Servicio diario - 02 de julio de 2016


 

El Papa pide afrontar con verdadero espíritu europeo las problemáticas actuales
Posted by Rocío Lancho García on 2 July, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Europa está llamada a reflexionar y a preguntarse si su inmenso patrimonio, impregnado de cristianismo, pertenece a un museo, o por el contrario, es capaz todavía de inspirar la cultura y de donar sus tesoros a toda la humanidad. Esta es la reflexión que el papa Francisco realiza en un vídeo mensaje enviado a Múnich.
Esta ciudad alemana acoge esta tarde la manifestación Juntos por Europa, al finalizar el tercer Congreso para responsables y miembros de Movimientos, Comunidades, Obras e Iniciativas cristianas, que ha llevado por tema “Encuentro – Reconciliación – Futuro”, del 30 de junio al 1 de julio.
El papa Francisco, ha querido manifestar su cercanía a este encuentro enviando este vídeo mensaje. “Tenéis razón. Es hora de que nos pongamos juntos, para afrontar con verdadero espíritu europeo las problemáticas de nuestro tiempo”, asegura el Pontífice al inicio del mensaje.
La historia de Europa –precisa Francisco– es la historia de un continuo encuentro entre el Cielo y la tierra: el Cielo indica la apertura a lo Trascendente, a Dios, que desde siempre ha caracterizado al hombre europeo. Y la tierra representa su capacidad práctica y concreta de afrontar situaciones y problemas.
Si toda Europa quiere ser una familia de pueblos, observa el Santo Padre, que vuelva a poner en el centro a la persona humana, que sea un continente abierto y acogedor, que siga realizando formas de cooperación no sólo económica sino también social y cultural.
El Papa advierte de que además de algunos muros visibles, “se refuerzan también los invisibles, que tienden a dividir este continente”. Muros –reconoce– que se alzan en los corazones de las personas. “Muros hechos de miedo y de agresividad, de falta de comprensión hacia las personas de distintos orígenes o convicciones religiosas. Muros de egoísmo político y económico, sin respeto a la vida y a la dignidad de cada persona”, explica Francisco.
Por otro lado, el Santo Padre subraya que Europa se encuentra en un mundo complejo y fuertemente en movimiento, cada vez más globalizado y, por eso, cada vez menos euro céntrico. Asimismo, asegura que si “reconocemos estas problemáticas epocales”, se debe tener el valor de decir que “necesitamos un cambio”.
El Pontífice recuerda a los destinatarios del mensaje que están reunidos “para afrontar juntos estos desafíos abiertos en Europa” y para “mostrar testimonios de una sociedad civil que trabaja en red para la acogida y la solidaridad hacia los más débiles y desafortunados, para construir puentes, para superar los conflictos declarados o latentes”.
También vosotros –precisa el Papa– sois portadores de múltiples carismas, dones de Dios para ponerlos a disposición. Al respecto explica que “Juntos por Europa” es una fuerza de cohesión, con el claro objetivo de “traducir los valores”, que son la base del cristianismo, en “una respuesta concreta a los desafíos de un continente en crisis”.
Del mismo modo, recuerda a participantes que su “estilo de vida” se basa en el amor recíproco, vivido con radicalidad evangélica. Y recuerda que una cultura de la reciprocidad significa “confrontarse, estimarse, acogerse, sostenerse mutuamente”.
En esta misma línea asevera que “toda unidad auténtica vive de la riqueza de las diversidades que la componen”, como una familia, que está tanto más unida cuanto más cada uno de sus componentes puede ser profundamente sí mismo sin temor.
¿Juntos por Europa?, se pregunta el Papa. “Hoy es más necesario que nunca. En una Europa de muchas naciones, vosotros testimoniáis que somos hijos del único Padre y hermanos y hermanas entre nosotros”, responde. Sois una semilla de esperanza preciosa –concluye Francisco– para que Europa redescubra su vocación de contribuir a la unidad de todos.



