Servicio diario - 01 de agosto de 2016


 

Francisco: “Cuando pedimos trabajo estamos pidiendo dignidad”
Posted by Rocío Lancho García on 1 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha enviado una carta a monseñor José María Arancedo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, con motivo de la fiesta de san Cayetano, 7 de agosto, particularmente venerado en Argentina como “patrón del pan y del trabajo”. De este modo, el Santo Padre hace llegar su saludo y bendición a tantos hombres y mujeres que se congregarán en los diversos templos del país dedicados al santo “para pedir pan y trabajo o para agradecer el hecho de que no les falte”.
Cuando pedimos trabajo –recuerda Francisco– estamos pidiendo poder sentir dignidad. Y en esta celebración de san Cayetano “pedimos esa dignidad que nos confiere el trabajo; poder llevar el pan a casa”. Asimismo, explica que el Trabajo es esa T que junto con las otras dos Techo y Tierra, está en el entramado básico de los Derechos Humanos. Y cuando se pide trabajo para llevar el pan a casa “estamos pidiendo dignidad”.
Asimismo, el Papa recuerda “conmovido los 7 de agosto en Buenos Aires”, con la misa en el Santuario de Liniers y luego el recorrido de la cola de la gente hasta el Estadio de Velez. “Saludar, escuchar, acompañar la fe de ese pueblo sencillo… y tantas veces, ante la angustia de hombres y mujeres que quieren y buscan trabajo y no encuentran”, recuerda. Y señala que en esos momentos solo atinaba “a un apretón de manos, una caricia, mirar esos ojos humedecidos de dolor, y llorar dentro”. Llorar sí, asegura Francisco, “porque es duro cruzar tu vida con un padre de familia que quiere trabajar y no tiene posibilidad de lograrlo”.
Recordando que a san Cayetano “pedimos pan y trabajo”, el Pontífice indica que “el pan es más fácil conseguirlo porque siempre hay alguna persona o institución buena que te lo acerca”. Pero, advierte que “hay lugares en el mundo que ni esa posibilidad tienen”.
Del mismo modo reconoce que el trabajo es tan difícil lograrlo, “sobre todo cuando seguimos viviendo momentos en los cuales los índices de desocupación son significativamente altos”. En esta línea precisa que el pan te soluciona una parte del problema, pero a medias, porque ese pan no es el que se gana con el trabajo. “Una cosa es tener pan para comer en casa y otra es llevarlo a casa como fruto del trabajo. Y esto es lo que confiere dignidad”, subraya Francisco en la carta. Finalmente pide que en esta fiesta de san Cayetano “todos los obispos sepamos acompañar a nuestros hermanos que piden pan y trabajo”. Y pide también hacerlo “con cariño, cercanía y oración”.



