Tribunas

El Papa que me hizo racio-vitalista

José Francisco Serrano Oceja

Hubo un tiempo, y no hace mucho, en el que si escribías sobre Benedicto XVI te tachaban de nostálgico. Parecía que mirar, y glosar, el pensamiento del Papa emérito suponía hacer de menos el rico magisterio, y la forma de su ejercicio, del Papa Francisco.

La celebración del 65 aniversario de la ordenación sacerdotal del Papa Ratzinger, y las abundantes palabras del papa Francisco sobre su predecesor, ahuyentan la sospecha de una acusación que solo está la mente de quienes la formulan.

Por cierto, se anuncia para octubre un nuevo libro entrevista de Peter Seewald con el Papa emérito. Un salida del silencio monástico. Veremos en qué dirección.

La hermenéutica de la continuidad también implica esta perspectiva de referencias a ideas, vida, acciones. No olvidemos que lo contrario de la hermenéutica de la continuidad es la hermenéutica de la ruptura. Y no siempre, más bien nunca, la Iglesia debe progresar sobre rupturas, que implican bandos, naderías, dialécticas; los de Francisco, los de Ratzinger. Lo que nos enseñan ambos papas es que el único bando real es Cristo, y el de su Iglesia.

No hace muchos días, un buen amigo me comentaba que había aprendido dos cosas del pontificado de Benedicto XVI: que la fe, incluso en su experiencia, consiste en el encuentro con Cristo, y que la razón es clave. El antídoto ante la tentación de convertir la fe en una ideología fue uno de los motivos dominantes del Papa Ratzinger. Quienes acusan el pensamiento de Benedicto XVI de conservador no han entendido que es, precisamente, su teología la que da respuesta a una de las trampas que la modernidad ha puesto a la fe cristiana: convertirla en ideología o sociología.

La otra gran enseñanza del Papa Ratzinger es la reivindicación de la razón. No voy a decir, porque la ironía no siempre funciona en los artículos, que el Papa Ratzinger nos ha enseñado a ser racionalistas. Bueno, al menos raciovitalista, sin tener que citar a Ortega y torciendo la mano a Ortega.

La razón, su purificación, su capacidad de sentido, es la gran reivindicación del Papa Ratzinger. Máxime en un momento en el que, según el decir del seglar y catedrático de historia, Remi Brágue, por cierto, premio Ratzinger de Teología, vivimos en una época en la que está en juego la verdad sobre la persona. Por tanto, no estamos en la época de lo social, sino de lo metafísico, relacionado con el conocimiento del sentido de lo humano.

Se lo dijo el Papa Francisco al Papa Benedicto en el acto de celebración del 65 aniversario de la ordenación sacerdotal de Joseph Ratzinger: “Que lo decisivo en nuestras jornadas  – con sol o con lluvia  –  sólo aquella con la que viene todo lo demás, es que el Señor esté verdaderamente presente, que lo deseemos, que interiormente estemos cerca de Él, que lo amemos, que verdaderamente creamos profundamente en Él y creyendo lo amemos verdaderamente”.  

 

José Francisco Serrano Oceja