Pésame del Santo Padre por el ataque terrorista en Bangladesh
Posted by Redaccion on 2 July, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha querido mostrar su cercanía y manifestar su dolor por el atentado terrorista que tuvo lugar este viernes en Dacca, Bangladesh.
En un telegrama firmado por el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, indica que “con profunda tristeza por la violencia sin sentido perpetrada contra víctimas inocentes en Dhaka”, el Santo Padre expresa su más sentido pésame. Del mismo modo, Francisco “condena los actos de barbarie que ofenden a Dios y a la humanidad”.
Finalmente, el Pontífice encomienda a los fallecidos a la misericordia de Dios y asegura sus oraciones por las familias en duelo y los heridos.
El ataque en el que un comando yihadista tomó rehenes en un restaurante en el barrio diplomático de la capital de Bangladesh, se cobró la vida de al menos 26 personas. La mayoría de las víctimas son italianos y japoneses y también han muerto dos policías. También han muerto seis terroristas.
La autoría del asalto fue reconocido por el Estado Islámico. Según informan medios locales, fuentes policiales indicaron que una decena de atacantes irrumpió hacia las 21. 20 hora local al grito de “Allahu Akbar” (Alá es grande) en el restaurante, frecuentado por diplomáticos y hombres de negocios extranjeros residentes en Bangladesh.



El Papa recuerda a San Martín de Tours, el ‘padre de los pobres’
Posted by Redaccion on 2 July, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha enviado una carta dirigida al cardenal Dominik Duka, arzobispo de Praga, enviado pontificio a la solemne celebración eucarística que tendrá lugar en Szombathely, Hungría, el próximo 9 de julio, con ocasión del 1700º aniversario del nacimiento de San Martín de Tours.
San Martín de Tours –escribe el Santo Padre– puede justamente ser llamado padre de los pobres. De hecho, antes de ser cristianos, “ya se comportaba como un candidato al bautismo por sus obras de caridad: asistía las tribulaciones en las enfermedades, socorría a los desafortunados, alimentaba a los necesitados, vestía a los desnudos, no conservaba nada para sí de la paga militar, excepto lo que necesitaba para la manutención diaria”. Ya desde entonces –insisto Francisco– era un oyente no sordo de los preceptos del Evangelio y no se preocupaba del mañana.
Tal y como recuerda el Papa en la misiva, una fría jornada de invierno del siglo IV, Martín, soldado del Imperio Romano en Galia, encontró a la puerta de la ciudad de Amiens un pobre desnudo que pedía en vano a la gente que tuviera piedad de él: todos pasaban de largo sin atenderlo. Martín, sin embargo, tuvo compasión: con la espada dividió su manto a la mitad, y le dio al pobre una parte.
El papa Francisco, cabe recordar, regala a menudo a los jefes de Estado y de Gobierno, una medalla que representa esta imagen de la vida de este santo.
Martín –prosigue el Pontífice en su carta– convertido al cristianismo, se convierte en incansable soldado de Cristo, anunciando y testimoniando el Evangelio en muchos países de Europa. Por esto, Francisco desea que las celebraciones de este aniversario puedan favorecer, sobre el ejemplo del santo, la evangelización del continente y una mayor atención a los pobres.



“En Perú yo también tenía que morir…”
Posted by Włodzimierz Rędzioch on 2 July, 2016



