Servicio diario - 20 de septiembre de 2016


 

El Papa en Sta. Marta: “Recemos al Dios de la paz, más allá de las divisiones de las religiones”
Posted by Redaccion on 20 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- De rodillas debemos rezarle al Dios de la paz, juntos y “más allá de las divisiones de las religiones” hasta sentir “verguenza de la guerra” y sin cerrar el oído al grito del dolor de quien sufre. Con este espíritu el papa Francisco partió hacia Asís, y lo explicó este martes en la homilía de la misa matutina que celebra diariamente en la residencia Santa Marta.
“No existe un dios de la guerra”. La guerra, lo inhumano de una bomba que explota dejando muertos y heridos, cortando los caminos a la ayuda humanitaria, y que no llega a niños, ancianos, enfermos, es obra del maligno que quiere asesinar a todos”. Por esto es necesario rezar y llorar por la paz, todas las religiones unidas en la convicción de que “Dios es el Dios de la paz”.
“Hoy hombres y mujeres de todas las religiones iremos a Asís. No para hacer espectáculo, sino simplemente para rezar por la paz”. Y recordó que ha invitado “a todo el mundo” a realizar “reuniones de oración”, invitando a “católicos, cristianos, creyentes y a todos los hombres de buena voluntad, de cualquier religión, a rezar por la paz”, ya que “el mundo está en guerra y el mundo sufre”.
Nosotros “a la guerra no la vemos”, ha indicado Francisco, si bien nos asustamos cuando sucede algún acto de terrorismo, “pero esto no tiene nada que ver con lo que sucede en aquellos países, en aquellas tierras donde día y noche caen y caen las bombas”. Y “asesinan a niños, ancianos, hombres y mujeres…”.
La guerra no está lejos, asegura el Papa, “la guerra nos toca a todos” y porque “la guerra inicia en el corazón”.
“Que el Señor nos de la paz en el corazón, nos quite el deseo de avidez y de lucha. “Más allá de las religiones: todos, todos, todos, porque todos somos hijos de Dios. Y Dios es el Dios de la paz. No existe un dios de la guerra: quien hace la guerra es el maligno, es el diablo, que quiere asesinar a todos”.
Pensemos no sólo en las bombas, los muertos, los heridos; sino también en las personas que no puede obtener ayuda humanitaria para comer. Ellos no pueden obtener los medicamentos. Están hambrientos, ¡enfermos! Porque las bombas lo impiden.
Y hoy mientras rezamos sería bueno que todos se sientan avergonzados. Avergonzados de esto: que los seres humanos, nuestros hermanos, sean capaces de hacer esto. Hoy es un día de oración, de penitencia, de invitación a la paz; día para escuchar el grito de los pobres. Este grito que abre el corazón a la compasión, al amor y que nos salva del egoísmo.


Francisco llega a Asís para rezar por la paz
Posted by Redaccion on 20 September, 2016




El Papa llega en helicóptero a Asisa
(ZENIT – Roma) El papa Francisco llegó este martes a Asís proveniente desde Roma poco después de las 11 de la mañana. En una jornada en la que el sol resplandecía, después de tres días de lluvia, el helicóptero aterrizó en el campo deportivo ‘Migaghelli, en Santa María de los Ángeles, donde fue recibido por diversas autoridades religiosas y políticas.
Desde allí se dirigió en auto hasta Asís y una vez en la ciudad medieval saludó a su santidad Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla, junto a un representante musulmán y uno judío; y en el claustro Sixto IV saludó además a muchas personas, en particular a refugiados, migrantes y gente que sufrió la guerra, incluso a una de las familias que Francisco trajo desde la isla griega de Lesbos en su viaje realizado en junio pasado. Estaban también algunos periodistas y personas de la Comunidad de San Egidio, en estos saludos que se extendieron por más una hora.
El encuentro ha sido organizado por San Egidio, la diócesis de Asís y la Familia Franciscana, en ocasión de los 30 años de la histórica jornada de oración interreligiosa querida en 1986 por san Juan Pablo II, en la ciudad de san Francisco de Asís.
A continuación fue el almuerzo común en el refectorio del Sacro Convento, en el que participaron también 12 víctimas de la guerra. Entre ellos Rasha con la hija de siete años, quienes llegaron a Italia gracias a los corredores humanitarios de San Egidio, que trabajó junto a la Federación de las Iglesias evangélicas y a la Mesa valdense.
También estaban cinco cristianos sirios, de los cuales tres armenios. Una de ellos Tamar, que en la ceremonia de clausura dio testimonio del sufrimiento en la ciudad de Alepo. Otras son nigerianas que huyeron de la violencia de Boko Haram; además de una refugiada de Eritrea, y un joven de Malí que sobrevivió a un terrible viaje en un barco desde Libia a Sicilia.
El menú tuvo como entrada el fiambre bresaola (un crudo hecho de bovino), rúcula y queso mozzarella. Como primer plato se sirvió la especialidad con fideos ‘trofie al pesto’ y fideos con tuco. El segundo plato era pavo con vainitas y hongos asados. Y de postre tarta. Hubo también un buffet kosher para las personas de religión judía.
Durante el almuerzo el profesor Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de san Egidio recordó el XXV aniversario de patriarcado de su santidad Bartolomeo I.