El Papa asegura que “no es justo identificar el islam con la violencia”
Posted by Redaccion on 1 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, en el viaje de regreso de Polonia, como es costumbre, ha respondido a las preguntas de los periodistas que le acompañan en el vuelo papal. Varios fueron los temas abordados. De este modo, el Santo Padre habló de nuevo del terrorismo, del islam y de las religiones. También hizo referencia a una posible mediación del Vaticano en la actual situación de Venezuela. Además, aseguró encontrarse bien tras la caída que sufrió en la misa de Czestochowa y explicó que fue porque estaba mirando a la Virgen y no se dio cuenta del escalón.
Respecto a cómo ha vivido el viaje a Polonia, Francisco indicó que ha visto que la gente polaca es “muy entusiasta” y que ha reecontrado la bondad de los polacos que trabajaron donde estaba su padre y él conoció cuando era pequeño. A propósito de las expresiones propias del lenguaje joven que ha utilizado en sus discurso, el Santo Padre explicó que le gusta hablar y escuchar a los jóvenes “Los jóvenes son inquietos, creativos y de allí tomo el lenguaje y muchas veces debo preguntarles ¿qué cosa significa esto? Y ellos me explican”, reconoció el Papa.
Los periodistas también le preguntaron sobre la situación de represión en Turquía después del intento del golpe de Estado y por qué no se ha pronunciado sobre lo sucedido en este país. Por eso, el Pontífice aseguró que cuando ha tenido que “decir alguna cosa que no le gustaba a Turquía, pero de lo cual estaba seguro, lo he dicho y con las consecuencias que ustedes conocen”. Aquí se refería al uso de la palabra genocidio sobre Armenia. Pero sobre lo que está viviendo ahora Turquía no ha hablado “porque no estaba seguro todavía con las informaciones que he recibido sobre lo que sucede allí”.
Unas palabras también sobre lo sucedido en los días pasados con el cardenal Pell, prefecto de la secretaría de Economía de la Santa Sede, ya que ha salido a la luz en Australia que la policía australiana estaría indagando sobre nuevas acusaciones referidas a abusos de menores. Por ello, Francisco recordó que en este momento todo está en manos de la justicia “y no se debe juzgar antes que la justicia, ¿eh?”.
En la última semana –recordó un periodista al hacer su pregunta– el secretario general de UNASUR, Ernesto Samper, ha hablado de una mediación del Vaticano – Venezuela. ¿Es un diálogo concreto? ¿Es una posibilidad real? El Santo Padre recordando los contactos que ha tenido con Maduro hasta el momento, indicó que cree que “en el grupo de la mediación alguno, y no sé si el gobierno también, quiere un representante de la Santa Sede”.
Un periodista francés hizo referencia al asesinato del sacerdote Jacques Hamel a mano de terroristas mientras celebraba misa. ¿Por qué cuando usted habla de estos eventos violentos habla siempre de terroristas pero nunca de islam, nunca utiliza la palabra islam? ¿Qué iniciativa concreta puede proponer o sugerir para contrastar la violencia islámica?
De este modo, el Santo Padre indicó que no le gusta hablar de violencia islámica, “porque todos los días cuando leo los diarios, veo violencia, aquí en Italia, alguien que mata a la novia, otro que mata a la suegra. Y estos son católicos bautizados, son católicos violentos”. Y añadió que si habla “de violencia islámica, debo hablar de violencia católica y no, los islámicos no todos son violentos, no todos los católicos son violentos”. Además, el Pontífice aclaró que “no es justo identificar al islam con la violencia. No es justo ni es verdad. He tenido un diálogo largo con el gran imán de la universidad Al Azhar. Sé cómo piensan ellos, buscan la paz, el encuentro”.
En esta misma línea explicó el terrorismo “está en todo lados”, y crece “cuando no hay otra opción, cuando al centro de la economía mundial está el dinero y no la persona, el hombre y la mujer, esto ya es el primer terrorismo”.



El padre Lombardi, nombrado presidente de la fundación Joseph Ratzinger
Posted by Redaccion on 1 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El padre Federico Lombardi ha sido nombrado presidente del Consejo de Administración de la Fundación vaticana “Joseph Ratzinger – Benedicto XVI”. El sacerdote jesuita terminó ayer, tras diez años de servicio, su trabajo como director de la sala de prensa del Vaticano.
Lombardi, de casi 74 años, se licenció en matemáticas en la Universidad de Turín y realizó estudios teológicos en Alemania. Fue ordenado sacerdote en 1972 y provincial de los jesuitas en Italia, hasta 1990. En ese año le nombraron director de programas de Radio Vaticano, después director general hasta 2016. Y del 2001 al 2013 fue también director general del Centro Televisivo Vaticano. Ha sido director de la sala de prensa del Vaticano desde el 2006.
Fue el papa Benedicto XVI, tomado en consideración el deseo manifestado por numerosos estudiosos de crear un ente con el objeto de promover la publicación, difusión y estudio de los escritos del entonces profesor Joseph Ratzinger, y dada la necesidad de dotar a dicho ente de una configuración jurídica adecuada, quien dispuso en marzo de 2010 la creación de la “Fundación Vaticana Joseph Ratzinger – Benedicto XVI”.
Los objetivos de esta fundación son “la promoción de investigaciones, estudios y publicaciones sobre la obra y el pensamiento del Prof. Joseph Ratzinger”, “la organización y desarrollo de congresos de elevado valor cultural y científico” y “establecer premios para los estudiosos que se distingan por especiales méritos, tanto en la actividad de las publicaciones como de la investigación científica”.