(ZENIT – Roma).- En agosto de 1991, Juan Pablo II estaba en Cracovia para la Jornada Mundial de la Juventud. Precisamente en esos días le llegó la noticia del asesinato sucedido el 9 de agosto en Perú de dos franciscanos polacos, Zbigniew Strzałkowski y Michał Tomaszek, a manos de miembros de Sendero Luminoso, la organización armada de inspiración maoísta. En los mismos días, estaba el Polonia por un periodo de vacaciones también el superior de los franciscanos asesinados, el padre Jaroslaw Wysoczanski. Precisamente gracias a esta coincidencia él escapó de la muerte segura junto a los dos hermanos, después beatificado en diciembre de 2015 en la diócesis peruana de Chimbote, donde desarrollaban su misión.
El padre Jaroslaw ha decidido recordar este dramático acontecimiento participando en la realización de un documental del director polaco Krzysztof Tadej. El trabajo fue premiado el pasado 23 de junio durante el Festival Internacional del Cine Católico (Mirabile Dictu) con el prestigioso Pez de Plata. ZENIT ha entrevistado al ex superior de los dos mártires polacos.
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¿Cómo terminó un grupo de franciscanos polacos en misión en una zona remota de Perú?
— Padre Wysoczanski: La orden franciscana quería reforzar su presencia misionera en América Latina con ocasión del 500º aniversario de la evangelización del continente. Se decidió abrir una nueva misión en Pariacoto, en la diócesis de Chimbote, en la zona montañosa y aislada de Perú. Esta debía ser organizada por los hermanos polacos. Viajamos el 3 de noviembre de 1988.
¿En qué consistía su trabajo misionero?
— Padre Wysoczanski: Al principio teníamos que organizar pastoralmente todo el territorio de la misión que era muy grande, con 74 pueblos. Para llegar a los pueblos más aislados se requerían 24 horas de viaje a caballo. En cada viaje se prepararon dos catequistas y para estar personas en Pariacoto organizamos una escuela de catequistas. Nuestro segundo gran compromiso era sobre la situación social: en ese periodo Perú estaba golpeado por la sequía y la epidemia del cólera, hacíamos de todo para ayudar a la gente a afrontar estos graves problemas.
¿Cómo fueron asesinados sus hermanos por los ‘senderistas’?
— Padre Wysoczanski: La noche del 9 de agosto, los ‘senderistas’ llegaron a la misión de Pariacoto para buscar a los sacerdotes. Se encontraron en ese momento solo a mis dos hermano porque yo había viajado a Polonia de vacaciones. Fray Zbigniew y fray Michał se presentaron a los terroristas y enseguida fueron cargados en una camioneta que les sacó del pueblo. En el coche subió también una valiente monja peruana, sor Berta, que se convirtió en testigo de las acusaciones hechas por los terroristas a los frailes y de esta especie de grotesco ‘proceso revolucionario’.
¿Por qué estaban en el punto de mira de los ‘senderistas’?
— Padre Wysoczanski: Porque la gente en vez de seguirles a ellos y su ideología, colaboraba con la misión. Paradójicamente los franciscanos fueron acusados de hacer el bien (daban de comer a la gente) y por ello de frenar la rabia del pueblo y de ralentizar la revolución. Se les acusaba de ser mandados por Juan Pablo II y por la CIA, de proclamar a Dios cuando, para ellos, la religión era el opio de los pueblos. Asesinando a los sacerdotes querían expresar también su odio hacia la Iglesia y el Papa que a sus ojos mantenía el sistema imperialista en el mundo. Mis hermanos fueron ajusticiados junto al alcalde de Pariacoto por un golpe en la nuca poco después del ‘proceso’ cerca del pequeño cementerio del país. Los terroristas dejaron un mensaje en el cuerpo ensangrentado de padre. Strzałkowski: “Así mueren los siervos del imperialismo”.
¿Se ha preguntado alguna vez por qué un hermano de la misión –es decir, usted– sobrevivió?
— Padre Wysoczanski: Me repito a menudo que Dios no ha querido la muerte del pecador sino que se convirtiera. Entonces me ha dado aún más años para vivir. Dios hace a ciertas personas mártires, las otras son testigos de su martirio. Yo soy un testigo del martirio de mis hermanos pero también de su trabajo misionero y de sus ideales.
Usted ha participado en la realización del documental que cuenta el martirio de los franciscanos. La película ha sido premiada durante el Festival Internacional de Cine Católico como mejor documental. Debe de estar contento…
— Padre Wysoczanski: El documental de Krzysztof Tadej fue grabado antes de que la beatificación de mis hermanos en 2015. Durante las grabaciones me preguntaba: ‘¿qué quiere Dios de nosotros a través del testimonio de fray Zbigniew y fray Michał?’. El documental es la respuesta a esta pregunta: ‘No podemos gastar nuestra vida’. La película nos empuja a reflexionar sobre qué fundamento construyo mi fe y mi testimonio de Cristo. Los franciscanos polacos murieron hace 25 años pero el martirio de los cristianos continúa también hoy: su sangre fluye en un gran río de la sangre de los testigos de Cristo que fluye sin césar desde hace dos mil años. Espero que los dos beatos puedan pronto convertirse en patrones de la lucha pacífica con el terrorismo y nos movilicen a la oración por la paz.