Asís: una vela encendida por cada país en conflicto
Posted by Sergio Mora on 20 September, 2016




Oración ecuménica en la basílica inferior de San Francisco
(ZENIT – Roma).- Después del almuerzo, los representantes de las diversas religiones reunidos en Asís: judíos, musulmanes y de religiones orientales, rezaron al mismo tiempo pero en lugares diversos.
Los cristianos se reunieron en la basílica inferior de San Francisco, cerca de la tumba del santo para una oración ecuménica, en la cual fueron nombrados todos los países en conflicto y por cada uno de ellos fue encendida una vela. Entre las casi treinta encendidas, figuraron guerras como la de Siria o Irak, pero también lugares en donde hay violencia, como en México debido al narcotráfico, y en Venezuela debido a la crisis política.

Asís, judios en oración en un claustro del convento
El papa Francisco recordó que en el ‘Tengo sed’ de Jesús en la cruz, podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo.
El arzobispo de Westminster, Justin Welby en su meditación indicó que “todos tenemos que beber cada día de la misericordia de Dios, para vencer nuestro pecado nuestra rabia, para expresar la misericordia hacia los otros.

Asís, musulmanes en plegaria en un recinto del Sagrado Convento
Ilustró la riqueza como un dinero falso en un juego de los niños, porque en la economía divina el dinero no vale nada y señaló que a pesar del progreso en Europa, existe miedo de los extranjeros y dificultades económicas. Precisó que en cambio Dios nos ofrece riquezas reales, que dan verdadera satisfacción.
“Somos llamados a ser la voz de Cristo –concluyó– para los que no tienen esperanza, en un mundo de sequía y desesperación, dando con magnífica generosidad lo que hemos recibido en su misericordia llena de gracia”.
El patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, señaló en su meditación, la necesidad de “escuchar el grito de Dios hacia la humanidad y escuchar el grito de nuestro prójimo”. “¿Qué palabra de paz podremos ofrecer al otro, al diverso, al lejano, al desconocido si aquella palabra de paz no será una real experiencia de comunión con la Luz Radiosa de la Mañana?”, dijo. Y señaló la necesidad de convertirnos, la capacidad de cambiar ruta, que no puede haber conversión si no se escucha, y de la necesidad de que el testimonio cristiano sea profético, y para ello debe realizarse en comunión.
A la salida de esta ceremonia ecuménica fue el acto final que se celebró en la plaza san Francisco, con el saludo de monseñor Sorrentino, del patriarca Bartolomé, del patriarca budista japonés, del profesor Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de san Egidio, además de un representante musulmán y uno judío.


El Papa en Asís: En el ‘Tengo sed’ de Jesús, la voz de los que sufren la guerra
Posted by Redaccion on 20 September, 2016



