el tema “del compromiso común de las autoridades y de los fieles de las grandes religiones para la paz en el mundo”, “el rechazo de la violencia y del terrorismo”, “la situación de los cristianos en el contexto de los conflictos y las tensiones en Oriente Medio y su protección”.
En el momento del saludo, el Pontífice ha dicho al Gran Imán “el encuentro es el mensaje”. Después de la reunión privada, las delegaciones han entrado en la biblioteca para el saludo. El Santo Padre ha regalado a Al-Tayyib el medallón del olivo de la paz y una copia de su encíclica Laudato si’.
El Gran Imán estaba acompañado por una importante delegación de la que formaban parte el profesor Abbas Shouman, subsecretario de Al Azhar; el profesor Mahmaoud Hamdi Zakzouk, miembro del Council of Senior Scholars de la Universidad y director del Centro para el Diálogo de Al Azhar; el juez Mohamed Mahmoud Abdel Salam, consejero del Grand Imán; el profesor Mohie Afifi Afifi Ahmed, secretario general de la Academia para lainvestigación islámica; el embajador Mahmoud Abdel Gawad, consejero diplomático del Grande Imán; Tamer Tawfik, consejero y Ahmad Alshourbagy, segundo secretario. La delegazione estaba acompañada por el embajador de la República Árabe de Egipto ante la Santa Sede, Hatem Seif Elnasr.
El Gran Imán ha sido acogido y acompañado a encontrar al Santo Padre por el presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, cardenal Jean-Louis Tauran, y del secretario del mismo dicasterio, monseñor Miguel Ángel Ayuso Guixot.
Al finalizar la audiencia con el Santo Padre, antes de dejar el Palacio Apostólico, el Gran Imán y su delegación se han reunido con el cardenal Tauran, monseñor Ayuso y su delegación.



Francisco pide cambiar el estilo de vida de ‘superioridad cultural’
Posted by Rocío Lancho García on 23 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Por primera vez en los 70 años de historia de las Naciones Unidas, su secretario General, Ban Ki-moon, ha convocado una Cumbre Humanitaria Mundial. Este encuentro se celebra en Estambul del 23 al 24 de mayo y hasta allí ha viajado una delegación vaticana, para representar a la Santa Sede. El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, y cabeza de dicha delegación, ha leído esta tarde un mensaje de parte del Santo Padre.
Así, Francisco lanza un reto a los asistentes a la Cumbre: “Escuchemos el grito de las víctimas y los que sufren. Dejemos que ellos nos enseñen una lección de humanidad. Cambiemos nuestro modo de vida, la política, las opciones económicas, las conductas y actitudes de superioridad cultural”. Del mismo modo, asegura que aprendiendo de las víctimas y los que sufren, “seremos capaces de construir un mundo más humano”.
En el mensaje, el Pontífice manifiesta su deseo de que este encuentro pueda “contribuir de una forma real a aliviar los sufrimientos” de millones de personas, y que los frutos de la Cumbre “se puedan demostrar a través de una sincera solidaridad y respeto verdadero y profundo por los derechos y la dignidad de las personas que sufren debido a los conflictos, la violencia, la persecución y los desastres naturales”. En este contexto, precisa Francisco, “las víctimas son aquellos que son más vulnerables, aquellos que viven en condiciones de miseria y explotación”.
El papa Francisco saluda a los allí presentes, reunidos en esta ocasión para ser “un punto de inflexión en la vida de millones de personas que necesitan protección, atención y asistencia, y que buscan un futuro digno”.
Por otro lado, el Santo Padre asegura que no podemos negar que hoy en día muchos intereses impiden soluciones a los conflictos, y estas estrategias militares, económicas y geopolíticas desplazan a personas y pueblos e “imponen al dios dinero”, al “dios poder”. Al mismo tiempo, precisa que “los esfuerzos humanitarios son frecuentemente condicionados por limitaciones comerciales e ideológicas”.
El Papa argentino explica que lo que se necesita hoy en día es un compromiso renovado de proteger “a cada persona en su vida diaria” y “su dignidad y sus derechos humanos, su seguridad y sus necesidades integrales”. También es necesario –prosigue Francisco– preservar la libertad y la identidad social y cultural de los pueblos; sin que ello implique casos de aislamiento, sino que se favorezca la cooperación, el diálogo, y sobre todo la paz.
