Servicio diario - 26 de junio de 2016


 

Francisco y Karekin II piden abrir el corazón y las manos a las víctimas de la guerra y el terrorismo
Posted by Rocío Lancho García on 26 June, 2016



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco y el supremo patriarca y Catholicós de todos los armenios, Karekin II, han firmado una declaración conjunta, en la tarde del domingo antes del último encuentro organizado en la visita a Armenia.
De este modo, ambos recuerdan que lamentablemente somos testigos de una inmensa tragedia que sucede delante de nuestros ojos. “Innumerables personas inocentes asesinadas, deportadas y obligadas a un doloroso e incierto exilio de continuos conflictos con base étnica, política y religiosa en Oriente Medio y otras partes del mundo”, advierten.
Al respecto, recuerdan que como consecuencia, minorías étnicas y religiosas se han convertido en el objetivos de persecuciones y de trato cruel, hasta el punto que tales sufrimientos “por motivo de pertenencia a una confesión religiosa” se han convertido en una realidad cotidiana”. Por eso reconocen que los mártires “pertenecen a todas las Iglesias y su sufrimiento constituye” un “ecumenismo de la sangre” que trasciende a las divisiones históricas entre los cristianos, llamando a todos a “promover la unidad visible de los discípulos de Cristo”.
El Papa y Karekin II rezan unidos por “un cambio en el corazones de todos los que cometen estos crímenes y en aquellos que están en condiciones de parar la violencia”. De este modo piden a los jefes de las naciones que “escuchen la petición de millones de seres humanos” que esperan con ansia “paz y justicia en el mundo” y piden “el respeto de sus derechos atribuidos por Dios, que necesitan urgentemente pan, no armas”.
En esta misma línea se lamentan que estamos asistiendo a una presentación de las religiones y los valores religiosos “de una forma fundamentalista” que es usada para justificar la difusión del odio, de la discriminación y la violencia”. Además, precisan que “el respeto por las diferentes religiones” es la condición necesaria “para la pacífica convivencia de distintas comunidades étnicas y religiosas”.
Como cristianos estamos llamados –reconocen– a buscar y desarrollar caminos de reconciliación y de paz. En concreto, expresan su esperanza por una solución pacífica en las cuestiones de Nagorno-Karabakh, zona de conflicto entre Armenia y Azerbaiyán.
El Pontífice y el Patriarca piden a los fieles de sus Iglesias “abrir el corazón y las manos a las víctimas de la guerra y del terrorismo, a los refugiados y sus familias”. Está en juego –advierten– el sentido mismo de nuestra humanidad, de nuestra solidaridad, compasión y generosidad, que puede ser expresado de forma apropiada “solamente mediante un inmediato y práctico uso de recursos”.
Por otro lado, se muestran también preocupados por la crisis de la familia en muchos países. Aseguran que la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica “comparten la misma visión de la familia, basada en el matrimonio, acto de gratuidad y de amor fiel entre un hombre y una mujer”.
En la declaración, confirman que a pesar de las persistentes divisiones entre cristianos, “hemos comprendido más claramente que lo que nos une es mucho más de lo que nos separa”. Hoy estamos convencidos –precisan– de la importancia crucial para desarrollar estas relaciones, emprendiendo una profunda y más decisiva colaboración no solo en campo teológico, sino también en la oración y en una activa cooperación a nivel de las comunidades locales, en la perspectiva de compartir una plena comunión y expresiones concretas de unidad.
Finalmente, Francisco y Karekin II exhortan a los fieles a “trabajar en armonía para promover en la sociedad los valores cristianos, que contribuyen eficazmente a la construcción de una civilización de justicia, de paz y de solidaridad humana”.



El Papa concluye el viaje a Armenia liberando palomas en la frontera con Turquía
Posted by Rocío Lancho García on 26 June, 2016



