Servicio diario - 17 de septiembre de 2016


 

El Santo Padre a los nuncios: Llevar el diálogo y ser testimonios en un mundo que construye muros
Posted by Sergio Mora on 17 September, 2016



(Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco exhortó a los representantes pontificios, en ocasión del jubileo que ellos han festejado del 15 al 17 de septiembre, a anunciar el Evangelio en cada rincón del mundo y les agradeció la disponibilidad por su empeño en los diversos países.

Francisco con el Card. Parolin en el Jubileo de los Nuncios (Fto. Osservatore © Romano)
El Santo Padre en la mañana temprano, en la homilía de la misa que celebró en la Casa Santa Marta, les recordó que a ellos la Santa Sede les llama a “hacer las valijas, a dejar a los amigos y costumbres”, a ir a otro lugar “y allí recomenzar”.
Y en ese nuevo país, “dialogar, estudiar la cultura y el modo de pensar”. Incluso cuando se va a los eventos mundanos, no dejarse tomar por la mundanidad, para sembrar “la semilla que siempre es buena”, para entender a la gente, dialogar… lo que puede ser una cruz”.
Primero está, dijo el Papa, la salida física, después la cultural, que incluye tener que aprender otro idioma, y uno que había estudiado el inglés, el francés y el español, resulta que lo envían a Japón y tiene que estudiar otra lengua.
Y finalmente la oración y adoración, más fuerte en los nuncios eméritos, porque es un deber de fraternidad. Pero también el nuncio en actividad no tiene que olvidarse de esta adoración, “para que el Dueño haga crecer lo que él ha sembrado”.
Más tarde al recibirlos en audiencia en la Sala Clementina, el Papa les agradeció por la dedicación y generosa disponibilidad de la vida, marcada muchas veces por ritmos difíciles. El Papa comentó que muchas veces por la mañana recibe las comunicaciones de ellos y piensa “mira cómo este trabaja bien”.
Señaló que es necesario servir con sacrificio como humildes enviados, sin ingenuidad, “con la astucia y prudencia del siervo sabio y fiel”, con “los ojos abiertos para reconocer desde dónde vienen las hostilidades” y “discernir los caminos” para enfrentar las insidias.
Les invitó a “perder tiempo” con los obispos, sacerdotes, religiosos y fieles, para escuchar, enviar mensajes, conocer problemas, lo que “no es una elaborada estrategia para recoger informaciones y manipular la realidad o las personas”, sino una actitud de un diplomático de carrera y también de un pastor capaz de dar testimonio de Jesús.
Les pidió que hagan de la Nunciatura apostólica, la ‘casa del Papa’ y vigilancia para que las nunciaturas no se vuelvan refugio de los amigos de los amigos, huyendo de las murmuraciones y de los arribistas.
El Santo Padre precisó también que quien representa a Pedro, “sobrevive a las prepotencias de las ideologías, a quien reduce la Palabra a la conveniencia, al sometimiento a los poderes de este mundo que pasa”. Por ello nunca hay que alinearse con batallas ideológicas o políticas porque la vigencia de la Iglesia “no depende de las plazas o salones sino de la fidelidad al Señor”.
Una conciencia que lleva a dialogar con todos que lleva “en muchos casos a hacernos la voz profética de los marginados por su fe o condición étnica, económica, social o cultural”, dijo.
El Papa les invitó además a acompañar a las Iglesias con corazón de pastores, sin distraerse por los problemas cotidianos, “con la mirada del Papa que no es otra cosa que la de Cristo, el Buen Pastor”. A ‘salir’ para verificar que la Iglesia se encuentre ‘en salida’, ayudando a los obispos, a la cualificación del clero, con presencia concreta. Porque indicó, la Iglesia necesita “testimonios del Resucitado y no portadores de curriculum”, que sean “pastores y no funcionarios”.
Y delante de los desafíos de nuestros días, les invitó a llevar la misericordia de Dios en los problemas del mundo, de la sociedad, de la familia y de los pueblos, “sin considerar nunca a alguien como irremediablemente perdido”. Trabajando siempre a largo plazo, sin la obsesión de resultados inmediatos.
El Papa concluyó señalando que “el mundo tiene mucho miedo y lo difunde” y muchas veces “lo adopta como estrategia para construir un mundo sobre muros y fosas”. Podemos entender las razones del miedo, pero no podemos compartirlo porque “el miedo vive en la oscuridad del pasado y es provisorio. En futuro pertenece a la luz. El futuro pertenece a Cristo”.