JMJ Panamá: “Un momento de fiesta, un bálsamo para los jóvenes víctimas de la droga y la pobreza”
Posted by Salvatore Cernuzio on 1 August, 2016



(ZENIT – Cracovia).-“Un bálsamo para todos los jóvenes víctimas de la pobreza extrema, inmigración, droga, trata de seres humanos y todos los tipos de violencia”: esto será la 32º Jornada Mundial de la Juventud que, como anunció ayer el Papa, tendrá lugar en el 2019 en Panamá. Lo indicó monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, arzobispo de Panamá, durante una rueda de prensa que tuvo lugar después del anuncio en la sala de prensa del Cracovia.
“La JMJ puede ayudar a los jóvenes” dijo el prelado, y puede ayudar también a este país que se presenta geográficamente como un “puente” entre América del norte y América del sur y con todas las regiones que la rodean.
En Panamá, además, fue fundada la primera diócesis americana en 1513; una larga tradición, por tanto, realizada gracias al compromiso de misioneros europeos que llegaron a esas costas para evangelizar.
Somos un país pequeño –80 mil km2 y apenas 4 millones de habitantes– pero somos también una especie de puente entre las dos Américas, recordó Ulloa. “Con esta decisión, el Santo Padre nos ha lanzado un desafío: ser una Iglesia en salida a las periferias, para llegar a las periferias geográficas, pero también a las periferias humanas. Y la próxima JMJ podrá ser una gran oportunidad de encuentro para llevar la fe a los jóvenes de América Central”.
Pero el evento será también una oportunidad para conocer un país fascinante que, desde hace poco tiempo, vive un momento de desarrollo, como recordó el cardenal José Luis Lacunza Maestrojuán. “En Panamá y fuera de Panamá se preguntan si somos capaces de organizar una JMJ. Muchas personas me hicieron la misma pregunta también cuando queríamos construir el canal. Ahora existe, funciona y, desde que volvió a nuestras manos después de 100 años, está claro que somos capaces de gestionarlo, que no se ha convertido en un estanque, es más, cada vez trae más provecho”.
Panamá, subrayó el purpurado, “es un puente que une el mundo, sobre todo a los jóvenes latinoamericanos para la posición geográfica y desde el punto de vista aéreo y terrestre con los otros países”. La esperanza es, por tanto, que vengan el mayor número de jóvenes posible, “quizá también con barcos como los viejos misioneros” bromeó Ulloa.
“Pero no porque Panamá quiera tener beneficios particulares”, precisó Lacunza, sino para “enseñar a los jóvenes a reflexionar sobre su futuro para construirlo con valentía y sobre su pasado para entender de dónde vienen”.
Los peregrinos podrán descubrirlo a través de una Iglesia fuertemente enraizada en el territorio y en la historia del país, como subrayó monseñor Manuel Ochogavia Barahona, obispo de Colon-Kuna Yala.
La Iglesia –dijo en su intervención– siempre ha seguido y acompañado la historia de la nación: una historia basada en la confianza en el gran amor a Cristo. Por tanto una Iglesia muy creyente, donde es fuerte el culto a la Virgen que es Madre de nuestra nación.
Pero Panamá, señaló el obispo, es también mucho más: “Es cultura, es fiesta, es cantos, música, bailes como la salsa. Es un país donde los grandes paisajes se mezclan con “varias culturas y tradiciones que han encontrado aquí su patria”. Panamá, de hecho, es “un país de encuentro, abierto y acogedor hacia todo el mundo, donde nadie se siente excluido. Porque nosotros –aseguró el prelado– desde siempre queremos construir la paz, queremos construir una sociedad joven, una sociedad calurosa.



España: Lumen Dei no ha denunciado a Mons. Sanz Montes y a Mons. Yangüas Sanz
Posted by Redaccion on 1 August, 2016