(ZENIT- Roma).- El último gesto del papa Francisco en Armenia ha sido simbólico pero con un profundo significado. Dos palomas han alzado el vuelo desde el monasterio de Khor Virap en dirección a Turquía de manos del Pontífice y del Catholicós, Karekin II.
Esta tarde, ha concluido la visita de tres días del Santo Padre a esta nación, la primera en abrazar la fe cristiana, en el lugar donde San Gregorio el Iluminador estuvo preso durante 12 años. El monasterio de Khor Virap, uno de los lugares sagrados de la Iglesia Armenia, se sitúa a los pies del Monte Ararat –actualmente territorio turco–, donde la Biblia cuenta que llegó Noé después del diluvio.
El Pontífice y el Catholicós han sido recibidos por el superior del monasterio y han entrado en procesión dirigiéndose hacia la Sala del “Pozo de San Gregorio el Iluminador” donde han encendido una vela. En la sala adyacente han recitado una oración, cada uno en la propia lengua y han concluido recitando juntos el Padre Nuestro.
Para concluir la visita, ambos se han dirigido a la terraza del monasterio para liberar dos palomas, como deseo de paz, hacia el Monte Ararat.
San Gregorio, que fue declarado doctor de la Iglesia por el papa Francisco el año pasado, fue prisionero en un pozo durante trece años por el rey Tiridate III, que perseguía a los cristianos. Afectado por una grave enfermedad, el monarca sanó con la intercesión de san Gregorio. Así Tiridate y su familia se convirtieron y declaró Armenia nación cristiana en el año 301. En el siglo V se construyó un monasterio en el lugar de la presión de san Gregorio.
Con esta significativa visita, el Santo Padre ha dado por concluida la primera parte de su visita al Cáucaso, ya que del 30 de septiembre al 2 de octubre regresará para visitar Georgia y Azerbaiyán.
La ceremonia de despedida de Armenia, tiene lugar en el aeropuerto de Ereván.



Francisco en Armenia invita a apresurar el paso a la comunión plena
Posted by Redaccion on 26 June, 2016



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco inició su tercer y último día del viaje apostólico a Armenia, celebrando temprano, a las 7,30 de la mañana, la santa misa en privado en el Palacio Apostólico de Etchmiadzin.

El papa Francisco sigue con atención el desarrollarse de la Divina Liturgia
Ha sido también el día del encuentro informal del Santo Padre con 14 obispos armenios católicos y con una docena de sacerdotes que desarrollan su ministerio en el país, además de los prelados que le acompañan en el viaje apostólico.
La visita pública del Santo Padre inició en cambio cuando salió del Palacio Apostólico, hacia la cercana plaza de San Tiridate, también en la ciudad de Etchmiadzin. Allí se celebró la divina liturgia, presidida por el catholicós Karekin II, a la cual asistió el Santo Padre.
Una liturgia, la armenia, con muchos aspectos similares a la constantiniana o preconciliar, indicaron los expertos, con un ingreso procesional del Evangelio cubierto de un velo bordado. El catholicós presidió la ceremonia en el altar a los pies de María, junto a unos diez prelados, todos vistiendo paramentos en los que predominaban los colores rojo y dorado.
El Santo Padre siguió con gran atención el desarrollo de la ceremonia desde el lado derecho del altar.
Y al concluir la Divina Liturgia, el catholicós Karekin II indicó que hoy los extremismos, la xenofobia, la distorsión de los valores éticos y espirituales, así como la familia en crisis amenazan nuestra fe. Señaló también que la Iglesia es una al difundir el Evangelio de Cristo, en el cuidado de la creación y del hombre que es lo máximo entre las criaturas. Y expresó su deseo de que haya otras oportunidades para dar testimonio juntos. Después de que Francisco se acercó a Karekin II y se dieron el abrazo de la paz.

Lugar de la celebración de la Divina Liturgia
Por su parte el papa Francisco en sus palabras agradeció al catholicós Karekin II porque “ha abierto en estos días las puertas de su casa y hemos experimentado qué dulzura, qué delicia es convivir los hermanos unidos”.
Un encuentro “en el signo de los santos Apóstoles. Los santos Bartolomé y Tadeo, que proclamaron por primera vez el Evangelio en estas tierras, y los santos Pedro y Pablo, que dieron su vida por el Señor en Roma” dijo.
Y deseó por ello que “la comunión entre nosotros sea plena” que no sea “ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno”.
Asimismo manifestó su deseo de que “tengamos el oído abierto a las jóvenes generaciones, que anhelan un futuro libre de las divisiones del pasado”.
Francisco por ello invitó que “así como los Apóstoles en la mañana de Pascua, no obstante las dudas e incertidumbres, corrieron hasta el lugar de la resurrección atraídos por el amanecer feliz de una nueva esperanza, así también sigamos nosotros en este santo domingo la llamada de Dios a la comunión plena y apresuremos el paso hacia ella”.
La divina liturgia concluyó después de la consagración y la comunión dada bajo las dos especies para los fieles ortodoxos armenios, por el catholicós en el altar y llevada por los sacerdotes cubiertos de un manto color violeta a los fieles más alejados. Finalmente Karekin II se acercó al Papa y le llevó al centro del altar para que impartiera su bendición. Ambos dejaron el altar, caminando juntos debajo de un palio, en medio de los aplausos de los presentes.
Texto completo de las palabras del papa Francisco.

