Servicio diario - 16 de julio de 2016


 

Paloma García Ovejero: “Espero tener la sabiduría y humildad de padre Lombardi. Incluso si es el 5%”
Posted by Salvatore Cernuzio on 16 July, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Paloma García Ovejero, la joven vaticanista española nombrada este lunes vicedirectora de la oficina de prensa de la Santa Sede, no es una mujer a la que se puede encuadrar en frases hechas o etiquetas. Para ella este nombramiento tan importante, sin precedentes en la historia, entra en esa “lógica de la normalidad” que impregna el pontificado de Francisco, el Papa argentino al que tanto admira y que ha seguido en estos tres años en todos sus viajes internacionales.
A fin de cuentas se trata de “un servicio a la Iglesia” que la periodista se prepara para hacer con un poco de temor pero con gran tenacidad y un fuerte sentido de responsabilidad. El mismo con el que ha afrontado en los últimos cuatro años su trabajo de corresponsal en Roma para la Cope, la radio de los obispos españoles. Una profesional siempre “en la noticia”, siempre preparada a cualquier hora del día a responder al teléfono para contar en pocos segundos en directo, con gran fidelidad y precisión, todo lo que sucede en el Vaticano o a contarlo en unos pocos caracteres en su cuenta de Twitter seguida por 15 usuarios.
Pero a Paloma –cuyo nombre viene de la Virgen de la Paloma de su ciudad, Madrid—no le gusta que se detengan en alabanzas. Conversando con ZENIT prefiere hablar de esta “nueva aventura” que afrontará desde el próximo 1 de agosto junto a Greg Burke, el periodista estadounidense que sucede al padre Federico Lombardi en su rol de portavoz vaticano.
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¿Shock o sorpresa? ¿Cómo define este nombramiento inesperado?
–García Ovejero: Para mí ha sido una sorpresa, pero me parece que estamos en un momento en el que la Iglesia está dando muchas sorpresas. El nombramiento de Burke y el mío son solo una pequeña parte de esta reforma de la comunicación vaticana que comenzó hace meses y que todavía irá adelante durante algunos años. Las parte más visible, digamos.
¿Es más fuerte la alegría o el temor por esta nueva tarea?
–García Ovejero: Mitad y mitad… Actualmente estoy en equilibrio.
¿Cómo se entero del nombramiento?
–García Ovejero: Lo supe tres días antes de que se comunicara oficialmente, es decir el viernes 8 de julio. Recibí por la mañana una llamada con número oculto. Lo normal de las que llegan del Vaticano. De hecho era el secretario de monseñor Angelo Becciu que me pedía que fuera a la Secretaría de Estado. En ese momento no pensé ni imaginé nada. Fue allí y me dijeron que el Papa quería hacerme una petición… Obviamente esto me dejó impresionada pero al mismo tiempo me llenó de alegría y de un fuerte sentido de responsabilidad.
Y se fue rápidamente a España a contárselo a sus padres…
–García Ovejero: Sí, al día siguiente. Lo supe el viernes por la mañana, por la noche hablé con mi jefe, el presidente de la Cope, que me felicitó y me dio todo su apoyo. El sábado tomé un avión y fui a casa, a Madrid, para decírselo a mis padres y a mis hermanos y hermanas. Yo soy la primogénita de siete hermanos y tía de 9 sobrinos, de las cuales dos en camino. Comimos todos juntos, les comuniqué esta buena noticia y por la noche volví a Roma…
¿Cómo reaccionó su familia?
–García Ovejero: Se quedaron muy sorprendidos pero al mismo tiempo estaban contentos porque han entendido que esto es simplemente un cambio de misión. Es un servicio diferente a la Iglesia: antes era a la española a través de los obispos, ahora a la Iglesia universal, pero siempre es un servicio.
Hablamos de sentido de responsabilidad. Esta fórmula con la que todos la definen ahora, ‘la primera mujer en los vértices de la oficina de prensa vaticana’ ¿Siente la presión?
–García Ovejero: No, para nada. Para mí ser una mujer no significa sentir una mayor responsabilidad. Nunca ha sido así, ni en casa con mis hermanos ni en el trabajo donde nunca he sido favorita o discriminada por el hecho de ser mujer. Cuando llegué a la oficina de prensa del Vaticano en 2012 encontré muchas mujeres, periodistas y trabajadoras, que trabajan desde hace años. Para mí más que hablar de categorías es justo que se hable de normalidad, o mejor, de una lógica de la normalidad que creo es la lógica que está siguiendo el Santo Padre.
¿Está ya operativa en estos días en la oficina de prensa? ¿Ha ya dejado su trabajo en la Cope?
–García Ovejero: Todavía estoy en una fase de transición. Estoy trabajando un poco todavía para la Cope y un poco para el Vaticano. Es raro, porque hasta el 1 de agosto no tengo funciones como vicedirectora estando Greg todavía en ese encargo, junto al padre Lombardi. Digamos que poco a poco estoy cerrando un capítulo fundamental en mi vida. Esto significa darse prisa con muchas cosas burocráticas, hacer muchas llamadas (su teléfono está siempre comunicando) y sobre todo dar gracias a las personas que me han ayudado hasta ahora y que me han permitido ser tan feliz como corresponsal, es decir los compañeros y los jefes de la Cope.
Ha seguido al papa Francisco en todos sus viajes, donde estaba siempre presente el padre Federico Lombardi. ¿Qué ha aprendido de él sobre la comunicación vaticana?
–García Ovejero: Del padre Federico siempre he admirado la sabiduría, la humildad, la discreción y sobre todo la capacidad de permanecer tranquilo delante de cualquier situación que se le presentara. Yo quisiera realmente tener, o aprender con el tiempo, al menos un 5% de sus cualidades.
Padre Lombardi, además, en sus 10 años como director de la oficina de prensa ha tenido que afrontar casos complejos que nunca habían sucedido en la historia de la Iglesia: pedofilia, Vatileaks, la renuncia de Benedicto, por decir alguno. Si le sucediera algo similar, ¿cómo lo afrontaría?
–García Ovejero: El futuro es impredecible. Cuando lleguemos a ese río cruzaremos ese puente.
Hasta hace pocos días estaba “del otro lado”, es decir, del de los periodistas. ¿Qué contribución cree poder dar en este nuevo rol?
–García Ovejero: Seguramente mi experiencia, mi mirada como periodista. He estado aquí en la oficina de prensa en esta posición durante cuatro años y he entendido cuáles son las verdaderas exigencias de todos mis compañeros. Hay un refrán en España que dice: He sido cocinero antes que fraile. Esto significa que sabemos cómo se hacen las cosas en la cocina antes de que lleguen a la mesa. Para mí ahora es al contrario: He sido fraile antes que cocinero.
Por tanto, en otras palabras, ¿debe aprender a cocinar?
–García Ovejero: Yo cocino muy bien. ¿No te han hablado nunca de mi paella? (Ríe).