(ZENIT – Roma).- La asociación religiosa Lumen Dei no ha denunciado ante la Fiscalía Anticorrupción a los obispos de Cuenca, monseñor José María Yangüas Sanz y de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes, por supuestos delitos de «estafa, apropiación indebida, usurpación de personalidad jurídica y falsedad documental, entre otros». Lo confirma la misma asociación en un comunicado para desmentir una noticia publicada en un diario digital el pasado viernes.
De este modo, en el comunicado para desmentir la noticia se explica que es una información falsa ya que “la asociación Lumen Dei no ha efectuado ninguna denuncia de este tipo”.
Asimismo, explican que Lumen Dei es una asociación de derecho eclesiástico, que, “a pesar de los avatares sufridos en los últimos tiempos, se mantiene fiel (los miembros que hemos quedado en la misma) a las instrucciones concretas y precisas dadas por la Iglesia Católica, a través de su superior general nombrado por la Santa Sede, el Comisario Pontificio Mons. D. Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, así como a las emitidas por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA”). Además, manifiestan su plena comunión eclesial con monseñor Sanz y “aprobamos plenamente todas las actuaciones realizadas por el mismo desde su nombramiento por la Santa Sede hasta la fecha, así como agradecemos vivamente el cuidado y la solicitud pastoral que pone en el ejercicio de la labor que se le ha encomendado por la Iglesia”.
Por otro lado, subrayan que la asociación no ha efectuado ninguna denuncia y suponen que si existe tal denuncia, “esta pueda haber sido formulada por algunos ex miembros de Lumen Dei, tal como se ha hecho eco algún medio de comunicación”.
Al respecto, el comunicado explica que en mayo de 2014, y ante la perspectiva del itinerario a seguir por los miembros de la asociación Lumen Dei, establecido por la Santa Sede “muchos miembros de la misma solicitaron voluntariamente la baja, con el probable objetivo de no tener que dar ninguna cuenta a la Iglesia Católica”. No obstante lo anterior, y pese a haber presentado su dimisión, “muchos de estos ex-miembros ocuparon ilícita e ilegalmente los bienes propiedad de Lumen Dei, negándose a abandonar los mismos pese a haber sido requeridos para ello”.
La asociación insiste en el comunicado que “la gestión de Mons. Sanz respecto del patrimonio de Lumen Dei ha sido limpia e impecable, y notoriamente beneficiosa además para el bien de nuestra Asociación y de la Iglesia. Conocemos perfectamente la gestión de nuestra administración actual y aprobamos plenamente la misma”.
Por su parte, monseñor Sanz ha publicado un tuit a propósito de la polémica: “Las calumnias de los ex Lumen Dei duelen pero no duran. Lo ofrezco a Dios y rezo por ellos. No están en la Iglesia sino sólo en sí mismos”.


Los obispos de Paraguay rezan por la libertad de los compatriotas secuestrados
Posted by Redaccion on 1 August, 2016



(ZENIT – Roma).- La Conferencia Episcopal de Paraguay ha enviado su solidaridad, cercanía espiritual y oraciones, para la pronta liberación de Franz Wiebe Boschman, Edelio Morínigo, Abrahan Fehr a manos del “Ejército del Pueblo Paraguayo”. Al conocer el secuestro de estas tres personas, los obispos paraguayos han emitido un comunicado para mostrar su cercanía, especialmente con los familiares, y mostrando su deseo para la pronta liberación “para que todos puedan regocijarse, en la brevedad, con sus seres queridos”.
Asimismo, exhortan a los secuestradores, urgentemente, “liberar a estas personas de bien que están secuestradas”. Los prelados recuerdan que “la libertad, en su sentido más profundo y desde la perspectiva cristiana es un don y una fuerza interior que Dios entregó al hombre al hacerlo a su imagen y semejanza”.
Por otro lado, solicitan a las comunidades cristianas “cadenas de oración y de solidaridad para manifestar la comunión espiritual y fraternal por la liberación de todos los secuestrados”. Dedican también unas palabras a los poderes públicos, para que “garanticen y prioricen la libertad de los secuestrados”. Es de vital necesidad –aseguran los obispos– que con el amparo constitucional pongan el máximo empeño e inteligencia en resguardar con mayores esfuerzos a los habitantes de este país que a diario sufren como consecuencia de la inseguridad y violencia.
En el comunicado, la Conferencia Episcopal de Paraguay indica que en estos “momentos de dificultad y angustia, los paraguayos que siempre nos caracterizamos por la solidaridad, no podemos ser indiferentes a la suerte de nuestros prójimos que están sojuzgados”. Y observan que “los reiterados secuestros deben interpelarnos como sociedad y, por sobre todo, llamarnos a la colaboración activa, a la oración y a la unidad de acciones”.
Monseñor Adalberto Martínez Flores, obispo castrense de Paraguay, ha indicado que “es realmente preocupante la presencia de estos grupos armados que con sus actos de violencia crean pánico entre la población”, según las declaraciones contenidas en una nota recibida por la Agencia Fides. “Siempre se puede iniciar un diálogo en caso de reivindicaciones políticas o ideológicas”, ha dicho el obispo, “pero las armas no son un medio aceptable para lograr los objetivos”.
En cuanto a una posible mediación de la Iglesia católica, Martínez Flores ha recordado que “los sacerdotes de la parte norte del país están dispuestos a hablar con los líderes del grupo armado, con la condición de que tal iniciativa sea autorizada por las fuerzas de seguridad y por el Gobierno”.