(ZENIT – Roma).- Después del almuerzo, los representantes de las diversas religiones reunidos en Asís rezaron en lugares diferentes. Los de credo cristiano se reunieron en la basílica inferior de San Francisco, cerca de la tumba de San Francisco para una oración ecuménica.
El papa Francisco recordó que en el ‘Tengo sed’ de Jesús en la cruz, podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz.
Allí el Papa realizó una meditación, cuyo texto proponemos a continuación:
“Ante Jesús crucificado, resuenan también para nosotros sus palabras: «Tengo sed» (Jn 19,28). La sed es, aún más que el hambre, la necesidad extrema del ser humano, pero además representa la miseria extrema. Contemplemos de este modo el misterio del Dios Altísimo, que se hizo, por misericordia, pobre entre los hombres.
¿De qué tiene sed el Señor? Ciertamente de agua, elemento esencial para la vida. Pero sobre todo de amor, elemento no menos esencial para vivir. Tiene sed de darnos el agua viva de su amor, pero también de recibir nuestro amor. El profeta Jeremías habló de la complacencia de Dios por nuestro amor: «Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia» (Jer 2,2).
Pero dio también voz al sufrimiento divino, cuando el hombre, ingrato, abandonó el amor, cuando –parece que nos quiere decir también hoy el Señor– «me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen agua» (v. 13). Es el drama del «corazón árido», del amor no correspondido, un drama que se renueva en el Evangelio, cuando a la sed de Jesús el hombre responde con el vinagre, que es un vino malogrado. Así, proféticamente, se lamentaba el salmista: «Para mi sed me dieron vinagre» (Sal 69,22).
«El amor no es amado»; según algunos relatos esta era la realidad que turbaba a san Francisco de Asís. Él, por amor del Señor que sufre, no se avergonzaba de llorar y de lamentarse en alta voz (cf. Fuentes Franciscanas, n. 1413). Debemos tomar en serio esta misma realidad cuando contemplamos a Dios crucificado, sediento de amor.
La Madre Teresa de Calcuta quiso que, en todas las capillas de sus comunidades, cerca del crucifijo, estuviese escrita la frase «tengo sed». Su respuesta fue la de saciar la sed de amor de Jesús en la cruz mediante el servicio a los más pobres entre los pobres.
En efecto, la sed del Señor se calma con nuestro amor compasivo, es consolado cuando, en su nombre, nos inclinamos sobre las miserias de los demás. En el juicio llamará «benditos» a cuantos hayan dado de beber al que tenía sed, a cuantos hayan ofrecido amor concreto a quien estaba en la necesidad: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).
Las palabras de Jesús nos interpelan, piden que encuentren lugar en el corazón y sean respondidas con la vida. En su «tengo sed», podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo.
Todos estos son hermanos y hermanas del Crucificado, los pequeños de su Reino, miembros heridos y resecos de su carne. Tienen sed. Pero a ellos se les da a menudo, como a Jesús, el amargo vinagre del rechazo. ¿Quién los escucha? ¿Quién se preocupa de responderles? Ellos encuentran demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal en televisión.
Ante Cristo crucificado, «fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1,24), nosotros los cristianos estamos llamados a contemplar el misterio del Amor no amado, y a derramar misericordia sobre el mundo. En la Cruz, árbol de vida, el mal ha sido trasformado en bien; también nosotros, discípulos del Crucificado, estamos llamados a ser «árboles de vida», que absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno del amor. Del costado de Cristo en la cruz brotó agua, símbolo del Espíritu que da la vida (cf Jn 19,34); que del mismo modo, de nosotros sus fieles, brote también compasión para todos los sedientos de hoy.
Que el Señor nos conceda, como a María junto a la cruz, estar unidos a él y cerca del que sufre. Acercándonos a cuantos hoy viven como crucificados y recibiendo la fuerza para amar del Señor Crucificado y resucitado, crecerá aún más la armonía y la comunión entre nosotros. «Él es nuestra paz» (Ef 2,14), él que ha venido a anunciar la paz a los de cerca y a los de lejos (Cf. v. 17). Que nos guarde a todos en el amor y nos reúna en la unidad, para que lleguemos a ser lo que él desea: «Que todos sean uno» (Jn 17,21)”.


Ceremonia final en Asís: ‘No hemos rezado unos contra los otros, pero unos por los otros’
Posted by Sergio Mora on 20 September, 2016




En el encuentro de Asís, el Papa firma la declaración final
(ZENIT – Roma).- El encuentro de tres días ‘Sed de Paz’ que se realizó en la ciudad italiana de Asís. concluyó este martes con visita del papa Francisco. Después de un día lleno de eventos, la ceremonia final fue en el claustro ubicado al lado de la basílica superior de San Francisco de Asís.
Allí se mantuvo un minuto de silencio por las víctimas de las guerras, del terrorismo y de la violencia, se entregó un mensaje de paz que fue llevado por los niños a los presentes. Se encendió también un candelabro de la paz: el Papa lo hizo con la primera vela, después fue el rabino Brodman, la tercera la encendió el patriarca ecuménico Bartolomé I, a continuación lo hizo el jeque Abbas Shuman de la Universidad Al-Azhar y así sucesivamente los diversos líderes, que después firmaron uno a uno, un llamado de la paz.
“No tenemos armas –dijo el papa Francisco con tono sereno– creemos en cambio en la fuerza suave y humilde de la oración”. Y precisó: “En esta jornada la sed de paz se volvió invocación a Dios, para que cesen las guerras, el terrorismo y las violencias”. Señaló que si bien “diversas son nuestras tradiciones religiosas, las diferencias no son para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de fría separación”.
Y añadió que “hoy no hemos rezado unos contra los otros, como lamentablemente aveces sucedió en la historia. Sin sincretismos y sin relativismos hemos en cambio rezado unos al lado de los otros, unos por los otros”.