Turquía: Intento de golpe de Estado deja más de 200 de muertos y más de mil heridos
Posted by Redaccion on 16 July, 2016



(ZENIT – Roma).- Turquía ha sufrido una noche de confusión, caos y violencia debido a un intento de golpe de Estado que ha durado apenas unas horas. Todo empezó en torno a las 10 de la noche. Algunos militares se alzaron en Estambul y Ankara. En la capital sacaron los tanques a la calle y los colocaron frente al parlamento, mientras que helicópteros dispararon al palacio presidencial, finalmente entraron en la sede de la televisión del Estado y anunciaron que habían tomado el poder y harían volver la democracia y la laicidad. Los militares acusan al presidente, Recep Tayyip Erdoğan, de autoritarismo y de haber islamizado el país.
Por su parte, el mandatario turco, que se encontraba de vacaciones al suroeste del país, hizo un llamamiento al a ciudadanía para detener el golpe de Estado. Así, miles de partidarios se lanzaron a las calles de Ankara y Estambul y se enfrentaron al ejército y poco a poco la situación se fue controlando. El balance provisional es de 265 muertos y 1.440 heridos.
“Ningún poder está por encima de la voluntad popular”, indicó el presidente turco nada más aterrizar en Estambul. Asimismo aseguró que los “responsables lo pagaran muy caro”. La respuesta al intento del golpe de Estado no se hizo esperar y el Gobierno anunció la destitución de 5 generales y 24 coroneles. El Gobierno cifra en más de 2.800 los militares arrestados.