Transmitir la fe
Posted by Catholic.net on 1 August, 2016



Cada hijo es una muestra de confianza de Dios con los padres, que les encomienda el cuidado y la guía de una criatura llamada a la felicidad eterna. La fe es el mejor legado que se les puede transmitir; más aún: es lo único verdaderamente importante, pues es lo que da sentido último a la existencia. Dios, por lo demás, nunca encarga una misión sin dar los medios imprescindibles para llevarla a cabo; y así, ninguna comunidad humana está tan bien dotada como la familia para facilitar que la fe arraigue en los corazones.
El testimonio personal
La educación de la fe no es una mera enseñanza, sino la transmisión de un mensaje de vida. Aunque la palabra de Dios es eficaz en sí misma, para difundirla el Señor ha querido servirse del testimonio y de la mediación de los hombres: el Evangelio resulta convincente cuando se ve encarnado.
Esto vale de manera particular cuando nos referimos a los niños, que distinguen con dificultad entre lo que se dice y quién lo dice; y adquiere aún más fuerza cuando pensamos en los propios hijos, pues no diferencian claramente entre la madre o el padre que reza y la oración misma: más aún, la oración tiene valor especial, es amable y significativa, porque quien reza es su madre o su padre.
Esto hace que los padres tengan todo a su favor para comunicar la fe a sus hijos: lo que Dios espera de ellos, más que palabras, es que sean piadosos, coherentes. Su testimonio personal debe estar presente ante los hijos en todo momento, con naturalidad, sin pretender dar lecciones constantemente.
A veces, basta con que los hijos vean la alegría de sus padres al confesarse, para que la fe se haga fuerte en sus corazones. No cabe minusvalorar la perspicacia de los niños, aunque parezcan ingenuos: en realidad, conocen a sus padres, en lo bueno y en lo menos bueno, y todo lo que estos hacen –u omiten– es para ellos un mensaje que ayuda a formarlos o los deforma.
Benedicto XVI ha explicado muchas veces que los cambios profundos en las instituciones y en las personas suelen promoverlos los santos, no quienes son más sabios o poderosos: «En las vicisitudes de la historia, [los santos] han sido los verdaderos reformadores que tantas veces han remontado a la humanidad de los valles oscuros en los cuales está siempre en peligro de precipitar; la han iluminado siempre de nuevo» [1].
En la familia sucede algo parecido. Sin duda, hay que pensar en cuál es el modo más pedagógico de transmitir la fe, y formarse para ser buenos educadores; pero lo decisivo es el empeño de los padres por querer ser santos. Es la santidad personal la que permitirá acertar con la mejor pedagogía.
“En todos los ambientes cristianos se sabe, por experiencia, qué buenos resultados da esa natural y sobrenatural iniciación a la vida de piedad, hecha en el calor del hogar. El niño aprende a colocar al Señor en la línea de los primeros y más fundamentales afectos; aprende a tratar a Dios como Padre y a la Virgen como Madre; aprende a rezar, siguiendo el ejemplo de sus padres. Cuando se comprende eso, se ve la gran tarea apostólica que pueden realizar los padres, y cómo están obligados a ser sinceramente piadosos, para poder transmitir –más que enseñar– esa piedad a los hijos” [2].
Ambiente de confianza y amistad
Por otra parte, vemos que muchos chicos y chicas –sobre todo, en la juventud y adolescencia– acaban flaqueando en la fe que han recibido cuando sufren algún tipo de prueba. El origen de estas crisis puede ser muy diverso –la presión de un ambiente paganizado, unos amigos que ridiculizan las convicciones religiosas, un profesor que da sus lecciones desde una perspectiva atea o que pone a Dios entre paréntesis–, pero estas crisis cobran fuerza solo cuando quienes las sufren no aciertan a plantear a las personas adecuadas lo que les pasa.