Asís, los niños llevan un mensaje de paz a los líderes presentes
Allí las intervenciones fueron varias. El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I señaló que “debemos ser capaces de interrogarnos dónde quizás nos hemos equivocado” porque “nacieron fundamentalismos que amenazan el diálogo con los otros, pero también el diálogo en el interior de cada uno de nosotros”. Y concluyó: “Tenemos que ser capaces de aislarlos, de purificarlos, a la luz de nuestras creencias, de transformarlos en riqueza para todos”.
El obispo de Asís, Domenico Sorrentino, consideró que este evento “de oración, de concordia y de paz” es “una respuesta a un mundo entristecido por tantas guerras que muchas veces de modo blasfemo y satánico, agitan estandartes religiosos”.
El custodio del Sacro Convento, el padre Mauro Gambetti, señaló que “el mundo solamente conocerá una fase de desarrollo si quien está aquí no se considera mejor que los otros y no considera la propia religión, el propio grupo de pertenencia o la propia cultura superior a la de los demás”.
El fundador de la Comunidad San Egidio, Andrea Riccardi, tras recordar las diversas jornadas de oración por la paz, aseguró que “el diálogo revela que la guerra y las incomprensiones no son invencibles. Nada se pierde con el diálogo, todo es posible con la paz”.
Una señora joven, Tamar Mikalli, cristiana de Alepo que llegó a Italia gracias a los corredores humanitarios, narró el drama de la guerra en Siria que parece infinita. “A los hombres de religión, a Su Santidad, en nombre del pueblo sirio pedimos una oración, para que la paz y el amor vuelvan rápidamente a Siria y a cada parte del mundo”.
Conmovedor también el testimonio de un rabino de Isral, David Brodman, preso en Auschwitz cuando tenía 7 años, así como la del líder musulmán Din, que explicó que su religión quiere ser de paz para el mundo, o la del líder budista japonés, Koei Morikawa.


Asís 2016, texto del llamamiento de paz
Posted by Redaccion on 20 September, 2016



(ZENIT – Roma).- En la ceremonia final del encuentro de Asís, al que participaron más de 500 líderes religiosos, ellos firmaron un llamado de paz, cuyo texto proponemos a continuación:
“Hombres y mujeres de religiones diferentes hemos venido como peregrinos a la ciudad de san Francisco. Aquí, en 1986, hace treinta años, por invitación del papa Juan Pablo II, se reunieron Representantes religiosos de todo el mundo, por vez primera de forma tan participada y solemne, para afirmar el lazo indisoluble entre el gran bien de la paz y una auténtica actitud religiosa. Desde aquel acontecimiento histórico se ha encaminado un largo peregrinaje que, tocando muchas ciudades del mundo, ha implicado a muchos creyentes en el diálogo y en la oración por la paz; ha unido sin confundir, dando vida a sólidas amistades interreligiosas y contribuyendo a apagar no pocos conflictos. Éste es el espíritu que nos anima: realizar el encuentro en el diálogo, oponerse a toda forma de violencia y abuso de la religión para justificar la guerra y el terrorismo. Sin embargo, durante los años transcurridos todavía muchos pueblos han sido dolorosamente heridos por la guerra. No se ha comprendido siempre que la guerra empeora el mundo, dejando una herencia de dolores y odios. Con la guerra todos pierden, incluso los vencedores.
Hemos dirigido nuestra oración a Dios para que conceda la paz al mundo. Reconocemos la necesidad de rezar constantemente por la paz, porque la oración protege el mundo y lo ilumina. La paz es el nombre de Dios. Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no camina por Su sendero: la guerra en nombre de la religión se convierte en una guerra a la religión misma. Con firme convicción, reafirmamos por tanto que la violencia y el terrorismo se oponen al verdadero espíritu religioso.
Nos hemos puesto a la escucha de la voz de los pobres, de los niños, de las jóvenes generaciones, de las mujeres y de muchos hermanos y hermanas que sufren por la guerra; con ellos decimos con fuerza: ¡No a la guerra! Que no se quede sin escuchar el grito de dolor de tantos inocentes. Imploramos a los Responsables de las naciones para que se desactiven las causas de las guerras: la avidez de poder y de dinero, la avaricia de quien comercia con armas, los intereses partidarios, las venganzas por el pasado. Que aumente el compromiso concreto para remover las causas subyacentes a los conflictos: las situaciones de pobreza, injusticia y desigualdad, la explotación y el desprecio de la vida humana.
Que se abra finalmente un tiempo nuevo en el que el mundo globalizado se convierta en una familia de pueblos. Que se ejerza la responsabilidad de construir una paz verdadera, que esté atenta a las necesidades auténticas de las personas y de los pueblos, que prevenga los conflictos con la colaboración, que venza los odios y supere las barreras con el encuentro y el diálogo. Nada se pierde practicando el diálogo. Nada es imposible si nos dirigimos a Dios en la oración. Todos pueden ser artesanos de paz; desde Asís renovamos con convicción nuestro compromiso de serlo, con la ayuda de Dios, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Asís, 20 de septiembre de 2016″.