Nuestra Señora del Carmen
Posted by Isabel Orellana Vilches on 16 July, 2016



(ZENIT – Madrid).- La Virgen, Stella Maris, tiene en ésta advocación del Carmen una de las más bellas que se le han conferido. Ha sido adoptada por los valientes hombres y mujeres de la mar que van meciéndola entre las olas, mientras de sus gargantas brotan las notas de la Salve Marinera, esa oración que elevan al cielo y que les acompaña noche tras noche mientras faenan, plegaria que nubla los ojos y conmueve el corazón. Emoción y sentimiento, la devoción y la fe, se abren paso este día entre las sirenas de las embarcaciones y traineras tributando un sentido canto de amor a la Madre que es su guía y su luz, para dejarlo impreso en el aire perfumado del estío.
La tradición sitúa esta devoción en el Monte Carmelo, lugar de ancestral y rica historia eremítica, que tuvo su amparo en la Virgen María. En este monte el profeta Elías vivió con esperanza la vuelta del pueblo de Israel al Dios de la vida, después de haberse apartado de Él. Más tarde, además de su discípulo Eliseo, numerosos ermitaños moraron en las oquedades de la montaña llevando vida ascética. Ellos fueron secundados por sucesivas generaciones de monjes en los siglos II y III d.C. Tomando el testigo que dejaron estos venerables hombres de Dios, la Orden de los carmelitas, cuyo origen se halla en las laderas del monte, ha difundido la veneración por la Virgen del Carmen en todo el mundo, especialmente en los lugares donde fueron estableciéndose a través del tiempo. Se cuenta que cuando los sarracenos invadieron el Monte Carmelo, y los carmelitas se vieron obligados a abandonar el lugar, entonaron la Salve Regina a la Madre, y Ella se les apareció súbitamente asegurándoles que sería su Estrella del Mar. Las sedes del Apostolado del Mar radicadas en los establecimientos portuarios llevan este nombre de Stella Maris. Es así como los carmelitas, ya en la Edad Media, consideraban a la Madre de Dios.
Esta festividad se conmemora el 16 de julio porque un día como éste, pero de 1251, fecha no constatada pero acogida por la mayoría, la Virgen del Carmen, rodeada de ángeles, se le apareció al carmelita y general de la Orden, san Simón Stock; le hizo entrega de su escapulario, diciéndole: «Este será el privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará». Él la denominó «Flor del Carmelo». En un inciso, cabe recordar que el pasado 29 de marzo en esta sección “Santos y beatos, epopeyas de amor” de ZENIT, se dio cumplida cuenta de los orígenes de esta Orden al exponer la vida del beato Bertoldo del Monte Carmelo. Y el 16 de mayo la inserción de la biografía de san Simón Stock en la mencionada sección permitió matizar convenientemente lo relativo al escapulario y a la milagrosa aparición de la Virgen del Carmen.
Desde luego, los marineros españoles no tardaron en ponerse bajo el amparo de María bajo esta advocación, aunque la popularidad de esta festividad tiene un hito singular en el siglo XVIII cuando un almirante de Mallorca, Antonio Barceló Pont de la Terra, se convirtió en el máximo difusor de esta celebración. Hasta ese momento, el patrón de los marineros era san Telmo, pero a partir de esa fecha, la Virgen del Carmen, a la que se encomiendan depositando en Ella sus vidas tantas veces expuestas a las violentas tempestades, fue convirtiéndose en su patrona, como lo es de la Armada. Pero en otros países de Europa y de Latinoamérica también le profesan gran devoción y se hallan igualmente bajo su amparo y patronazgo. Tal sucede en Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Guatemala, Panamá, Perú y Venezuela, entre otros.