E insiste una vez más: no debe haber ninguna familia sin un hogar, ningún refugiado sin una bienvenida, ninguna persona sin dignidad, ninguna persona herida sin cuidado, ningún niño sin infancia, ningún hombre o una mujer joven sin futuro, ninguna persona anciana sin vejez digna. Que esta sea también la ocasión, exhorta el Pontífice, para reconocer la labor de aquellos que sirven a sus vecinos y contribuyen a consolar “los sufrimientos de las víctimas de la guerra y la calamidad, de los desplazados y refugiados, y de los que se preocupan por la sociedad”, especialmente a través de opciones valientes en favor de la paz, el respeto, el cuidado y el perdón.
Para concluir, el Santo Padre precisa que nadie ama a un concepto o a una idea sino que amamos a las personas. Por eso, asegura que “el auto-sacrificio, el verdadero don de sí”, brota del amor “hacia los hombres y las mujeres, los niños y los ancianos, los pueblos y las comunidades”.


Parolin en Estambul: “No cansarse nunca de trabajar por el desarme y la paz”
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT – Roma).- “Construir una paz duradera y la seguridad significa perseguir un desarrollo humano integral así como afrontar las causas que están en la raíz del conflicto”. Así lo ha afirmado el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, en su intervención en la primera Cumbre Humanitaria Mundial, que se celebra el 23 y 24 de mayo en Estambul.
El secretario de Estado Vaticano se ha hecho portavoz del compromiso llevado adelante “incesantemente” por la Santa Sede para “salvar vidas humanas y ahorrar a las generaciones futuras los flagelos de la guerra”. Del mismo modo ha subrayado la contribución que esta ha ofrecido por el trabajo colectivo de “prevención de las crisis humanitarias en las que el desarme puede desarrollar un rol significativo en el garantizar una coexistencia pacífica entre las naciones, así como la cohesión social dentro de ellas”.
“No hay que cansarse nunca de trabajar por el desarme nuclear y la no proliferación; por la eliminación de las minas antipersona y las bombas de racimo”, ha subrayado el cardenal. Además ha exhortado a favorecer a través de una diplomacia “formal e informal” un cultura de paz, solidaridad y pleno respeto por la dignidad humana.
La Santa Sede –ha añadido– está firmemente convencida de la “naturaleza fundamentalmente deshumana de la guerra y de la necesidad urgente de prevenir y poner fin a los conflictos armados y la violencia entre los pueblos y los Estados, de forma que sean respetuosos con los principios éticos comunes que unen a todos los miembros de la familia humana y constituyen la base para todas las acciones humanas o humanitarias”.
Finalmente ha lanzado un llamamiento para emplear recursos que animen en las escuelas y en las instituciones sociales a la educación en la paz y a la inclusión “esenciales para prevenir los conflictos”.



Cuba: El nuevo arzobispo de La Habana aboga por la continuidad del diálogo con el Gobierno
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT-Roma).- El nuevo arzobispo metropolitano de La Habana, monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez, ha hecho un llamamiento para que continúe el diálogo entre la Iglesia católica y el Gobierno de la Isla. Lo hizo durante la misa que presidió este domingo, 22 de mayo, en la catedral, con motivo de la toma de posesión de la capital cubana.
“Vuestra presencia aquí nos invita y nos anima a continuar con el diálogo, que puede ser más eficaz, más real, de modo que la Iglesia pueda encontrar otros espacios para su misión evangelizadora, para la liturgia, para la misión educativa y caridad hacia los pobres”, dijo el arzobispo frente al vicepresidente de Cuba, Salvador Valdés Mesa, y al jefe de la Oficina de Asuntos religiosos del Partido Comunista de Cuba (PCC), Caridad Diego, presentes en la ceremonia.
El momento de la toma de posesión de su diócesis, indica la agencia Fides, fue representado cuando el nuevo arzobispo fue recibido por su predecesor, el cardenal Jaime Ortega, que lo estaba esperando en la entrada del templo para entregarle el pastoral, símbolo de la guía del rebaño. La catedral estaba llena y una gran multitud tuvo que seguir la misa solemne en las pantallas gigantes instaladas en la plaza de la iglesia.