Venezuela: Seminaristas menores son agredidos en plena calle
Posted by Redaccion on 2 July, 2016



(ZENIT – Roma).- El arzobispo metropolitano de Mérida, Venezuela, monseñor Baltazar Porras Cardozo confirmó este pasado viernes la información que se dio a conocer a través de las redes sociales: 4 estudiantes del seminario menor y el hermano menor de uno de ellos habían sido agredidos.
Por ello, el prelado indicó que “lamentablemente nos encontramos en Mérida nuevamente con estos actos vandálicos, con estos colectivos que actúan a mansalva en contra de la integridad de la gente que camina por la calle”. Así lo indicó en una nota publicada por el arzobispado, en la que explicaba además que “este grupo de seminaristas menores de edad y estudiantes de bachillerato, iban a clases de inglés cuando fueron agredidos, desnudados y golpeados con un candado sufriendo mayores agresiones el hermanito menor de uno de los seminaristas”. Todo esto –precisó– en ausencia total de los efectivos de seguridad que debían ser los garantes de la integridad y de la salud física, moral y espiritual de la ciudadanía.
Por otro lado, monseñor Porras afirmó que “esto nos muestra que la intransigencia, el fanatismo y la impunidad se adueñan de la calles y esta no es la forma de manifestar en contra de lo que sea, puesto que somos seres humanos, racionales y no puede ser que se manifiesten con la fuerza bruta y el abuso, no solo con este pequeño grupo de seminaristas, sino con todos los ciudadanos que pasaban por el sector”.
Finalmente, hace una invitación a la reflexión: “no es esta la manera de dirimir cualquier tipo de diferencia que pueda existir en la sociedad, porque es lo que nos conduce a este clima de violencia y desesperanza, que es el que descalifica a un gobierno que no se ocupa de la integridad de los ciudadanos”.



Polonia: Las Iglesias cristianas piden “no abandonar la búsqueda de soluciones a la crisis migratoria”
Posted by Redaccion on 2 July, 2016



(ZENIT – Roma).- “No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo”. Se abre con esta cita de la Carta de san Pablo a los Hebreos, (Hb 12, 2-3), el importante documento sobre la cuestión de los refugiados firmado este jueves, 30 de junio, en Varsovia por los representantes de las Iglesias cristianas en Polonia.
“Los pueblos de Europa, así como la Iglesia de nuestro continente deben hoy afrontar el gran desafío de la crisis migratoria”, se lee en el texto. “Cerca de tres millones de personas, procedentes de los países de África y Asia, han cruzado las fronteras de la Unión Europea. Algunos huyen de las guerras y persecuciones de carácter religiosos, otros van en busca de una vida mejor.
La actual situación, observan las Iglesias cristianas, “ha puesto a prueba la idea misma de colaboración entre países de la Unión Europea” y “se ha notado la polarización de las posiciones sobre la eficacia de los métodos adoptados para gobernar la crisis migratoria”.
También Polonia tiene que enfrentar este desafío. Ya en el pasado el país ha ofrecido refugio a aquellos que tuvieron que huir de las persecuciones, como “expresión de la sensibilidad cristiana y tradición nacional”. Delante de los dramas del mundo de hoy, el documento afirma que “la tarea de las Iglesias es el de educar los corazones para socorrer a los que sufren, a aquellos que huyen de las guerras, persecuciones y muerte con obras concretas de misericordia. Tal actitud de los cristianos en lo relacionado con el otro desde el inicio de la Iglesia constituye una marca distintiva”.
Los cristianos –afirman las Iglesias polacas– deberían perseguir el camino de colaboración con las organizaciones de la sociedad civil y las autoridades competentes a nivel nacional. No hay duda de que “la solución del problema de los migrantes en Polonia, como en Europa, requiere una colaboración de las personas de buena voluntad a varios niveles” pero son sobre todo necesarias “generosidad y sabiduría, corazón abierto y una legislación apta para garantizar el respeto de la dignidad de los ciudadanos del país que hospeda y de aquellos que piden ayuda”.
“Solo un compromiso humanitario a gran escala, apto para considerar las razones políticas y económicas de las difíciles situaciones, puede llevarles una mejora efectiva”, se lee en el texto.
Es necesario no perder de vista “la razón principal” de la actual crisis migratoria son las guerras en Oriente Medio y en África. “Desde allí sale la necesidad de rezar por la paz, de continuar los esfuerzos de mediación y de apelarse incesantemente a la conciencia de los gobernantes”.
“Muchas personas se han quedado en sus países, y allí esperan que nuestra ayuda llegue directamente a las regiones golpeadas”. Al mismo tiempo es necesario cuidar “de aquellos que han decidido dejar la tierra de sus antepasados”. A los fieles de las distintas Iglesias se les pide por tanto “rezar y ayudar a los necesitados”. “No podemos abandonar la búsqueda de soluciones a la crisis actual”, subrayan los representantes cristianos.
Finalmente, concluyen con el deseo de que “tal acción pueda constituir el impulso para un desarrollo ulterior del voluntariado en nuestras parroquias, dirigido a prevenir, de forma eficaz y responsable, nuevos problemas”.