Maternidad y paternidad: aventura y riesgo
Posted by Catholic.net on 16 July, 2016



Ser madre es hermoso aunque no faltan dificultades. Ante la noticia de un embarazo, se unen sentimientos de alegría y momentos de dudas o de miedo. Inician semanas y meses llenos de esperanzas, de preguntas y, en ocasiones, de zozobras y de angustia.
Ser madre, además, es una aventura compartida: si hay una mamá es obvio que hay un papá. La maternidad no puede ser vista como un asunto exclusivo de la mujer, como algo que ella debe “gestionar” autónomamente. Necesita el apoyo del esposo que también inicia una experiencia maravillosa: la paternidad
Empezar a ser madre y ser padre supone emprender una aventura que abre a futuros inciertos. Mientras en el noviazgo la pareja puede conocerse y aceptarse con mayor o menor conciencia, en una decisión de tanta fuerza que lleva a ese compromiso de amor que se llama matrimonio, ocurre algo distinto cuando nace un niño, con todos los misterios que le rodean.
Las preguntas surgen continuamente. ¿Cómo viene, cómo nacerá? ¿Corresponderá a los sueños y esperanzas que se tienen sobre él? ¿Tendrá los ojos negros o azules? ¿Estará sano o enfermo? ¿Llorará por las noches o será un bebé modelo?
Ante tanto riesgo y aventura, hay quienes se sienten tentados a la renuncia: mejor no tener hijos (o los menos posibles) para así no estar continuamente en vilo; mejor la seguridad del ser solamente esposos que el viaje a lo desconocido de cada nuevo embarazo.
Existe la posibilidad de pensar así, y hay quienes así piensan de hecho. Pero, ¿es que el mismo vivir no es un riesgo continuo? ¿O será que, a base de miedos, los esposos pierden ocasiones irrepetibles para amar y para dar?
Las personas empiezan a ser mejores cuando se abren y acogen con generosidad y amor el misterio de cada nueva vida. Los hijos que hoy nacen desde padres generosos y “arriesgados” serán mañana quienes continuarán en el mundo la aventura de la existencia humana.
Otros, nuestros padres, un día se abrieron a nosotros. Ahora toca a cada nueva generación compartir esa experiencia maravillosa como señal de gratitud hacia los propios padres, y como esperanza que se ofrece a cada nuevo hijo para que inicie a caminar en este mundo y hacia lo que inicia a cada uno tras la muerte.


Beato Pablo (Pedro) Gojdič – 17 de julio
Posted by Isabel Orellana Vilches on 16 July, 2016