Mons. Juan de la Caridad García Rodríguez nació en Camagüey el 11 de julio de 1948. Fue ordenado sacerdote el 25 de enero de 1972. Ha ejercido el ministerio en varias parroquias. Ha fundado y dirigido la Escuela para misioneros de la diócesis de Camagüey. El 15 de marzo de 1997 fue nombrado auxiliar de Camagüey y recibió la ordenación episcopal el 7 de junio de 1997. El 10 de junio de 2002 fue nombrado arzobispo de Camagüey.


Colombia: El card. Filoni pide a los nuevos obispos ser ‘pastores con olor a oveja’
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT – Roma).- El cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, consagró obispo al padre Raúl Alfonso Carrillo Martínez para el vicariato apostólico de Puerto Gaitán y al padre Jaime Uriel Sanabria Rojas para el vicariato apostólico de San Andrés y Providencia, en la Catedral Primada de Colombia.
En la ceremonia presidida por el purpurado este domingo fueron consagrados estos dos obispos para territorios de misión, Puerto Gaitán y el archipiélago de San Andrés.
Durante su homilía, el prefecto reflexionó sobre la importancia de llevar la Palabra de Dios hasta los últimos rincones del mundo y de cómo hacer crecer estos vicariatos apostólicos hasta hacerlos una Iglesia madura y fuerte.
Ser “pastores con olor a oveja”, conscientes de que “en la Iglesia, la autoridad está al servicio de los otros” y no puede ser impuesta de otra forma que no sea con el amor. Esta fue la exhortación dirigida por el cardenal Filoni a los nuevos prelados.
Asimismo, el prefecto llevó a los presentes “el saludo y la bendición del Santo Padre Francisco” y recordó a los padre Carrillo y Sanabria la importancia del ministerio episcopal, subrayando que “es Cristo mismo que, en la sabiduría y en la prudencia del obispos, guía al pueblo de Dios hacia la felicidad eterna”.
A los fieles de cada vicariato, el cardenal Filoni pidió “acoger con alegría y gratitud” a ambos prelados, quedándose a su lado “con el corazón” y apoyándoles en la tarea de “testimoniar el Evangelio para la santificación del pueblo de Dios que le ha sido confiado”.
Los vicariatos apostólicos –recordó– son circunscripciones eclesiásticas todavía no establecidas como diócesis. Por eso, “necesitan cuidado particulares, un acompañamiento generoso y una mirada vigilantes que le lleve a la madurez”.
Por eso se necesitan obispos que sean “auténticos hombre de Dios” en la “caridad, humildad y sencillez de vida” amando “con amor paterno” a los fieles y prestando “particular atención a aquellos que no pertenecen al rebaño de Cristo” porque también ellos necesitan oración.
Por otro lado pidió a los nuevos prelados que presten particular atención a sacerdotes, seminaristas, religiosos y catequistas sin descuidar “las Iglesias que necesitan de mayores ayudas” y permaneciendo siempre “fieles custodios y administradores de los misterios de Cristo para todos” porque “la Iglesia es de Cristo, de Dios”, y es necesario ponerse a su servicio “distinguiéndose en la caridad” y con celo hacia todos, “especialmente los pobres”.
El prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos estará en Colombia hasta el 28 de mayo. En los próximos días, visitará los vicariatos apostólicos de Guapi y Puerto Leguízamo. El viernes 26 de mayo, en Bucaramanga, celebrará la santa misa inaugural del 12º Congreso Misionero nacional, dedicado al tema “Somos Iglesia colombiana en salida misionera”.


Manos Unidas elige a Clara Pardo Gil como nueva presidenta
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- La Asamblea de Manos Unidas, reunida este fin de semana en Madrid, ha elegido, en primera votación, a Clara Pardo Gil presidenta de la organización para los próximos tres años.
Clara Pardo es licenciada en Derecho y Económicas por la Universidad de Comillas y durante años, ha ocupado puestos de responsabilidad en el sector de la empresa y la banca. Está casada y es madre de dos hijos. La nueva presidenta de Manos Unidas entró a trabajar en la organización como voluntaria en el año 2000 cuando, por razones personales, optó por dar un giro a su vida, indica la nota publicada por la ONG española. “Desde entonces, ha desempeñado su tarea en el área de Proyectos, primero en el departamento de África y, posteriormente, en el de Asia, donde ejercía el cargo de coordinadora”, precisan.