Es importante facilitar la confianza con los hijos, y que estos encuentren siempre disponibles a sus padres para dedicarles tiempo. Los chicos –aun los que parecen más díscolos y despegados– desean siempre ese acercamiento, esa fraternidad con sus padres. La clave suele estar en la confianza: que los padres sepan educar en un clima de familiaridad, que no den jamás la impresión de que desconfían, que den libertad y que enseñen a administrarla con responsabilidad personal. Es preferible que se dejen engañar alguna vez: la confianza, que se pone en los hijos, hace que ellos mismos se avergüencen de haber abusado, y se corrijan; en cambio, si no tienen libertad, si ven que no se confía en ellos, se sentirán movidos a engañar [3]. No hay que esperar a la adolescencia para poner en práctica estos consejos: se puede propiciar desde edades muy tempranas.
Hablar con los hijos es de las cosas más gratas que existen, y la puerta más directa para entablar una profunda amistad con ellos. Cuando una persona adquiere confianza con otra, se establece un puente de mutua satisfacción, y pocas veces desaprovechará la oportunidad de conversar sobre sus inquietudes y sus sentimientos; que es, por otra parte, una manera de conocerse mejor a uno mismo. Aunque hay edades más difíciles que otras para lograr esa cercanía, los padres no deben cejar en su ilusión por llegar a ser amigos de sus hijos: amigos a los que se confían las inquietudes, con quienes se consultan los problemas, de los que se espera una ayuda eficaz y amable [4].
En ese ambiente de amistad, los hijos oyen hablar de Dios de un modo grato y atrayente. Todo esto requiere que los padres encuentren tiempo para estar con sus hijos, y un tiempo que sea “de calidad”: el hijo debe percibir que sus cosas nos interesan más que el resto de nuestras ocupaciones. Esto implica acciones concretas, que las circunstancias no pueden llevar a omitir o retrasar una y otra vez: apagar la televisión o el ordenador –o dejar, claramente, de prestarle atención– cuando la chica o el chico pregunta por nosotros y se nota que quiere hablar; recortar la dedicación al trabajo; buscar formas de recreo y entretenimiento que faciliten la conversación y vida familiar, etc.
El misterio de la libertad
Cuando está por medio la libertad personal, no siempre las personas hacen lo que más les conviene, o lo que parecería previsible en virtud de los medios que hemos puesto. A veces las cosas se hacen bien pero salen mal –al menos, aparentemente–, y sirve de poco culpabilizarse –o echar la culpa a otros– de esos resultados.
Lo más sensato es pensar cómo educar cada vez mejor, y cómo ayudar a otros a hacer lo mismo; no hay, en este ámbito, fórmulas mágicas. Cada uno tiene un modo propio de ser, que le lleva a explicar y plantear las cosas de un modo diverso; y lo mismo puede decirse de los educandos que, aunque vivan en un ambiente semejante, poseen intereses y sensibilidades diversas.
Tal variedad no es, sin embargo, un obstáculo. Más aún, amplia los horizontes educativos: por una parte, posibilita que la educación se encuadre, realmente, dentro de una relación única, ajena a estereotipos; por otra, la relación con los temperamentos y caracteres de los diversos hijos favorece la pluralidad de situaciones educativas.
Por eso, si bien el camino de la fe de es el más personal que existe –pues hace referencia a lo más íntimo de la persona, su relación con Dios–, podemos ayudar a recorrerlo: eso es la educación. Si consideramos despacio en nuestra oración personal el modo de ser de cada persona, Dios nos dará luces para acertar.
Transmitir la fe no es tanto una cuestión de estrategia o de programación, como de facilitar que cada uno descubra el designio de Dios para su vida. Ayudarle a que vea por sí mismo que debe mejorar, y en qué, porque nosotros propiamente no cambiamos a nadie: cambian ellos porque quieren.