El Papa y el Catholicós se dieron el abrazo de la paz en tres oportunidades
«Santidad, Queridos Obispos, Hermanos y hermanas
Al coronar esta visita, que tanto he deseado, y para mí ya inolvidable, deseo elevar mi agradecimiento al Señor, junto con el gran himno de alabanza y de acción de gracias que sube de este altar.
Vuestra Santidad me ha abierto en estos días las puertas de su casa y hemos experimentado «qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos (Sal 133,1). Nos hemos encontrado, nos hemos abrazado fraternalmente, hemos rezado juntos y compartido los dones, las esperanzas y las preocupaciones de la Iglesia de Cristo, cuyo corazón oímos latir al unísono, y en la que creemos y sentimos como una.
«Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza […]. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos» (Ef 4,4-6): con gozo podemos hacer verdaderamente nuestras estas palabras del apóstol Pablo.
Nos hemos encontrado precisamente en el signo de los santos Apóstoles. Los santos Bartolomé y Tadeo, que proclamaron por primera vez el Evangelio en estas tierras, y los santos Pedro y Pablo, que dieron su vida por el Señor en Roma, y que ahora reinan con Cristo en el cielo, se alegran ciertamente al ver nuestro afecto y nuestra aspiración concreta a la plena comunión. Por todo esto doy gracias al Señor, por vosotros y con vosotros: ¡Park astutsò! (¡Gloria a Dios!).
En esta Divina Liturgia, el solemne canto del trisagio se ha elevado al cielo, ensalzando la santidad de Dios; que descienda copiosamente la bendición del Altísimo sobre la tierra por intercesión de la Madre de Dios, de los grandes santos y doctores, de los mártires, sobre todo de tantos mártires que en este lugar habéis canonizados el año pasado.

Durante la ceremonia el Papa estuvo en el lado derecho del altar
«El Unigénito que vino aquí» bendiga vuestro camino. Que el Espíritu Santo haga de los creyentes un solo corazón y una sola alma; que venga a refundarnos en la unidad. Por eso quisiera invocarlo nuevamente, tomando algunas espléndidas palabras que han entrado en vuestra Liturgia.
Ven, Espíritu, Tú, «que con gemidos incesantes eres nuestro intercesor ante el Padre misericordioso, Tú, que velas por los santos y purificas a los pecadores»; infunde en nosotros tu fuego de amor y unidad, y «que este fuego diluya los motivos de nuestro escándalo» (Gregorio de Narek, Libro de las Lamentaciones, 33, 5), ante todo, la falta de unidad entre los discípulos de Cristo.
Que la Iglesia Armenia camine en paz, y la comunión entre nosotros sea plena. Que brote en todos un fuerte anhelo de unidad, una unidad que no debe ser «ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo» (Palabras al final de la Divina Liturgia, Iglesia patriarcal de San Jorge, Estambul, 30 noviembre 2014).
Acojamos la llamada de los santos, escuchemos la voz de los humildes y los pobres, de tantas víctimas del odio que sufrieron y sacrificaron sus vidas a causa de su fe; tengamos el oído abierto a las jóvenes generaciones, que anhelan un futuro libre de las divisiones del pasado. Que desde este lugar santo se difunda de nuevo una luz radiante; la de la fe, que desde san Gregorio, vuestro padre según el Evangelio, ha iluminado estas tierras, y a ella se una la luz del amor que perdona y reconcilia.
Así como los Apóstoles en la mañana de Pascua, no obstante las dudas e incertidumbres, corrieron hasta el lugar de la resurrección atraídos por el amanecer feliz de una nueva esperanza (cf. Jn 20,3-4), así también sigamos nosotros en este santo domingo la llamada de Dios a la comunión plena y apresuremos el paso hacia ella.
Y ahora, Santidad, en nombre de Dios te pido que me bendigas, a mí y a la Iglesia Católica, que bendigas esta nuestro recorrido hacia la unidad plena».



San Cirilo de Alejandría – 27 de junio
Posted by Isabel Orellana Vilches on 26 June, 2016