La nueva presidenta de Manos Unidas manifiesta la necesidad de que la organización siga manteniendo el compromiso de trabajan por los más necesitados porque, “tenemos una deuda con ellos y con esas grandes mujeres que hace casi 60 años decidieron declarar la guerra al hambre y plantaron la semilla de lo que hoy es Manos Unidas”.
La nota publicada este lunes por Manos Unidas, explica que una vez se conoció el resultado de la votación, la nueva presidenta se dirigió a la Asamblea para manifestar su “orgullo y un gran agradecimiento por tener la suerte de poder contribuir a mejorar, la vida de muchas personas”. “Para mí es un orgullo estar en este puesto que creo que es uno más en la organización. Porque en Manos Unidas todos cada uno en la tarea que desempeña, somos imprescindibles”, aseguró la recién elegida presidenta.
Clara Pardo, que sustituye en el puesto a Soledad Suárez, deberá ser ratificada en el cargo por la Conferencia Episcopal Española.


Alepo: Escuela de Tierra Santa atacada por un misil
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT – Roma).- Un misil golpeó la Escuela de Tierra Santa en Alepo (Siria), el pasado sábado 21 de mayo, hiriendo a dos personas y provocando la muerte de una mujer, entre los ancianos residentes en el Escuela donde había encontrado refugio. Así lo indicó una nota publicada en la página web de la Custodia de Tierra Santa, subrayando que la Escuela, rodeada de un parque grande, era considerada hasta entonces uno de los pocos lugares seguros de la ciudad. Los frailes lo habían adaptado como lugar de acogida, durante esta guerra que asola el país desde 2011.
El año pasado, algunas aulas fueron acomodadas para acoger a unas veinte personas ancianas, que habían huido de sus casas bombardeadas. Este sábado, mientras que algunos ancianos estaban reunidos para las actividades de la tarde, el misil atravesó el muro.
“La detonación fue extremadamente violenta”, declaró fray Firas Lufti ofm, director de la Escuela, en una llamada hecha a los frailes de Beirut: “En Alepo ya no hay ningún lugar seguro al 100%”.
Para las familias cristianas –aseguró fray Ibrahim Sabbagh, párroco de Alepo– el Convento de Alepo es considerado un pulmón donde poder venir a tomar aire. “Es un lugar en el que encontramos refugio para respirar un poco de aire puro y hacer jugar a los niños. Es el único lugar que permanece verde. Aquí los jóvenes, no pudiendo salir de Alepo, se encuentran para organizar los campos de verano. Acabábamos de empezar la preparación para la acogida del verano, pero los sucesos de esta tarde nos llevan a suspender los trabajos, esperando que vuelva la calma”, ha indicado.
En Alepo los frailes tienen tres centros: la parroquia San Francisco de Asís, la parroquia del Convento de Er Ram y la Escuela de Tierra Santa. Estos últimos meses, la parroquia de San Francisco fue golpeada una vez y el Convento de Er Ram, cinco. En Siria residen 14 frailes franciscanos, de los cuales 5 en Alepo.
Por su parte, el recién elegido nuevo custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, indicó este domingo a Radio Vaticano que “los frailes de la Custodia están allí, y allí permanecen, porque quieren quedarse junto a la gente confiada a su cuidado”. Ellos saben –indicó el custodio– que las personas que se han quedado allí no pueden ir a otro sitio; por tanto no les abandonan y están allí incluso poniendo en riesgo su vida. “Son testimonios de caridad heroica”, aseguró fray Patton. Asimismo, invitó a una oración profunda e insistente e incluso –como hizo en su día el Santo Padre– a ayunar por Siria, por los que viven allí y son inocentes en medio del conflicto.



La misericordia, el dolor y la muerte
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- La misericordia de Dios se vuelve más tangible en los contextos de dolor y sufrimiento humano. El mundo actual está saturado de imágenes cruentas, imágenes que quizá nos produzcan una punzada en el corazón pero que permanecen brevemente en nuestra memoria pues enseguida volvemos la mirada hacia otro lado. En cambio nuestro Señor está siempre presente, en todo sufrimiento humano, y lo mira directamente sin apartar nunca la mirada. En el arte podemos encontrar representaciones que nos ayudan también a detener la mirada y, quizá, limpiarla para ver una realidad que trasciende y nos acerca al misterio divino, sumergiéndonos en el corazón de Dios.