Riqueza interior
Posted by Enrique Díaz Díaz on 2 July, 2016



Isaías 66, 10-14: “Yo haré correr la paz sobre ella como un río”
Salmo 65: “Las obras del Señor son admirables”
Gálatas 6, 14-18: “Llevo en mi cuerpo la marca de los sufrimientos que he pasado”
San Lucas10, 1-12. 17-20: “El deseo de paz de ustedes se cumplirá”
Tanto tiempo sin lluvia había matado las ilusiones del pueblo. Todo era triste y la sequía se alargaba interminable. El campo árido, polvoso, se tornaba cada vez más seco y agresivo. Las siembras, una y otra, vez se habían perdido. El ganado moría de hambre y de sed. No se había visto una sequía igual. Muchos emigraron buscando nuevos horizontes. Años de sequía. Y cuando ya no había esperanza y cuando menos lo esperaban, llegó la lluvia como bendición.
Una lluvia suave y constante, una lluvia refrescante y vivificadora. Una lluvia que con el pasar de los días ha devuelto el verdor y sobre todo la esperanza. ¡Hasta el manantial, que tenía años reseco, resurge a borbotones! ¡Hay nueva vida! Donde sólo había amenazas de muerte, han renacido gérmenes de resurrección.
El profeta Isaías con imágenes parecidas, alienta la esperanza de un Israel que ya está a punto de desfallecer: “Yo haré correr la paz sobre ella como un río y la gloria de las naciones como un torrente desbordado”. El Señor nunca se deja vencer por el mal.
Quizás ahora a nosotros nos esté pasando que al contemplar las situaciones de injusticia y de corrupción, de violencia y de agresividad, estemos perdiendo la esperanza. Pero el verdadero discípulo sabe que su fortaleza está en el Señor y no se puede permitir sucumbir al pesimismo ni dejar las cosas como están o como quisieran algunos que continuaran en contra de los más pequeños y desprotegidos.
El Evangelio de Jesús siempre nos renueva, siempre nos alienta y siempre está brotando a pesar de las adversidades y dificultades externas. El Evangelio está en el corazón de los discípulos y los impulsa a llevar con alegría y entusiasmo su mensaje de vida nueva.
Hoy San Lucas nos lo recuerda con delicadeza pero con exigencia. Continuando el texto iniciado hace ocho días donde expresaba las exigencias del discipulado nos refiere que: “Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos”. En paralelo con la misión de los doce, nos narra la misión de los setenta y dos, para enseñarnos que la responsabilidad y legitimidad misionera es de todos; no sólo de unos cuantos. Restringir el encargo de anunciar el Evangelio a sacerdotes, religiosos y misioneros, es empobrecer el texto y el envío universal hecho por Jesús.
Aunque con frecuencia proclamamos que “la Iglesia somos todos”, después lo olvidamos de ambas partes. El fiel laico no se toma en serio su papel como miembro de la Iglesia confrontado con un mundo hostil y agresivo. No asume su papel de protagonista de la evangelización y de la transformación de la sociedad. Se guarda en su corazón la Buena Nueva y no la proclama en sus espacios.
Desgraciadamente tampoco quienes deberíamos reconocerles ese derecho y esa participación, hemos respetado sus derechos, ni hemos abiertos campos con toda la amplitud y responsabilidad necesarias. Es una tarea grande, aún por realizar, el papel del laico y de la mujer en la Iglesia.