Dolor en México por dos sacerdotes secuestrados y asesinados
Posted by Redaccion on 20 September, 2016



(ZENIT – Roma).- La Conferencia Episcopal Mexicana, expresó sus condolencias, cercanía y oración a la diócesis de Papantla, a su obispo José Trinidad Zapata Ortíz, a los familiares de los sacerdotes Alejo Nabor Jiménez Juárez y José Alfredo Juárez de la Cruz quienes fueron privados de la vida.
Ambos fueron encontrados muertos después de haber sido secuestrados en el Estado de Vera Cruz, en la costa del Golfo de México. De acuerdo a los investigadores, el secuestro de los dos religiosos fue el domingo en la ciudad de Poza Rica y sus cuerpos fueron encontrados al lado de un camino. Los obispos además de su dolor expresaron su “indignación ante la violencia ejercida contra ellos”.
“En estos momentos de dolor, impotencia y tragedia provocada por la violencia, elevamos nuestra plegaria al cielo por el eterno descanso de estos hermanos nuestros, e imploramos al Señor la conversión de sus agresores; de la autoridad esperamos el esclarecimiento de los hechos y la aplicación de la justicia contra los responsables”, indican .
“Rogamos al Señor –concluye el mensaje– bendiga nuestra amada Patria, y pedimos la intercesión de Santa María de Guadalupe Reina de la Paz, para que unidos busquemos la integridad y el progreso de nuestro pueblo”.


Te Deum en Chile: la esperanza y la defensa de la vida son prioridades
Posted by Redaccion on 20 September, 2016



(ZENIT – Roma).- El cardenal arzobispo de Santiago de Chile, Ricardo Ezzati presidió este domingo 18 de septiembre en la catedral metropolitana, el Te Deum con motivo del 206 aniversario de la independencia del país. La ceremonia contó con la presencia de las máximas autoridades de la nación encabezadas por la presidenta Michelle Bachelet, autoridades civiles y militares, y líderes de otras confesiones cristianas, musulmanes, judíos.
En su homilía el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, reiteró que el Te Deum es una respuesta de esperanza y deseó que crezca el reconocimiento “al derecho a la vida, desde la concepción a la muerte natural”.
El cardenal abordó el tema de la esperanza, “que invita a mirar hacia adelante”, y expresó que “nos hemos reunido en este lugar sagrado porque nos anima y asiste el anhelo y la voluntad de alcanzar, hoy y en el futuro, esa plenitud que aún no poseemos”.
“Aspiramos a que la violencia sea enfrentada y derrotada con clarividencia y honestidad, buscamos una praxis política y empresarial libre de corrupción y, desde lo más profundo de nuestra conciencia de hombres y mujeres que buscan unir fe y razón, esperamos que crezca el debido reconocimiento y respeto al derecho a la vida, desde la concepción a la muerte natural” dijo.
Reconoció entretanto que muchas ilusiones nos vienen vendidas y nuevas esclavitudes creadas en nombre de falsos ídolos. Entretanto consideró que han existido progresos si se piensa que ”muchas cosas que, décadas atrás, se toleraban, se consideraban normales o se pensaba que eran una fatalidad, hoy se consideran inaceptables”.
El arzobispo de Santiago indicó además que la celebración de este Te Deum es ya una respuesta, como lo demuestra encuentro en la catedral de creyentes y no creyentes, y esto “es porque en nuestro corazón pesa más la esperanza que el desánimo”.
Invitó también a preguntarnos “por nuestros modelos de desarrollo, puesto que el tipo de desarrollo que hemos logrado no ha traído el bienestar humano que suponíamos”. Indicó así la necesidad de mejorar la educación, los sueldos, las pensiones y la calidad de vida en la tercera edad.
El ser humano, indicó, no se conforma con poco y, especialmente un número significativo de jóvenes, aspira a una esperanza que los lleve a alcanzar la estatura alta de su vocación humana”.
Homilía completa


Comentario a la liturgia dominical
Posted by Antonio Rivero on 20 September, 2016