Diversos ámbitos de atención
Podrían señalarse diversos aspectos que tienen gran importancia para transmitir la fe.
Uno primero es quizá la vida de piedad en la familia, la cercanía a Dios en la oración y los sacramentos. Cuando los padres no la “esconden” –a veces involuntariamente– ese trato con Dios se manifiesta en acciones que lo hacen presente en la familia, de un modo natural y que respeta la autonomía de los hijos. Bendecir la mesa, o rezar con los hijos pequeños las oraciones de la mañana o la noche, o enseñarles a recurrir a los Ángeles Custodios o a tener detalles de cariño con la Virgen, son modos concretos de favorecer la virtud de la piedad en los niños, tantas veces dándoles recursos que les acompañarán toda la vida.
Otro medio es la doctrina: una piedad sin doctrina es muy vulnerable ante el acoso intelectual que sufren o sufrirán los hijos a lo largo de su vida; necesitan una formación apologética profunda y, al mismo tiempo, práctica.
Lógicamente, también en este campo es importante saber respetar las peculiaridades propias de cada edad. Muchas veces, hablar sobre un tema de actualidad o un libro podrá ser una ocasión de enseñar la doctrina a los hijos mayores (esto, cuando no sean ellos mismos los que se dirijan a nosotros para preguntarnos).
Con los pequeños, la formación catequética que pueden recibir en la parroquia o en la escuela es una ocasión ideal. Repasar con ellos las lecciones que han recibido o enseñarles de un modo sugerente aspectos del catecismo que tal vez se han omitido, hacen que los niños entiendan la importancia del estudio de la doctrina de Jesús, gracias al cariño que muestran los padres por ella.
Otro aspecto relevante es la educación en las virtudes, porque si hay piedad y hay doctrina, pero poca virtud, esos chicos o chicas acabarán pensando y sintiendo como viven, no como les dicte la razón iluminada por la fe, o la fe asumida porque pensada. Formar las virtudes requiere resaltar la importancia de la exigencia personal, del empeño en el trabajo, de la generosidad y de la templanza.
Educar en esos bienes impulsa al hombre por encima de las apetencias materiales; le hace más lúcido, más apto para entender las realidades del espíritu. Quienes educan a sus hijos con poca exigencia –nunca les dicen que “no” a nada y buscan satisfacer todos sus deseos–, ciegan con eso las puertas del espíritu.
Es una condescendencia que puede nacer del cariño, pero también del querer ahorrarse el esfuerzo que supone educar mejor, poner límites a los apetitos, enseñar a obedecer o a esperar. Y como la dinámica del consumismo es de por sí insaciable, caer en ese error lleva a las personas a estilos de vida caprichosos y antojadizos, y les introducen en una espiral de búsqueda de comodidad que supone siempre un déficit de virtudes humanas y de interés por los asuntos de los demás.
Crecer en un mundo en el que todos los caprichos se cumplen es un pesado lastre para la vida espiritual, que incapacita al alma –casi en la raíz– para la donación y el compromiso.
Otro aspecto que conviene considerar es el ambiente, pues tiene una gran fuerza de persuasión. Todos conocemos chicos educados en la piedad que se han visto arrastrados por un ambiente que no estaban preparados para superar. Por eso, es preciso estar pendientes de dónde se educan los hijos, y crear o buscar entornos que faciliten el crecimiento de la fe y de la virtud. Es algo parecido a lo que sucede en un jardín: nosotros no hacemos crecer a las plantas, pero sí podemos proporcionar los medios –abono, agua, etc.– y el clima adecuados para que crezcan.
Como aconsejaba san Josemaría a unos padres: “procurad darles buen ejemplo, procurad no esconder vuestra piedad, procurad ser limpios en vuestra conducta: entonces aprenderán, y serán la corona de vuestra madurez y de vuestra vejez” [5].