Quizás nos ahogan las presiones y contrariedades de una sociedad que camina por otros senderos y tiene otros ideales. Pero Jesús ya nos lo anunciaba. Nos hemos acostumbrado a sus expresiones y no les damos toda la importancia que contienen. Si nos ponemos a escucharlas interiormente, tocan nuestro ser, nos iluminan con luz nueva y nos revelan lo lejos que estamos de entender y de acoger su Evangelio.
¿Qué nos dicen las palabras de Jesús: “Pónganse en camino; Yo los envío como corderos en medio de lobos”? En una sociedad que se nos presenta tan mezquina y tan agresiva, ¿se puede vivir de otra manera que no sea a ese estilo o encerrados a la defensiva? Y sin embargo Jesús propone otra forma, la que Él mismo vivió. Nos invita a vivir de tal manera que toda persona pueda descubrir que la bondad, la amistad, la paz y la solidaridad existen. De ahí el saludo que ordena al discípulo: “Que la paz reine en esta casa”.
Y solamente quien tiene paz interior podrá ofrecer paz a los que están a su alrededor. Y entendamos que paz, no es la indiferencia o el desentendimiento de los problemas, sino al revés: enfrentar con serenidad los mismos problemas. La paz es el bien deseado y añorado en nuestros tiempos y es la tarea primordial que con ahínco y entusiasmo debe realizar el discípulo, con la confianza puesta en Jesús. Saberse ovejas que enfrentan al lobo y no perder la armonía interior.
Es curioso además lo que propone Jesús: nos envía en medio de los lobos y nos pide que no llevemos prácticamente nada. La única riqueza que permite es la riqueza del corazón.
El testimonio de pobreza es condición necesaria para un auténtico servicio de evangelización y es un dato históricamente comprobado que el afán prioritario de eficacia, recurriendo al poder, al dinero o hasta las armas, ha desvirtuado y corrompido, y desvirtúa y corrompe, los más puros valores evangélicos.
Jesús nos enseña que su “Buena Nueva” nace desde los pobres, con los pobres y desde ellos se proclama. Así como nació, vivió y murió Jesús. Así es como también lo reconoce San Pablo que se atreve a presumir de llevar en su cuerpo la marca de los sufrimientos que ha pasado.
El mensaje a proclamar está aún más claro: “Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios”. Sí, ese Reino que hace presente Jesús en medio de los sencillos y los humildes, ese Reino donde los pobres escuchan una Buena Nueva, ese Reino donde los sordos oyen, los ciegos ven y los pecadores quedan limpios. Ese Reino es toda una novedad aún en nuestros días.
Ese Reino es el que Jesús nos invita hoy a vivir, a anunciar y a demostrar que es posible hacerlo presente en nuestros días. ¿Cómo estamos haciendo nuestra tarea de anunciar el Reino? ¿Como laicos manifestamos la alegría de anunciar el Evangelio en todos los espacios de nuestra sociedad? ¿Estamos dispuestos a asumir las consecuencias de vivir el Evangelio?
Señor Jesús, que has puesto el tesoro más grande al cuidado de los pobres y humildes, concédenos la riqueza interior para proclamar con alegría tu Evangelio. Amén.