(ZENIT – Madrid).- Circulan narraciones de grandes vidas que adolecen del rigor debido y se multiplican sin contrastar; así las conserva la memoria. A veces reaparecen sepultadas entre dudas y equívocos varios. Es lo que ha sucedido con la biografía de este obispo y doctor de la Iglesia, traída a la palestra en un tinglado lleno de prejuicios y errores vertidos en una realización cinematográfica dirigida en 2009 por un guionista y director chileno-español. Esta controvertida creación levantó gran polvareda y sembró confusión respecto al discurrir de Cirilo, que nació en Alejandría a finales del siglo IV. Contrariamente a lo afirmado en el film, tan negativo para él, la realidad de su acontecer fue su lucha sin desmayo para impugnar las herejías, especialmente la de Nestorio, patriarca de Constantinopla. Simplemente su papel providencial e inspirado en la defensa de María, a la que dio el título de «Madre de Dios», acogido y proclamado por el concilio de Éfeso el año 431, lo dice todo; constituye un hito sin precedentes dentro de la Iglesia católica.
Mucho antes, el año 403, este hombre de Dios, que había recibido una esmerada educación, participó en el sínodo de la Encina, en Constantinopla, donde el prelado de la ciudad san Juan Crisóstomo fue depuesto para primar sobre su sede la de Alejandría. Ésta se hallaba ocupada en esa época por el patriarca Teófilo, tío de Cirilo, un hombre de difícil carácter, una persona incontinente que vivía inmersa en la violencia. Mientras duró su ministerio, él actuaba de mediador y consejero de las gentes aterrorizadas por su severo gobierno. Le sucedió el año 412, tras su muerte, pero seguramente las hebras del odio ya se habían esparcido por la ciudad. Cuando, aproximadamente unos tres años más tarde, hallaron muerta a Hypatia, seguidora de Platón, conocida y admirada por su sabiduría, las infames calumnias apuntaron hacia Cirilo, y la duda acerca de su implicación en el crimen quedó en el aire como un dardo envenenado. Este hecho es el trasfondo de una vil leyenda azuzada por el pagano Dasmacio, un escritor que consideraba al santo obispo su rival. Lo que éste hizo en realidad fue amonestar a su pueblo instándole a abandonar, con toda severidad, gestos homicidas a los que tan frecuentemente estaba abocado.
Desde el año 412 al 444, época en la que rigió la comunidad de Egipto, hizo frente a una época convulsa para la Iglesia de Oriente; logró mantenerla en la ortodoxia, a petición del papa san Celestino, aún a costa de muchos sinsabores. Solo un hombre de su garra y tesón podía defender la verdad católica con esa valentía de la que hizo gala también al ser encarcelado durante varios meses por su defensa del Theotòkos. «Nosotros –escribió emulando a san Pablo– por la fe de Cristo estamos listos a padecerlo todo: las cadenas, la cárcel, todas las incomodidades de la vida y la misma muerte». No fueron palabras.
Cuando el año 429 estalló la controversia impulsada por Nestorio, manejó hábilmente los hilos para apaciguar el espíritu de los ciudadanos agitados por distintas tensiones, entre otras, las de las escuelas de Antioquia y Alejandría. Las rivalidades en materia doctrinal salpicaban los púlpitos. Cirilo no se arredró, y persiguió todas las sectas heréticas como la de los apolinaristas. Cuando se trató de combatir a Nestorio, empeñado en otorgar a María el título de «Madre de Cristo» («Christotòkos»), frente al de «Madre de Dios» («Theotòkos»), que defendía Cirilo, éste echó por tierra todas sus argucias antes del concilio y durante el mismo, doblegando al heresiarca y a sus seguidores. El año 430 le envió una carta en la que afirmaba contundentemente: «Es necesario exponer al pueblo de Dios la enseñanza y la interpretación de la fe de la manera más irreprensible y recordar que quien escandaliza, aunque sea a uno sólo de los pequeños que creen en Cristo, sufrirá un castigo intolerable».
Obtuvo la condena de las tesis nestorianas cuántas veces fue oportuno ponerlas en solfa, hasta que el concilio de Éfeso ratificó el error el año 431, y Nestorio quedó definitivamente defenestrado, debiendo abandonar Constantinopla. Cuando cesó el imponente duelo, en el que otros estuvieron implicados dentro de la Iglesia, y triunfó la tesis de Cirilo, éste se dedicó a explicar las Sagradas Escrituras tratando de arrancar cualquier célula herética que pudiera quedar en el ambiente. Con su aportación teológica no solo había otorgado a María el privilegio que le corresponde por su maternidad divina; al mismo tiempo, defendía el dogma de la Encarnación.
Con el santo terminaron las controversias trinitarias. Fue heraldo de la reconciliación por la que se empeñó hasta conseguir que hubiese un vínculo con Antioquia logrado el año 433. Dejó escritos numerosos tratados doctrinales, cartas pastorales y homilías. Fue un extraordinario exegeta. Su gran intuición, además de excelente oratoria y sutileza, eran genuinas herederas de la escuela de Alejandría en la que se había formado. Fue un continuador de Orígenes y discípulo del gran san Atanasio. Su vida y su obra eran garantía de fidelidad a la tradición apostólica. De ahí que fuese recordado en el Oriente como «custodio de la exactitud». Murió el 27 de junio del año 444. León XIII lo nombró doctor de la Iglesia en 1882. Pío XII le dedicó la encíclica Orientalis Ecclesiae en 1944. Es venerado tanto en Oriente como en Occidente.