El Papa a los ex-alumnos jesuitas: cada refugiado tiene un nombre y un rostro, es necesario integrarlos
Posted by Sergio Mora on 17 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió este sábado por la mañana en el Vaticano a un numeroso grupo de ex alumnos jesuitas, reunidos en Roma para profundizar sobre la crisis de los refugiados y las raíces de las migraciones forzadas.
“Más de 65 millones de personas han sido obligadas a abandonar sus lugares de residencia”, aseguró el Santo Padre y precisó que “son mujeres y hombres, jóvenes y muchachas, que no son diversos de los miembros de nuestras familias y de nuestros amigos. Cada uno tiene un nombre, un rostro y una historia, como el derecho inalienable de vivir en paz y aspirar a un futuro mejor para los propios hijos”.
El Santo Padre les exhortó así “a dar la bienvenida a los refugiados en vuestras casas y comunidades, de manera que su primera experiencia en Europa no sea aquella traumática de dormir al frío, en las calles, sino una recepción calurosa y humana”. Y añadió: “Recuerden que la auténtica hospitalidad tiene un profundo valor evangélico, que alimenta el amor y es la mayor seguridad contra los odiosos actos de terrorismo”.

Francisco recibe a los ex alumnos jesuitas en la Sala del Consistorio (Foto Osservatore © Romano)
Les recordó a los allí presentes que la Confederación Europea de la Unión Mundial de ex alumnos jesuitas tomó el nombre de Padre Pedro Arrupe, fundador del Jesuit Refugee Service, quien fue movido a dar una respuesta al “boat people” sud-vietnamita expuesto a las tempestades del Mar mientras huía del comunismo. Y les invitó a ejemplo del padre Arrupe a “volverse compañeros de Jesús”, porque “enviados en el mundo para ser mujeres y hombres, para y con, los demás”. Ofreciendo al Señor “toda la vuestra libertad, vuestra memoria, vuestra inteligencia y vuestra entera voluntad”.
Porque la Iglesia con vuestra ayuda “será capaz de responder más plenamente a la tragedia humana de los refugiados mediante actos de misericordia que promuevan su integración en el contexto europeo”.
Francisco a los ex alumnos jesuitas les invitó también a recordar que “el amor de Dios les acompaña en este trabajo” y que son los “ojos, boca, manos y el corazón de Dios en este mundo”.
El pontífice les señaló que ellos seguramente habrán aprendido mucho de los refugiados que han encontrado y que al regresar a las propias comunidades les ayuden “no solamente a sobrevivir sino a crecer, florecer y dar fruto”. Les invitó también a pensar en la Sagrada Familia “en su largo viaje a Egipto como refugiados” y de las palabras que dijo Jesús: “Era extranjero y me recibieron”.


El III Congreso Internacional de liturgia será en Colombia
Posted by Redaccion on 17 September, 2016



(ZENIT – Roma).- El III Congreso internacional de liturgia y pastoral se realizará el 11 y 12 de octubre en el Seminario Mayor de Medellín. Lo indica la Conferencia Episcopal de Obispos de Colombia precisando que este evento es organizado por la Universidad Pontificia Bolivariana.
El encuentro ofrecerá desde la academia temáticas litúrgicas leídas con un criterio pastoral, de modo que se muestre a los discípulos-misioneros el magisterio eclesial y su implicación en la vida diocesana.
El congreso está dirigido a sacerdotes, religiosos, diáconos, docentes de teología, estudiantes de teología, docentes de educación religiosa escolar, catequistas, agentes de pastoral, laicos comprometidos con la acción evangelizadora.
“En el año de la Misericordia se tiene como propósito ofrecer los datos bíblicos y las referencias al magisterio eclesial acerca del sacramento de la reconciliación, de modo que los ministros del sacramento y los distintos agentes pastorales puedan comprender la urgente actualidad de este sacramento que nos reconcilia con Dios y con los hermanos.”, señala la convocatoria.


San José de Cupertino – 18 de septiembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 17 September, 2016