[1] Benedicto XVI, Discurso en la Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, 20-VIII-2005. [2] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones, n. 103. [3] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Conversaciones, n. 100. [4] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 27. [5] San Josemaría Escrivá de Balaguer, Tertulia, 12-XI-1972, en http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/la-educacion-de-los-hijos


Beato Ceferino Giménez Malla, «El Pelé» – 2 de agosto
Posted by Isabel Orellana Vilches on 1 August, 2016



(ZENIT – Madrid).- Este hombre grande y humilde, que dio pruebas de su reciedumbre espiritual, fiel defensor de la fe hasta derramar su sangre por ella en la contienda española de 1936, ha sido el primer gitano beatificado. El 4 de mayo de 1997 cuando Juan Pablo II lo encumbró a los altares, un reguero de júbilo se extendió por los recodos del mundo, especialmente entre la raza calé, aunque el gozo provenía de todos los lugares. Ese día el pontífice recordó que Ceferino «supo sembrar concordia y solidaridad entre los suyos, mediando también en los conflictos que a veces empañan las relaciones entre payos y gitanos, demostrando que la caridad de Cristo no conoce límites de razas ni culturas».
Se cree que nació el 16 de agosto de 1861 en Benavent de Segriá, Lérida, España, aunque fue bautizado en Fraga, Huesca. Así como sus padres recibían el apodo de «el Tichs» y «la Jeseía», bien niño comenzó a ser conocido como «el Pelé». En su ambiente el artículo que anteponían al nombre es signo de llaneza, una costumbre enraizada en el tiempo que se encarna como algo natural. Tan ordinario en su vida como el nomadismo cincelado en los humildes carromatos que van llevándoles de un lado a otro. El escenario de su acontecer fueron los caminos, las intrincadas y hermosas veredas de las montañas aragonesas, que recorría con los canastillos fabricados por él para su venta. Así ayudaba a su madre, que un día se despertó con un vacío en el lecho y en el corazón, porque el cabeza de familia había abandonado a los suyos. Fue un tío, afincado en Barbastro, quien enseñó al Pelé a realizar esa artesanía del mimbre, su primer oficio. Y en esta localidad oscense se instaló con su madre y hermanos en 1880; fue el lugar donde vivió hasta el fin de sus días.
Siguiendo la ley gitana se desposó por este rito con la catalana Teresa Jiménez Castro, de su propia raza. Entonces tendría alrededor de 20 años. Luego, en 1912, el matrimonio se efectuó dentro de la Iglesia católica. A ésta le condujo un docente universitario, Nicolás Santos de Otto, que fue instruyéndole en las verdades esenciales de la fe. Teresa, mujer trabajadora y de empuje, había recibido una formación básica que le permitía manejarse con la lectura y la escritura. En cambio Ceferino era analfabeto. Sensible y de gran corazón supo comprender enseguida el alcance de lo que iba aprendiendo. Se caracterizaba por su generosidad; los necesitados siempre encontraban en él una mano amiga a la que acudían porque sus dádivas no les faltaban.
En la espléndida tierra de este hombre, honrado y cabal, germinaron las semillas que habían depositado en él. Se fue vinculando a la Iglesia, y progresivamente se acrecentó su devoción por la Eucaristía y por la Virgen María. Mientras, su buen oficio como tratante de caballerías, haciendo negocios por diversas localidades, le fue situando en un estatus económico de cierto nivel. Como su esposa y él no tuvieron descendientes, adoptaron a una sobrina, «la Pepita», ocupándose Teresa de que recibiese una formación que pocos de su raza podían soñar entonces.
A Ceferino le tocó vivir en una época convulsa, dada a las rencillas, que supo neutralizar promoviendo la paz y concordia entre sus conciudadanos y los de pueblos vecinos. Acudían a él tanto los gitanos como los payos porque todos le tenían conceptuado como un hombre de ley. Sin embargo, en un momento dado fue injustamente acusado de un robo en el Vendrell y lo recluyeron en la cárcel de Valls. Da idea del justo respeto que se había ganado y la alta reputación que tenía, el clamor de su abogado, quien al defenderlo, exclamó: «El Pelé no es un ladrón, es san Ceferino, patrón de los gitanos». Su ejemplo era nítido y transparente, no daba lugar a dudas: acudía a misa y rezaba el rosario diariamente, recibía la comunión con frecuencia y era pródigo en su caridad. Le veían participar en los Jueves eucarísticos, la Adoración nocturna, las Conferencias de San Vicente de Paúl y en la Tercera Orden Franciscana, porque de todas estas asociaciones era miembro. También era catequista de niños a los que transmitía esa sabiduría envidiable que poseen las almas sencillas e inocentes como él. De modo, que el hecho de no tener cultura no fue impedimento para que le acogiesen los que tuvieron la fortuna de recibirla.
Pero a finales de julio de 1936, hallándose vivo el fragor de la guerra, vio cómo un grupo de revolucionarios milicianos arrastraban a un sacerdote por las calles. Contempló horrorizado el escarnio y, sin pensarlo dos veces, salió en su defensa. De lo más hondo de sí mismo surgió esta exclamación: «¡Virgen, ayúdame! ¡Tantos hombres armados contra un sacerdote indefenso!». Por ese gesto bravío y justo, fue detenido y encarcelado. El odio es ciego a todo respeto; no entiende de edad. Ceferino tenía entonces 75 años; no era un niño. Pero los milicianos iban a pasar por alto este y otros extremos porque la sinrazón que acompaña a la barbarie es así. Y viendo que llevaba un rosario en el bolsillo, como se hacía con los primeros mártires de la fe quisieron negociar su vida; le ofrecieron la libertad si se comprometía a dejar de rezarlo. El beato se negó en redondo, aunque sabía que con ello daba paso a su muerte.
Por poco tiempo compartió el minúsculo espacio de 5 metros cuadrados habitado por el terror de ordinario, y por la esperanza de las quince personas que le acompañaron en esos postreros instantes, encaminándose junto a él a obtener la palma del martirio. Y en Barbastro, la madrugada del día 2 o del 9 de agosto, le condujeron al cementerio fusilándole junto a las tapias. Sus últimas y triunfantes palabras martiriales, pronunciadas con el rosario entre las manos, fueron: «¡Viva Cristo Rey!». Junto a él ajusticiaron a veinte presos más, perdiendo la vida entonces los tres superiores del seminario claretiano, quienes regían la iglesia a la que acudía Ceferino.