Vigésimo sexto domingo del Tiempo común – Ciclo C – Textos: Amós 6, 1a. 4-7; 1 Tm 6, 11-16; Lc 16, 19-31
P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, director espiritual y profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: ¿Qué piensa Cristo de la pobreza y de la riqueza?
Síntesis del mensaje: el domingo pasado vimos qué hacer con el dinero. Hoy Jesús vuelve a ponernos el ejemplo del rico epulón y el pobre Lázaro para invitarnos una vez más a saber usar las riquezas –medios- para alcanzar la eternidad dichosa –fin- mediante la caridad misericordiosa con el necesitado. Amós (1ª lectura) sigue azotando a los que viven a sus anchas, de placer en placer, olvidados de Dios y del prójimo. San Pablo nos exhorta a vivir esas virtudes propias de un seguidor de Cristo: la justicia, la religión, la fe, la paciencia y el amor (2ª lectura). Menos mal que Dios es fiel y hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos (Salmo).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, miremos al rico epulón. Epulón, sí, que en latín se traduciría “tragón sibarita”. ¡Ni nombre tenía! Lucas lo describe con estas tres pinceladas: era rico –suponemos que consiguió las riquezas justamente-, se vestía con las mejores telas de la India, diríamos hoy; y banqueteaba cada día, es decir, manteles largos con tres copas finas, marca Riedel austríaca, en la jerga de hoy. Lógicamente así ni cuenta se daba de que a la puerta de su casa yacía un pobre hombre con la mano extendida, con la boca seca, famélico, con los ojos tristes repletos de legañas y con el cuerpo cubierto de llagas y gusanos. En el presupuesto del rico no entraba Dios ni el prójimo. Sólo él, declinado en todos los casos: yo, de mí, para mí…mis cosas, mi comida y mis vestidos. Eso en vida. Ciertamente este rico no ha maltratado al pobre, ni le ha golpeado; simplemente ha estado ciego ante la necesidad de su hermano, no se ha querido enterar de que existía, por su ceguera egoísta. Pero, nada puede durar eternamente. Y murió. ¿Desenlace? Al infierno –que existe, claro que sí-, no por ser rico, sino por no compartir su riqueza con los pobres. Sus riquezas no le sirvieron de pasaporte para la otra vida. Infierno eterno. Pena y castigo eternos, sin arrepentimiento y sin vuelta atrás. Ah, si hubiera compartido algunas migajas con el pobre, otro hubiera sido su destino, que él mismo se labró, que no Dios. Dios sólo da el veredicto final en el día del juicio, donde seremos juzgados del amor, nos dirá san Juan de la Cruz. Este rico hizo de las riquezas su fin y a ellas se apegó, y quedó deshumanizado y sin alma. No pudo llevarse al otro mundo sus riquezas. Antes que Lucas, ya el profeta Amós había gritado contra este tipo de… ¿hombres?
En segundo lugar, ahora miremos a ese pobre Lázaro. Con nombre concreto que significa “Dios ayuda” en hebreo. Prototipo de la miseria humana. Pero confiado en Dios. Su desgracia viene así descrita por Lucas: mendigo echado en el suelo, cubierto de llagas y hambriento al menos de las migajas que caían de la mesa del rico. También el murió. ¿Desenlace? Fue llevado al cielo –que también existe-. No por ser pobre, sino por haber confiado en Dios y no haber ofendido, ni protestado ni robado al rico. ¡Cuántos Lázaros hay hoy en nuestro mundo, en nuestra ciudad, en nuestro barrio! Dicen nuestros obispos de Latinoamérica en la IV Conferencia del CELAM en Santo Domingo: “Descubrir en los rostros sufrientes de los pobres el rostro del Señor (cf. Mt 25, 31 -46) es algo que desafía a todos los cristianos a una profunda conversión personal y eclesial. En la fe encontramos los rostros desfigurados por el hambre, consecuencia de la inflación, de la deuda externa y de injusticias sociales; los rostros desilusionados por los políticos, que prometen pero no