Si observamos el cuadro “El Ángelus” del pintor Jean-François Millet, vemos a una pareja en medio de un llano de tierra árida, que ha detenido sus labores en el campo para rezar al oír las campanas de la iglesia cuya silueta se dibuja en el horizonte. Aparecen en penumbra, subrayando su actitud profundamente orante y de recogimiento. Décadas después de la muerte de Millet, otro artista -Salvador Dalí- se obsesionó con el cuadro, intuyendo que el lienzo ocultaba una realidad más honda al sentirse embargado por una profunda tristeza y una sensación misteriosa cada vez que lo observaba. Gracias a su insistencia y contactos consiguió que fuera examinado por rayos X, descubriéndose el secreto de la composición original: el boceto que había debajo revelaba que la forma del pequeño canasto que aparece a los pies de la pareja, era originalmente un féretro que parecía contener el cadáver de un bebé de pocos meses, dando un giro al impacto que el cuadro genera ahora en nosotros.
Un amigo de Millet terminaría confirmando que el pintor había eliminado al bebé motivado por la mala acogida que tuvo entre las primeras personas a quienes se lo enseñó. El pequeño féretro, el motivo de la oración de esos campesinos, terminó convertido en un cesto de patatas. Pero la aflicción sigue ahí, latente en el cuadro, en el paisaje, en el semblante de los campesinos y en su actitud. ¿Qué actitud se puede tener ante el sufrimiento de los inocentes, ante la muerte de un ser querido? La Iglesia a través de las obras de misericordia nos enseña la importancia de enterrar a los muertos y rogar a Dios por vivos y difuntos. Afrontar con serenidad y esperanza nuestras tribulaciones.
La realidad, como en la historia de la modificación del cuadro de Millet, nos recuerda la tentación de rechazar el dolor, de querer borrarlo, mirar hacia otro lado, taparlo, olvidarlo…
Sin embargo, también podemos intentar adentrarnos con delicadeza en la realidad del sufrimiento, ver más allá de ese cesto de patatas, la tristeza de unos padres ante la muerte de su propio hijo, que aparece reconciliada por una Fe limpia y sencilla que en lugar de desesperación y amargura es capaz de transmitir sosiego y paz, más allá del dolor y de la muerte. El sufrimiento de los inocentes siempre será un misterio, pero puede ser un misterio desgarrador que nos sumerja en la oscuridad del alma, o un misterio iluminado por el Amor que brota de la Cruz: «Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna». El amor de Dios también pasó por el sufrimiento y la Cruz. En Él, que asumió todo sufrimiento, podemos encontrar un sentido a nuestro dolor. No es masoquismo ni es resignación. La Cruz es salvación. Por su pasión y resurrección venció al pecado y a la muerte, removió las raíces del mal y nos dio la esperanza de una vida eterna, en la que vencido todo sufrimiento, vivamos unidos permanentemente al Amor de Dios.
Víctor Fernández de Moya





Beato Luis Zeferino Moreau – 24 de mayo
Posted by Redaccion on 23 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- Nació en Bécancour, Quebec, Canadá, el 1 de abril de 1824. Sus padres eran humildes agricultores. Fue el quinto de trece hermanos; dos de ellos no sobrevivieron. Creció siendo un niño «inteligente, piadoso, modesto, apacible y pensativo». Pero al venir al mundo prematuramente, desde el principio le acompañó su mala salud. Esta deficiencia hizo que sus progenitores buscaran para él un futuro menos fatigoso que el derivado del trabajo en el campo. El párroco Charles Dion les aconsejó que lo destinaran al estudio. Y después de aprender las nociones básicas, en 1839 ingresó en el seminario de Nicolet. En una de sus visitas pastorales el arzobispo de Quebec, Joseph Signay, confirmó sus cualidades para ser ordenado. Pero casi a finales de 1845, año y medio más tarde de producirse este encuentro, la debilidad y estrés originado por unas clases que impartía mermaron sus escasas fuerzas y volvió a Bécancour para llevar una vida acorde con su situación, al amparo de la parroquia donde se propuso continuar los estudios eclesiásticos.