Beata María Ana Mogas Fontcuberta – 3 de julio
Posted by Isabel Orellana Vilches on 2 July, 2016



(ZENIT – Madrid).- María Ana comparte con otros integrantes de la vida santa haber nacido en una respetable familia, con medios económicos y perteneciente a una clase social elevada, lo que significaba contar con un horizonte halagüeño para todo lo que hubiera podido desear. Hay quienes no saben encajar los privilegios de un ambiente selecto que ofrece tantas posibilidades para la vida. Pueden constituir una atadura, ¡cuántos se aferran a cualquier capricho! En cambio, para ella no lo fue en absoluto. Cuando Cristo tocó su corazón, poseía la madurez que le proporcionó la prematura pérdida de sus padres. El sufrimiento le acompañó desde los primeros años de vida.
Nació en Corró del Vall-Granollers, Barcelona, España, el 13 de enero de 1827. Sus padres eran creyentes. María Ana y sus tres hermanos tuvieron cercano ejemplo de cómo se materializa el amor a Dios en los gestos de piedad que de ellos aprendieron. Cuando tenía 7 años falleció su padre, y hallándose en los 14 murió su madre. Su tía y madrina, que no tenía hijos, se la llevó consigo a Barcelona. Hizo todo lo que estuvo a su alcance para que el escenario de su vida no sufriera excesiva alteración. La cuidó y la mimó como una madre, ocupándose de que recibiera una buena educación, abriéndole las puertas del privilegiado entorno social del que formaba parte. Al mismo tiempo, la beata, que se había integrado plenamente en las actividades parroquiales en Santa María del Mar, poco a poco entrañaba dentro de sí a Cristo, orientada por su director espiritual, el padre Gorgas.
Pródiga en la piedad con quien lo necesitase, fue descubriendo que era llamada a una sólida donación que debía rebasar la caridad social. Cristo la quería para sí. Y a sus 21 años conoció a dos capuchinas que por razones políticas se hallaban fuera del convento. Orientaban su quehacer enseñando a los niños dirigidas por otro capuchino que se encontraba en la misma situación, el padre José Tous. En el aire flotaba el proyecto, aún sin perfilar, de poner en marcha una obra de carácter docente, y ella pareció a todos la indicada para formar parte de la misma. Monseñor Casadevall, prelado de Vic, acogió la idea, y puso en sus manos la escuela de Ripoll, Gerona. María Ana tuvo que sortear distintos escollos hasta que el padre Tous la animó diciéndole: «Vete, María Ana, te llaman para fundar». No la dejó sola. Fue con ella a Ripoll, donde la aguardaban las dos religiosas, en junio de 1850. Y se incorporó llena de fe y confianza a la tarea ya iniciada.
Esos primeros momentos estuvieron marcados por la indiferencia y la palpable disconformidad de las autoridades locales. Se desentendieron de ellas vulnerando la responsabilidad contraída, y ello hizo que todas pasaran por ciertas penalidades; no tenían medios ni para costearse el alimento y tuvieron que recurrir a la limosna. María Ana echaba mano de su fe, suplicando: «Afianzad, Señor, y asegurad los pasos que he comenzado a dar en el camino de vuestro servicio de tal forma que ninguna cosa de este mundo sea capaz de dar mis pies atrás». El padre Tous y el párroco de Ripoll vieron conveniente que una de ellas se pusiera al frente del quehacer interno y externo. Era el paso para ir consolidando formalmente lo que vivían, dotándolo de un espíritu fraterno. María Ana fue elegida para encabezar la comunidad, aunque tuvo noticia de ello al momento de profesar; tanta madurez, capacidad y virtud habían visto en la beata como para poner sobre sus hombros esa carga siendo todavía una novicia. La Virgen alumbraba la naciente fundación de claro matiz franciscano.
En 1853 María Ana obtuvo el título de magisterio exigido para dirigir la escuela, y durante un tiempo se mantuvo al frente de la misma, cosechando grandes frutos apostólicos. Hasta que la misteriosa Providencia la condujo a la localidad madrileña de Ciempozuelos, de acuerdo con el padre Tous, para hacerse cargo de una labor impulsada por el obispo dimisionario, monseñor Serra y una persona integrante de la nobleza. Se trataba de ayudar a mujeres que habían caído en las redes de la prostitución. Llegó junto a cinco religiosas en 1865. Pero ella sentía que estaba desviándose del camino, que ese no era el carisma con el que había nacido la fundación; además, el resto de las religiosas habían quedado lejos. La dificultad de dilucidar qué decisión debía tomar, cuál podría ser la voluntad divina…, sentimientos, entre otros, que exponía al padre Tous, le causaban gran aflicción.
Ante la opción de asumir la dirección de una nueva escuela, eligió esta vía, lo comunicó al director espiritual y salieron de Ciempozuelos; fue asesorada por san Antonio María Claret. Pero ya se habían escindido las religiosas que quedaron en Ripoll respecto a las de Madrid, lo cual añadió mayores dosis de sufrimiento a la fundadora. Ella, que solía pedir con insistencia: «Dadme, Dios mío, un corazón puro, acompañado de recta intención», luchó indeciblemente para evitar la ruptura, pero no pudo lograrlo. Del tronco común quedaron dos ramas: en Barcelona, las Franciscanas Capuchinas de la Divina Pastora, y en Madrid, las Franciscanas de la Divina Pastora, sin compartir las constituciones fechadas en 1872 con la aprobación de los respectivos ordinarios del lugar.
Este hecho supuso para María Ana un antes y un después en su vida; incluso quedó afectada su salud. En 1878 sufrió un ataque de apoplejía. Y siguió encarnando su lema: «Amor y sacrificio», perdonando, tratando con exquisita caridad a todos, unida al Sagrado Corazón de Jesús y a María, hecha oblación, en religioso silencio. En 1884 humildemente escribía: «Les pido por amor de nuestro Señor Jesucristo que me digan en qué las he ofendido: yo estoy pronta a ponerme en camino para postrarme a los pies de todas…». El excelso legado que dejó a sus hijas fue: «Amaos como yo os he amado, y sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera. Amor y sacrificio». Falleció en Madrid el 3 de julio de 1886. Juan Pablo II la beatificó el 6 de octubre de 1996.