cumplen; los rostros humillados a causa de su propia cultura, que no es respetada y es incluso despreciada; los rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscriminada; los rostros angustiados de los menores abandonados que caminan por nuestras calles y duermen bajo nuestros puentes; los rostros sufridos de las mujeres humilladas y postergadas; los rostros cansados de los migrantes, que no encuentran digna acogida; los rostros envejecidos por el tiempo y el trabajo de los que no tienen lo mínimo para sobrevivir dignamente (cf. CELAM, «Documento de trabajo», 163). El amor misericordioso es también volverse a los que se encuentran en carencia espiritual, moral, social y cultural”. (Santo Domingo, Conclusiones 178). Y más adelante: “El creciente empobrecimiento en el que están sumidos millones de hermanos nuestros hasta llegar a intolerables extremos de miseria es el más devastador y humillante flagelo que vive América Latina y el Caribe. Así lo denunciamos tanto en Medellín como en Puebla y hoy volvemos a hacerlo con preocupación y angustia. Las estadísticas muestran con elocuencia que en la última década las situaciones de pobreza han crecido tanto en números absolutos como en relativos. A nosotros los pastores nos conmueve hasta las entrañas el ver continuamente la multitud de hombres y mujeres, niños y jóvenes y ancianos que sufren el insoportable peso de la miseria así como diversas formas de exclusión social, étnica y cultural; son personas humanas concretas e irrepetibles, que ven sus horizontes cada vez más cerrados y su dignidad desconocida”. ¿No es para llorar y hacer algo?
Finalmente, ¿en cuál de los dos me reflejo? “¡En ninguno!”. ¡No puede ser! Hoy tenemos que hacer un serio examen de conciencia y ver cuál de los dos habita en mi interior, a cuál de los dos estoy alimentando y cuál de los dos quiero ser. Seremos ese rico epulón si sólo pensamos en nosotros y nada hacemos para solucionar las diversas pobrezas de nuestros hermanos. No debemos dejar que se establezca una separación entre nosotros y los pobres, nuestros hermanos que sufren y carecen de los medios necesarios para vivir. Debemos salir positivamente a su encuentro, cuidar de ellos, preocuparnos por su bien, como tantas veces nos ha repetido el papa Francisco. Que conste que este reclamo no es nuevo en la Iglesia. La Iglesia siempre ha tenido esta preocupación desde que fue fundada, y siempre ha impulsado a los hombres a que socorran a los más necesitados. Hoy, hay organizaciones como Cáritas, que intentan salir al encuentro de las necesidades de los pobres, de los refugiados, de los sin techo, sin pan, sin tierra. ¡Cuántos misioneros y misioneras dejan sus países y se van a países lejanos para llevar no sólo el pan de la Palabra sino también el pan material, las medicinas y ropa a hermanos que apenas tienen nada! Pero cuántos hay que cierran los ojos y se sientan en la mesa de este rico epulón sibarita, con peligro –sepámoslo- de nuestra salvación eterna.
Para reflexionar: ¿Tengo la conciencia de que mis bienes, no sólo económicos, sino también culturales y religiosos, los debo compartir con los demás? ¿Estoy encerrado en mi egoísmo, olvidando a los demás, sobre todo a los pobres, que me resultan “incómodos”? ¿Estoy apegado a las cosas materiales, embotado por lo secundario y descuidando lo principal? ¿Me extraña que Jesús dijera que es tan difícil que se salve un rico lleno de sus cosas como que un camello pase por el ojo de una aguja?
Para rezar: Señor, ayúdame a poner en su lugar la riqueza. Abre mis ojos a las necesidades de tanto Lázaros. Y que sepa compartir lo poco o lo mucho que tengo para aliviar un poco el sufrimiento de esos mis hermanos, a ejemplo tuyo y de tantos santos. Amén.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org.