En 1846 no estaba completamente recuperado, y ello indujo a monseñor Signay a recomendarle que permaneciese con su familia y se olvidara del sacerdocio. Recibió esta noticia consternado. Su vocación era sólida, y sin arredrarse, fortalecido por la fe y en un estado de paz, elevó sus oraciones a Dios y actuó con firmeza. El párroco y formadores del seminario que lo conocían bien no lo abandonaron. Con cartas de recomendación viajaron a Montreal. Luís no tardó mucho en recibir la ayuda del obispo de la ciudad, monseñor Ignace Bourget, quien debiendo viajar a Roma se lo confió a Jean Charles Prince, su secretario y director de la escuela, que poco después sería designado primer obispo de Saint-Hyacinthe. Cuando Bourget regresó, anexionó a Luís al obispado. Prince y él pudieron constatar de primera mano las virtudes que adornaban al beato. Ambos fueron sus benefactores.
Fue ordenado el 19 de diciembre de 1846. Durante seis años estuvo al frente de distintas misiones que le dispusieron para poder asistir convenientemente a Prince en 1852 cuando se hizo cargo de la diócesis de Saint-Hyacinthe en calidad de obispo. Fue secretario y canciller suyo. Tuvo en él a un gran maestro. Como discípulo aventajado, Luís aprendió de su sagacidad pastoral y se nutrió de sus enseñanzas, como después le ocurrió con los tres sucesores de este prelado. Fue párroco de la catedral, procurador del obispado, vicario general, secretario del consejo diocesano, encargado de las finanzas y capellán de varias congregaciones de religiosas, entre otras responsabilidades que desempeñó.
Cuatro veces administró la diócesis en ausencia del prelado titular o durante las épocas en las que la sede estuvo vacante. Todo lo asumió con eficacia, haciéndose acreedor de la confianza que depositaron en él. Era ordenado, un trabajador nato, querido y admirado por todos: laicos, religiosos, sacerdotes y fieles en general. Al fallecer el tercer obispo de Saint-Hyacinthe, Charles Larocque, Pío IX le otorgó esta misma dignidad en noviembre de 1875. En manera alguna quería asumir Luís tan alta misión que le colocaba al frente de la diócesis, pero el papa le rogó que aceptase con generosidad lo que denominó «yugo del Señor». Tomó posesión el 16 de enero de 1876. Tenía entonces 51 años, y rigió la joven diócesis durante más de un cuarto de siglo bajo el lema: Omnia possum in eo qui me confortat «Todo lo puedo en Aquél que me conforta» (Flp 4,13).
Era un hombre de oración, de vida sencilla y austera que tenía especial debilidad por los pobres. En el transcurso de su misión episcopal se constató su gran fidelidad a la Iglesia y al papa. En momentos delicados en los que se implicó antepuso su amor por ellos a sus criterios y a los lazos de amistad que le unían a otras personas. Intensa fue su labor pastoral. Reabrió la residencia episcopal, impulsó la construcción de la catedral con los recursos acumulados por su predecesor, abrió las puertas a muchas comunidades religiosas proporcionando a la diócesis la riqueza que conllevan diversos carismas, ayudó social y económicamente a la Unión de San José, un proyecto puesto en marcha por él para sostener a los que quedaron sin trabajo tras el voraz incendio que asoló Saint-Hyacinthe, y prestó su asistencia a los círculos agrícolas. Asimismo fundó, con la colaboración de la venerable Elisabeth Bergeron, las Hermanas de San José con objeto de atender las escuelas rurales de chicos y chicas.
Pasó por esta vida prodigando el bien, abandonado en manos de la divina Providencia. Fue audaz, prudente, solícito y servicial, firme y comprensivo, un apóstol incansable. Estaba disponible para todos. Denunció los desórdenes de la época sin dudarlo. Su cercanía a los sacerdotes y feligreses era fruto de su oración. Reconocido por sus virtudes le asignaron el entrañable apelativo de «el buen monseñor Moreau». Era signo del afecto y gratitud que le profesaban. Este calificativo derivó después en «el obispo santo». El pueblo heredó su devoción por el Sagrado Corazón de Jesús, por María y José, que difundió en todo momento. Incontables personas le buscaron para recibir su consejo. De ello da constancia el valiosísimo e ingente testimonio espiritual plasmado en más de 15.000 cartas. «No haremos bien las grandes cosas si no estamos determinados por una unión íntima con Nuestro Señor», escribió. Hizo vida esta convicción venciendo la fragilidad que le acompañó toda su existencia. Murió en Saint-Hyacinthe el 24 de mayo de 1901. Juan Pablo II lo beatificó el 10 de mayo de 1987.