Giuseppe Desa, humilde franciscano, a sí mismo se denominaba fray asno. Nació el 17 de junio de 1603 en Copertino, Italia, en un establo donde su padre, que era carpintero, se ocultaba de la justicia; lo buscaba por deudas contraídas con personas sin escrúpulos que se aprovecharon de él. Franceschina, su madre, le puso bajo el amparo de María. De seis hermanos nacidos, sobrevivieron dos.
La distracción fue una de sus grandes cruces, al menos durante una parte de su vida, debido seguramente al trato distante, severo en extremo, que recibió de su madre después de quedar viuda. La debilidad y la tristeza, más quizá por la falta de ternura que por la extrema pobreza en la que quedaron sumidos al morir su padre, fueron las constantes de su infancia, época feliz para la mayor parte de los niños, pero no para él. Nadie le tenía en cuenta. No contaba con la estima de su familia (un tío suyo acaudalado le echó de casa), ni del vecindario, que le veía siempre ensimismado. Los franciscanos conventuales le cerraron las puertas de la comunidad. Le desestimaron también por su pésima preparación académica; no tenía cualidades para el estudio.
Padeció un grave tumor canceroso en una nalga que le mantuvo postrado durante seis años. Franceschina, terciaria franciscana, al ver fracasada su curación por una nefasta intervención quirúrgica, le llevó al santuario de Galàtone, donde se veneraba a la Virgen de las Gracias, le ungió con óleo de una lámpara, y el muchacho pudo volver a casa auxiliado por un bastón. Siempre devotísimo de María, acudió al santuario de la Virgen de la Grottella para agradecer su curación. Después intentó aprender el oficio de zapatero, pero era una persona a la que no se le podía encomendar nada; todo lo echaba a perder, y eso le fue aislando de cara a los demás, aunque en su intimidad oraba y se sentía acogido por Dios.
Rechazado por los Observantes reformados, logró ingresar como «lego» con los capuchinos. Y aunque tomó el hábito en 1620, de nuevo, y debido a su exagerada tendencia a la distracción, se vio en la calle. Además, había ocultado un nuevo tumor para que no le expulsaran, y sufrió en silencio hasta que tuvo la desdichada idea de querer solventar él mismo la lesión, con unos resultados funestos que condicionaron definitivamente su estancia en el convento. No desistió, y pasó grandes penalidades hasta que a través de un tío suyo capuchino conventual fue acogido por la comunidad de Martina Franca. Le confiaron una humilde misión en el establo, y en los inicios de la misma su presencia fue imperceptible para el resto de los frailes soportando la cruz de muchas desdichas con bondad y paciencia. En 1625 los religiosos unánimemente decidieron admitirle como capuchino. Alcanzó el sacerdocio de forma providencial, ya que primeramente al examinarse para el diaconado le pidieron que explicase en el examen justamente lo único que sabía, la frase: «Bendito sea el fruto de tu vientre», y salió bien parado. Después, el obispo, al ver la buena preparación que tenían otros aspirantes, consideró que todos la compartían, y se libró de la prueba.
Fue ordenado en 1628, una fecha que marcaba el inicio de una serie de éxtasis, carismas diversos y fenómenos místicos extraordinarios con los que sería adornado hasta el fin de sus días. Su fama de santidad crecía casi a la par que se incrementaba su oración, la mortificación, y sus constantes ayunos y penitencias. Muchos eran agraciados por sus milagros. A las personas que acudían a él, que consideraba «cruces vivas», les decía: «Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que pide, recibe». Una vez manifestó: «He encontrado un niño sobre la cruz y lo he abrazado y he sentido arder el corazón». Pero íntimamente escuchó: «deja estas cruces muertas y toma la cruz viva»; la halló en la obediencia.
Lo denunciaron en 1638 ante el Santo Oficio de Nápoles por sus inevitables y constantes levitaciones, que se producían en público; de ahí que se conociera como «el santo de los vuelos». El arcipreste Giovanni Perillo, aludiendo a raptos sufridos mientras oficiaba misas por obediencia a su provincial, fue implacable: «Si hubiera sido un santo, hubiera huido de darse publicidad y de llamar la atención». Durante un año obtuvo la gracia que pidió de que cesasen estos éxtasis. San Antonio de Padua se le apareció asegurándole que la Virgen y san Francisco le ayudarían. Mientras era sometido a interrogatorios, en presencia del tribunal se reprodujeron las experiencias. Fue absuelto de las acusaciones, pero al culparle de aprovecharse de la ingenuidad del pueblo fingiendo su virtud, abandonó el convento de la Grosella. Vivió en Asís catorce años. Después le enviaron a Pietrarubbia.
Le vetaron misa, novenas, predicación… En un momento dado advirtió: «Si alguno pregunta por mí, respóndele que soy un hombre muerto. Los otros religiosos son felices porque van a la Iglesia, al coro y a cuanto pide la obediencia. Yo, sin embargo, soy inútil y no soy bueno para nada», añadiendo humildemente: «Mi voluntad es como un ciego guiado por el perrillo del querer de los superiores». Cuando los fieles dieron con él, y comenzaron las peregrinaciones, le enviaron a Fossombrone sometiéndole a un férreo aislamiento. Ese obligado encierro conllevó muchos sufrimientos. Ya no podía ni hablar, ni escribir carta alguna. Cuando el papa levantó el veto que pesaba sobre él, sus hermanos no quisieron que volviera a la Grosella. Fue enviado a Osimo. Recibió alegre la noticia: «¡Ahora muero contento, porque muero entre mis frailes!». Convivió con la comunidad siete años de gran fecundidad, hasta que el 18 de septiembre de 1663 entregó su alma a Dios. Además del don de milagros, entre otros, fue agraciado con los de bilocación, profecía, conocimiento y perfume sobrenaturales. Benedicto XIV lo beatificó el 24 de febrero de 1753. Clemente XIII lo canonizó el 16 de julio de 1767.