San Mateo – 21 de septiembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 20 September, 2016



(ZENIT – Madrid).- Leví, el hijo de Alfeo, fue uno de los privilegiados a los que Cristo llamó. Nunca hubiera pensado este galileo, publicano y recaudador de impuestos al servicio del imperio romano, que Cristo iba a fijarse en él cuando ejercía su oficio. Pero así fue. Lo hizo con otros discípulos y sigue procediendo de igual modo con aquellos a los que elige en cualquier momento y situación. No hay mirada que penetre tan hondamente como la divina; traspasa todas las fibras de nuestro ser. Mateo no se resistió a ella. Abandonando lo que poseía, rompió drásticamente con su presente sin pensar en el futuro. No sabemos si le costó, pero seguramente no, porque una seducción tal pone alas en el corazón. Desde luego, siguió al Mesías ipso facto permaneciendo a su lado en todo momento; igualaba a otros apóstoles con su inmediatez en la respuesta. Dejándose elegir por Él, recibió la inmensa gracia de empaparse de su amor, de ser directo acreedor de sus excelsos e incomparables matices, testigo de cómo hablaba, caminaba, actuaba…, un sueño compartido por los innumerables hombres y mujeres enamorados de Cristo que habrían dado todo por haberle conocido.
Su llamamiento no pasó desapercibido para los escribas y fariseos, quienes, viendo la paja en los ojos ajenos y no la viga en los suyos, seguían los pasos del Redentor maliciosamente, con la intención de sorprenderle en algún desliz que permitiera desacreditarle ante el pueblo. La elección de Mateo por parte de Cristo fue recibida por ellos como una ignominia toda vez que el oficio desempeñado por el evangelista recaudando tributos para el imperio dominador era tomado como una afrenta al pueblo de Israel; se le consideraría una persona sin escrúpulos, afín al opresor. Pero él se mostró ante el Salvador con toda sencillez. Sin modificar inicialmente sus esquemas de vida, convocó a su mesa a los conocidos –sus amigos de siempre, podríamos decir–, para agasajarlos. Cursó la misma invitación para Cristo aunque su casa estuviese atestada de personas de dudosa conducta. Además, con ello ponía un nítido signo apostólico en este primer momento; franqueaba la puerta del camino que emprendía a sus allegados. ¿Qué hace un genuino seguidor de Cristo? Por supuesto, dar a conocer a Dios a los suyos. Y aunque él todavía no concebía a Jesús en su divinidad, algo muy hondo y desconocido experimentaría ante su presencia que le indujo a actuar así.
Conmueve ver cómo aprovecha el Maestro ese instante para manifestarse en un aspecto que quedó como paradigma de consuelo y esperanza para quienes se han propuesto seguirle y piensan en sus muchas debilidades y torpezas: «No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mc 2, 17). Conviene tener en cuenta que el Mesías no se fijó en los máximos exponentes de la sociedad tanto del ámbito religioso como público. Los detractores no entendieron su indulgencia y piedad, un concepto de amor de tal calibre que echaba por tierra toda barrera y prejuicios, ya que elevaba a la condición de hijos de Dios a todas las personas sin distinciones de ningún tipo. La acepción disgregadora quedaba absolutamente destronada para siempre.
Ni qué decir tiene que en lo profundo del corazón humano se produce un estremecimiento ante el misterio del llamamiento. Nos desborda la contemplación de la misericordia divina. Viendo la elección de Mateo que discurre completamente al margen de los cánones de la razón, rompiendo todos los convencionalismos, se comprende el sentimiento que tantos seleccionados por Cristo para seguirle han experimentado y siguen percibiendo: ¿Por qué yo?, ¿qué ha podido ver en mí? Las preguntas penden en la conciencia de indignidad cuando cada uno se asoma a su interior aunque sea levemente. Ese «porqué» enajena, perturba, insta a luchar y a hacerse dignos de tan altísimo honor. Yendo tras Él, este sencillo publicano impregnó su vida de esperanza y la enriqueció con su anhelo indeclinable de apurarla hasta el final. Es otro de los indiscutibles referentes que poseemos.
Aunque no se ofrezcan datos fehacientes al respecto, en el itinerario espiritual de Mateo debió quedar trazada a fuego la confianza del Redentor. Que el Maestro se fijara en él lo sintetiza todo. Y en esa mesa llena de comensales en la que pululaban las murmuraciones, mucho debió pesar en su ánimo el hecho de que Cristo le había abierto sus brazos para siempre amándole como era, con sus debilidades y aciertos, que también los tendría. Este amor dio un giro radical a su existencia. No echó en saco roto la excelsa dádiva que había recibido. Después de la muerte y resurrección de Cristo, bajo el amparo de Pedro contribuyó a la evangelización y extensión de la Iglesia en Palestina. Testigo ocular de los hechos que acontecieron al Hijo de Dios catequizó a su generación, y a las que han ido llegando desde entonces, narrando en su evangelio todo lo que había oído y vivido. El humilde apóstol, denostado por su condición social y trabajo profesional, pasó a ser el primer redactor.
En su exposición, escrita en hebreo, arameo y griego, confirma que Jesús es el Mesías cuya venida había sido vaticinada durante siglos por los profetas. Ensalza el Reino de Dios, que denomina Iglesia constituida por Cristo en la persona de Pedro. Él, como los restantes evangelistas, se ocupó de transmitir fielmente la vida de Jesús y su doctrina. Realizó su apostolado en Palestina y después partió a Etiopía donde obró incontables milagros, entre otros, la resurrección de Ifigenia, una hija del rey Eglipo, que se convirtió junto al resto de su familia. El sucesor del monarca, Hirtaco, pretendía casarse con ella, pero la joven había consagrado su virginidad a Dios alentada por el apóstol. Y al ver que no podía cumplir sus deseos, porque Mateo no se prestó a ayudarle en sus planes rebajando el mensaje evangélico que había transmitido a la joven, el cruel soberano ordenó que le diesen muerte mientras oficiaba misa. Sus reliquias se veneran en Salerno, Italia.