(ZENIT – Madrid).- Este prelado, que murió siendo prisionero por defender la fe, logró lo que se propuso al asumir la sede de su diócesis: «Con la ayuda de Dios, yo quiero ser un padre de los huérfanos, de los pobres y consuelo de los afligidos». En él se cumplió el vaticinio de Pío XI cuando el 29 de marzo de 1927 le recibió en audiencia y le obsequió con una cruz pectoral de oro, diciéndole: «Esta cruz es sólo un débil símbolo de las pesadas cruces que Dios enviará sobre ti, hijo mío, en tu trabajo como obispo».
Nació el 17 de julio de 1888 en Ruské Peklany, localidad cercana a Prešov, Eslovaquia. Su padre era un sacerdote de la iglesia greco-católica (bizantina). Estudió en Cigelka, Bardejov y Prešov. En esta última ciudad cursó estudios de teología, que completó en el seminario de Budapest. Llevado de su gran devoción por el Sagrado Corazón, se había consagrado a él y diariamente reiteraba su promesa diciendo: «Todas las oraciones, sacrificios y cruz las ofrezco para compensar los pecados de todo el mundo». Fue ordenado junto a su hermano en 1911 y durante unos meses auxilió a su padre.
Un año más tarde comenzó a asumir misiones que permitían vislumbrar una carrera imparable. Fue prefecto de una escuela-hogar infantil, instructor de religión de centros docentes de secundaria, coadjutor en Sabinov, y canciller del obispado, entre otras. Pero él ambicionaba una vida escondida. Y en 1922 tomó una decisión, acogida con sorpresa por quienes le conocían: ingresó en el monasterio de San Nicolás, en Chernecha Hora, perteneciente a la Orden de san Basilio el Grande. Emitió los votos al año siguiente y eligió el nombre de Pablo. Pensaba que la austeridad del claustro era la vía más excelente para poder servir a Dios. Pero la Providencia actuó en una línea distinta de la que soñó, y en 1926 fue nombrado administrador apostólico de la eparquía de Prešov.
Su afán por consolar a todos, como enseguida anunció, debió vivirlo con tanto celo que la gente terminó reconociéndole como un «hombre de corazón de oro». Se sentía orgulloso de sus raíces eslavas, y su primera carta pastoral fue dedicada al 1100 aniversario del nacimiento del apóstol que evangelizó su país, san Cirilo. Fue director del apostolado de la oración, fuente de la que se alimentaba junto con la Eucaristía. Pasaba gran parte de la noche en la capilla, delante del Sagrario. Esa entrega orante explicaba la dilatación milagrosa del tiempo; revertía en multitud de acciones apostólicas. En 1927 fue designado obispo titular de Harpasa y consagrado en la basílica de san Clemente de Roma. En 1939 pusieron bajo su responsabilidad la administración apostólica de Mukačevo. Su acción pastoral tuvo tal repercusión que se convirtió en un «aguijón en la carne» para el gobierno eslovaco. Presentó su renuncia, pero el papa no la admitió. Es más, en 1940 le nombro obispo titular de Prešov, y en 1946 asumió la jurisdicción de la iglesia greco-latina de toda Checoslovaquia. Como tenía gran devoción por María puso a la eparquía, y a sí mismo, bajo la protección de la Virgen de Klokočov.
Fue adalid de la causa judía, prestó ayuda a los refugiados y prisioneros, y liberó a presos de los campos de concentración. Por todo ello los servicios de seguridad eslovacos lo tenían en el punto de mira. Antiguos miembros de la Iglesia católica que se habían pasado al otro bando no ocultaban su hostilidad por su labor; no entendieron el ósculo fraterno que depositó públicamente en la frente de los judíos que se habían convertido. En 1950 el gobierno comunista lo detuvo, y lo recluyó en la cárcel. En un simulacro de juicio fue procesado y condenado a cadena perpetua. Los judíos escribieron al presidente checo, pero fue en balde. Los opresores trataron de disuadirle ofreciéndole la posibilidad de salir del país, pero él lo rechazó. Sabía que se jugaba la vida; antes le habían ido aislando del clero y de los fieles. Le temían porque sus obras de caridad, su esfuerzo para promover la vida espiritual y fortalecer la fe católica era algo que había calado hondamente en gran parte del pueblo. Ahí estaban las obras de un gran apóstol: parroquias nuevas, orfanatos, escuelas católicas, colegios, textos de espiritualidad, etc. Siempre apoyando a los huérfanos, jóvenes, comunidades y prensa religiosas. Una labor prodigiosa.
Cuando le propusieron renunciar a la fe católica y separarse de la Sede Apostólica manifestó: «Tengo 62 años, sacrificaré mis bienes y mi residencia, pero no negaré mi fe de ningún modo porque quiero salvar mi alma…». Lo trasladaron de prisión en prisión para engañar a la gente, haciendo creer que no estaba preso. Le obligaron a realizar trabajos humillantes, fue maltratado psicológicamente y sometido a crueles torturas, recluido en celdas de aislamiento, etc. No se quejó. Rezaba y decía misa clandestinamente. En 1953 mediante amnistía conmutaron su pena de cadena perpetua a 25 años de prisión, pero no quiso acogerla. Al cumplir los 70 de vida Pío XII le felicitó con un telegrama asegurándole que no olvidaría nunca a tan heroico hijo. Había ido enfermando de gravedad. Y cuando le condujeron a la clínica de Brno, después de haber pasado por la consulta de varios médicos que decían no haber hallado nada en su organismo, se le diagnosticó cáncer terminal.
Murió en la prisión eslovaca de Leopoldov el 17 de julio de 1960, justamente el día de su 72 cumpleaños, habiendo podido confesarse y recibir los sacramentos. Llevaba diez de martirio en los que había asegurado: «La persecución y el sufrimiento sólo fortalecerá nuestra fe y acercarnos más a Cristo y a su Iglesia». «Yo no odio a mis enemigos. Quiero acercarlos a Cristo, por supuesto, no por la fuerza o el engaño, sino por el amor y la verdad». El gobierno lo rehabilitó en 1990. Juan Pablo II lo beatificó el 4 de noviembre de 2001. En 2007 fue reconocido «Justo entre las Naciones» por el Yad Vashem.